“Voy a buscar un trago”, dice un adolescente encorvádose sobre el hombro de su amigo para que lo pueda escuchar. Después se pierde entre una multitud que baila con vasos en la mano. Dos chicas comparten una lata de cerveza junto a un bafle, y no muy lejos de ahí, una pareja intercambia sonrisas y follows en Instagram.
Hasta no hace mucho en Mar del Plata la secuencia habría hecho pensar en luces violetas que encandilan, pistas de baile, el suelo pegajoso bajo los pies. Pero en el 2020 cada una de esas escenas se repite frente al mar, bajo un cielo azul y con los pies en la arena.
La reposera, la carpa y la pelota, muchos de los que llegan a Playa Grande las cambiaron hace rato por conservadoras repletas de hielo, todo tipo de bebidas, parlantes, consolas y hasta grupos electrógenos, con un solo objetivo: tener su propia fiesta en la playa. Un boliche colectivo, al aire libre y comunitario.
Algo que colaboró para que el evento autogestionado por los jóvenes turistas creciera este último fin de semana, fue que tras un conflicto con un empleado de seguridad en uno de los complejos de Playa Grande, se suspendiera por 72 hs. el popular “after beach”. Pero adolescentes -y no tanto- no estuvieron dispuestos a quedarse de brazos cruzados.
La escena obliga a detenerse: un grupo electrógeno en medio de la playa alimenta al mismo tiempo una caja de música y un dispenser cargado de jugo de frutas con vodka. Alrededor de la instalación son cientos los que bailan. Apenas pasaron las 5:00 p.m. y el bidón de seis litros ya tiene menos de la mitad.
Uno de los integrantes del grupo le cuenta a Infobae que hasta el día anterior el parlante era alimentado por baterías de autos, pero que terminaron quemando el equipo. Por eso, el sábado a la mañana algunos decidieron ir hasta el centro de Mar del Plata e invertir $13.000 en el grupo electrógeno.
Son 18 y vinieron desde Santa Fe, todos jugadores de las categorías Sub-22, Sub-30 y Sub-40 del Club de Rugby Ateneo Inmaculada, que están festejando el campeonato conseguido en 2019.
“Se suspendió el after beach por 72 horas, lo clausuraron, entonces nos estamos haciendo cargo de la playa nosotros”, ironizó Ignacio (28), uno de los artífices de la iniciativa.
“La idea del dispenser surgió esta mañana, siempre queremos sorprender con algo a la tarde”, dice. “Vamos a hablar con el municipio para que nos de las regalías correspondientes, porque estamos levantando esta playa en este momento”, comenta risueño e impostando la voz.
Pero lo que pasa en Playa Grande no se trata de un hecho aislado de un grupo que decidió salirse de la rutina. Los últimos dos años los parlantes ya habían desembarcado en Mar del Plata y demostrado que eran capaces de cambiar la experiencia playera, aunque el problema era que las baterías que duraban muy poco.
Este año sin embargo parece que los millenialls decidieron librar la batalla poniéndose a la altura de las circunstancias, yendo inclusive más allá de equipos de sonido alimentados por canciones enviadas vía bluetooth.
Dj- Lup tiene la vista clavada en la bandeja y el hombro izquierdo presionando un auricular contra su oreja. Con un movimiento circular del brazo hace parar la música y se lleva toda la atención, inclusive de los que no lo están mirando. Sólo queda sonando un beat al fondo: pum, pum -se siente en el pecho-, pum, pum, -cada vez más fuerte, más rápido- y cuando la tensión no podría ser mayor, una bomba de sonido hace volver el track y pone a todos a saltar instintivamente.
“Soy Dj hace 10 años y este año surgió alquilar un generador, venir a la playa y hacer esta movida. La verdad que está muy bueno, están los amigos, algo para tomar y un poco de música”, le contó Lucas Dipardo, alias Dj-Lup (25), a Infobae. Mientras habla el control de las bandejas lo toma DJ Tomás Racciatti (28), ambos durante el año Dj´s de Ozono, un boliche a las afueras de Chivilcoy, en la provincia de Buenos Aires.
Creo que este año descubrimos que la movida es a la tarde
“Todas las vacaciones llevo la consola, la compu y un parlante y después vemos que pasa. Y este año decidimos alquilar un generador, venir acá a la playa y estamos haciendo un poco de ruido”, comenta el chivilcoyano, que el año pasado lo hizo en una playa de Pinamar y a partir de eso lo terminaron invitándolo a tocar en un complejo por la noche.
La playa se divide en parlantes como un boliche podría dividirse en pistas. Todos reproducen una música diferente enviada desde celulares, computadoras y otros dispositivos. Cada tanto grupos de chicas se acercan a pedir temas y los que tienen el control de la playlist aprovechan para sacar charla y ofrecer un trago.
“Creo que este año descubrimos que la movida es a la tarde”, le comenta Manuela (25) a Infobae. Llegó el viernes junto a seis amigas a Mar del Plata desde Santa Fe y dice que nunca consideraron otro destino que no fuera Playa Grande. “Nosotras queríamos hacer un poco playa y un poco joda, y esto está buenísimo ”, admite Camila (25), mientras el resto del grupo baila cerca de ellas.
“Ayer se suspendió el after beach y se armó con parlantes acá, todo particular”, siguió Manuela, contando de la tarde de playa del viernes que se extendió hasta las 10:00 p.m.. “Estuvo mejor eso que si hubiéramos estado en un lugar privado”, volvió a sumarse a la charle Camila, remarcando que cuando se fueron era una multitud la que quedaba bailando frente al mar.
Al menos el último fin de semana, sin after beach en Playa Grande, la noche perdió terreno frente a la tarde y la fiesta se volvió masiva. Si es que sirvió para demostrar alguna cosa, puede que haya sido que no son los lugares; son las personas.
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