Entrevista-Desde Punta del Este
El 15 de enero y justamente en Punta del Este -ciudad en donde se conocieron- Gabriela Castellani se prepara para festejar su aniversario con el presidente de FCA Argentina, Cristiano Rattazzi. En una entrevista con Infobae en Villa Azul, la casa que comparte con su pareja en Manantiales, habló de su nuevo emprendimiento “Castellani & Castellani” - Casa de Ramos y de su idílica historia de amor con el empresario automotriz.
-¿Cómo comenzó esta pasión por las flores?
Soy agrónoma, entonces siempre me gustaron las plantas y las flores. Hice la licenciatura en economía agraria, y siempre fui muy estudiosa y aplicadísima. Las flores siempre me fascinaron pero soy muy movediza. Tengo paciencia para bordar pero no para armar. En cambio, mi hermana María José, siempre fue una apasionada por el mundo de las flores y, de hecho, es florista.
Justamente, la idea surgió cuando Majo estaba haciendo un curso en Londres. Me mandaba las fotos y yo la alentaba para que hiciera algo. Y, de tanto que la alenté, me terminé enganchando para hacerlo juntas y enseguida empezamos a buscar un local. Lo encontramos en Montevideo 1555, en Recoleta.
Así que pusimos nuestra propia florería y, desde el primer mes, fue un boom. No paramos. Nunca cerramos antes de las 9 de la noche. Queríamos cerrar y siempre aparecía alguien para hacernos un pedido. Fui aprendiendo de ella a limpiar rápido las flores cuando venía del mercado, a dejarle armada la base para que ella le dé su toque especial al final... me encanta aprender de Majo.
Vamos juntas al mercado de flores: a las 5.45 estamos ahí. Cargamos, vamos a la florería, bajamos todo, limpiamos las flores y arrancamos. Me encanta ir con mi hermana: nos divertimos muchísimo y la pasamos bien. Nos vamos de viaje juntas, visitamos florerías raras. Ahora, acabamos de volver de Nueva York, donde también estuvimos visitando florerías... la verdad es que estamos felices.
-¿Qué encuentran tus clientes en “Castellani & Castellani”?
Desde floreros súper antiguos hasta cosas muy especiales, chiquitas y lindas, para hacer un bouquet para la mesita de luz o el toilette. También, objetos de cristal, de vidrio y centros de mesa muy lindos. El lugar quedó tan bien que es un placer estar ahí.
Pensé que nos iba a sobrar el tiempo en el local. Me decía, “bueno, me llevo un libro para matar el tiempo”, pero la verdad es que nunca paramos ni un segundo. Porque entra una novia para pedirte un ramo en el momento o un hombre que quiere un súper ramo para un aniversario o un jovencito que quiere sorprender con algo chiquito a su novia porque no tiene mucho presupuesto.
-¿Era un nicho que no estaba muy explotado?
Todo el mundo que viene nos dice “¡qué bueno que abrieron este local!”. Tenemos muchísimo público extranjero, hasta una florista francesa que nos viene a comprar todas las semanas, y nos dice que es un placer venir al local. Nos dice que en Buenos Aires no había gente que trabajara así, con una tienda a la calle. Así que, creo que fue una gran pegada. Ahora nos falta armar un barcito y se viene la tertulia. Tenemos muchos amigos artistas y nos sentamos con ellos con una copa de vino. Son las 9 de la noche y seguimos ahí. Te juro que nos piden que pongamos un bar. (risas)
-¿Qué presupuesto se necesita para poder comprar en tu local?
Hay bouquets desde 900 pesos hasta un súper ramo de 4 mil pesos. Si viene un chico joven, que me dice que le quiere regalar un ramo a la novia y que solo tiene 500 pesos, se lo armo. Y, si me llama un empresario para decirme que necesita mandar un súper ramo, le digo “3.500 o 4 mil pesos, ¿te parece bien?”.
También hacemos arreglos con orquídeas, que son más caros, pero le ponemos cinco plantas en el arreglo adentro de unos recipientes de cristal que quedan soñados... tenés cosas importadas más caras, nacionales más baratas... ¿querés llevar solo una rosa? Entonces, te la armamos divina. Así que, tenemos propuestas para todos los presupuestos.
-¿Cómo empezó tu historia de amor con Cristiano Rattazzi?
Hace 10 años que estamos juntos. El 15 de enero se cumplen 10 años que nos conocimos, en un hotel cinco estrellas de acá. Yo iba a gimnasia. En esa época teníamos el mismo entrenador. Así que nos conocimos, empezamos a salir y acá estamos.
