Efecto Malvinas: cuando la dictadura prohibió la música en inglés y promovió el rock nacional que antes había censurado

El desembarco de tropas argentinas en las islas, el 2 de abril de 1982, abrió las puertas de las radios al rock nacional y al nuevo cancionero folklórico, que reemplazaron a la música en inglés que desde 1976 era mayoritaria en las emisoras. La historia secreta del increíble vuelco de dictadores

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La Junta Militar de la
La Junta Militar de la dictadura argentina en 1982: Isaac Anaya, Leopoldo Galtieri y BasilioLami Dozo

“Por favor, escribite unas frases de apoyo con fuerte tono antiimperialista”. La frase salía de la boca de un importante directivo de Radio Rivadavia y el destinatario era Marcos Taire, periodista y productor del Rapidísimo de Héctor Larrea.

Taire escuchaba sin salir del estupor que le causaba ese giro de 180 grados en la Argentina y, en particular, en la radio.

El desembarco de tropas argentinas en Malvinas llevó a que las emisoras empezaran a difundir mensajes a favor del latinoamericanismo y en contra de todo lo que tuviera sesgo inglés o probritánico.

-Rivadavia era líder indiscutida en audiencia. La mayoría de las radios tenían “interventores” de la dictadura, pero Rivadavia, Radio del Plata y Continental, tenían sus licencias en manos de empresarios privados – recuerda Taire para Infobae.

Marcos Taire era un periodista fogueado en su Tucumán natal. Como había sido corresponsal del diario El Mundo -que tenía aportes sustantivos del PRT-ERP dirigido por Mario Roberto Santucho-, se había mudado a Buenos Aires en una suerte de exilio interno. Desde 1977 estaba en Rivadavia y desde 1980 trabajaba con Larrea.

Si bien mantenía un perfil bajo como productor de radio, era pieza clave en Rapidísimo, el programa más escuchado por entonces. Y Rivadavia era de un pool de empresarios. Algunos de ellos eran del Partido Comunista (PC), tal como cuenta Isidoro Gilbert en El oro de Moscú.

El empresario que le pedía frases antiimperialistas a Taire para pasar en los famosos “flashes” de Rivadavia estaba exultante: en sus muchos años de pertenencia política nunca pensó que el desembarco en Malvinas le iba a permitir emitir definiciones “contra el imperio británico y el imperialismo norteamericano”.

Malvinas era la ruptura del
Malvinas era la ruptura del alineamiento de la dictadura con Washington. El correlato era la búsqueda de apoyos en la ex Unión Soviética, Cuba y otros países que relativizaban los crímenes y las desapariciones para mostrar cómo Galtieri enfrentaba a Margaret Thatcher, la gran socia de Ronald Reagan

Malvinas era la ruptura -al menos temporal- del alineamiento de la dictadura argentina con Washington. El correlato era la búsqueda de apoyos en la ex Unión Soviética, Cuba y otros países que en plena Guerra Fría relativizaban los crímenes y las desapariciones para mostrar cómo Leopoldo Fortunato Galtieri enfrentaba a Margaret Thatcher, la gran socia de Ronald Reagan.

Aunque muchos militantes del PC habían sido víctimas de desaparición forzada, los vínculos entre Moscú y Buenos Aires se mantenían sólidos por el aumento de la venta de trigo desde 1979 y, con Malvinas, aumentaban.

Las frases antiimperialistas eran un complemento, apenas, de la decisión de no pasar más música en inglés y darle aire al folklore, el tango y, sobre todo, al rock nacional, que hasta entonces los militares veían como un enemigo.

-Rivadavia estaba alineada con la dictadura. Pero los conductores de los programas más importantes, el propio Héctor Larrea y Antonio Carrizo, que estaba a continuación de Rapidísimo, tenían una dignidad total. Es cierto que en el resto de las radios sonaba música en inglés. En cambio, Larrea y Carrizo musicalizaban con tango y folklore. El caso emblemático es que Larrea, desde mucho antes de Malvinas, ponía siempre a Osvaldo Pugliese, reconocido comunista –cuenta Taire.

Carrizo y Pérez Esquivel

En octubre de 1980 la Academia Sueca decidió otorgar el Premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel. Era un activista por la no violencia que había sido encarcelado y sometido a torturas durante la dictadura. No tenía un gran protagonismo público al punto tal que, según cuenta Taire, el flash de Radio Rivadavia equivocó la nacionalidad de Pérez Esquivel.

-En el boletín de la radio se dijo “el brasileño” Pérez Esquivel. Cuando el productor de Carrizo corrobora que se trataba de un argentino que vivía en Buenos Aires se lo comenta a Antonio y este decide que le fueran a hacer una entrevista.

La entrevista se hizo, pero cuando las autoridades de Rivadavia tomaron conciencia de lo explosivo que resultaría pasar ese reportaje al aire, le hicieron saber a Carrizo que no se podía difundir.

-"¿Así que no puede salir al aire la entrevista al premio Nobel de la Paz?", dijo Carrizo y se fue al bar de la esquina a tomar un café –cuenta Taire-. En menos de media hora le avisaron a su productor que la medida había sido revisada. Así fue que salió el primer reportaje a Pérez Esquivel de la radiofonía argentina.

Adolfo Pérez Esquivel al recibir
Adolfo Pérez Esquivel al recibir el Premio Nobel de la Paz

No era un secreto por entonces que entre la Armada y el Ejército se repartían cuotas de poder. Y en los medios se replicaba eso. Rivadavia estaba en el riñón del Ejército. Los dueños de la radio sabían cuándo y cómo consultar a algunos generales para ceder o para perseguir y reprimir.

En 1980, la comunidad internacional sabía que, sin restarle méritos a Pérez Esquivel, ese premio era una manera de subrayar en la agenda internacional la dramática situación de miles de personas que habían sido secuestradas y que, según la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que había visitado la Argentina en septiembre de 1979, había pocas chances de localizarlos con vida.

El miedo estaba internalizado en la sociedad argentina. Pero, a la vez, había signos de resistencia. Además la situación económica tomaba ribetes desastrosos. Y las internas entre la Marina y distintas facciones del Ejército se recalentaban a pasos acelerados. Tras la salida de Jorge Rafael Videla del gobierno fue el turno de su mentor, el general Roberto Viola.

Pero Viola duró poco: asumió en marzo de 1981 y en noviembre de ese mismo año lo desplazó otro fragote, promovido por los marinos. Tras un mes de cabildeos, fue el turno del general Leopoldo Galtieri quien había hecho acuerdos reservados con la Armada para lanzar un operativo destinado a recuperar la soberanía en Malvinas.

La preparación para semejante decisión fue tan escasa que la mayoría de los mandos medios llevados en los aviones Hércules a Puerto Argentino se enteraban aquel mismo 2 de abril que empezaba el conflicto.

La Plaza de Galtieri

Tras el desembarco de las tropas en Puerto Argentino, Reagan había mandado al general Alexander Haig a Londres para dialogar con Thatcher. Luego, el emisario voló a Buenos Aires, donde arribó el viernes 9 de abril.

La difusión de la reunión que el sábado 10 que el enviado de Reagan mantendría con el dictador Galtieri en la Casa Rosada llevó a que desde el viernes a la noche empezara a poblarse la Plaza de Mayo. El fervor malvinero recorría las calles de un país que, por muchos años, salvo por el Mundial 78, no hacía manifestaciones públicas.

Leopoldo Fortunato Galtieri saludó desde
Leopoldo Fortunato Galtieri saludó desde la Casa Rosada a los ciudadanos que se congregaron en la Plaza de Mayo para apoyar la recuperación de las islas Malvinas (Víctor Buggé)

-En realidad, fue Rivadavia la que empezó a convocar a la plaza. No fue una directiva de la dictadura -dice Taire-. Como premio, el gobierno les dio una radio en Mar del Plata y otra en Puerto Madryn.

-¿Cuál era el fuerte de Rivadavia para esa convocatoria? –pregunta Infobae.

