Se crió entre la ciudad y el campo, en Santiago del Estero, siempre revoloteando alrededor de su abuela. Su mamá había muerto demasiado joven, y en el campo jugaba mientras su abuela cosechaba hortalizas, criaba animales y limpiaba casas ajenas para darle de comer. Fue cuando llegó la adolescencia que empezó a notar que había características de su cuerpo que lo hacían distinto al cuerpo femenino convencional.
“Por un lado, veía que no era como las otras chicas. No tenía menstruación ni dolores de ovarios, aunque siempre andaba con tampones para que nadie lo notara. También fue muy difícil cuando empezó la sexualidad. Tenía un novio, porque acá una chica tenía que tener novio sí o sí, y él me decía: ‘¿Por qué tienes el pecho plano?’, ‘¿por qué tienes la espalda tan ancha?’. También hablaba de mis genitales, porque tengo una vagina y por encima un micropene, y al momento de tener relaciones sexuales yo notaba que tenía erecciones. No sabía cómo explicarlo, no entendía, así que me cambiaba rápido o directamente evitaba tener relaciones sexuales”.
Recién el año pasado, cuando ya había cumplido 22 años, pudo ponerle nombre a esas características distintas de su cuerpo: intersexualidad. Es decir (y a modo de simplificación): las personas, en general, nacen con dos tipos de cuerpos según determinadas características sexuales. Lo que se llama “cuerpo masculino” o “cuerpo femenino”. Las persona intersex, en cambio, tienen una combinación atípica de esas características sexuales, por lo que algunos aspectos de sus cuerpos son distintos.
¿Qué son las características sexuales? Las principales son los cromosomas, las gónadas (testículos y ovarios), la forma de los genitales y los órganos reproductivos. No todos los cuerpos intersex son iguales. En su caso, un indicador era la forma de los genitales: ese pequeño pene cerca de la vagina que a su abuela le habían dicho que era un clítoris demasiado grande. Pero el año pasado encontraron otras características de la intersexualidad: si bien tenía vagina, no tenía útero y tampoco ovarios. También tenía testículos que no habían descendido.
Aunque la intersexualidad representa la I de la sigla LGBTI+ (lesbianas, gays, bisexuales, trans, travestis, intersexuales y más) es una variación en las características corporales, no una orientación sexual. Sin embargo, hay un dato más en su biografía que no tiene nada que ver con la intersexualidad pero sí con la identidad de género: quien habla con Infobae para esta entrevista desde Santiago del Estero no es la chica a la que en su nacimiento llamaron Rita sino Gian, que siempre se sintió “él” y se enteró de todo esto mientras hacía su transición a varón trans.
Las mutilaciones genitales
Cree Gian que tuvo suerte, que el hecho de vivir en el campo y de que lo llevaran poco al médico lo mantuvo a salvo de las llamadas “cirugías normalizantes”. Es decir, de las intervenciones quirúrgicas que se les hacen a las personas intersexuales cuando son bebés o en los primeros meses o años de vida, cuando no pueden consentir. Cirugías cuyo único propósito es que los genitales se vean “normales” (según el modelo binario de cómo debe ser el cuerpo de un hombre y cómo debe ser el de una mujer).
¿Qué cirugías? ¿Por qué la Organización Mundial de la Salud las considera una forma de ‘tortura y malos tratos en contextos médicos’? Quien contesta ahora es el doctor en Historia Mauro Cabral, que es un reconocido activista intersexual y hombre trans. Es, también, la persona con la que Gian se comunicó cuando le informaron que, además de vagina tenía testículos y salió del médico “mudo, ciego, sordo, sin saber qué decir ni qué hacer”.
