La oferta es yoga, el escenario es frente al mar y la propuesta diferente: conseguir que un grupo de turistas transite sus vacaciones en plenitud, sin ataduras laborales o personales que puedan repercutir en el ánimo de sus estadías.
La artífice de esta idea es Viviana Lettieri, vecina de Pinamar, quien todos los sábados a las 8 de la mañana espera en Estocolmo y playa, al lado de La Elenita, a todos lo que busquen disfrutar de una hora y media de esta práctica relajante.
Lettiere lo hace de manera gratuita, aunque al final de cada clase coloca una gorra para aquellos que quieran colaborar. “El tema de la yoga a la gorra es por valorar nuestro tiempo”, explica la instructora, madre de tres hijos, en diálogo con Infobae. “Me gustaría que en todas las playas, muchos puedan dar sus clases, su práctica de yoga abierta. Este lugar, al tener el mar cerca, permite que la naturaleza sea parte de la clase. Acá transmitís las técnicas en un lugar apropiado, en donde todo fluye más”, agregó.
De lunes a viernes su agenda está ocupada. Por las mañanas hay yoga y por la tarde también. “Lo hago en un salón ubicado en el centro de Pinamar”, indicó Lettieri, y recuerda: “Me vine a vivir a los 5 años cuando había 4.000 habitantes, con mis padres y mis hermanos. Luego me mudé un tiempo a Mar del Plata cuando terminé el secundario. Me conecté con el yoga a través de los embarazos y hace 13 que doy clases en la playa. El primer verano daba todos los días. Y ahora intento que sea a las 8 de la mañana para que el sol no complique la clase y sea saludable”.
Las clases son abiertas y todos pueden hacerla. Hombres y mujeres; chicos y grandes. “Utilizamos la naturaleza para mejorar la visión y la concentración. En un lugar cerrado no lo podría hacer. Siempre es aconsejable temprano, para terminar la clase a las 9.30. O después de las 19. En cuanto a la cantidad de personas, el número es relativo: he dado clases con un alumno o con 26. Eso depende de la época del verano o si es un tiempo de recambio. En enero y febrero va mucha gente. La idea es estar, que la gente sepa que yo estoy. Por eso brindé y adapté las clases incluso con viento o llovizna”, sostiene.
Lettieri cuenta que no le presta demasiada atención lo que gana: “Los primeros años era más un trueque: había unos alumnos cumplidores que tenían una huerta orgánica y me daban tomates, zanahorias. A veces es gente que pasa caminando, viene y comparte la clase. A veces no me llevo nada. Un día que concurren muchas personas puedo llegar a recaudar $2.000, pero no me importa porque la idea es que la gente pueda venir aunque no tenga dinero para pagar una clase de yoga”.
Entre los atributos y las virtudes de la práctica, hace hincapié en cómo mejora y potencia el vínculo entre las personas. “Se hacen más cargo de su vida y salud. El yoga te va mostrando que vos podés fortalecer tu cuerpo y calmar tu mente. Lo que me gusta es que en todos grupos con continuidad también la gente se vuelve más solidaria, porque te sentís mejor, dejás de pedir y empezás a dar”, relata.
“Creo que lo único que necesitamos para hacer yoga es el cuerpo y la presencia. Ni siquiera son las ganas. A veces la gente viene cansada, que no da más, que si lo pensaba no venía. Y se van re bien de la clase de yoga. No sólo es consumir cosas, es recordar que son técnicas de unión con nosotros mismos”.
Con sus alumnos se comunica vía WhatsApp y correo eléctronico. En su emprendimiento -Vivi Yoga Pinamar- destaca que la comunicación, los objetos y la bibliografía también son fundamentales para lograr cambios positivos. “He tenido gente que conocí en la playa y ahora se formaron como profesores de yoga. Y locales, que me acompañan en las prácticas desde hace muchos años. Y en el verano están trabajando y lo de los sábados es un encuentro garantizado”, dice Lettieri.
“Personas que intentan salir de un estado de crisis, recuperarse de una operación, acompañar un tratamiento, salir de una adicción, dejar una medicación. La verdad es que los beneficios se notan al mes de práctica. Lo mejor del yoga es encontrarse con el cuerpo en todo lo que no sentimos por la vorágine del día. Cómo respondemos a los estímulos externos. Lo primero que te dice la gente es que duerme mejor, que está muy tranquila”, destaca.
“Ayuda a acomodar la dieta, cambiar los hábitos. Lo que más veo es que la gente tiene muchos problemas hormonales y todo el tiempo demuestra que están muy ansiosos o estresados. No hay otro camino que conectar con uno mismo para el placer. Quizá nos vamos de vacaciones y nuestros problemas siguen formando parte de la diaria”, reflexiona la instructora.
Y finaliza: “La idea era yoga en la playa, quizá no a la gorra. Pero al tomar compromiso con el horario busqué esta relación con la gente. Nació de las ganas de transmitir lo que a mí me dio un montón de resultados. Y que no es sólo una clase sino que de a poco es ir cambiando el estilo de vida”.
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