El ataque de un grupo de rugbiers contra Fernando Báez Sosa, el joven al que terminaron matando a patadas a la salida de un boliche en la ciudad balnearia de Villa Gesell, generó un debate: por qué estos hechos se repiten y cuál podría ser el vínculo entre este deporte y la actitud de los adolescentes que participaron de la pelea. Aunque algunos protesten por una supuesta estigmatización infundada de ese deporte, lo cierto es que no se suceden tantos casos de agresiones, peleas violentas e incluso asesinatos asociados a practicantes de otros juegos, como sí sucede con el rugby.
De acuerdo con psicólogos consultados por Infobae, es posible que los agresores se hayan sentido “superiores” a su víctima por ser jugadores de rugby, aunque el factor grupal y un posible prejuicio de clase también pueden haber influido.
Según Elvecia Trigo, quien se define a sí misma como la primera psicóloga youtuber, “la adolescencia es el momento en el que las hormonas están a ‘full’ y los chicos se sienten con impunidad para hacer lo que quieran”, por lo que es una etapa en la que “creen que todo vale".
“Los rugbiers, en general, tienen un código de ética que es bastante estricto dentro del campo de juego, no se entiende por qué no lo aplican afuera. Hay que tener en cuenta también la presencia del alcohol y las drogas: si están bajo esos efectos, no pueden medir las consecuencias”, señaló la especialista graduada en la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG).
Además, la licenciada resaltó que “el estar en grupo” podría haber impulsado a los agresores a comenzar la pelea, ya que “al estar en masa nos potenciamos y si algo nos molestó, lo atacamos”. El estar acompañado de otras personas genera una sensación de “indiferencia e impunidad porque no se sabe quién fue (el que mató a la víctima), no es la responsabilidad de uno que da la cara, no se sabe”.
Para Trigo, “sería interesante saber de qué colegio provienen" los 11 detenidos por el crimen y "en qué familias se criaron, porque les pudieron haber dado valores buenos para formarse, pero evidentemente no alcanzaron”. "Para llegar a esta situación de matar a alguien es porque no se los cuidó y no lo trabajaron en la escuela o en el grupo del club”, añadió.
"Se sienten una clase superior, pertenecen a una élite, no cualquiera es rugbier. Si este joven (que falleció) era de nacionalidad paraguaya (sus padres nacieron en ese país), es muy probable que se hayan ensañado más con él por no ser de una clase social alta”, agregó.
En este punto, coincidió la psicóloga y escritora Celia Antonini, quien dijo que quienes practican esta actividad “tienen sensación de mayor superioridad física”. Además, "hay un vínculo de estos hechos no con el deporte en general, sino con este tipo de deportes”.
En este sentido, Antonini resaltó que el rugby es una disciplina “de contacto”, por lo que sus jugadores “se sienten más fortalecidos y mucho más fuertes que el resto de las personas”. Justamente por esta razón se suele aconsejar a quienes padecen de “baja autoestima” la práctica de deportes como el boxeo o el rugby.
En otro orden, Antonini explicó que “existe algo que en psicología se llama efecto manada”; es decir, “existe un mecanismo que lleva a la necesidad de no ser rechazado socialmente”. El miedo al rechazo social “activa las mismas regiones neuronales que el dolor físico”, explicó.
“En el momento en que suceden las cosas el individuo que está en grupo no puede ponerse en contra de los demás. A veces, hay uno que dice ‘paremos’, pero el resto sigue y entonces esa persona se une al grupo, yendo incluso contra sus creencias o convicciones. Y pueden hacer cosas que están más allá de su ética, se van al diablo, porque sólo porque los arrastra la emoción colectiva”, precisó. “Las emociones, positivas o negativas, como en este caso la agresividad, se contagian a todo el grupo”, afirmó Antonini.
Finalmente, Alejandra Libenson, psicóloga y psicopedagoga especialista en crianza, opinó que “el deporte tiene sus propios valores, implica formar parte de un grupo, tener un objetivo en común”, por lo que los agresores pudieron actuar sin medir las consecuencias “porque para ser valorado hay que demostrar la fuerza”.
La experta, que trabaja en la prevención de las “violencias invisibles” y comenzará un programa al respecto en radio RZ, sostuvo que “las patotas y las bandas no soportan las diferencias y no pueden reprimir las ganas de poner el cuerpo para ser valorados” por sus pares.
“Entre los jóvenes se replican las mismas diferencias que entre los adultos y, si los prejuicios están instalados en las familias de los chicos, inciden en ellos también. Esa cuestión de la discriminación, de juzgar al otro por lo que tiene y no por lo que es, se genera en la familia y se traslada a los jóvenes en sus actitudes afuera de la casa", concluyó.
Seguí leyendo: