Hay, a lo largo del documental, feministas que sostienen que el porno “es el relato de las agresiones sexuales contra las mujeres” y que, por lo tanto, es absurdo pensar en un “porno feminista”. Hay, también, quienes creen lo contrario: que sí es posible hacer un porno feminista, por ejemplo, “no erotizando las violaciones”.
Aparecen, también, posturas contrapuestas con respecto a la gestación por sustitución o “alquiler de vientre”, depende de quien opine: feministas que creen que una mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo y gestar para otras y otros a cambio de dinero, y quienes creen que ahí se esconde “el mito de la libre elección”. Con opiniones opuestas también se aborda el debate alrededor de la prostitución, que para algunas es trabajo (y debe regularse) y, para otras, es explotación sexual (y debe abolirse).
El documental se llama “Qué coño está pasando?”, ya está en Netflix Argentina y fue hecho por las españolas Rosa Márquez y Marta Jaenes, guionista una, periodista la otra. Lo que quisieron hacer, a través de las voces de 40 entrevistadas, “no fue un manual de feminismo sino mostrar una fotografía de lo que se estaba discutiendo en España”, cuenta Márquez a Infobae.
En la hora y media que dura el documental no aparece el debate por el derecho al aborto legal, porque en España ese derecho ya existe desde hace una década: la Ley del aborto aprobada en 2010 permite que una mujer pueda interrumpir legalmente un embarazo hasta las 14 semanas de gestación.
Arrancan las entrevistadas hablando sobre un estereotipo que en Argentina conocemos bien: que las feministas “estamos siempre de mal humor”, “siempre quejándonos”, “que somos un incordio”, “que estamos en contra de los hombres”, “que nos vamos a quedar solas”. Arranca por ahí para después dar cuenta de que todavía mucha gente no sabe bien qué significa ser feminista.
“Yo creo en la igualdad pero no en el feminismo”, repite alguien en el documental en referencia a quienes creen que ser feminista es odiar a los hombres. No nos queda tan lejos esa confusión y hubo un ejemplo claro en enero del año pasado, cuando Araceli González dijo en un móvil de televisión: “Escuché que dijeron que soy feminista. No, yo no soy feminista, las respeto muchísimo pero tengo un hijo varón precioso y un marido hermoso y respeto mucho a los hombres también". Educar -sostienen varias de las entrevistadas- es lo que hace falta para que se entienda que el feminismo busca la igualdad de derechos y oportunidades y el machismo mata y, que por eso, “feminismo no es lo contrario del machismo”.
Hablan sobre “el despertar" de cada una -”¿por qué cada vez que planteo una idea en una reunión se me interrumpe?”, “¿por qué, si tengo una vida sexual como la de los hombres, terminan llamándome puta?”- y todas coinciden en “la profunda reacción patriarcal” que sobrevino al avance del feminismo, por ejemplo, al acusarlo de querer imponer una “ideología de género”.
Después, se meten en otros temas que dividen aguas y muestran que el feminismo no es, ni remotamente, una masa homogénea. El Ministerio de Igualdad de España lo catalogó como “de especial interés” porque, por más que se muestren las divergencias al interior del movimiento feminista, la idea no es dividir sino recorrer las complejidades.
Porno ¿feminista?
“Cuando era pequeña no había teléfonos celulares ni Internet y, al final, lo que sabíamos de la sexualidad era lo que encontrábamos en una revista porno de un hermano, lo poco que nos hablaban en clase o lo que veíamos en una película algo erótica. Pero ahora, niños de 8, 9, 10 años tienen un smartphone con todo el contenido sexual que quieran y con contenido sexual cada vez más violento hacia las mujeres. El problema es que, cuando no hay educación sexual en el colegio ni en la familia, el porno educa”.
De esto mismo hablaron en el Salón Erótico Barcelona, a través de un impactante video viral en el que explicaron por qué el “porno machista” es una “fábrica de violadores”. “Y tú, ¿cómo aprendiste a follar?”, con esa pregunta arrancó en 2018 el video publicitario de uno de los festivales de cine erótico más importantes de Europa.
¿Es posible, entonces, otra forma de hacer porno? ¿Es posible el llamado ‘porno feminista’? Para algunas de las entrevistadas, no, porque “la pornografía es el relato de las agresiones sexuales contra las mujeres”. No, “porque lo que sostiene a la industria pornográfica es la explotación sexual de las mujeres”.
Para otras, como Anneke Necro, directora de cine porno feminista, sí es necesario cambiar el porno “y usarlo a favor de un pensamiento feminista”. Lo mismo sostiene desde hace años la directora de cine porno Erika Lust, que dio una charla TED llamada “Es hora de que el porno cambie”. En una entrevista con Infobae, Lust dijo:
“El porno mainstream (clásico) tiene valores que para mí son muy problemáticos. Es un porno muy agresivo con las mujeres, sexista, habla de someter, de castigar, no de tener una relación sexual sino de coger mujeres, avasallar adolescentes. Además, tiene un lenguaje muy racista, fíjate en la manera en que se lo etiqueta: negras, latinas, asiáticas. Y tiene una manera de ver los cuerpos: gordas, enanas, MILF, el concepto de “madres a las que me follaría”. Es un porno en el que el hombre siempre es dominante y la mujer es la que acepta, y eso no representa para nada la forma en la que yo vivo la sexualidad y la imagen que quiero dar a otras generaciones”.
¿Cómo hacer un porno feminista? Lo que plantea Anekke en el documental es eso: “Crear una pornografía que se quite el lastre de los estereotipos, del racismo, del sexismo: una pornografia no pensada para un hombre blanco heterosexual”, que no promueva la violencia contra las mujeres: que, si el porno educa, que no romantice ni erotice las violaciones. De eso habla Erika Lust cuando habla de hacer “un porno con valores”.
No todas las entrevistadas del documental están de acuerdo con poner reglas al porno. Una de ellas -filósofa y sexóloga- habla de un feminismo que actúa “como una madre superiora” y que el porno debe ser lo que a cada quien le guste, “no sea que a la que le guste que la empotren sienta culpa por no ser una buena feminista”.
Prostitución
A lo largo del documental hablan entrevistadas con posturas abolicionistas y otras que creen que la prostitución es trabajo y que debe ser regulado.
“Aquí en España hay partidos como el PSOE que son pro abolicionismo: quieren abolir la prostitución porque entienden que es la esclavitud del siglo 21 y que se aprovecha de mujeres en situación precaria. Y luego están otros partidos como Ciudadanos que quieren regularla”, explica Márquez. “Queríamos hablar de esto, por más que muestre divisiones, porque ya no está solo a nivel de la agenda del feminismo sino a nivel político. Ya no podemos mirar para otro lado”.
Quienes sostienen que la prostitución es un trabajo argumentan que “instalar la idea de que todas las mujeres que son prostitutas están explotadas y no lo deciden nos pone en el lugar de víctimas”. Y hablan del riesgo de que la abolición, ”en vez de reconocerlas, darles derechos y garantizar condiciones de trabajo dignas", las empuje a la clandestinidad.
Quienes consideran que la prostitución no es trabajo sino explotación hablan del “mito de la libre elección” -”¿hasta qué punto una mujer en situación de vulnerabilidad es libre para poder elegir?”- y dicen que, quienes buscan legalizarla, no están defendiendo a las mujeres sino un derecho masculino: “Es el máximo del patriarcado: el derecho masculino a disfrutar del cuerpo de una mujer”. Resaltan, además, cómo el cine contó la prostitución de una manera rosa: la historia de Julia Roberts y Richard Gere en Mujer Bonita, es un ejemplo.
Gestar para otra persona
Luciana Salazar, Flavio Mendoza, Marley, Ricky Martin. La gestación por sustitución/alquiler de vientre todavía no levantó demasiado polvo en Argentina “pero es un tema muy candente ahora mismo en España. Antes, igual que allí, era una cuestión de ricos y famosos, pero ya no. Ahora hay gente de clase media, media alta digamos, porque hay que tener un dinero, que se está yendo a Ucrania a contratar a esas mujeres pobres para que gesten niños”, explica la guionista.
Quienes quieren legislarlo dicen que sí al modelo altruista -una amiga para ayudar a otra, una hermana, sin dinero de por medio-, y otros aseguran que ese modelo es una falacia, que nadie va a poder probar que no hay dinero involucrado. “Se juntan dos cosas -dice una entrevistada que está en contra-: el machismo, el que tú pienses que pueden comprar a una mujer, y el clasismo, que las pobres tengan los hijos de los ricos”.
Hay políticos a favor de sacar el tema del vacío legal (también hay un vacío legal en Argentina) que dicen: “Nada más feminista que una mujer ayudando a otra a ser madre”, y piden que dejen que cada una elija. Y entrevistadas que opinan: “¿Dejar elegir? “Si son ucranianas, mexicanas a las que compran. La desigualdad en el mundo vuelve a algunas personas dignas de ser compradas con dinero” y “las que no tienen dinero ¿qué van a vender? Su cuerpo, porque ya no tienen otra cosa”.
Después, pasan por la maternidad y por cómo las tareas de cuidado recaen mayormente sobre las mujeres; por la brecha salarial; por “la cultura de la violación”, por cómo muestran las publicidades a las mujeres, y por el lenguaje inclusivo (“están arruinando el lenguaje” versus “lo que no se nombra no existe”).
No sólo opinan las mujeres blancas heterosexuales, porque la idea fue darle voz a “los feminismos”. Entre las entrevistadas hay mayoría de mujeres cis y una mujer trans, mujeres jóvenes y mayores, heterosexuales y lesbianas, blancas en su mayoría y una activista negra, gitanas, abolicionistas y regulacionistas. También, mujeres que luchan contra el “techo de cristal” para acceder a puestos de decisión y otras que tienen trabajos tan precarios que luchan para no hundirse en los llamados “suelos pegajosos”.
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