La nueva vida de la mujer que delató a la banda del siglo: “No quiero saber nada con delincuentes”

Alicia Di Tullio, ex esposa de uno de los ladrones, detalló hace 14 años frente a la policía quiénes habían sido los integrantes de la banda que cometió el asalto al Banco Río Acassuso. Asegura que quedó como “la mala de la historia”, pero señala que fue la víctima. Rencor, infidelidades y millones de dólares

Alicia Di Tullio, ex esposa de Beto de la Torre, integrante de la banda que asaltó el Banco Río en Acassuso, delató frente a los investigadores a cada uno de los ladrones (Facebook)

“No quiero saber nada con delincuentes. No me interesa la película, los medios ni lo que digan de mí. Enterré mi pasado y no tengo nada que decir”.

Alicia di Tullio se cansó de ser la villana de la historia. La mujer que ahora no tiene nada para decir ya dijo todo ante los investigadores del robo del siglo, hace poco más de 14 años. Con nombre y apellido, apodos y hasta descripciones físicas, delató a la banda que cometió el asalto al banco Río de Acassuso el 13 de enero de 2006.

La ex esposa de Rubén Alberto de la Torre -según sostuvieron los pesquisas- delató a su marido porque él iba a dejarla por una mujer más joven y pensaba llevarse el botín de un millón de dólares.

Cuando los fiscales le mostraron la foto de De la Torre dijo sin lugar a dudas:

–Entró disfrazado de médico.

Cuando le exhibieron la de Julián Zalloechevarría, el chofer de la banda, declaró:

–Los esperó afuera en una camioneta.

La foto de Luis Mario Vitette:

–Llevó adelante la negociación con los policías.

La foto de Sebastián García Bolster:

–Conocía el desagüe de chiquito y trabajó en el dique.

Cuando le mostraron la imagen de Fernando Araujo, Di Tullio dijo:

–Era uno de los más inteligentes. Vivía en San Isidro. Es el que organizó el robo.

La banda del robo del siglo: Luis Mario Vitette Sellanes, Fernando Araujo, Sebastián García Bolster, Rubén Alberto de la Torre y Julián Zalloechevarría

La suerte de los ladrones estaba echada. En el juicio, Di Tullio mantuvo la acusación. Cuando el fiscal le preguntó si conocía a Araujo, que estaba en la sala de audiencias de los Tribunales de San Isidro, ella respondió:

–El señor me resulta cara conocida pero no con pelo corto, sino con pelo oscuro y rulos. Posiblemente visitó mi casa.

–¿Entre los presentes hay alguna persona que sea conocida por De la Torre? –quiso saber el fiscal.

Di Tullio hizo un paneo de los acusados. Ella nunca olvidó las miradas de esos hombres. Miraban como se mira a la traición a la cara.

Ella dijo:

–A Zallo lo conozco de visitar mi negocio, teníamos una amistad antes. Venía por el tema de los celulares, hablamos de los chips, dónde se conseguían más baratos y dónde se reparaban.

Los fiscales solicitaron 19 años de cárcel para Araujo, mientras que para De la Torre pidieron 20 años, para Zalloechevarría 17 y para García Bolster 15 años de prisión.

En 2010, el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 1 condenó a De la Torre a 15 años de prisión, a Araujo le dieron 14, a Julián Zalloechevarría 10 y a García Bolster 9. Pero dos años después, el Tribunal de Casación Penal bonaerense redujo las penas a cuatro condenados porque no se pudo probar que las armas que usaron eran aptas para disparar. A De la Torre la pena se le disminuyó a 12 años y 6 meses; a Araujo se le rebajó a 9 años y 6 meses; A Zalloechevarría le bajaron la pena a 8 años, y a García Bolster a 7.

Vitette firmó un abreviado y fue expulsado de la Argentina por extrañamiento. Pasa sus días en Uruguay.

En la actualidad están todos libres.

