El argentino Luis Mattini llegó a La Habana con una misión secreta y delicada. Eran los últimos días de 1973 y fue alojado en una casa de protocolo del gobierno cubano con la consigna de esperar. Los días, sin embargo, comenzaron a transcurrir sin ninguna noticia para el visitante, miembro de la conducción del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Pasó el Año Nuevo y el argentino. frustrado, estaba a punto de regresar a Buenos Aires, cuando, una noche y sin avisar, llegó la persona por la que él había viajado.
El 4 de enero de 1974, hace 46 años, Mattini y Fidel Castro hablaron durante varias horas de la situación política en Argentina, donde el general Juan Domingo Perón llevaba menos de tres meses como presidente, cargo que ocupaba por tercera vez, después de 18 años de exilio.
El visitante, sin embargo, no se llevó lo que fue a buscar: la colaboración del líder de la Revolución Cubana para el lanzamiento de la guerrilla rural en el monte tucumano, al que el ERP esperaba convertir en la Sierra Maestra argentina. A pesar de esa negativa, el jefe del ERP, Mario Roberto Santucho, seguiría adelante con su proyecto.
La Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez del ERP, efectivamente, haría su aparición pública el 30 de mayo de 1974 –un mes antes de la muerte de Perón- con la toma por algunas horas de Acheral, un pequeño de la ruta 38, 45 kilómetros al sur de San Miguel de Tucumán.
“Cuba tiene una política internacional muy clara”
Mattini, un ex obrero metalúrgico de Zárate, había sido en 1970 uno de los fundadores del ERP, brazo armado del marxista-leninista Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Rápidamente el ERP se había convertido en la organización guerrillera más activa de la Argentina. Hacia 1973 ya cargaba, de hecho, con unos 30 muertos y cientos de detenidos.
Ese año, luego de casi siete de dictadura militar, se había recuperado la democracia, pero la organización había rechazado “la farsa electoral” para seguir adelante con la lucha armada. En septiembre, de hecho, el ERP sacudió al país con el copamiento del Comando de Sanidad del Ejército, en Parque Patricios, en el que fue muerto el teniente coronel Juan Duarte Ardoy.
Pero el verdadero interés de la organización estaba en las zonas rurales del norte del país. “Cuando pensamos en Tucumán, un vientito nos llega de la Sierra Maestra”, lo resumió el militante del ERP Rolo Diez, en su libro Los Compañeros.
La zona azucarera tucumana era un viejo objeto de deseo del PRT, cuyos militantes habían comenzado a explorarla a fines de la década del 60. La consideraban el lugar ideal para sostener la lucha revolucionaria, ya que esperaban contar con el apoyo de campesinos y trabajadores azucareros, quienes habían sido golpeados por el masivo cierre de ingenios impulsado en 1966 por el dictador Juan Carlos Onganía. Sin embargo, la caída en prisión de toda la conducción del PRT tucumano en octubre de 1969 –más de 40 militantes, incluido Santucho- hizo que en aquel momento naufragaran los preparativos.
En el monte tucumano el ERP aspiraba liberar una zona para desarrollar allí el concepto de doble poder. El objetivo era imponer instituciones revolucionarias en un pedazo de territorio, para de esa manera disputarle gradualmente “el poder a la burguesía”. En el campo, además, la geografía daba la posibilidad de armar grandes unidades militares.
Así, la idea había vuelto a tomar cuerpo. Como le explicó Mattini a Fidel Castro, desde fines de 1973 el ERP tenía nuevamente gente explorando el monte en la provincia más chica y más densamente poblada de la Argentina, mientras que unos 40 hombres armados esperaban en distintas ciudades del país la orden de sumarse al grupo.
Sin embargo, según escribió Mattini en su libro Hombres y mujeres del PRT-ERP, Castro le dijo que consideraba que, con un presidente de la popularidad de Perón en el gobierno, no era el momento para acelerar la dinámica guerrillera. Recordó, además, que menos de un año antes, el efímero presidente Héctor Cámpora había restablecido las relaciones entre Argentina y Cuba. Era un gesto importante para la isla, asfixiada por el bloqueo de Estados Unidos, que tenía el apoyo de casi todos los países latinoamericanos.
“Cuba tiene una política internacional muy clara. No podemos entrenar grupos armados bajo un gobierno con el cual mantenemos buenas relaciones. La apertura con la Argentina es una fisura al bloqueo y es importante no sólo para Cuba sino para todos los revolucionarios”, le habría dicho Castro.
El ERP, sin embargo, desconfiaba del restablecimiento de relaciones. Sospechaba que podría haber sido impulsado por el propio Estados Unidos, como un ensayo para socavar a la Revolución Cubana a través del peronismo, luego del fracaso de un bloqueo que ya llevaba más de 13 años.
Una preparación de largo aliento
Cuba había entrenado en la década del 60 a guerrilleros de distintos países latinoamericanos, entre ellos a algunos integrantes del PR-ERP, como el propio Santucho, quien en 1968 había pasado un par de meses en la isla con algunos de sus compañeros.
Esta vez, el plan del ERP era hacer algo más serio, metódico y extenso, según le explicó Mattini a Fidel Castro: que un grupo de sus cuadros se entrenara en Cuba durante un año. La aspiración de los guerrilleros argentinos -dijo Mattini- era que la instrucción estuviera a cargo del general Arnaldo Ochoa, uno de los militares más condecorados de la Revolución Cubana, quien en 1989 sería fusilado por traición a la patria, luego de encabezar las tropas caribeñas en Angola.
