“Hace un año/ hoy", escribió desde su cuenta personal de Twitter, Milagros Bottero. Acompañó el mensaje con dos fotos suyas en bikini: la primera de 2018 y la segunda de hace algunas semanas. La visible transformación fue celebrada con más de 2.700 retuits, y 10.000 mensajes de apoyo.
Milagros tiene 18 años, es de Caseros, vive con sus abuelos, su hermano y su mamá. Terminó el colegio secundario el año pasado. Y sueña con convertirse en diseñadora de indumentaria, pero antes transita un largo proceso de recuperación de un trastorno alimentario. “Lo que le estaba haciendo a mi cuerpo y a mi vida estaba mal”, le dice a Infobae.
En apenas tres meses había bajado más de 10 kilos, aunque ella aún se veía “gorda”.
“Me volví obsesiva. Tenía un número en la cabeza: 52 kilos, no me podía pasar de ese peso. Era mi límite”, cuenta. “Durante mucho tiempo lo único que comía era una milanesa de soja con tomate o alguna verdurita. Tomaba mucho mate y fumaba para llenarme”.
Por la falta de alimentación saludable, Milagros llegó a tener amenorreas. “Se lo adjudiqué a mis ciclos menstruales irregulares. Mi familia no sabía cómo ayudarme. Me quisieron internar, llevarme a un nutricionista o ver a un médico. Estuve mucho tiempo negada. Sentía que todos estaban complotando para que sea gorda. Recién hoy veo que querían verme mejor y sana.
-¿Cuándo empezaste con los problemas de alimentación?
-No lo sé. Jamás fui del todo consciente de que comía mal o reducía las porciones. Solo me importaba verme flaca y sentirme bien con mi imagen. La comida jamás fue un canal de placer, nunca me di un gusto. Hubo un tiempo donde usé la aplicación del celular para llevar registro de cada caloría ingerida. También me sacaba fotos del cuerpo y las publicaba en las redes esperando una respuesta positiva.
-¿Tu entorno no te decía nada sobre tu pérdida de peso?
-Me rodeé de gente que pensé que me quería, pero hoy puedo ver que no era así. Le hacía caso a sus comentarios poco constructivos. Además, me centraba en seguir los estereotipos impuestos. Apuntaba a ese ideal y nunca me sentí cómoda con mi cuerpo. Eso me generó una inseguridad constante. Tuve un novio que me cuestionaba cada cosa que ingería, me sugería bajar ese rollito o que hiciera más gimnasia.
-¿Cómo reaccionabas al respecto?
-Me reía... pero claro que me afectaba. No tenía amor propio.
-¿Cuándo fuiste consciente de lo que te estaba pasando?
-Es un proceso aún muy doloroso, todavía me cuesta. Creo que toqué fondo cuando vi a mi mamá mal. Nos peleábamos todo el tiempo por la comida, ella me pedía por favor que comiera algo. La convivencia se tornó compleja. Al ver su sufrimiento creo que empecé a mirarme a mí.
-¿Cómo lo superaste?
-Todavía no lo hice. Creo que va ser algo que tenga que luchar siempre. Estoy con una nutricionista y en algún momento voy hacer terapia. Mi entorno fue clave, la ayuda de mi familia y mis amigos.
-En las fotos hay un cambio físico notable del 2018 a 2019. ¿Lo ves?
-Para mí es un orgullo. No sé cuánto subí de peso, lo que sí sé es que me siento mejor. Tengo más energía, empecé hacer actividad física para poder ganar masa muscular. Es una lucha diaria.
-Tu posteo tuvo un gran repercusión en redes. ¿Cuál fue tu objetivo a la hora de exponer el trastorno de alimentación que sufrías?
-Compartir mi logro. Verme así hoy para mí es un batalla ganada. Recibí miles de mensajes de apoyo y otros pidiendo ayuda. No soy la indicada para decirles qué hacer, prefiero que consulten con profesionales pero sé que con fuerza de voluntad y mucha pelea pueden llegar a estar como quieren.
-¿Tu deseo de estudiar diseño de indumentaria tiene algo que ver con tu proceso de recuperación?
-Quiero crear una marca con esencia propia: distinta, inclusiva y sin prejuicios. Que salga de lo esperado y convencional. Quiero crear una ropa que abrace a todos los cuerpos.
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