Amor entre rejas

De la Torre la había conocido en 1992 en la cárcel de Batán, donde purgaba condena por robar fábricas y empresas. Era miembro de “la banda de las corbatas”, los hampones que salían a delinquir vestidos con traje. Compartía abogado con una leyenda del bajo fondo: Margarita Di Tullio, alias Pepita la Pistolera. Con Alicia fue amor a primera vista. Se pusieron en pareja y tuvieron un hijo, que hoy tiene 24 años.

La avant premiere de la película El robo del siglo, con Guillermo Francella y Diego Peretti

El aniversario del asalto y el estreno de la película volvieron a poner en escena a los protagonistas de esta historia. El lunes 13 fue la avant premiere de El robo del siglo, que protagonizan Guillermo Francella y Diego Peretti, y entre los invitados estuvo su ex Beto de la Torre, quien además aparece con un cameo en la película. Interpreta a un policía justo en una de las escenas que tiene que ver con él (interpretado por Rafael Ferro) y Di Tullio.

En la realidad fue así: Beto ofreció el garage de su casa para que la banda reacondicione la camioneta que iban a usar para huir del robo.

Todo parecía ir sobre rieles. Pero un episodio menor puso en alerta a Araujo y al resto de la banda. Una mañana fueron a la casa de Beto para comenzar los trabajos. Marito llevó en su Ecosport a Araujo y al Marciano. Tocaron el timbre pero nadie respondía. Esperaron en la puerta. Al rato, una vecina llamó a la policía porque la presencia de esos extraños la inquietaba. Enseguida apareció un patrullero, les preguntaron qué hacían ahí y tomaron los datos de Marito, el dueño del vehículo. Eso no fue todo: al rato llegó Beto, pero no estaba solo. Lo acompañaba su pareja Alicia Di Tullio. Fueron dos días con su extraña presencia. Les cebaba mate, les hacía de comer (desde fideos a arroz con pollo), se interesaba por lo que estaban haciendo.

Tanto Araujo como Vitette vivieron esa experiencia como un trago amargo. No entendían cómo Beto le había contado todo a su esposa. Nadie más que ellos debía saber lo que tenían entre manos. Estaban molestos, preocupados, pero no sospechaban que esa mujer iba a terminar definiendo su futuro. Un futuro para nada encantador.

A Margarita Di Tullio, hermana de Alicia la conocían en el submundo como Pepita la Pistolera. Por ella, Alicia conoció a Beto de la Torre. En la foto: Pepita, con lentes negros junto a sus hijos y su hermana (remera blanca) hace 14 años. Fue la última foto que se sacaron juntas. Fue en la puerta de su casa de Punta Mogotes

Para De la Torre no había que preocuparse porque esa mujer, según él, siempre supo cada plan en los que estaba metido su esposo y nunca lo había traicionado. El matrimonio no pasaba un buen momento. Pero siempre estaban juntos, en las buenas y en las malas. En una época tuvieron un locutorio y un local de reparación de celulares. En el fondo, Alicia tiraba las cartas de Tarot en una mesita.

–Nos amamos y eso estaba por encima de todo, de nuestras infidelidades, de las discusiones. Había algo que nos unía y era difícil de cortar –confesó Beto una vez.

Pero con la delación cambió de opinión: “El Tribunal se creyó las mentiras de mi ex concubina Alicia Di Tullio, la que la prensa llamaba ‘la despechada’ y hasta su propia hermana, Pepita la pistolera, la tildó de buchona, pero bueno, despechada o buchona era la testigo de identidad reservada que en su propio beneficio delató a parte de la banda”, dijo.

Di Tullio hoy

El presente de Di Tullio es tranquilo, con un perfil bajo que pareciera invulnerable. Hasta hace cinco años cuidaba a un comisario retirado que estaba internado en el Hospital Churruca.

“No soy el monstruo que inventó la prensa”, le dijo al autor de esta nota hace cinco años, la última entrevista que dio.

–Se han dicho muchas mentiras todo este tiempo. Y nadie escuchó mi versión. Yo viví momentos de adrenalina con Beto y de amor, pero al final todo fue una pesadilla. Nadie pensó que yo fui una víctima.

Enseguida comenzó a desahogarse, como si esas palabras que iba a decir hubiesen estado atoradas durante mucho tiempo:

–Es mentira que yo me tiré encima sobre el dinero en la cama. Nada que ver. Eso lo habíamos visto con mi ex en una película antes del robo. Ni me acuerdo qué película. Él era bastante cero a la izquierda, la que trabajaba y mantenía la casa era yo. Él era muy fantasioso. Nunca creí que el asalto al banco podía hacerse. Cuando me contó que lo iban a hacer, le dije: “Ah, sí, sí”. No le di importancia. Cuando trajo ese dinero del robo estaba todo mojado de las alcantarillas y con olor. ¿Quién iba a querer revolcarse sobre eso? El cerdito Porky nada más, lógico. Siempre fue un caos ese dinero. Mientras se secaba, se apilaba. Y nada más.

"Se han dicho muchas mentiras todo este tiempo. Y nadie escuchó mi versión. Yo viví momentos de adrenalina con Beto y de amor, pero al final todo fue una pesadilla. Nadie pensó que yo fui una víctima", dijo Alicia (Facebook)

–De la Torre dice que usted enloqueció por la plata...

–¡Yo me volví loca para que se fuera! Yo quería que me pagara mis casas para poder irme con mis hijos. Y era una manera de olvidarme de esa vida de porquería. También dijo que yo vestí a Damián con una bolsa de oro muy grande. Él le decía al nene que la arrastrara, es lo único que hizo. Me acuerdo que sacó de la bolsa relojes Rolex, me los hizo probar y me dijo: “¡Damelo!, ¡damelo!”, como un desesperado. Y tenía uno mío que se lo compré a la nuera de él y también me lo llevó. Nunca haría esa estupidez de disfrazar a mi hijo con oro. Es más, me fui a la casa de mi hija para que no viera eso. Él se puso más loco. No es que él me abandonó y me despeché, yo lo abandoné y me fui a vivir a la casa de mi hija y de día me iba a trabajar a mi negocio y él nos molestaba permanentemente.

–¿Qué propiedades quería venderle?

–Dos locales, un PH y una casa grande. Calculé más o menos en 300 mil dólares todo eso. Le dije que me diera ese dinero. Le firmaba las escrituras y no me veía nunca más a mí y a los chicos. Y se puso loco, él se creía poderoso con ese dinero y pensó que le íbamos a hacer reverencias. Yo tenía mucho carácter y no le hago reverencias a nadie. Y menos por plata. Andaba tan loco que me fui a la casa de mi hija. Le dejé las dos casas a él.

–¿La fue a buscar ahí?

–Sí. En realidad lo que fue a buscar fue una triste pulserita finita y dos aritos, que me los regaló porque eran chiquitos y después me los quitó porque dijo que los iba a usar como prueba. Cuando fuimos a la heladería cerca de casa, pasó algo raro y se puso como loco. Decía que le faltaban más cosas pero era su imaginación. Al final eran libras que faltaban, pero no servían para cambiar por dinero porque eran antiguas y por eso yo se las había dado a Dami para jugar.

–Imagino que con él también vivieron momentos felices.

–Claro. Era mi pareja. Lo visité durante 15 años en la cárcel, nunca dejé de llevarle a su hijo. El tema es que al soltarle los grilletes, le soltaron el carácter y la lengua. Cuando volvió a casa no era el mismo que estaba en la cárcel. Estaba nervioso, alterado y ofensivo. No tiene doble personalidad, él reprime su forma de ser, a mí me lo explicó una psicóloga. Él se pone una careta cuando está la gente y se la saca cuando llega a la casa. No la puede tener siempre. La verdadera persona es un poco desagradable, tiene envidia, celos, celaba a mis hijos, quería ser dominante, no quería opiniones de nadie, quería ser sólo él y lamentablemente se encontró con una mujer de carácter, que siempre luchó sola. Él siempre se tuvo que aguantar que las mujeres lo dominen porque necesitaba su bagayo. Estaba preso como el pájaro y el nido, esperando con el pico abierto a ver qué le tiraban y de golpe se siente poderoso y ese poder le vino de un día para el otro y no lo supo manejar. Y tenía esta chica joven que siempre anda con él que lo presionaba. Vivía en un asentamiento y lo presiona. Y es lógico, decía: “Me voy a perder a este viejo, me lo quedo yo”. Entiendo que él estaba tironeado por todos lados. No sé dónde escondió las joyas y los diamantes.

Alberto de la Torre durante el juicio por el robo al banco donde se llevaron 15 millones de dólares (NA)

–¿El robo al banco lo cambió?

–Seguro. La plata lo enloqueció. Cuando una vez vino a pegarle a mi hijo, le pregunté cuántos hijos había criado. Ninguno, me dijo. Yo sí, le respondí, y nunca les levanté la mano y vos no vas a venir de un día para el otro a pegarle. Quién sos, no sos nadie. Eso le dolía. Él me decía “la macha”. Lamento tener tanto carácter, si él se hubiese portado con más dignidad, hubiésemos llegado a un acuerdo. Comíamos separados y no nos hablábamos. Yo lo ignoraba. No se quería ir de mi casa. Soy muy fría en ese sentido. Vivía quejándose, un día se puso el grito en el cielo porque no ponían el papel higiénico en el baño. Qué quería qué hiciera, ¿que me parara al lado del baño con un fusil a ver quién se llevaba el papel? Yo le decía: ¿No te das cuenta que sos incoherente? Nunca me levantó la mano. Cuando está tras las rejas es otra persona, es buenito, manso, en paz. La libertad le hace mal. Cuando te necesita, traga su amargura, fuerza una sonrisa y tolera.

–En el juicio también le recriminó que en el robo hubiera usado una pistola de juguete de su hijo.

–Sí, era de nuestro hijo. Varias pistolas. Nunca se las devolvieron.

–¿Las bolsas con el dinero y las joyas dónde estaban?

–Se las había llevado a la casa de su hijo Gastón. Creo que prefería hacerse el enojado para no repartir la plata. Mi hija me dijo: “Mirá los líos en los que me metés por meterte con delincuentes”. Eso me dolió y me abrió los ojos. Y me propuse defender a mis hijos porque me sentí una mala madre. Hice esas llamadas anónimas pero fue un pedazo de verso porque a las dos horas me vinieron a buscar de la DDI de San Isidro.

–¿Por qué después de denunciarlo fue a visitarlo a la cárcel?

–Yo me sentía obligada a ayudarlo. Hasta que un día me llamó un compañero suyo de la cárcel. Me dice: “Vos sos buena mujer, venís con tres bolsos llenos de bagayos, le traés cigarrillos y hasta tarjeta, pero ¿sabés que tu marido las usa para pagar una pieza y coge con una piba? No te merece”. Ese preso era otra porquería, son todos una basura. Seguro quería tener algo conmigo. El guardia me dijo lo mismo. No hice lío, le di la comidita y le dije: “Mirá, Beto, es el anteúltimo día que nos vemos. El último va a ser el día del juicio. Me enteré que tenés otra visita. Ya me libero y no me siento obligada a venir”. “Tengo derecho a que me visite quien quiera, acá todos cogen menos yo, mirá que me voy a privar”, me dijo. “No te privés, cariño”. Y me fui. A los dos días, me llamaba como loco: “Vení que a la otra la borro”. Me pidió perdón, me dijo que había hecho mal en haberme dejado sola. Pero era un perdón falso para que volviera con él.

(Facebook)

-Después fue testigo de identidad reservada.

-Viví una pesadilla como rehén de la Policía. Nos metieron en una quinta. Yo estaba como testigo de identidad reservada. Fueron como seis meses.

