Cada atardecer tiene su propio ritmo. Según donde se vea, el color que toma. No porque sea diferente el firmamento sino porque en cada parador la propuesta es diferente. Si el arte es la promesa de una revelación que al final no se produce, tal como dijo cierto poeta, los sunset son la promesa de una fiesta final que después, al día siguiente, vuelve a suceder.
Para los millennials que eligen Punta del Este para veranear, repetir playa o atardecer no es la actitud favorita. Así, pueden ir un día a las playas de José Ignacio y al día siguiente moverse hasta la Punta para disfrutarlo en La Mansa. O empezar la fiesta temprano en Bagatelle, el parador top de Manantiales, y luego engancharlo con una fiesta electrónica.
Los embotellamientos dan cuenta de la tendencia: cerca de las seis de la tarde es imposible estacionar en La Mansa de José Ignacio por la cantidad de jóvenes que llegan a Choza de Mar, el parador favorito de los millennials en el pueblo. Creado por Paco hace 4 años, tiene una propuesta bien esteña: un DJ, tragos de todo tipo, cerveza, y los looks más producidos de estas costas. Es acá donde vienen la mayor cantidad de chicos y chicas a hacerse fotos durante el atardecer. La puesta del sol es increíble y una vez que se va la luz florecen los fogones, como pequeños volcanes en miniatura que encienden para alargar el ritual.
Paco, un publicista que viene a José Ignacio hace 15 años y cuya casa se llama justamente La Choza, un día se dio el gusto de cumplir el sueño de muchos: poner un bar en la playa. Lo armó con un estilo rústico de madera y pajas y está abierto desde las 8 de la mañana hasta la noche. Así, se instala de noviembre a marzo cada año y vive la temporada a pleno. “Este año creímos que con el 30% iba a venir menos gente pero al menos en esta primera semana la verdad es que sentimos incluso un aumento. Hay que ver si se mantiene y si es solo acá o en general, pero la verdad es que por ahora es mejor de lo que esperábamos”, dice.
De todas formas, más allá de que es cierto que el bar está trabajando casi todo el día, en la playa también se ven muchas heladeritas. Es que no faltan los grupos de chicos o chicas que llegan al parador con su propia provisión de cervezas o sándwiches. En algunos grupos incluso conviven las Helatodo con las carteras Louis Vuitton. “Nos gusta llamar a nuestras tardes sunny sets en vez de sunsets, porque convive la música con la caída del sol”, completa Paco, que trabaja durante la temporada en compañía de sus cuatro hijos.
Desde ahí, camino a la Punta, el otro parador top es Bagatelle. La marca europea desembarcó en el Este y lo hizo con toda la pompa. Un restaurante de lujo y decorado con plantas que recorren todas las columnas de madera del deck es la imagen con la que se van los que llegan a almorzar. En el parador de Manantiales lo más pedido es el champagne. Ya después de las cuatro de la tarde cada vez que un cliente pide una botella aparecen los mozos disfrazados de súper héroes y hacen un show en la mesa. O se caracterizan de mexicanos y bailan sobre las sillas. Así empiezan las tardes, va subiendo la música y hasta la noche quedan todos cantando y bailando mientras el día desaparece.
Además, muchos aprovechan para descansar en la pileta o ver los desfiles que se suceden entre las mesas algunos días a las cuatro de la tarde. Así, no es extraño ver modelos sacándose fotos o influencers buscando el mejor spot con el mar de fondo.
El otro lugar predilecto de los millennials y los influencers es en Ovo Beach frente al hotel Enjoy, donde además es muy frecuente ver famosos que descansan ahí o fueron invitados por el hotel. Esta semana por ejemplo Pampita realizó una producción fotográfica en el parador, acompañada por su marido, Roberto García Moritán, y el PR Leo Mateu. Allí también se suceden los DJs (el residente que toca más seguido es Ale Lacroix), y algunos días incluso hay shows. Por el Enjoy pasaron por ejemplo Los Totora, la única banda de cumbia o música bailable que resiste a la avanzada de la música electrónica.
Otro es el recorrido que realizan los millennials si siguen el rastro de las marcas. Es cierto que este año, como coletazo de la crisis, hay menos propuestas. Sin embargo, sigue habiendo paradores que mezclan posicionamiento con diversión.
Por último, una de las propuestas más bizarros también sucedió en José Ignacio, en el parador de Moby Dick. En él se pueden presenciar los rituales de Marcelo Lufrano, conocido como El Tano, una especie de líder espiritual que siguen muchos famosos. Toca el gong, hace rituales de purificación y reiki. Según cuentan, también estará en una fiesta de Susana Giménez mañana, miércoles 8. El dato: el tal Tano fue discípulo de Osho.
Es que Punta del Este, sea con crisis o sin ella, siempre da para todo tipo de sorpresas.
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