“Nunca habrás disfrutado del mundo correctamente hasta que el mar fluya por tus venas y hasta que estés vestido con los cielos y coronado con las estrellas”, describió el escritor norteamericano Thomas Traherne.
Silvina Reyes (50) lo comprueba todos los días desde hace tres años. A los 47 abandonó su vida empresarial para vivir junto a su familia navegando los mares en su velero. “Junto a Jorge (47), mi pareja, y mi hija María Paz (12) recorrimos más de 12.000 millas. ¡Es muchísimo!”, cuenta desde Andalucía, su posición actual que podría variar en cualquier momento. Pero más allá de los increíbles destinos que visita, para esta familia la prioridad era concretar un proyecto de vida lejos de la ciudad. “Poder vivir en familia sin prisas es lo más importante. Ese fue, sin dudas, disparador para nuestra nueva vida en altamar”. Licenciada en Sistemas, durante 28 años se dedicó de lleno al mundo corporativo. Un tiempo más que suficiente para saber que quería otra calidad de vida. “Pasé por muchas empresas: Mi última experiencia fue como Directora Comercial de OCA, pero estuve también en Garbarino y Xerox. Era de casa al trabajo y del trabajo a casa. Vivía para trabajar".
“Sabía que necesitaba mejorar mi estilo de vida. Me había perdido la infancia de mi primer hijo Tomás (22), y no lo iba volver hacer con María Paz. El sueño era claro: vivir en el mar”, cuenta. Pero antes de lanzarse a la aventura y empezar de cero, Silvina planificó paso a paso su proyecto. En principio, tenía dos cosas importantes por resolver: la educación de su hija menor y cómo financiar su nueva pasión.
“Me descubrí como emprendedora a los 47 años, con todo lo que eso implica. Hay una idea que sólo se emprende de joven, y no es así. Con el conocimiento de Jorge (profesor de náutica con más de 20 años de experiencia en el mar), algunos ahorros y la ayuda de mi hijo mayor, armamos una plataforma online -Host and Boat- para alquilar embarcaciones por días, semanas o meses. Tenemos veleros, goletas y yates de lujo con o sin tripulación. Hay para todos los presupuestos. Soltar todo para dejar la ciudad costó... pero al poco tiempo empezamos a tener clientes y a disfrutar. Paulatinamente, el negocio comenzó a ser rentable. Ahora, ofrecemos nuestro producto en más de 70 destinos y 300 experiencias globales ”.
Luego de definir el proyecto familiar, el paso siguiente fue tomar valor y renunciar a su trabajo, poner en venta su casa y sus autos y comunicarle su drástica decisión al mundo. Así fue como el 4 de diciembre de 2017 los tres soltaron amarras. Partieron desde Angra dos Reis, Río de Janeiro. Sin embargo, lo que hoy es un sueño cumplido podría haber resultado un fiasco. "Te soy sincera, no me cerraba del todo la idea de empezar de cero en altamar. Antes, yo veía un barco y me mareaba. Pero en estos tres años, te aseguro que jamás me descompuse”.
-¿Cómo fue la primera travesía?
-Nunca había navegado. Hice un curso de timonel para tener nociones básicas. Nos subimos a una embarcación de 48 pies, con tres cabinas y un baño. Rápidamente me acostumbré a la vida en el barco. Desde Brasil viajamos a Europa, para planificar allí nuestra segunda aventura.
-¿Qué siguió?
-Compramos un barco más nuevo, de 44 pies y cuatro cabinas, y lo bautizamos Antares. Salimos de Atenas y regresamos hasta Río de Janeiro navegando durante cuatro meses. El plan de viaje fue inolvidable.
-¿Cómo planifican cada travesía?
-Con mi pareja estudiamos las rutas oceánicas, los pronósticos del viento y en base a esa información definimos cada destino que queremos pasar en tierra. Los días de navegación varían de dos a diez.
-¿Cuál es presupuesto mensual?
-La marinas en el Mediterráneo son las más caras. En Latinoamérica, los precios son más económicos. En promedio, contando todos los gastos, son unos 1300 dólares.
-¿Cómo organizan las tareas arriba del velero?
-Cada uno tiene un rol. Jorge es el capitán, aunque a la noche nos compartimos las guardias. Siempre tiene que haber un adulto despierto. Del abastecimiento de los víveres también se encarga él, por su experiencia. María Paz ayuda con la amarras y, por supuesto, colabora con las tareas cotidianas: hacer la cama, lavar los platos, sacar la basura.
-¿Qué no puede faltar arriba del barco?
-Agua mineral, protector solar, ropa básica y camperas. En cuánto a la tecnología, es indispensable tener Internet para usar desde las tablets.
-¿Alguna vez sufrieron contratiempos?
-Dos veces en estos tres años. Lo peor fue una tormenta que atravesamos en el trayecto de Sicilia a Cerdeña, con vientos de 70 nudos (130 kilómetros por hora). El capitán manejó toda la situación con templanza, y nosotras, su tripulación, seguimos todas sus indicaciones. A bordo, el trabajo en equipo es crucial.
Hasta el momento, la familia lleva más de 38 meses a bordo, que dividieron en cuatro viajes: el primero, desde Atenas a Río de Janeiro; el segundo, en el Pacífico; el tercero, la costa brasileña; y el cuarto, durante el 2019, desde Croacia a Gibraltar. En total conocieron diez países y cien ciudades y puertos.
-¿Cómo sigue sus estudios María Paz?
-Lo hace a través del Servicio de Educación a Distancia (SEAD) que brinda gobierno y el que da el Ejército (SEADEA). Así completó cuarto, quinto y sexto año. Presencialmente asistió a dos colegios en Brasil y uno en Montenegro. También tiene un aprendizaje vivencial. Por ejemplo, incorporó los ejes cardinales con la carta náutica del barco, o puede encontrar constelaciones a la noche mirando las estrellas. Además de la formación que le da el contacto directo con distintas culturas, idiomas y personas. Adquiere habilidades para adaptarse a nuevos espacios y para poder desapegarse de lo material.
-¿Qué extrañas de la vida en tierra firme?
-Lo que más me cuesta es la distancia con los afectos, los amigos. Así que en la época invernal paramos dos o tres meses en algún destino. Tomás está en España, por eso vamos mucho.
-¿Qué es lo más atractivo de vivir en el mar?
-Los atardeceres, amo ese momento del día. Ojalá te pudiera transmitir lo que se siente al ver el sol redondo y naranja tiñendo el cielo y el mar, con el ruido del agua golpeando contra el casco. Son treinta minutos de contemplación, en los que me voy a la proa para admirarlo. Saco fotos, lo registro en cámara lenta, rápida y normal con la intención de compartir esta vivencia. Lo defino como un abrazo al alma.
-¿Cómo es la vida cotidiana arriba de un barco?
-Libre. Encontramos un buen equilibrio para poder viajar, conocer nuevos lugares, estudiar, trabajar y disfrutar. El espacio justo para compartir la vida en familia de una manera sana, en comunión con la naturaleza.
-Rediseñaron su estilo de vida. ¿Qué es lo más gratificante?
-Conocer lugares y personas. Pero básicamente, lo mejor es navegar por días sin tocar tierra, la vida misma en el mar.
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