“Lo primero que hicieron fue cortarme el pelo. Es la primera vez que tengo un corte de pelo gratis, pero este corte de cabello podría ser el más caro de mi vida, ya que el 13 de julio debía comenzar a filmar un western de acuerdo a un contrato ya firmado. Si me aguardan una semana más podría hacer el film. Lo que no sé es cómo vamos a explicar que mi personaje tenga un corte de pelo ‘a lo preso’”.
La respuesta -parte de un texto de dos carillas manuscritas con letra apretada- le llegó al periodista de la revista Siete Días el 8 de julio de 1971 de manos de un guardiacárcel del Penal de Devoto. El cronista había intentado infructuosamente que le permitieran entrevistar al cantante norteamericano Dean Reed, detenido después de haber entrado clandestinamente a la Argentina desde Uruguay. “El único que puede visitarlo es su abogado”, le habían explicado al periodista, pero podían hacerle llegar preguntas por escrito al detenido.
Por entonces, la Argentina llevaba cinco años de dictadura militar y quien gobernaba el país era el tercer dictador, Alejandro Agustín Lanusse.
Reed llevaba más de una semana detenido. Palabras más o menos, los medios habían resumido así los hechos: “El 28 de junio por la mañana -y luego de varios intentos frustrados de entrar legalmente al país- el cantante norteamericano Dean Reed ingresó en forma clandestina; provenía del Uruguay, donde había cumplido una gira artística. Ese mismo día, por la tarde, fue detenido por funcionarios de la división de Asuntos Extranjeros, dependiente de la Superintendencia de Seguridad Federal (ex Coordinación Federal), al salir del estudio de su abogado -el doctor Heraldo M. Quijano- en la calle Arroyo 843. Posteriormente fue remitido al Instituto de Detención de Villa Devoto, donde lo alojaron en el pabellón de contraventores, quedando a disposición de la Dirección Nacional de Migraciones”.
Casi medio siglo después, la noticia puede resultar enigmática. ¿Por qué la dictadura de Lanusse no dejaba entrar al país a un cantante norteamericano de rock? ¿Por qué, a pesar de eso, el músico había intentado violar la prohibición y terminado preso en Devoto? ¿Por qué no permitían que lo entrevistaran? ¿Por qué lo iban a expulsar de la Argentina?
Pero en 1971 esa detención, si bien causó revuelo, no sorprendió. Dean Reed, que había brindado shows como músico y también había sido actor durante varios años en la Argentina. Sin embargo, tenía prohibido entrar al país desde 1968, cuando la recién instalada dictadura de Juan Carlos Onganía lo había “invitado” a irse. No lo habían expulsado del país por sus recitales en vivo, ni por sus shows en programas populares como Sábados Continuados o Ídolos de la Juventud -los dos por el Canal 9 de Alejandro Romay- sino por sus “indeseables” posiciones y declaraciones políticas.
Porque Dean Reed, además de rockero era comunista. Tanto que se lo conocía como “El Elvis Rojo”.
Del norte a un sur convulsionado
Dean Cyril Reed había nacido el 22 de septiembre de 1938 en Lakewood, Colorado (Estados Unidos). Estudió meteorología pero le tiraba mucho más la música que los fenómenos climáticos, de modo que en 1958 se instaló en California, donde empezó a participar en recitales con otros cantantes y bandas.
Se hizo bastante conocido. Tenía buena voz, era un tipo que resultaba atractivo y su manera de moverse en el escenario lo emparentaba con el máximo ídolo musical de la época, Elvis Presley. La discográfica Capitol Records creyó encontrarle pasta de estrella, lo contrató y lo lanzó con dos discos simples -I kissed a Queen y Our summer romance– que tuvieron éxito. También lo hizo participar en varias telecomedias televisivas.
A principios de los ’60 las cosas no le iban mal, pero estaba claro que nunca llegaría a ser una súper estrella del espectáculo. Si se quedaba en los Estados Unidos sería uno más entre muchos otros. En cambio, algunos de sus temas se habían convertido en éxitos en el sur del continente e incluso Our summer romance estaba en los primeros puestos de los rankings de Chile y la Argentina.
Decidió probar suerte con una gira por Perú y Chile, con un éxito sorprendente: llenó estadios y los canales de televisión se peleaban por tenerlo en sus programas de espectáculos.
Además, Latinoamérica le gustaba, tanto como para quedarse. Volvió a los Estados Unidos donde grabó una doble versión-en inglés y en castellano- de La Novia, el gran éxito del chileno Antonio Prieto, figura de El club del clan, programa emblemático del Canal 13.
En 1962, Reed se radicó en Chile y empezó a estudiar español. Esa decisión le cambió la vida.