“Hablamos, sobre todo, de cirugías para cortar el clítoris cuando es demasiado largo desde un punto de vista médico (clitoridectomía). También de las vaginoplastias que se hacen cuando hay ausencia de vagina: una cirugía en la cual se construye una vagina y somenten a la persona a otras invasiones corporales para mantener ese canal abierto (dilataciones)", explica Cabral. "Se hacen en niñas y adolescentes sin consentimiento informado. Muchísimas personas hemos sido sometidas a ese tipo de intervenciones y lidiamos para siempre con las consecuencias: la insensibilidad genital y sexual en muchos casos, la esterilidad, el dolor crónico. Es decir que no son intervenciones que no pasen por el cuerpo sin dejar un desastre”.
Otra cirugía -enumera- “se llama ‘reparación de hipospadias’, que es cuando la abertura del pene no está en la punta sino cerca de la base. “No provoca ningún problema de salud y tiende a operarse solo para permitir que el nene orine de pie porque si un varón orina sentado es un atentado contra su masculinidad”.
Como una de las intervenciones más convencionales es la de disminuir el tamaño del clítoris por vía quirúrgica, el movimiento intersex suele llamar a estas modificaciones “mutilación genital intersexual”. En este sentido, trabaja para que, así como la OMS incluye la mutilación genital femenina y la considera “una violación de los derechos humanos” (200 millones de mujeres y niñas vivas hoy fueron víctimas de mutilaciones en los 30 países en los que aún se hacen), adopte la misma posición con la “mutilación genital intersex”.
“No importa cómo sea el cuerpo de una persona: modificarlo sin el consentimiento y sin que medie una razón médica válida es una violación a los derechos humanos de esa persona”, sostiene Cabral, que colabora con la organización “Justicia intersex”. Por este tema ya presentaron un proyecto, que aguarda en el Senado y se llama “Proyecto de Ley Nacional sobre la Protección Integral de las Características Sexuales”.
En el caso de Gian tendrá que decidir si quiere operarse y cuándo, porque los testículos no descendidos sí podrían enmarcarse dentro de las razones médicas válidas, porque arrastran ciertas probabilidades de desarrollar tumores.
“Médicos que juegan a ser Dios”
“Lo peor es la patologización, muchos médicos nos siguen tratando como personas enfermas”, sostiene Gian. Aunque tiene 23 años y su activismo recién comienza ya sabe que estas son las principales demandas de las comunidad intersexual internacional.
“He hablado con personas intersexuales que sufren mucho porque los han operado en la infancia para crearles una vagina y hoy se consideran varones. Es doloroso que algunos médicos jueguen a ser Dios con los cuerpos de las personas. Yo ya no le veo nada de malo a haber nacido así", sigue Gian. "¿Por qué exigirnos ‘normalizarnos’ para entrar en el binarismo hombre-mujer? La mayoría de los que voy conociendo han tenido la mala suerte de que los han operado de niños, han querido ‘corregirlos’”.
“De esta forma, la intersexualidad no es solo disciplinada sino también silenciada y hasta “desaparecida”, para que deje de constituir una amenaza para el binarismo de género”, dice el documento de INADI que habla del tema.
De evitar estas “modificaciones médicamente innecesarias y no consentidas de las características sexuales” se hablará entre el 3 y el 5 de feberero en el Foro Latinoamericano de Personas Intersex, que el año pasado se hizo en Costa Rica y este se hará en Buenos Aires.
También desde “Justicia intersex” trabajan por el acceso a la información para las personas que las tuvieron (muchas personas no tienen acceso a su historia clínica completa, y no saben bien qué se les hizo y por qué). También reclaman el derecho a la reparación (por ejemplo, a través del pedido de disculpas públicas).
Ahora que ya pudo ponerle palabras, Gian se prepara para retomar sus estudios, que dejó cuando tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a su abuela. Porque su vida arrancó difícil: a su mamá la asesinaron de una puñalada -un femicidio- mientras cruzaba por una zona de montes para comprar pañales para él.
Volverá el año próximo al secundario en el centro de Santiago del Estero, ya sin las dudas sobre quién es y qué le pasa a su cuerpo. Ya sabe y eso se ve en el título que eligió para contar su historia en la página de Brújula Intersexual: “Yo trans, yo intersex”.
SEGUÍ LEYENDO: