Año 1948. En la Rambla Lorenzo Batlle Pacheco, entre la calle Mar del Plata y la calle Valparaiso, se alza un hotel gigantesco. Nadie sabe todavía que será parte de la historia más esplendorosa de Punta del Este. Nadie sabe, mucho menos, que su final será también parte de un capítulo igual de resonante.
Se trata del Hotel San Rafael y de su por entonces flamante casino que a lo largo de los años recibió a la realeza de todo el mundo, actrices y actores de Hollywood, presidentes, empresarios… Su última dueña fue Santina Manoukian de Merlo, responsable también de tomar la decisión más difícil: vender el hotel.
Es que años atrás el San Rafael ya quedó inhabilitado: cerró su puertas en el 2011 y ya no se pudo reservar ninguna de las 128 habitaciones y 15 suites de las 7 plantas y 14.166 metros cuadrados. Desde entonces, quedó el edifico inhabitado ahí frente a la playa, en la parada 11 de la Brava. Fue durante ese tiempo silencioso un emblema de tiempos mejores, a la vez que un símbolo de la decadencia. Dos caras a un solo tiempo oficiando de faro para nostálgicos y poetas.
Pero eso no había sido todo para el gigante de La Brava. En febrero del 2018 se anunció que la cadena Cipriani había comprado el hotel por 40 millones de dólares. Todo volvió a la vida prontamente. El empresario italiano Giuseppe Cipriani anunciaba a Infobae el verano pasado: “Desde que vengo a Punta del Este, el hotel San Rafael es uno de esos lugares de los que siempre te acuerdas. Fue un ícono de Punta, está lleno de historia. Me enteré que estaba a la venta en febrero de este año. Me acerqué a Santina, la dueña, y terminamos haciendo este negocio. Después, empezamos a hablar con la Intendencia de Maldonado y la respuesta fue muy rápida. Trabajaron muy bien con nosotros, el proyecto se aprobó muy rápido. Punta del Este es, un poco el The Hamptons de los argentinos. Tenía miedo de trabajar en Uruguay, porque para mí es un lugar de descanso”.
El proyecto de Cipriani, además de instalar uno de sus clásicos restaurantes, era el de hacer dos torres gigantescas que custodiaran al viejo hotel. La duda principal que surgía entre los locales era si mantendrían la estructura original mejorándola o si lo echarían abajo. La promesa, dicen algunos vecinos de la zona, era que mantendrían la fachada original (esa que hasta el verano pasado estaba en pie), pero desde el comienzo el plan de trabajo adelantaba que no sería posible mantener los viejos materiales. Hoy en la parada 11 de La Brava solo hay un descampado inmenso bordeado por los carteles de Cipriani que anuncian el proyecto, y una construcción al frente donde funciona un showroom. Del viejo hotel, de su vieja fachada, ni rastros. Por ahora.
“Era imposible mantenerlo en pie porque las paredes estaban todas rajadas. Se estaba viniendo abajo”, explican desde la oficina comercial que lidera el proyecto. Desde el punto de vista de la ingeniería era inviable mantener la vieja edificación. “Alguna gente se enoja porque no saben que vamos a construir un hotel central que será idéntico al anterior pero con materiales de lujo y la última tecnología”, afirman. Esa era la promesa que hoy puede verse plasmada en la maqueta que se ubica en el showroom.
Será efectivamente un mega proyecto que supone la replica del hotel (donde funcionará de hecho un hotel), y dos torres residenciales monstruosas. Tal como anunciaron, se realizará una inversión de 450 millones de dólares. El nombre del complejo será Cipriani Ocean Resort and Club Residences y tendrá, en una primera instancia, 70 habitaciones de hotel, 75 apartamentos privados y un casino. Además, en el 2020 se pondrán a la venta 90,000 metros cuadrados de residencias adicionales. Será un paso más allá en cuanto al diseño, la decoración, la inversión y el paisajismo de la zona. Para Cipriani, amante de estas costa, el complejo supone “la reinvención del lujo del Punta del Este”.
El diseño está a cargo del uruguayo Rafael Viñoly y estiman que en la construcción se empleará a más de 1000 personas durante 5 años y 800 que trabajen dentro una vez terminado el proyecto. Esta es una de las causas que más expectativas genera entre los habitantes locales, que ven con buenos ojos la llegada del nuevo mastodonte, más allá de que extrañen el viejo hotel.
“Crié a mis hijos adentro de este hotel, mientras trabajaba. Mis nietos también se criaron acá. Yo solo me quedé con un llavero y una medalla de una importante cumbre de presidentes que se hizo en el San Rafael. Mis hijos y mis nietos también se quedaron con algunos objetos de recuerdo. Lo que guardo adentro mío es tan grande que no preciso nada más. No hay ninguno de nosotros que sufra, estamos todos contentos”, dijo a Infobae Santina, su antigua dueña.
Tal vez en sus palabras se clausure una época. Tal vez solo en sus memorias quede aquel viejo esplendor.
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