Alicia recuerda ese momento con lágrimas:

–¡Me torturaron tanto! A la gente la preservé igual, ellos me querían obligar a denunciar a todos los de la banda. Me las aguanté todas, hasta me quisieron violar y alcancé a agarrar una granada que había en un bolso. Dije que la iba a reventar si me tocaban. Por todo esto estuve muchos años en tratamiento, porque quedé con agorafobia y no podía salir a la puerta. Yo sólo quería denunciar a mi marido. Que me perdonen los otros muchachos porque yo no quise que les pasara nada a ellos. La Policía y la Justicia insistían para que acusara al resto, sobre todo a Araujo, que lo habré visto una sola vez. Pero querían que lo señalara. Yo le pedí a uno de ellos que a Beto me lo sacaran de encima pero no me ayudaron, le pedí que se contactara con los otros porque estaba acorralada. Si ponían 50 mil dólares cada uno, esto se solucionaba y después él les devolvía la plata. Era lo que yo quería por mis propiedades. Ellos me tendrían que haber ayudado si querían pasarla bien pero que me perdonen por los años que pasaron presos porque con ellos no tenía nada. Cuidé a mis hijos como una leona protege a su cría.

–¿Sigue enamorada de él?

–¡No! Y antes había dejado de estar enamorada de él. En el fondo creo que él quería que yo lo admirara pero sufrió porque nunca lo admiré. Yo fui más que él y eso le duele. No me importaba que tuviera amantes, si yo no le daba sexo. Él buscaba chicas muy humildes, algunas sin dientes, pero como yo no me sentía inferior y no la admiraba, esa fue su bronca. Lamento ser como soy. Un día le dije que si no tuviera la fortaleza que tengo y si no fuera “la macha” que decía que soy, no hubiese podido criar hijos y estar con él 15 años manteniéndolo en un penal. Miente y hasta dice que quise quedarme con unas monedas que había robado a un colectivero. Él se las había dado a nuestro hijo como que se las dejó el Ratón Pérez, porque justo al nene se le había caído un diente. Pero Beto miente. Dice que salgo con un policía. Estoy bien sola, no quiero estar con nadie. Fui deseada por muchos hombres, pero ninguno me amó.

–¿Le dolió que su hermana Margarita la llamara buchona?

–Mi hermana no hablaba muy bien de mí, estaba celosa. Lo estuvo desde chica porque cuando nací toda la atención de mis padres vino hacia mí. Pero en sus últimos días la cuidé. Es feo quedar como delatora. Pero después vi que son todos unos traidores y me tranquilicé. Yo defendí a mis hijos. Crié a una familia que no tiene nada que ver con ese ambiente.

–¿Si no los hubiese delatado ellos habrían sido detenidos igual?

–Cayeron por culpa de un idiota que se mareó con la plata. Yo la vi toda junta y me asusté. Dije: “La pucha, nos van a venir a mejicanear, vámonos hijo de acá, yo no quiero esto. Que lo maten a tiros a este”. En dos días de trabajo le compré una moto a mi otro hijo, por 1900 dólares. ¡No sabés lo que gana un tarotista! Los tenía como reyes.

En una foto de hace 28 años, durante el cumpleaños de Gabriel, el hijo de Pepita (la de negro). Alicia es la de la izquierda. "Me dolió que mi hermana me dijera buchona", confiesa

–¿A Beto le tiró alguna vez las cartas?

–Sí. Y le salió que alguien lo iba a traicionar. No pensé que iba a ser yo. ¿Le puedo pedir una cosa? Si ves a los muchachos, a Fernando, a Mario, pediles perdón.

Al enterarse de ese pedido, Araujo y Vitette la perdonaron. “Sin rencores”, dijo Araujo. “Asunto olvidado, si Dios perdona, yo, que no soy nadie, tengo que perdonar”, respondió Vitette.

La última vez que Di Tullio habló con De la Torre, poco después de denunciarlo, fue en la cárcel.

–Vos no sabés, ¡pero yo estoy destruida! ¡Me obligaste a pasarme de vereda!

Luego dijo que había sentido que la mirada de Beto estaba llena de odio. Nunca lo vio mirar de esa manera. Antes de despedirse, le dijo:

–Todo lo que necesites de ropa, medicamentos o comida yo te lo voy a mandar. Pero no sé si te voy a venir a ver otra vez.

No volvió a visitarlo nunca más.

Se habían conocido en la cárcel. Y era en ese lugar donde se despedían. Es probable que el final de esa relación haya sido mucho antes.

Ese día, los dos perdieron algo. Estaban condenados a no ser. Y se miraron como se miran los que dejaron de amarse.

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