“El caso de Richard Jewell” se estrenó anoche en Argentina y la polémica que generó en distintas partes del mundo también tuvo su eco en nuestro país. El film cuenta la historia de un hombre acusado de ser el autor del atentado en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996: Richard Jewell.
El hombre de 33 años trabajaba como guardia de seguridad en el Centennial Olympic, un parque público en el que se celebraba un concierto, cuando alertó a la policía sobre una mochila que contenía una bomba, lo que evitó que el atentado fuera mucho más sangriento de que lo que finalmente resultó.
A pesar de que la bomba explotó y mató a una mujer, su intervención salvó a mucha gente: él mismo fue uno de los primeros en evacuar el parque. Esto lo convirtió en una especie de héroe con gran reconocimiento público. Pero el amor popular duró muy poco: a los pocos días de suceder el atentado comenzó a ser investigado por el FBI como sospechoso del ataque.
Aunque Jewell nunca fue imputado y el verdadero asesino confesó en 2003, su vida quedó destruida cuando las autoridades y la prensa dieron un vuelco y lo señalaron como el principal sospechoso del atentado.
En la película que cuenta su historia -dirigida por el actor y director Clint Eastwood, de 89 años- aparece una periodista con un papel clave. Se trata de Kathy Scruggs, la reportera del diario Atlanta Journal-Constitution (AJC), quien cubrió las noticias sobre el atentado y publicó una información exclusiva: indicó que el FBI estaba investigando como sospechoso a Jewell.
La película asume que Scruggs obtuvo aquella información exclusiva a cambio de sexo con el agente que investigaba el caso, Tom Shaw, interpretado por Jon Hamm, de Mad Men.
La periodista Scruggs murió en 2001 por una sobredosis de analgésicos, a los 42 años, y ante la imposibilidad de defenderse el periódico donde trabajaba tomó el reclamo. El diario y la empresa editora Cox Enterprises enviaron una carta a Warner Bros, a Clint Eastwood y a Billy Ray, guionista del film, indicando que “en la versión de Scruggs en la película, interpretada por Olivia Wilde, se la presenta como alguien que utiliza relaciones ilícitas para obtener información. La reportera del AJC queda reducida a un objeto que se vende por sexo”, dice la carta.
Ahora, la editora y el periódico exigen que Warner Bros reconozca públicamente que “algunos hechos son imaginados con una intención dramática” y que a la hora de representar ciertos hechos y personajes se han tomado “licencias artísticas”. La carta exige también que la película advierta a los espectadores sobre estas licencias. Warner Bros respondió a la carta y señaló que “la película está basada, desde un amplio punto de vista, en fuentes altamente creíbles”.
Por su parte, Olivia Wilde, la actriz que se pone en la piel de la periodista, aseguró que “contrariamente a todo lo que se dijo, no creo que Kathy haya intercambiado sexo por información. Nada en mi investigación sobre ella me llevó a sugerir esa conducta y tampoco tuve la intención de expresar algo así. Todo lo que se dijo no es otra cosa que un rechazo misógino al complicado trabajo que ella debió hacer. Por otra parte, creo que la película sugiere que hubo algún tipo de relación romántica previa entre Scruggs y el agente del FBI”, aseguró la actriz.
La argentina Florencia Tundis, guionista feminista, opinó sobre la polémica en diálogo con Infobae: “Nada confirma que esta periodista haya intercambiado sexo por información y encima ella murió por lo que tampoco se puede defender. En una ficción siempre hay hechos que se alteran, el tema es que se alteró desde una perspectiva de género: el personaje de la mujer está usando el sexo para conseguir algo. Lo que hay que preguntarse es por qué se pone esto si no es esencial para la trama”.
Tundis recordó que esta forma de ilustrar a las mujeres periodistas ya se vio representada en series como House of cards y Sharp Objects. “Estas producciones sexualizan a los personajes de una manera tal que parece que no están al nivel de los varones para conseguir información sin que sea por el lado del sexo. Parecería que las mujeres para conseguir lo mismo que los varones tienen que poner más, en este caso el sexo”.
La polémica se produce en un momento en el que Hollywood se ha transformado por el movimiento Me Too a través del cual muchas actrices se animaron a contar los episodios de agresión y acoso sexual vividos en la industria del cine. El primero en ser señalado por estos hechos fue el productor y ejecutivo estadounidense Harvey Weinstein, pero también salieron a la luz muchos otros casos.
En un contexto en el que las mujeres reclaman ampliación de derechos y exigen romper el techo de cristal -que es invisible e impide el ascenso profesional de las mujeres en los puestos de mayor poder- el retrato que se hace de la periodista Kathy Scruggs viene a reforzar estereotipos de género: de acuerdo a lo que se dice de la trama, la periodista logró obtener información no por sus atributos profesionales sino que lo hizo a cambio de un favor sexual.
Si se analiza a la película con perspectiva de género también cabe preguntarse: ¿Si Kathy Scruggs hubiera sido un varón, la película también lo señalaría como un periodista que consiguió información a cambio de sexo?
Sobre “El caso de Richard Jewell", Clint Eastwood dijo que tiene un doble propósito: “Contar una historia de la forma más entretenida posible y transparentar el nombre de Richard Jewell, despejar toda duda alrededor de su nombre”, aseguró el realizador a la agencia AP.
Eastwood también habló sobre la controversia con el diario The Atlanta Journal-Constitution: “Fueron los primeros en decir que el principal sospechoso de haber colocado la bomba era Richard Jewell. La verdad es que hoy las historias biográficas que encara Hollywood están bajo la lupa. Piensen en lo que pasó con la familia Dupont en Foxcatcher o con la Iglesia Católica en Spotlight. Lo importante es que contamos nuestra visión de la historia. Y creo que hicimos un gran trabajo”.
Como señala su director, El caso de Richard Jewell, es una visión de la historia. El problema es que la contraparte, en este caso Scruggs, no está para contar la suya.
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