La imagen de Punta del Este que se configura en la cabeza de todos es la de playas exclusivas, música electrónica y atardeceres a través de anteojos de sol de moda. Pero detrás de la tendencia, detrás de los edificios de lujo y las casas espectaculares hay otro circuito.
Por supuesto, este circuito es también parte de una tendencia. Nada pasa en el Este por capricho individual. Pero a diferencia de otras irrupciones, la del Glamping se impone por su fusión con la naturaleza. Si la costa uruguaya es la meca de lo aspiracional, este es acaso la más interesante de sus vetas.
¿Qué es el Glamping? La palabra puede expresar una mezcla entre glam y camping. Tal vez sea injusta, tal vez no. Se trata de una opción de hospedaje diferente que tiene sus orígenes en algunos países de África. Aquellos que ofrecen safaris de lujo deben proveer a sus clientes de lugares para dormir con cierto confort en medio de la sabana, entonces desarrollaron un sistema de carpas sofisticadas donde poner camastros y algunas comodidades.
Pronto, el primer mundo adoptó la técnica y en países como Australia se ofrece un servicio de campamento de lujo donde uno puede meterse en la naturaleza profunda y aun así tener un lugar confortable para dormir.
Justamente en Australia fue que Gonzalo Sauma conoció la tendencia. Estuvo viviendo allá y en un momento lo fueron a visitar los padres. Les quiso ofrecer una experiencia de contacto con la naturaleza -todavía no sucedían los tremendos incendios que hoy se desataron- y contrató el servicio de Glamping y todos quedaron encantados.
“Ahí se me ocurrió que quería desarrollar el mismo concepto en Uruguay”, cuenta. Si bien es de Buenos Aires, el joven argentino de 27 años prefirió empezar por José Ignacio porque le parecía que tiene un afluente de turistas afín a la propuesta.
Encontró su lugar predilecto en uno de los terrenos del hotel Anastasio, en medio de un campo a pocos kilómetros de José Ignacio, e instaló ahí su campamento. Trajo las carpas de Australia, materiales de decoración desde Marruecos, y ya desde el año pasado está en funcionamiento.
Tiene cuatro carpas de 5 metros de diámetro con una cama matrimonial en cada una. Todas tienen baño propio pero afuera de la tienda. Es decir: uno duerme en una cama de categoría con sábanas y edredones de primera calidad pero en vez de estar en un hotel está en medio de un campo.
“Cuando lo encaré lo pensé para un público más grande de lo que está viniendo, pero hoy vienen entre 27 y 50 años. Hay algunos de 60 pero en realidad menos de lo que esperaba.
La mayoría viene a relajarse. Son cuatro carpas en el medio de la nada. Hay que manejar 2 kilómetros campo adentro para llegar, y como no hay nada alrededor creo que lo que más se disfruta es la desconexión”, cuenta Gonzalo.
El servicio ofrece desayuno y además hay un restaurante en el que el mismo Gonzalo -chef de formación- despunta el vicio de cocinar. El lugar se llama Folk Glamping y abre de noviembre hasta semana santa. En temporada alta (hasta el 5 de enero) las carpas para dos personas cuestan 270 dólares la noche, y después el precio va bajando. Durante todo enero sale 190 dólares la noche.
No es la única propuesta en Uruguay. El más antiguo se llama Pueblo Barranca y está en La Pedrera. Se trata de un complejo más grande con 10 años de antigüedad. Allí no hay solo carpas sino también cabañas y bungalows.
Las ofertas y opciones siguen creciendo en el Este. Conforme pasan los años aparecen más complejos, más edificios, más barrios cerrados, más lujos. Pero también, empujados acaso por las inquietudes de los millennials, aparecen también propuestas que apuntan a conectar más con la naturaleza. Mientras muchos bailan al ritmo de un DJ durante un sunset, otros maniobran un kayak sobre una laguna, mientras una carpa espera guardar su sueño.
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