-El rotativo del aire, sin dudas. Hasta entonces, nosotros teníamos una pizarra donde se “pinchaban” los cables. Teníamos las agencias internacionales que mandaban muchos despachos sobre las violaciones a los derechos humanos. Por eso, siempre había algún enviado de la dirección que ponía al lado “no dar”. Lo que leían los locutores de “el rotativo” eran en base a los cables de la agencia Télam y de los cronistas propios. Rivadavia tenía movileros en la calle, en todos los ministerios.

-¿Entonces ustedes vivían con censores en la radio?

-Autocensura –replica de modo lacónico Taire.

El rock en la encrucijada

Sergio Pujol es quizás el cronista que más indagó sobre qué pasó con este cambio en la música que se escuchaba en las radios y cómo el clima malvinero atravesó las pautas culturales de una dictadura que se había propuesto someter al país con los campos clandestinos de detención y, al mismo tiempo, mostrando lo bueno que era estar alineado con el Primer Mundo. Lo cuenta en Rock y dictadura.

Allí desgrana cómo el folklore que venía del Nuevo Cancionero -Armando Tejada Gómez, César Isella, Carlos Mathus- “estaba recluido en la clandestinidad, exiliado o directamente desaparecido”.

El rock, en cambio, sonaba con temas que, en otro momento de la Argentina, quizá no eran tomados como “políticos”. Sin embargo, en plena dictadura, un tema de Charly García como “No te dejes desanimar” era un guiño a la resistencia. Lo era para los seguidores de Charly y también para los dictadores.

“Nunca dejes de abrirte/ no dejes de reírte/ no te cubras de soledad/ si el miedo te derrumba/ si tu luna no alumbra/ si tu cuerpo no da más/ no te dejes desanimar/ basta ya de llorar…” son algunas de las estrofas que resultaban una palmada para una sociedad oprimida y un llamado de atención para los censores. Así era la poética de ese rock argentino que circulaba por fuera de las radios.

Aquella tarde fría en Obras,
Aquella tarde fría en Obras, multitudes querían solidarizarse con los soldados que pasaban más frío en las islas. Pero también mostraban que el rock argentino quería paz y se acercaba a los familiares de los desaparecidos

Pujol afirma: “La escala del rock nacional antes de Malvinas no era la que tendría más tarde, y esa fue, posiblemente, una de las principales razones de su supervivencia en los años 1976-1982. Por lo tanto, la guerra, que ocultó y desfiguró tantas cosas, terminó permitiendo que el rock nacional se exteriorizada hasta límites antes impensados. Podemos entonces decir, con un poco de ironía, que 1982 fue su annus mirabilis (año de los milagros), marcado a fuego por guerra y las políticas internas que esta generó, en medio de un clima contradictorio y por momentos absurdo".

Los partidos políticos -con la notoria excepción del radical Raúl Alfonsín- se alineaban con Galtieri. El apoyo por el “desafío al imperialismo” trastocaba todo en esos días de furia y soldados en las islas.

Fueron los propios productores del rock nacional, con figuras centrales como Daniel Grinbank, quienes organizaron el Festival de Solidaridad Latinoamericana, realizado en Obras Sanitarias el 16 de mayo de aquel 1982. Se llevó a cabo en el césped del club porque las 60 o 70 mil personas que fueron no hubieran entrado en el estadio techado. Canal 9 y Radio Rivadavia, entre otros medios, lo transmitían en vivo.

León Gieco y "Solo le pido a Dios"

León Gieco cantó “Solo le pido a Dios”, un tema escrito años antes cuando en la cordillera se olía guerra entre las dictaduras de Videla y Augusto Pinochet y que, con Malvinas, en aquella tarde de Obras, parecía escrito para la ocasión. La última presentación de esa noche fue “Algo de paz”, de Raúl Porchetto, entonada por una cantidad de figuras del rock. Por supuesto cantó Luis Alberto Spinetta, quien un año después lanzaba el álbum “Maribel se durmió” dedicado a las Madres de Plaza de Mayo.

Aquella tarde fría en Obras, multitudes querían solidarizarse con los soldados que pasaban más frío en las islas. Pero también mostraban que el rock argentino quería paz y se acercaba a los familiares de los desaparecidos. Al respecto, cabe mencionar que Virus, la banda de los hermanos Moura, no se sumó al festival. Pocos sabían que Jorge Moura -hermano mayor de Julio, Marcelo y Federico- había sido guerrillero y estaba desaparecido desde 1977.

"Pero creo que lo realmente interesante para el rock del 82 -dice Pujol- no fue tanto lo que sucedió en Obras o cualquier otro escenario real como lo que pasó en el espacio virtual de la comunicación radiofónica. Esto último tuvo consecuencias duraderas. Como sabemos, eso cambió de un día para otro, literalmente hablando. A pocos días del desembarco en Malvinas, las radios de todo el país dieron de baja a la música cantada en inglés. Esto convirtió al pop norteamericano e inglés, que hasta entonces era el sonido hegemónico de la música radial, en música prohibida”.

Era tal el auge del rock que Caloi no pudo evitar la ironía del genial Clemente quien en la contratapa de Clarín se quejó de que “había menos tango y folklore que antes”. Ya no era solo el reconocido Juan Alberto Badía el que pasaba rock argentino, fue un aluvión en las AM y las FM.

Además, había censura

Las órdenes propaladas por los interventores de las radios eran muy claras: nada de música cantada en inglés. Del resto, lo que se quisiera, lo que pidiera la gente, lo que prefirieran los conductores y -pieza clave en todo esto- los programadores musicales.

El Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) era el organismo al que debían referenciarse las radios y los canales de televisión, tanto para cuestiones técnicas y administrativas como para los contenidos de emisión.

Un documento reservado del Comfer fue localizado por un director del organismo ya en tiempos de democracia. Claudio De Cousandier tuvo en sus manos una lista de 149 canciones prohibidas, entre las cuales una veintena eran previas al golpe del 24 de marzo de 1976 y el resto a partir de ese momento y hasta julio de 1982.

Desfilan autores y cantantes de protesta y de clara orientación antidactatorial como León Gieco, Carlos Di Fulvio, Horacio Guarany, César Isella y Ariel Ramírez hasta Sandro, con el tema “La ocasión hace al ladrón”.

La extensa nómina corrobora que los censores no solo perseguían a sus enemigos políticos, que querían borrar la cultura, sino que pretendían una cruzada moralizadora. “Tu cuerpo”, de Roberto Carlos y “El peso del pecado” de Aldo Monges, así como otros tantos temas que sugerían erotismo y sexo, eran motivos de persecución en tiempos donde los grupos de tareas tenían vía libre para secuestrar pero además someter y violar a las detenidas en los centros clandestinos.

No habría vuelta atrás

Malvinas rompió con cualquier devenir previsible en la historia de las dictaduras argentinas. No era concebible que militares y empresarios católicos y pronorteamericanos dieran paso al tumultuoso rock nacional. Ni siquiera alcanza con la explicación simplista acerca de un entendimiento “táctico” de Galtieri con Fidel Castro para explicar el aluvión zoológico de Pescado Rabioso -el único grupo de rock que, liderado por el “Flaco” Spinetta, había estado prohibido completamente-, León Gieco, Serú Girán, Litto Nebbia, Juan Carlos Baglietto o Miguel Cantilo en las radios argentinas.

Hasta temas de María Elena Walsh y Sandra Mihanovich eran prohibidos hasta entonces por homofobia, porque ese era también un sesgo ideológico de la parte de la sociedad autoritaria que no entendía cómo podían comulgar una causa “nacionalista” como recuperar la soberanía de Malvinas con la amistad con Cuba o los pelilargos que empezaban a sonar en todas las radios.

Aquel momento, tan vertiginoso, permite verificar que las sociedades, especialmente los regímenes dictatoriales, suelen construir sus enemigos, un poco por autocomplacencia y un poco por ejercer el control y la represión.

Si el enemigo habían sido la guerrilla y los rebeldes y pacifistas roqueros, en aquel momento hubo una modificación en la escena: la corona británica y los flemáticos ciudadanos ingleses se convirtieron en los enemigos.

En consecuencia, los temas en inglés se transformaron en la música del enemigo.

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