Un despertar político
En Chile se transformó en ídolo. Además de grabar varios álbumes, Reed dio conciertos en vivo, participó en películas e incluso se lanzó una serie de fotonovelas con él como principal galán. También se vinculó con artistas y músicos chilenos. Conoció a Pablo Neruda y se hizo amigo de Víctor Jara, cuyas canciones de protesta no sólo lo sedujeron, sino que lo llevaron a seguir con atención la realidad política de la región.
Cada tanto cruzaba la cordillera para presentarse en la Argentina, donde daba recitales multitudinarios y se presentaba en los llamados “programas ómnibus” de la época, acompañado por una banda de músicos locales, Los Dominantes, integrada por Juan Luis Bhe “Ricky” (teclados), Carlos Reale “Charly” (Bajo), Dardo Rivero (Guitarra), Juan Chiarello (Guitarra), Jacinto Atencio (Batería).
En Buenos Aires conoció a los músicos de la llamada “Nueva Ola” pero también con figuras del folklore de claras posiciones políticas, como Horacio Guaraní.
Poco a poco, sobre todo en Chile donde estuvo radicado hasta 1964 -cuando decidió trasladarse a la Argentina-, empezó a participar en actos de la Unidad Popular de Salvador Allende y a dar recitales gratuitos en barrios pobres, donde combinaba sus éxitos con canciones de protesta.
En una “Carta a mí mismo”, publicada ese 1964, cuenta la transformación política que estaba viviendo. “El año pasado ha sido un año de profunda búsqueda interior, estoy más convencido que nunca de que es obligación de cada hombre, sin importar si es carpintero, poeta, albañil o taxista, ser también parte de lo político y participar en la vida de su barrio, país y planeta. Los políticos nos dirán que les dejemos el control de los países. Es como si los ladrones le dijeran a la policía que no los molesten mientras están robando a la gente”, escribió.
Expulsado por Onganía
En la segunda mitad de 1964, cuando gobernaba el radical Arturo Illia -y no había persecución política aunque el peronismo estaba proscripto-, Dean Reed viajó una vez más a la Argentina, esta vez para radicarse en Buenos Aires. Canal 9 le había ofrecido un contrato de exclusividad que lo comprometía a grabar una telenovela y a participar en el programa más exitoso de la emisora. También tenía un contrato para participar de Ritmo nuevo y vieja ola y Mi primera novia -protagonizada por Palito Ortega-, dos películas de Enrique Carreras.
“El popular actor norteamericano Dean Reed se radicará en nuestro país, donde ha de actuar en un programa que se llamará El profesor Simpatía, con Julia Sandoval, Laura Escalada y Enrique Kossi. El ciclo saldrá al aire en Canal 9, a partir de abril de año próximo. En esa misma emisora, será la estrella de Sábados Continuados hasta el mes de mayo, época en que viajará a Venezuela para presentarse en el ‘video’ del país hermano por espacio de quince días, regresando luego a nuestro país”, informaba por entonces una gacetilla de prensa del canal de Alejandro Romay.
Las grabaciones y actuaciones en vivo -donde hacía furor con su versión de La Bamba- no fueron obstáculo para que continuara con su actividad política. Fue por entonces cuando se vinculó con el Movimiento de Paz, dirigido por el escritor Alfredo Varela, y empezó a hacer declaraciones públicas y participar en manifestaciones contra la intervención norteamericana en Vietnam.
Lo que Dean Reed no sabía es que por su participación en el Movimiento de Paz -que había sido distinguido con el Premio Lenin por la URSS- los servicios de inteligencia argentinos lo tenían catalogado como “agente soviético”.
Cuando el 28 de junio de 1966 un golpe de Estado derrocó a Arturo Illia y puso en la Casa Rosada al dictador Juan Carlos Onganía, el “Elvis rojo” fue uno de los primeros detenidos y pocos días después fue expulsado del país. Eligió como destino la República Democrática Alemana.
Chile y una bandera lavada
Los cuatro años siguientes a la expulsión de la dictadura argentina, Reed hizo giras por Alemania Oriental, la Unión Soviética y varios países europeos, donde además participó de una decena de películas, especialmente spaghetti western. Sin embargo, en 1970 decidió volver a Chile con un objetivo preciso: apoyar la campaña a la presidencia del candidato socialista Salvador Allende.
Lo hizo con un gesto contundente. Se instaló frente a la Embajada de los Estados Unidos en Santiago y lavó con detergente una bandera norteamericana. “Hoy día en Santiago de Chile simbólicamente lavo la bandera de mi patria. Esta bandera norteamericana está sucia con la sangre y lágrimas de millones de gente (SIC), la mayor parte de Sudamérica, África y Asia”, explicó a los periodistas que lo entrevistaron allí mismo. Terminó en la comisaría.
Salvador Allende le correspondió el gesto invitándolo a la Casa de la Moneda –la sede de gobierno- apenas asumió la presidencia. La foto muestra a un exultante Dean Reed, vestido con un elegante esmoquin, estrechando la mano del líder del Partido Socialista chileno.
Detenido y expulsado por Lanusse
El “Elvis rojo” se radicó nuevamente en Chile, donde continuó con sus actuaciones. Seguía teniendo prohibida la entrada a la Argentina, donde para 1971 gobernaba Alejandro Agustín Lanusse. Luego de intentar sin éxito que se le permitiera visitar el país, decidió hacer una maniobra publicitaria equivalente a la de la bandera norteamericana en Santiago de Chile. Viajó a Uruguay y desde Colonia llegó a Buenos Aires. Lo dejaron pasar por Migraciones, pero sólo para detenerlo pocas horas después al salir del estudio del abogado que había contratado antes de viajar. Lo llevaron a Devoto.
En las respuestas manuscritas a las preguntas que pudo hacerle el periodista de Siete Días, Reed explicó lo que a su juicio eran los motivos por los cuales estaba detenido: “Yo diría que hay dos motivos. Uno, el que las autoridades han tomado como excusa y otro, el real. El primero es que yo habría efectuado declaraciones políticas cuando residía en la Argentina. Pero el motivo real es que yo dediqué mi arte y mi fama a la lucha por la paz, por el progreso social del mundo, dos cosas que aparentemente no le convienen a algunos sectores privilegiados. Lo concreto es que después de 16 días continúo preso, sin ser acusado de nada, sin ser procesado por nada y sin ser condenado por nada”, escribió.
También dijo qué lo había llevado a entrar clandestinamente al país: “He adoptado la decisión de llegar a Buenos Aires de la forma en que lo hice, para obligarlos a acusarme de algo abiertamente y de esa manera poder defenderme frente al pueblo. Considero que es injusto condenarme o acusarme de algo negándome el derecho a defenderme. Quiero que mis acusadores dejen los rincones oscuros donde se hallan escondidos”, explicó.
Días después fue expulsado del país.
Chile y Víctor Jara otra vez
El 11 de septiembre de 1973, el golpe de Estado encabezado por el general Augusto Pinochet instaló la dictadura más sanguinaria de la historia de Chile. Una de las víctimas asesinadas en el Estadio Nacional de Fútbol en los primeros días posteriores al golpe fue Víctor Jara, por quien Dean Reed sentía una enorme admiración y un cariño entrañable.
A manera de homenaje, el “Elvis rojo” decidió producir una película contando su vida, que dirigiría y protagonizaría él mismo, El Cantor.
La estrenó en el Festival de Cine de La Habana en 1978, pero resultó un fiasco: estaba llena de búlgaros rubios haciendo de chilenos y cantando consignas en alemán. Y Reed, en el papel de Víctor Jara, seguía pareciéndose mucho más a Elvis Presley que al músico chileno.
“La película era terrible. Era Dean Reed haciendo la revolución solo (…) Él usufructuó de una historia muy trágica para lucirse. Me dio furia"”, se quejó Joan Turner, la viuda de Víctor Jara, en una entrevista que le dio a la revista The Clinic después del estreno.
Al mismo tiempo, desde Alemania Oriental, donde tenía su residencia permanente, Reed emprendió una fuerte campaña contra la dictadura de Augusto Pinochet. En 1983, incluso, viajó a Chile y se llegó a dar dos recitales casi clandestinos.
Comenzó cantando sus populares canciones de rock & roll, pero luego siguió con Venceremos, el himno de la Unidad Popular. La dictadura de Pinochet lo detuvo y lo expulsó, no sin antes torturarlo.
Una muerte sospechosa
Después de su aventura chilena, Reed volvió brevemente a los Estados Unidos, donde fue entrevistado en 60 Minutos, el programa de mayor audiencia del país. Allí defendió la política exterior de la Unión Soviética y criticó duramente al presidente Ronald Reagan. Llegaron miles de mensajes a la producción del programa, insultándolo. Volvió a Berlín.
El 16 de junio de 1986, cuando estaba a punto de comenzar el rodaje de una nueva película, su cuerpo -con el rostro desfigurado- apareció flotando en las aguas del lago Zeuthner See, cerca de su casa en Berlín Oriental. Hacía cuatro días que nadie tenía noticias de él.
Su muerte fue catalogada como “accidental” por la policía y la investigación se cerró rápidamente.
Ni su hija mayor, Ramona, ni los amigos más cercanos del “Elvis rojo” jamás aceptaron esa versión. Siempre sostuvieron que se trató de un asesinato cometido por la CIA.
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