La memoria de Cromañón a 15 años del horror, y un mensaje escrito en la pared: “La corrupción mata”

Sobrevivientes y familiares de víctimas participaron de una conmemoración en la cuadra del boliche donde murieron 194 personas durante un show de Callejeros. Encendieron velas e hicieron una suelta de globos. Más temprano, hubo una misa en la Catedral porteña

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En la calle Bartolomé Mitre,
En la calle Bartolomé Mitre, casi plaza Miserere, barrio de Once

La cicatriz se les ve. Porque es indeleble. Y no se les ve. Porque es interna: la marca emocional del horror casi siempre va por dentro. Quince años así llevan los familiares y amigos de las víctimas de Cromañón y los que sobrevivieron, en un equilibrio entre la inevitabilidad de que la vida continúa y el dolor perpetuo.

El acontecimiento más dantesco del post dictadura en Argentina arde en la memoria colectiva: 194 muertos, casi todos jóvenes menores de 25 años, casi 900 heridos, cuatro juicios y 21 condenas.

Quizá por eso, en este último lunes del año, propiciado por el número aniversario redondo y condimentado con el cielo gris y la lluvia, el recuerdo de lo que sus víctimas llaman “la masacre” fue especial. En la calle de la desgracia -Bartolomé Mitre, casi plaza Miserere, barrio de Once- hubo un recuerdo colectivo, con evocaciones, velas encendidas, fotos y globos sueltos hacia el cielo.

Lo principal de este 30
Lo principal de este 30 de diciembre fue la inauguración, con un arco conmemorativo, del Pasaje de los Pibes de Cromañón

También en la Catedral metorpolitana, con una misa, igual de emocionante para creyentes que agnósticos, y en el trayecto que unió ambos puntos, con una marcha constituida por mucha menos gente de la que debería haber estado, dada la magnitud histórica del acontecimiento.

Eduardo Salinas tiene ahora 41 años y cuatro hijos y su vida está determinada por la casualidad: fue al recital fatídico de Callejeros porque se encontró con unos amigos un rato antes y sobrevivió justamente por eso, porque entró tarde y quedó cerca de la salida a la vida. No hay un aniversario que él no vuelva a recordar cómo al escapar sentía las manos de los que estaban tirados en el suelo buscando la salvación con manotazos a sus piernas. Por eso, por todo lo que carga en esta década y media, Eduardo dice que estar acá, en la escena del crimen “es una mierda”.

“Todos los años son diferentes”, suspira, con una lata de cerveza en la mano. Y sigue: “Pensaba que cuando se cumplieran 15 años no iba a estar haciendo lo mismo. Si estamos acá significa que como sociedad fracasamos. No tengo ganas de estar acá. Me gustaría estar con memoria pero con un cambio. Esto molesta y duele. Los que somos sobrevivientes sabemos del drama psicológico. Hoy tengo hijos y no me gustaría que se le caiga un ventilador en el colegio a mi hijo, o que se muera en un recital. Sentiría que fracasé. Y eso siento con este país”.

La lluvia complicó los planes originales de la conmemoración de los 15 años de Cromañón. Pero a la vez es una presencia simbólica. Lo recordó desde el escenario Miriam Araneda, mamá de David, uno de los 194. "La primera marcha fue en enero de 2005. También llovía. Hoy la volvemos a hacer lloviendo y con mucho orgullo de lo que pudimos construir acá donde nuestros hijos entraron felices a Cromañón y encontrarnos con la odisea de la gran masacre, que no tendría que haber ocurrido porque no tendría que haber estado abierto el lugar”, remarcó desde el pequeño escenario montado frente a la plaza Miserere.

Originalmente aquí estaban previstos shows de música, muestras artísticas, una exhibición de boxeo y discursos durante toda la tarde. Pero la tormenta condicionó el evento.

Hubo un recuerdo colectivo, con
Hubo un recuerdo colectivo, con evocaciones, velas encendidas, fotos y globos sueltos hacia el cielo

Lo principal de este 30 de diciembre fue la inauguración, con un arco conmemorativo, del Pasaje de los Pibes de Cromañón, el trayecto de lo que fue la calle Mitre a lo largo de la cuadra fatal, donde hay fotos y murales y hermitas que recuerdan a los muertos, con sus rostros, sus frases y sus zapatillas.

El flamante arco multicolor reza las dos palabras clave de esta historia: memoria y justicia. Debajo, un cofre contiene una escultura de dos zapatillas “atrapadas” por una cadena y un candado cerrado: “El cielo no es cielo si ustedes no están”.

16 sobrevivientes murieron en estos
16 sobrevivientes murieron en estos 15 años, algunos por dolor y tristeza

"Nos enteramos que el lugar tenía el nombre de Paseo de las Almas y para los papás y nosotros es de los pibes. Y alguien tuvo la idea de ponerle el nombre que debe llevar y por eso acá estamos”, comentó Belkyss Contino, sobreviviente.

