China fue quedando aislada del resto del mundo por tierra, mar y aire. Cerca de 30 aerolíneas cancelaron sus vuelos. Los países limítrofes y de la región restringieron el tráfico ferroviario, vial y marítimo. La Organización Mundial de la Salud declaró la emergencia internacional. Todas las medidas intentan contener la propagación del Coronavirus, que ya causó 170 muertos y más de 7.700 infectados.
En el gigante asiático asolado por esta grave y misteriosa enfermedad viven hoy, según los últimos datos del consulado de nuestro país, cerca de 5.000 argentinos.
El Coronavirus surgió en la ciudad de Wuhan, que hoy está en cuarentena. Desde allí habló con Infobae Karen Gómez, una argentina que hace un año y medio se instaló en Wuhan. Encerrada en su casa, cuenta que las autoridades locales reforzaron los protocolos de higiene para controlar la epidemia y que todos los residentes cambiaron sus rutinas como medida preventiva. “Estamos en plena época festividad, hace pocos días fue el Año Nuevo, pero no hubo celebraciones para evitar contagios. La mayoría de los restaurantes, el transporte público, las universidades y los locales están cerrados. Desde el gobierno nos piden que sigamos las indicaciones oficiales ”.
Algo similar sucede en Shanghái. Néstor Bustamante, salió de la Argentina hace cinco años y es vicepresidente de la asociación de argentinos en China, explicó: “Este año debido a la propagación de la enfermedad decidieron extender los feriados para que los residentes se queden en sus casas. Hay más precauciones por parte de los que vivimos aquí que de la gente que está de visita en la ciudad, pero para todos el uso barbijo es indispensable. No se percibe miedo, ni paranoia pero sí mucho control”.
Desde hace cinco días es obligatorio usar el barbijo. “Los asiáticos usan las máscaras como algo cotidiano, ahora ya no es una opción", señaló Karen. Con respecto a la comida dijo que todos los ciudadanos recibieron la recomendación de evitar el consumo de carne animal y no pedir comida en restaurantes. “En los grandes supermercados se ven menos productos. No diría que hay desabastecimiento, pero sí una baja”, agregó la estudiante.
Por otra parte, por la cuarentena, obviamente. es imposible salir de la ciudad. "Lo accesos a Wuhan están bloqueados, nadie puede entrar ni salir”, agregó. Y destacó que el consulado se puso en contacto con los argentinos residentes para conocer las necesidades y situación de cada uno.
Pablo Giuastetto, rosarino, es profesor de la Universidad de Chongqing, una provincia cercana a Wuhan con 36 millones de habitantes distribuidos en una superficie equivalente a la provincia de Santa Fe. “Es un espacio densamente poblado, algo que no se nota en estos días. Mi rutina se vio alterada. Sigo de vacaciones, los inicios de clases se extendieron, mis reuniones semanales se cancelaron. Lo que me queda es estar mi casa con mi pareja, ver televisión y seguir las noticias. No es agradable tener que guardarse pero hay que colaborar. Se vive un clima particular”, le relató a Infobae.
Diego Ramiro Guelar, ex embajador argentino en China, dijo desde sus redes sociales: “Entre enero y marzo, unos 25.000 argentinos y chinos van y/o viene de China. Hay que buscar que ese trafico humano se limite hasta que el virus este controlado. Así cuidaremos el turismo y los negocios, porque estaremos cuidando la vida...”.
Dos de esos turistas son Nicolas Bonder y Luisiana Lezcano, una pareja chaqueña que se encuentra en Beijing, registrando el día a día de estas vacaciones que se trastocaron inesperadamente. Tenían planes de conocer China previo al brote, pasajes y hoteles reservados: “Dudamos en seguir con el itinerario pero como no pudimos cambiar el pasaje, avanzamos con el plan. Un día antes de llegar a Beijing recibimos un email del hotel con la cancelación de nuestra estadía por medidas preventivas sanitarias”, le detallaron a Infobae.
Les costó encontrar un nuevo hospedaje abierto en la capital china: “La mayoría no querían aceptar turistas, y otros directamente dejaron de ofrecer sus servicios”, reconocieron. Una vez instalado, salieron para conocer las atracciones turísticas. Encontraron que las Torres de la Campana y la Torre del Tambor no estaban abiertos. "Es un destino muy concurrido, siempre está lleno de gente, pero ahora el panorama es otro: todo está vacío. Se ve muy poca gente en las plazas, subtes, transportes, restaurante y hay muchos controles policiales. Parece una ciudad fantasma”, dijeron.
Las medidas de control sanitario son extremas, como la gravedad de la crisis de salud lo exige. "En las estaciones de subte nos tomaron la temperatura en la frente y muñeca. Cada vez que entramos al hotel nos obligan a higienizarnos con alcohol en gel, y aplicar un desinfectante en las botas y la ropa”, explicaron.
La pareja señaló que en todos los negocios se pueden comprar barbijos, que se encuentran en la entrada de cada local. “Lo complicado es encontrarlos abiertos”.
Delfina Pabon, sommelier argentina de 25 años, está en Hong Kong desde julio de 2019. La ciudad peninsular china que goza de un estatus especial y que ha sido el centro de una ola de protestas en contra de Beijing en 2019, anunció que suspenderá las conexiones ferroviarias y todos los ferries que la conectan con el territorio continental chino. Delfina siente que el impacto del Coronavirus ya llegó a su ciudad: “Trabajo en un restaurante argentino, las reservas cayeron un 70% y no hay expectativas que vuelvan a subir.”
En los últimos días Delfina y sus compañeros tuvieron que hacer un entrenamiento sanitario específico. “Aplicamos un nuevo protocolo de limpieza que es mucho más estricto. Todos los empleados tienen que usar máscaras y desinfectar las áreas en contacto con los comensales, es decir, menús, manijas de puertas, mesadas, iPads. Tampoco puede quedar comida en la bacha, hay que retirarla de la mesa y lavar inmediatamente. La medidas de prevención son altísimas, cambió mucho nuestra manera de limpiar y cuidarnos".
Entre las nuevas normas impuestas para evitar la propagación de la enfermedad, Delfina contó que nadie puede saludar con beso en la mejilla ni extenderse la mano con los otros empleados. “No se vive un clima de mal ánimo sino de cautela. Hace frío y hay mucha gente con gripe, algo que sube la alarma”.
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