“Ella desde que se fue siempre quiso volver. Hasta se enfermó a causa del exilio. Era pura angustia, tenía problemas de hígado, de digestión, tenía vómitos, estaba débil…”, así describe el periodista Facundo Arroyo los dolores que padeció Haydée Mercedes “la Negra” Sosa en los largos tres años vivió fuera de la Argentina.
La Negra salió de Ezeiza en el verano de 1979 con destino a Madrid y sus últimos meses habían sido un verdadero calvario. Se había resistido a dejar la Argentina como muchos le aconsejaban desde 1974 cuando la temible Triple A comandada por José López Rega la había amenazado.
Cosas raras del destino, el propio López Rega estaba en Madrid cuando cuatro años después ella llegaba a España. López Rega había partido con un pasaporte diplomático trucho que le daba impunidad, acompañado de Norma Lastiri, su esposa. La Negra, en cambio, no pudo ir siquiera con Fabián Matus, su único e inseparable hijo, que por entonces tenía 20 años.
El viernes 20 de octubre de 1978 Mercedes Sosa había ido a cantar al Almacén San José, ubicado en el triángulo que forman la diagonal 74 con las calles 3 y 40 de La Plata. Era un emblemático refugio platense de la cultura y la música por donde habían pasado Chabuca Granda, Daniel Viglietti y Víctor Heredia unos años antes.
Pero, claro, la dictadura de Jorge Videla y su gobernador bonaerense Ibérico Saint Jean tomaron como un desafío que la mejor voz latinoamericana de folklore estuviera allí aunque fuera solo para los 300 asistentes que podía albergar ese almacén.
Mercedes sabía que el régimen militar no le permitía shows masivos. No más Cosquín, no más Luna Park. Lo que no podía imaginar era que, habiendo tanta gente afuera en aquella esquina, por el solo hecho de pedir que abrieran las ventanas para que todos escucharan se desplomaría el cielo platense.
Repentinamente, el ulular de las sirenas se interpuso en las melodías. En pocos instantes, una brigada policial no solo desalojó el local sino que subió a todos los parroquianos a camiones celulares. Mercedes Sosa, en cambio, fue llevada aparte. La dejaron encerrada, incomunicada, a cargo de la Justicia Federal platense. De modo lacónico, los voceros policiales dijeron a los cronistas que se debía a que “el repertorio incluía canciones de protesta".
Tras unas horas, que incluían dejar sus huellas estampadas en la comisaría, los asistentes a esa velada recuperaron la libertad. La Negra Sosa también salió. Sin miedo, dispuesta a doblar la apuesta.
El entonces joven productor teatral Carlos Rottenberg la contactó para presentarse en un nuevo espacio teatral que abría en Pinamar. Mercedes no dudó y Rottenberg empapeló la ciudad balnearia y también puso carteles en la ruta 11.
Pero el gobernador Saint Jean tenía un encono especial con demasiada gente. Los afiches anunciaban a Mercedes para el viernes 5 de enero a las 22. Todo estaba listo y, La Negra preparada para empezar con su cancionero. Sin embargo, de nuevo la Bonaerense manejada por Miguel Etchecolatz se hizo presente. Sin sirenas le hicieron saber a Rottenberg que cerrara el teatro. Algo más de dos meses después, la Negra sufría una nueva afrenta.
Tal como cuenta el inmenso poeta y escritor Rodolfo Braceli en Mercedes Sosa-la Negra, ella se fue a Tucumán, donde había nacido un 9 de julio de 1935, a despedirse de Ema, su madre.
Allí, comió el locro hecho por Ema, esa mujer a la que muchos años después le dedicó un poema hecho canción que empezaba así “Las manos de mi madre/parecen pájaros en el aire/historias de cocina/entre sus alas heridas/de hambre”.
Con profunda tristeza, pocos días después atravesaba el Atlántico. No sabía por entonces que su regreso sería tan, pero tan potente.
El tiempo pasa
Tal como cantó más de una vez la Negra con Pablo Milanés “El tiempo pasa/Nos vamos poniendo viejos”. Después de tres años que se le hicieron eternos, Mercedes tuvo un ofrecimiento para presentarse de nuevo en Buenos Aires.
Era a fines de 1981 y todavía no gobernaba Leopoldo Galtieri quien, meses después y en acuerdo con la Marina, iniciaría operaciones en Malvinas. Con un alto grado de improvisación, sin conocer cómo podían reaccionar Estados Unidos y Gran Bretaña, ni cuánto podía durar el conflicto, Galtieri se lanzaría a la acción. Una cosa era segura: despertaría ese latente sentido de soberanía por las islas y también el rechazo a los ingleses.
Sin embargo, ese era un escenario ajeno a la idea de que Mercedes volviera a la Argentina. Es difícil que Daniel Grinbank, el que prendió la mecha del regreso, sospechara lo que pasaría meses después.
Así lo contó su hijo
-Con el regreso de la mami a Argentina, se desató la verdadera pendiente en la caída del dominio de los militares sobre la cultura –contó Fabián Matus 35 años después.
En la productora de Grinbank trabajaba Olga Gatti, que había sido secretaria de Mercedes. Y Fabián había decidido viajar a Bogotá, donde se presentaría su madre a festejar con él su cumpleaños 23 el 20 de diciembre de 1981 y recibir el nuevo año.
-Daniel me citó a su oficina y me encargó que hable con la mami acerca de las condiciones para el regreso. Cuando se lo comenté, se le iluminó la cara, sonrió, se puso seria de nuevo y me dijo: “Dos conciertos” – reveló Fabián.
La idea de Grinbank era el teatro Coliseo, pegado al consulado italiano y, de algún modo, bajo la jurisdicción de Italia. Mercedes le dijo a su hijo que iría con José Luis Castiñeira de Dios como director musical y con Omar Espinoza, su guitarrista. En la Argentina quería a su lado al histórico bombista santiagueño Domingo Cura.
Fabián Matus regresó a Buenos Aires y Grinbank ya tenía el “no” de los dueños del Coliseo, atemorizados de albergar dos conciertos de la Negra.
La novedad en la Argentina era que desde el 22 de diciembre, Galtieri se había hecho cargo de la Casa Rosada, fragote mediante.
Es probable que el empresario teatral Francisco Lococo no supiera si el relevo en la dictadura podía influir o no. Lo concreto es que los hermanos Lococo –hijos del calabrés Clemente Lococo- tenían muchas salas, entre ellas el Ópera, un teatro con 2500 butacas a 200 metros del obelisco. Y Grinbank hablo con Francisco, el mayor de los hermanos.
-Siendo grandes empresarios teatrales, fueron ellos quienes sugirieron que se presentasen los conciertos sin solicitar permiso alguno (lo que era necesario gestionar en aquellas épocas), y que se anunciasen los 11 conciertos de una vez – contó Matus.
Grinbank la llamó a Mercedes y le transmitió esa propuesta.
-La mami dudaba, y no sin razón. Los últimos conciertos que se habían podido presentar en Capital habían sido en el Teatro Lasalle con capacidad de más de 500 espectadores, y que no se llenaba… Primó el criterio de los Lococo y así, de un día para otro, y sin siquiera yo saberlo, salgo a la ciudad y veo el tremendo afichaje en las pantallas de la ciudad. ¡Me temblaron las piernas!
Preparativos con pistola en la mesa
Fabián Matus fue el encargado de dar respuesta a las exigencias de los enviados de la dictadura y dejó escrito que “(En los días previos) llegaron llamados telefónicos para cumplimentar todo lo que no se había hecho con antelación, entre ellos pasar por la Superintendencia de Seguridad Federal. Fui yo a la entrevista, y luego de un sermoneo con voz alta y de mando, con la pistola desenfundada sobre el escritorio, un par de horas de conversaciones, me vi en la necesidad de negociar. La mayoría del repertorio de la mami figuraba en el listado de canciones prohibidas. Eran épocas de Doctrina de Seguridad Nacional, de Ley de Seguridad Nacional. De canales de televisión intervenidos por militares, y también algunas radios, pero en todo caso, el ente que regulaba los medios de comunicación estaba al mando de un militar.”
El joven Matus no se amedrentó por la pistola en la mesa y hasta logró más de lo que esperaba: “Tuve que negociar con este oficial de la policía que nos dejase interpretar casi todo el repertorio de la mami, excepto Fuerza, de José Luis Castiñeira de Dios y Susana Lago, y La carta de Violeta Parra. No hubo caso, se plantó con esos dos temas. Pero sí se podían interpretar Fuego en Anymaná, Canción con todos, Cuando tenga la tierra, Guitarra enlunarada, Sueño con serpientes y Triunfo agrario, entre muchos más”, relató.
Fueron 13 y no 11
Así llegó el jueves 18 de febrero de 1982. Apenas dos días antes, Mercedes había llegado a Ezeiza y debía dar notas de prensa pese al estrés que la sacudía.
Sala llena, varias funciones vendidas. Lo mejor del rock y el folklore nacional invitado a compartir este regreso de La Negra.
Ella estaba nerviosa. No hubo ensayos. Ni Fabián ni Olga Gatti pudieron tranquilizarla. Si algo faltaba para calentar el ambiente era que durante la tarde una cantidad de policías había revisado sala, camarines y alrededores “por si había bombas”.
Grinbank había tomado la precaución de que el talentoso Gustavo Gauvry grabara los conciertos para luego poder editar un disco.
-Gauvry hizo las grabaciones rodeado de milicos –cuenta a Infobae Facundo Arroyo-. Les pedía silencio para que no se colaran ruidos en el registro. Pero, además, los tipos no paraban de hablar de operativos represivos.
La cuenta regresiva se le hacía insoportable aquel jueves. Desde el camarín, la tucumana de cara aindiada y corazón de porcelana, gritó: “¡O salgo ahora o me voy a la mierda!”.
En segundos, los músicos tomaron los instrumentos, las luces se prendieron y una lluvia de claveles rojos inundó el escenario.
La magia se hacía presente. En esos diez días subieron a tocar y cantar con Mercedes Charly García, Raúl Barboza, Rodolfo Mederos, León Gieco, Antonio Tarragó Ros, Ariel Ramírez. Tango, folklore y rock nacional bajo el paraguas de la mejor voz latinoamericana.
Las últimas funciones fueron dobles: del viernes 26 al domingo 28 fueron dos conciertos por día. Con la voz intacta, el domingo, Mercedes cantó con todos. Y no podía ser otro tema que el himno de César Isella y Armando Tejada Gómez cuyo estribillo dice: "Todas las voces, todas/Todas las manos, todas/Toda la sangre puede/Ser canción en el viento/Canta conmigo, canta/Hermano americano/Libera tu esperanza/Con un grito en la voz.”
Terminada la maratón de conciertos, Mercedes volvió a Europa. El vinilo “Mercedes Sosa en Argentina 1982” fue durante muchos años el más vendido.
Mercedes murió el 4 de octubre de 2009, a los 74 años. Fabián Matus falleció el 15 de marzo de 2019, con 60 años. Las caras aindiadas de Mercedes y su hijo Fabián quedarán en la memoria del orgullo latinoamericano.
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