En el “corredor del Bosque” el ruido nace de los bares y las discotecas. En Avenida Bunge y Avenida Enrique Shaw, la oferta nocturna se encapsuló en un ambiente en el que los jóvenes escapan de los embotellamientos céntricos y las fiestas a metros del mar. También evitan utilizar sus vehículos: los controles de alcoholemia están estratégicamente ubicados para que aquellos que salen a divertirse descarten la posibilidad de movilizarse en autos y así resguarden sus vidas y las de los demás.
Pinta Bar, Pink y La Luna conviven en una especie de triángulo que la completan la Comisaría, la Municipalidad y el Hospital de Pinamar. Los tres entregan una propuesta diferente, aunque los une el protagonismo en una zona en alza que revivió la noche pinamarense.
Pink, del empresario Gustavo Palmer, abre todas las noches bajo la lógica de boliche. Allí, dos pistas: Ultra (electrónica) y Sabbia (cumbia y reggaetón). “La zona levantó porque al lado tenés Pinta, un lugar para gente más grande, en donde se sienten más conformes respecto al servicio. Se otorga una buena cena y se arma un baile espontáneo. Yo abro Pink y tengo 6 policías en la puerta. Cuando termino, la seguridad de Pinta viene para Pink, porque cierran antes. Entonces la gente también valora eso: es una zona muy segura", explicó a Infobae. Para los menores, los miércoles, viernes y sábado funciona Wonderland, una matinée que abre de 20 a 00.
“En Pink hay dos vips con servicio exclusivo, con mesas y servicio específico como en Europa. Funciona con camareras, quienes atienden únicamente las mesas. Y lo que yo ofrezco son combos, para cuatro personas de $1.200 con un champagne (entrada incluida) u otro de vodka, para seis personas, por $2.500”, especificó Palmer, quien mantuvo el precio de la entrada a $400. “Como el año pasado. La gente viene y, al no tener plata, prefiere divertirse en un lugar en donde lo cuiden”, sostuvo.
Y completó: “Tenemos capacidad para 600 personas y todas las noches se llena. Nuestra propuesta es minimalista, más un club, en el cual priorizamos que la gente no esté apretada y sí contenida por la seguridad. Hay controles de alcoholemia previos y el cuidado permanente de Gendarmería. Trabajamos en conjunto con la Secretaría de Seguridad de Pinamar, quienes hacen muchos reuniones con los empresarios de la noche para tener un diálogo. Creo que eso es fundamental”.
Alejo Yeza, dueño de Pinta junto a Rodrigo Allue, comparte las palabras de Palmer. “De domingo a jueves abrimos hasta las 4. Los viernes y sábados hasta las 5. Tenemos un arreglo con Seguridad para que en Pinta se vayan a esa hora y en Pink media hora más tarde. De esa forma contenemos a los jóvenes y la Policía puede controlar las salidas y que no haya disturbios”, dijo a Infobae.
Pinta abre a las 20.30 y allí la especialidad son las hamburguesas y las cervezas. También hay minutas, las clásicas papas fritas de cervecería y otros platos, con la opción de divertirse jugando al ping pong, jenga y otros juegos de mesa. El baile, cuando se corren las sillas, es genuino. “La Policía está toda la noche y es algo que la gente realmente contempla. Nosotros abrimos todo el año y acompañamos la oferta de La Luna, que también la pelea. Tenemos variedad de cervezas y recibimos muchísimas personas por noche. Por eso los ayudamos a que la pasen bien y que si tienen algún conflicto dentro, no continúe afuera”, indicó Yeza.
La Luna, de Manuel Morello, se transformó desde hace años en el último bastión nocturno de los bolicheros locales. Abierto cada viernes y sábado del año, ratifica su popularidad durante las temporadas de verano, cuando la capacidad de la disco alcanza su tope producto del turismo frenético, que busca caminar por un puente blanco de madera y así adentrarse en un sitio que recrea emociones.
La Luna sólo responde a algunos estereotipos de los boliches tradicionales. Hay muchas barras, un piso superior para “eventos privados”, un sector al aire para fumadores, un grupo de seguridad que no discrimina, guardarropas, precios razonables y una tarima con un caño a la que Morello se sube cada noche para darle la bienvenida a la gente. También para presentar a Hollywood, la drag queen estrella de la disco, oriunda de Santa Fe, quien al igual que su jefe aclaró: “Acá no se admiten los excesos. No hay sexo ni drogas ni cosas raras. Es un lugar familiar”.
“Este es el paraíso de los divorciados: se separan y automáticamente vienen acá. Entonces claro, de repente tienen una vida nueva, llega el sábado y gastan toda la plata acá. Y siempre hay uno del otro bando que me quiere matar. Por eso no salgo los domingos”, concluyó Morello.
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