Queremos que sea un lugar para la memoria. Cromañón nos pasó a todos. Pensá que ya 48 padres fallecieron. Y 16 sobrevivientes murieron en estos 15 años, algunos por dolor y tristeza”, dijo Oscar Filardi, que en 2004 tenía 45 y había llevado a su hijo Juan Ignacio y a dos amigos de éste, Bruno y Joaquín, a ver a Callejeros y tuvieron suerte: todos están vivos.

La puerta de entrada y
La puerta de entrada y salida de Cromañón ahora está pintada con los nombres de las 194 víctimas mortales del 30 de diciembre de 2004

El pasaje de los pibes es un museo del horror, de la memoria y un mensaje escrito en una pared: “La corrupción mata”.

De eso habló la tarde del lunes el arzobispo de San Juan, Jorge Lozano, en la misa que condujo junto al cardenal Mario Poli en la Catedral metropolitana, y que se realiza cada 30 de noviembre.

Nos une la experiencia del horror. La noche del 30 de diciembre (fueron), horas de incertidumbre y búsquedas desesperadas. Recordamos los ninguneos y los compromisos de personas que se unieron a dar una mano. Gente que se puso la tragedia al hombro. Nos une la indolencia de la corrupción. Aquí estamos, rezando y dando testimonio del amor que no deja en el olvido a los que han muerto y han sobrevivido. De las familias y de los amigos. El amor nos hace decir presente delante de la sociedad y delante de Dios en este templo catedral. Miramos para atrás no para quedarnos atornillados a la muerte sino para unirnos en el amor”, comentó Lozano, quien observó un detalle conmovedor: “Recién en la procesión hacia el altar veía que desde hace años muchos se ubican en el mismo banco, en la misma fila, como una presencia de recuerdo, de memoria que a través de los años nos une con Dios y con los que murieron hace 15 años”.

En los bancos de la iglesia más importante de Buenos Aires escuchaban al arzobispo los mismos familiares, las mismas banderas con todos los rostros muertos y con los mismos carteles desde hace una década y media: “Esteban Lucas siempre estarás con nosotros”; “Justicia Julio 26-02-81 / 30-12-04”, “Julio te queremos”, entre muchos otros.

“Hoy como aquel día tremendo venimos a buscar el consuelo de Dios, fuente de esperanza. Venimos a implorar la verdad y la paz para que esto no suceda nunca más. Hace 15 años que venimos celebrando. Estamos en un dolor”, comentó Poli, quien anunció “saludos desde Roma”, mientras de fondo el coro cantaba una canción de misa que dice “las olas de la muerte me envolvían pero el Señor venció”.

Sergio Aramburu, frente al retrato
Sergio Aramburu, frente al retrato de su hermana Mili (Nicolás Stulberg)

En Once, un hombre miraba fijamente la foto de una de las víctimas. Apoyó su mano y así se quedó un rato largo, minutos en silencio. Se llamaba Sergio Aramburu y acariciaba la foto de su hermana Mili, que al morir tenía 22 años, 18 menos que él. Ahora, en 2019, sus hijos ya son más grandes que lo fue su hermana.

Sergio dejó que una lágrima caiga por su cara. No le teme a la emoción. Aquella noche estuvo toda la madrugada en busca de su hermana hasta que a las 6 de la mañana alguien lo llamó para avisarle que estaba en el hospital Penna de Parque Patricios. Había llegado viva. Pero estaba muerta.

Fue durísimo y cualquier chico que se va antes duele, no se entiende. No lo acepto. Hay que seguir. Es un dolor diario y aprendés a convivir”, comentó.

Durante el juicio por la
Durante el juicio por la masacre fueron condenadas 21 personas

A la hora en que se supone que se desató la masacre, este lunes de lluvia, el último del año, cientos de personas culminaron el acto conmemorativo de frente a la puerta de Cromañón, actualmente una persiana baja a la que se le imprimieron los 194 nombres en letras negras sobre un fondo blanco y un cartel al lado que dice “Este fue el ingreso a Cromañón”.

Allí, familiares de víctimas y sobrevivientes encendieron 194 velas y soltaron la misma cantidad de globos blancos al cielo, quizá con la esperanza de que lleguen hasta sus seres queridos. “Nos duele el alma no tener a nuestros hijos por una manga de hijos de puta que convirtieron a esto en una cámara de gas. Fueron abandonados en los hospitales nuestros hijos. Y no nos olvidamos. Esto es memoria para ellos. Los padres nos vamos muriendo, pero es dejarle un legado a nuestros hijos y nietos”, dijo Mirian Araneda, con la voz firme, luchadora como es.

Fotos de Nicolas Stulberg

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