Ahora, vivimos juntos en su casa. Antes, yo iba y venía todo el tiempo desde Rosario, porque yo nací allá y vivía ahí. Cuando mi hija menor, Justine, (Gabriela es madre de tres hijos, Patricio (25) Catalina (22) y Justine (14)) empezó el secundario, yo estaba cansada de ir y venir. Entonces dije, “la mando al colegio en Buenos Aires”. Así que, ahora vivimos los tres juntos, desde hace tres años.
-¿Cómo es Cristiano Rattazzi puertas adentro?
Es tal cual se lo ve. Cero malhumorado. tiene muy buen carácter. Solo que, si está preocupado, se mete para adentro y no le sacás ni una palabra. Es cero peleador: si lo peleo, no me contesta, no me da pie para la pelea. Es muy alegre y siempre dice que es muy buen padrastro (risas) Se divierte mucho con mi hija Justine. Además, es súper activo, no para nunca. Se sienta un momento, de para y se pone a arreglar un enchufe. Sin ir más lejos, hoy estuvo horas ocupado con su telescopio porque no se veía bien.
Siempre tiene que estar haciendo algo, salvo cuando terminamos de almorzar que dormimos siesta, porque a la mañana no paramos. Jugamos al tenis, venimos a hacer gimnasia, volvemos a jugar al tenis... estamos todo el tiempo juntos. Nunca pasa que él me diga que sale con sus amigos y yo con mis amigas. Vamos siempre juntos a todos lados. Somos muy compañeros.
A la mañana me viene a ver a la florería, después me pregunta a qué hora termino para saber a qué hora llego a casa.
-¿Qué les gusta hacer en el tiempo libre?
Nos encanta tomar sol, caminar, jugar al tenis... en cada lugar que vamos, tenemos una rutina diferente. Por ejemplo: si estamos en el campo, vamos a la quinta, buscamos los huevos en el gallinero, volvemos caminando y terminamos jugando al tenis. En Rosario, la rutina es otra: salimos al jardín, estamos con los perros y los gatos;después, también jugamos al tenis pero por separado, porque allá Cristiano juega con su profesor; vienen mis amigas, hacemos asados con muchos amigos...
En Italia, nadamos un montón. Vamos nadando hasta la casa del hermano de Cristiano, volvemos nadando y almorzamos siempre a las 2 de la tarde (eso en ese horario y en cada lugar que vamos). Somos bastante rutinarios: cambiamos mucho de lugar pero siempre mantenemos las rutinas.
A Cristiano le encanta ir a sus lugares, comer en su casa de Italia y que le cocine Teresa. Le encantan las playas de Italia. Acá, en Punta, casi no bajamos a la playa. Salvo que estén los chicos en Bikini, pero vamos no más de 15 minutos.
-Qué es lo mejor y lo peor de Cristiano Rattazzi?
Lo que más me gusta es que es muy divertido, ocurrente, es muy buena persona y bastante paciente conmigo (risas). Lo adoro. Lo peor es cuando se mete para adentro, porque no hay manera de saber lo que le pasa y jamás te va a decir lo que le molestó. Tenés que andar adivinando qué es lo que hiciste y no le gustó (risas). Pero es súper fácil de llevar.
Cristiano es libriano y yo tengo mucha experiencia con ese signo por mi hijo, mi ex marido, mi mamá, tres sobrinos...en mi familia hay muchos librianos.
-¿Cómo son los librianos?
Somos todos de libro. Nada que ver el hombre con la mujer en cuanto al carácter, pero hay algo en lo que coincidimos: en la importancia que le damos a la estética. Es fundamental. Soy muy estética e hincha con ese tema. Y él también. Nos encantan las cosas lindas y somos indecisos, podemos estar horas para decidir algo.
-¿Cómo te cuidas el cuerpo?
Soy vaga para los tratamientos corporales pero me encanta hacer gimnasia. Puedo sacar turnos para tratamientos estéticos y después no voy. También soy vaga con la peluquería. Pero soy adicta a entrenar. No pasa un día sin que entrene una hora y media. En eso lo contagié. Nos entrena el mismo personal trainer que también viene a Punta. En Buenos Aires, hacemos kinesis y acá usamos el elíptico y la bicicleta. Lo que pasa, es que a ninguno de los dos nos gusta estar sentados y sin hacer nada. Nos miramos y decimos “¿che, vamos al gimnasio?”.
-¿Tenías dudas, al principio, de que la relación prosperara y se consolidara del modo en que ocurrió?
Me imaginaba que la relación iba a prosperar. Nos fuimos moldeando y aprendimos a decirnos las cosas que nos molestan. En algún momento, cada uno encuentra el molde de su zapato. Nosotros, ya lo encontramos.
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