“Soy un viejito de 45 años. Tengo una familia convencional, estoy casado hace 20, tengo 3 hijos. Soy productor de seguros, y con algo de experiencia en carreras de montaña”, inició su email de presentación, Agustín Graffigna, este entusiasta que acaba de cruzar la Cordillera de los Andes en una bicicleta plegable rodado 16.
“Mi mujer me dijo: ‘No tenés la necesidad de hacerlo’”. Pero el impulso de Agustín era mucho más potente. “Necesitaba salir a pedalear solo y perderme en la inmensidad, mi esposa me regaló cuatro días...y los aproveché".
Así fue, el pasado 5 de diciembre cargó su carpa, un bolsa de dormir y... ¡ nada más! “Ni velocímetro, ni herramientas”. En los bolsillos llevó 4 mil pesos, y gastó 500. “El viaje tenía que ser simple, sin lujos, sólo disfrute.... Sólo necesitaba conectarme con el momento".
El punto de partida: la terminal de ómnibus de Mendoza. El destino final fue San Felipe, en Chile. El plan de ruta duró cuatro días. En total pedaleó 350 kilómetros en altura y por los paisajes únicos de la Argentina.
El primer día de Mendoza a Uspallata en total 107 kilómetros: “Por mí falta de experiencia, subestimé el camino y al rato de haber salido me quedé sin comida y sin agua. Traté de parar los autos que circulaban por la ruta 7, y no tuve éxito. Entonces me encontré con un río que me salvó, sino no podía seguir. Esa noche me senté en un restaurante donde paran los camioneros y me devoré todo”
El segundo tramo fue el más importante por la complejidad del camino. Partió temprano de Uspallata con la idea de pasar la noche en Puente del Inca. “Pedalié tanto que llegué antes de lo previsto, como me sentía bien seguí. La cuesta ascendente, combinado con los fuertes vientos, me obligó a bajarme de la bici y seguir a pie hasta Las Cuevas, localidad fronteriza con Chile”.
El cruce por la aduana fue otra hazaña. “Ya estaba a más de 4 mil metros de altura, entonces lo hice junto a los carabineros. Me sacaban fotos al ver que estaba solo con mi bici”.
Así llegó al pueblo chileno de Los Andes. Y continúo hasta San Felipe. En el camino conoció a otros ciclistas que le advirtieron que no le convenía visitar Viña del Mar, porque el clima social y político estaba muy convulsionado. “Ya estaba muy feliz con todo el trayecto, me sentía realizado. Compré un pasaje en micro para volverme a casa. Esa noche repasé todo lo que había vivido esas últimas 72 horas".
-¿Por qué te lanzaste a hacer este recorrido en bicicleta?
-San Juan en la capital del ciclismo, pero no hay ciclovías. Voy a todos partes pedaleando, me cambió la vida haber adoptado este nuevo hábito. Mi bici es para terrenos urbanos, no está preparada para los caminos extremos o sinuosos de montaña. Pero era algo que soñaba. Entonces no quise poner más excusas, me lo propuse, lo diseñé y lo puse en práctica.
-¿Cada cuánto descansabas?
-Después de ocho horas, hacía 100 kilómetros diarios.
-¿Dónde dormías?
-En hostels ruteros.
-¿Lograste tu objetivo con este viaje?
-Quise romper paradigmas, hacer algo espontáneo y loco. Lo he disfrutado tanto.
-De los cuatros días, ¿cuál fue ese momento inolvidable?
-Mi hija me preparó una lista de música en el teléfono. No lo usé nunca. Me puse escuchar el silencio ¡es extraordinario!
-¿Tu lugar preferido?
-Sin dudas la imponente de la Cordillera de Los Andes. La bici era chiquita, y en ese contexto desaparecía.
-¿Qué te cambio haber hecho este viaje?
-Entender que la vida es mucho más simple.
(Si tenés una historia de vida, viajes, cambio para compartir, podés escribirme @camilahotano o cotano@infobae.com)
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