Cuando les dieron la noticia, los Zavaleta se largaron a llorar. La vuelta a su casa fue silenciosa. Nadie sabía qué decir.
Un rato antes, Alejandro Tulio Totto -ex primer bailarín del Teatro Colón- los convocó a una reunión en el Estudio Nader de Santiago del Estero donde Lucero (13), la hija menor del matrimonio, tomaba clases de ballet hacía un año medio. En el encuentro, el hombre les explicó que había viajado por todo el país, que había visto muchísimos bailarines, y que creía que Lucero reunía las condiciones para ser una bailarina de primer nivel. Su consejo: que la llevaran a Capital Federal cuanto antes.
Hasta ese momento, octubre de 2018, los Zavaleta no conocían Buenos Aires. Tampoco tenían previsto hacerlo, pero las palabras Alejandro Tulio Totto hizo que cambiaran de planes. “Nuestro principal dilema era económico. Había que apostar a todo y nada. No nos daba el corazón para decirle que ‘No’”, explica a Infobae la mamá de Lucero, Nora Argüello (41).
Pero el económico no sería el único desafío. Para que su hija pudiera probarse en el Teatro Colón, los Zavaleta tuvieron que separarse. Nora se vino a Capital con su hija y su marido, Hugo (40), se quedó en Santiago del Estero junto a sus otros dos hijos: Micaela (23) y Martín (16) y su nieto, Bruno.
Llegaron el 15 de enero 2019. Mientras Lucero tomaba un Seminario con Alejandro Tulio Totto para el que la habían becado, Nora y Hugo tenían la misión de buscar un departamento. “Lo conseguimos de casualidad. Todos nos pedían mucha plata para entrar y garantía y recibos de sueldos de Capital Federal. No teníamos ninguna de las tres cosas”, recuerda la mujer que, gracias al dato de un encargado de edificio, dio con unos santiagueños que tenían una propiedad en el centro. A diferencia de los anteriores, ellos no les pusieron tantos requisitos, pero sí una suma importante de dinero.
“Nosotros somos empleados de comercio. Viajamos con lo que habíamos conseguido, pero nos nos alcanzaba”, cuenta Nora a Infobae.
En ese momento, ella y su marido pensaron en vender las alianzas de matrimonio. “Fuimos a la calle Libertad con toda la intención de cambiar los anillos por plata, pero por las dos nos daban un monto bajísimo”, cuenta acerca del día que terminaron llorando en una esquina porteña sin saber qué hacer.
Finalmente, el dinero llegó como un anticipo del sueldo de Hugo; y Lucero y su mamá pudieron mudarse al monoambiente ubicado en Riobamba y Ayacucho, donde viven hoy.
Mientras Nora repasa las idas y vueltas que tuvieron que atravesar para que su hija viniera a probarse a Buenos Aires, Lucero se deja fotografiar en la plaza ubicada frente al Teatro Colón donde, a partir de marzo próximo, arrancará con sus clases con el objetivo de integrar el ballet estable de la institución.
Lucero tiene 13 años, mide 1.64 cm y calza 38. Además de las medias cancán y las puntas, lleva puesta una malla y un tutú color negro. Hasta los 10 tomó clases de ritmos contemporáneos pero un día, mientras miraba coreografías en YouTube, encontró una variación del ballet “Giselle” y se enamoró de la música y de la delicadeza del baile. Enseguida le pidió a su mamá que le buscara un lugar para aprender. Así fue como llegó al estudio de Teresa Nader.
-¿Te acordás cómo fueron tus primeras clases?
-Raras. No conocía a nadie. Además, todas mis compañeras tenían bien armado el rodete y yo iba con una colita y me peinaba ahí. Como era invierno ellas usaban camisetas térmicas, en cambio yo iba con las remeras de mangas largas y cuello, tipo polera.
-¿Qué fue lo que más costó?
-Un poco de todo, porque no tenía bien la postura, necesitaba trabajar un montón el empeine, estirar bien las rodillas y hacer ejercicios todos los días. Además, de tanto bailar en punta me empezaron a salir ampollas. Eso sí que dolía. Algunas se me explotaban y tenía que ponerme una crema y curitas.
-Tu mamá contó que el día que los citaron para decirles que vos tenías condiciones para ser una bailarina profesional te pusiste a llorar.
-Sí, porque nunca me imaginé que podía bailar en el Teatro Colón. Para mí, yo estaba al mismo nivel que mis compañeras.
BAILANDO POR UN SUEÑO
En marzo de 2019, Lucero Zavaleta arrancó a cursar 7° grado en una escuela de Buenos Aires, provincia que no conocía. Dejó parte de su familia, amigas y compañeros de colegio para perseguir su sueño de ser bailarina. Además de su papá y sus dos hermanos, lo que más extraña, dice y se pone a llorar, es ir a tomar helado y jugar a la pelota en la Plaza Libertad.
“Yo se que mi vida es distinta a la de mis amigas. Ellas tienen otros sueños y yo también las apoyo. Es muy importante seguir los sueños”, reflexiona Lucero que, durante el 2019 y mientras terminaba el primario, se preparó para rendir un examen de ingreso al Instituto de Arte del Teatro Colón. “Tomaba clases de tres horas de lunes a sábado. Además tuve que aprender a hablar y a escribir en francés y a leer partituras”, cuenta.
Finalmente, en diciembre pasado rindió las pruebas ante distintos jurados que la iban evaluando con rigurosidad. De las más de mil niñas que se presentaron sólo 3 quedaron elegidas. Una de ellas es Lucero Zavaleta. La alegría, dice, se opaca un poco al ver cómo otras chicas que conocía no lo lograron.
-¿Fue duro ver cómo quedaban afuera tus compañeras?
-Hubo una que me sorprendió. Me puse triste porque bailaba re lindo. Yo le dije que lo siga intentando porque tiene condiciones. De hecho a mí, en febrero de 2019, también me dijeron que “No” (N. de la R.: había aplicado para obtener una beca en la Fundación Teatro Colón) y pensé que no iba a mejorar más ni en la técnica ni en lo físico. Sin embargo, con el trabajo y el esfuerzo, pude agarrar un poco de valor. También le pedí a Dios y a la Virgen María que me ayudaran.
-¿Sos muy creyente?
-Sí. Con mi mamá juntamos las puntas y las medias puntas que fui descartando y, un día antes del examen, las llevamos como ofrenda a la Virgen del Rosario y al Cristo que está en la entrada de la Catedral. Se ve que nos escucharon.
-¿Qué significa el Ballet para vos?
-El ballet es mi vida, es mi pasión, es una parte de mi corazón. Cuando no puedo bailar me siento vacía. ¿Mi gran sueño? Bailar en la Ópera de París. Desde chiquita que tengo admiración por esa ciudad.
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