A pesar que una ordenanza municipal prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas en las playas de Villa Gesell, casi nadie la cumplía y mucho menos la controlaban. Pero el crimen de Fernando Báez Sosa hizo que todo cambiara y que los operativos policiales se volvieran más exhaustivos en la zona costera, sobre todo en el ingreso a los balnearios. Hasta allí llegan los efectivos para examinar los bolsos y las heladeras de los turistas para evitar el descontrol en los after beach, que luego se traslada a los boliches.
Esa postal de las “playas blindadas” recién empezó a verse esta semana, al igual que el cambio de conducta de los jóvenes que ahora están más recatados y se mueven con menos impunidad. Esa determinación política era necesaria…¿pero a qué costo?
Esa pregunta fue el disparador de un extenso posteo en Facebook que hizo un guardavidas gesellino, donde cuenta con lujos de detalles que su trabajo “no es solamente mirar el agua y que nadie se ahogue”. Su crudo relato sobre el caos reinante en la playa es tan relevador que ya fue compartido por casi 9 mil personas y cosechó más de 6 mil me gusta.
“Esta vez el tristísimo punto final lo puso ‘Fernando’, el que abrió los ojos de todo un país para que hoy llegara a la playa y viera un despliegue policial sin precedentes en Villa Gesell. Controles, cacheos, fuerzas especiales, helicóptero, como si se tratara de la entrada a un recital de rock”, escribió Esteban.
El bañero ahonda en los pormenores de una profesión que se volvió insalubre porque no solo tiene que saber de primeros auxilios, curar una picadura de aguaviva o asistir a una persona que bajó de presión; sino también “atender comas alcohólicos, entablillar y trasladar en ambulancia a pibes con signos vitales indescifrables”.
“Teb”, así lo llaman sus conocidos, lleva trabajando cinco temporadas en la que él denomina como “la playa del horror”. Sabe que al llegar a su trabajo se encontrará con una caja sorpresas, con gente que salió la noche entera y que decidió ir a ver el amanecer en la playa completamente drogada y alcoholizada.
“Hemos tenido que meternos al agua a las 8 AM sin todavía poder acomodarnos en nuestros puestos, vestidos y sin elementos de seguridad”, recordó. A lo que se suma, “llegar a la casilla y ver gente arriba, tomando, rompiendo e invadiendo nuestro lugar de trabajo y tener que buscar la forma de pedirles que se bajen de buena manera para que nadie se ponga violento con nosotros”.
Esteban cuenta que apenas comienza el día aparecen las manadas de jóvenes con sus heladeritas cargadas de alcohol. “Se escuchan los primeros mega parlantes sonar a todo volumen, se huelen los primeros porros, se ven los primeros “duros” y claro, los que siguen desde temprano “de rola” con la pasti que nunca termina están como un robotito repitiendo un paso que ni ellos ya controlan”.
El guardavidas asegura que en lo que va de la temporada, en su sector ya se pidieron más de 5 ambulancias para trasladar gente convulsionando. “No es muy difícil la suma: alcohol + droga = cocktail = convulsión”, explicó.
Su jornada de trabajo es exhaustiva: “Prevención por acá, rescate por allá, criaturas solas en el agua, borrachos violentos, miles de nenes perdidos, gente invadiendo nuestro espacio de trabajo (delimitado), grupitos de pibes pateando pelotazos en lugares mínimos, botellas que vuelan, etc”.
A lo que deben sumar la falta de respeto que reciben de los turistas cuando ellos intentan llamarle la atención por algo que están haciendo mal. “Las respuestas son cada vez más violentas, agresivas e insólitas. “Eh ! qué me tocas el silbato puto”, “yo me meto donde quiero”, “bueno para eso estás vos, para que mi hijo no se ahogue”, “30 minutos buscándote Mateo (5 años), ¿dónde te metiste tarado?”, “eh loco pero quiero sombra, por qué no me puedo meter abajo de la casilla?, que ortiva”, “¿por qué me viniste a buscar? yo puedo salir solo, soltame (con aliento a un mezcladito de mil horas)”, detalló.
Y así continúa su día, lidiando con turistas sobrepasados de excesos y rogando que nadie convulsione en el mar y se ahogue. “Esperando que llegue la hora de irme (20hs.) y saber que dejo la playa con una “previa” incontrolable, cargada de peligros y totalmente desprotegida”, advirtió el joven, quien admite que muchas veces se lamente de que opte por ponerse como un “zombie” y “aceptar la realidad que vivimos a diario”.
Y concluye su posteo con una reflexión: “Esta vez el tristísimo punto final lo puso Fernando. La playa no es “la del horror”, como dicen. El horror es que tenga que pasar lo que pasó para que se tomen medidas como las que ya todos ven en los medios”.
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