¿Por qué un año de entrenamiento en Cuba? Porque, según Mattini le dijo a Castro, el ERP no pensaba poner inmediatamente en acción a la guerrilla rural en Tucumán.
El ERP consideraba que el deterioro de la economía y el avance de la derecha peronista -avasallante luego de la forzada renuncia de Cámpora en julio de 1973- conducirían inevitablemente a un estallido popular. La crisis del sistema, a su vez, derivaría en un nuevo golpe militar o en el desenmascaramiento de Perón ante el pueblo como lo que -en la mirada del ERP- siempre había sido: un político burgués y reaccionario, que había vuelto de su exilio para intentar salvar del derrumbe al capitalismo.
El entrenamiento de la guerrilla rural formaba parte, así, de la preparación del ERP para liderar, cuando el momento llegara, a las clases obreras urbanas y al campesinado pobre en su asalto final al sistema capitalista.
“Quédese tranquilo, comandante, que nosotros no le vamos a hacer ahora la guerrilla a Perón. Cuando Perón se muera o se vea obligado a tomar una posición tan dura que nosotros estemos justificados, o haya un golpe militar, recién ahí vamos a lanzar la guerrilla”, le prometió Mattini.
El visitante argentino le dijo al líder cubano que se había elegido Tucumán por su alta densidad de población. No querían repetir la experiencia de del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) -impulsado por el Che Guevara, en 1964- que se había establecido en una zona deshabitada de la selva salteña y, aislado, había sido derrotado sin entrar en combate.
Uno de los sobrevivientes del EGP, Jorge Paul, les había contado a los militantes del ERP que cuando lo detuvo la Gendarmería estaba famélico, debido a los problemas de abastecimiento padecidos por el grupo, según contó en sus memorias el guerrillero Enrique Gorriarán Merlo.
“Yo no puedo hablar desde aquí, pero el Che conocía tu país”, le respondió Castro a Mattini, quien hizo algunas preguntas sobre las condiciones geográficas y sociales en Tucumán, pero insistió en que Cuba no apoyaría a un movimiento guerrillero mientras un presidente de la popularidad de Perón estuviera en el poder.
“La llama de la rebelión popular ya está encendida también en el monte”
La negativa de Castro no cambió los planes del ERP. Así, en marzo de 1974, entre 40 y 50 hombres -la mayoría, sin experiencia militar- comenzaron formalmente, en el monte tucumano, su entrenamiento en guerrilla rural. La instrucción estaría a cargo de Santucho, a pesar de que no parecía tener la formación necesaria.
“Roby, más que entrenamiento militar, tenía conocimientos. Como todos nosotros, tenía una práctica limitada. Era un buen tirador; había sido el mejor tirador cuando hizo el servicio militar en la Aerotransportada de Córdoba y además tenía unas condiciones innatas para la táctica. Complementaba eso con determinadas lecturas y con algunas prácticas que había realizado en Cuba. Pero no había recibido entrenamiento, como dicen algunos libros”, escribió Gorriarán Merlo.
La preparación, sin embargo, transcurrió según lo planeado durante apenas un mes: en abril, el peón de una finca denunció ante la Policía tucumana que había visto un campamento guerrillero, a unos 20 kilómetros de Famaillá. Entonces, el gobernador peronista Amado Juri transmitió la información al gobierno nacional, que envió a Tucumán a la Guardia de Infantería y a la División Montada de la Policía Federal, con logística del Ejército y la Fuerza Aérea.
Llegaron el 15 de mayo, con “un despliegue de efectivos y vehículos en número nunca visto en la provincia”, según publicó el diario local La Gaceta. En un par de días la Policía realizó decenas de allanamientos y detuvo a unas 150 personas en San Miguel de Tucumán y los pueblos de la ruta 38. Pero los agentes también subieron a los cerros a buscar a los guerrilleros, que, prevenidos, marcharon día y noche para eludirlos. Así, hicieron caer en un vacío táctico a los policías federales, que el 26 de de mayo, después de una semana en el monte, bajaron de los cerros y abandonaron Tucumán.
Envalentonado por lo que consideró una primera victoria, el ERP tomó el pueblo de Acheral en la noche del 30 de mayo. Los guerrilleros coparon la estación de tren y la comisaría -donde encontraron un cabo y dos agentes, que no opusieron resistencia- e hicieron una arenga en el bar del pueblo. Luego desfilaron uniformados y armados, encabezados por un combatiente que llevaba la bandera de la organización, con los colores argentinos y la estrella roja de cinco puntas.
El plan de esperar un golpe militar o la muerte de Perón antes de lanzar la guerilla rural –explicado a Fidel Castro en La Habana- había volado por el aire.
En el ERP se vivía un clima de euforia. En su edición del 5 de junio de 1974, la revista de la organización, El Combatiente, publicó un “mensaje al pueblo argentino”, en el que explicó: “La llama de la rebelión popular ya está encendida también en el monte y se expandirá incontenible pese a todos los esfuerzos represivos de explotadores y opresores”.
La siguiente respuesta la daría en febrero de 1975 el gobierno de Isabel Perón, con el envío del Ejército a Tucumán. Sería el Operativo Independencia, que aniquilaría a los guerrilleros del ERP y daría inicio a la represión ilegal, todavía en pleno período constitucional.
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