Mediodía de lunes, en San José, Uruguay. Luis Mario Vitette Sellanes -remera, bermudas, sandalias- mira, recostado en un sillón de su casa, los dibujitos Monster Machines con su hijo Lucciano Antonio, de cuatro años, y su esposa Elicet. “Queremos que nuestro hijo sea un hombre de bien, lo criamos para eso”, dicen.
Esa es la intimidad del hombre de 64 años que ante los medios muestra otra faceta. La de Marito, el ladrón burlón y verborrágico que se agranda ante todos y exhibe sus delitos como si fueran trofeos en una vitrina. Un hombre polémico que roza el escándalo. Odiado y amado. “Esa es la máscara”, dice Vitette. “Yo también repudiaría a un tipo así”.
Su fama se la debe al audaz robo del siglo, ocurrido el 13 de enero de 2006 en el Banco Río de Acassuso, donde una banda tomo rehenes mientras vaciaban las cajas de seguridad. Huyeron en dos gomones, y luego subieron por una alcantarilla, con alrededor de 15 millones de dólares. Engañaron a más de 300 policías. En la bóveda dejaron un cartel: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”.
Vitette tuvo un rol central: fue el negociador de la banda. El que “combatió” oralmente con el negociador del Grupo Halcón. El que estuvo en la mira de los francotiradores. El que usó traje gris, bigote falso y kipá. Y hasta estudió teatro para desempeñar mejor su papel.
Al final todos fueron detenidos y ahora están libres porque se comprobó que usaron armas de juguete.
Pero mientras ocurría la planificación del gran golpe (la construcción del túnel, de la herramienta que abrió las cajas de seguridad, el original plan de fuga), y su ejecución, a Vitette se le iba formando algo en la cabeza: una historia de amor y robo que vio la luz este año.
Un libro llamado El ladrón del siglo, éxito de ventas (lidera el ránking de libros en formato electrónico) editado por Planeta. La obra es una historia de amor real que ocurre durante un robo. A lo largo de los capítulos, Vitette recorre parte de su vida criminal, como escruchante (entrar en las casas en ausencia de sus ocupantes), “hombre araña”, fugas y robos. El robo del siglo aparece resumido. “No es un libro sobre ese robo, es mucho más que ese hecho”, dice el ahora autor.
Retirado del delito desde ese asalto considerado el más importante de la historia criminal argentina (hace poco más de 13 años), Vitette vive un presente idílico. Libro, película (El robo del siglo, dirigida por Ariel Winograd, a estrenarse el 14 de enero y en la que es interpretado por Guillermo Francella), entrevistas (de Rusia, Francia, China, Estados Unidos, España, Italia) y la posibilidad de llevar al cine su primer libro.
-¿Está recuperando la adrenalina que decía tener cuando robaba?
-Nunca la perdí. Me retiré a tiempo. No extraño nada de esa etapa de averías. No fue una fiesta. Mi familia me dio felicidad. Lo demás es yapa. Pero reconozco que me dio una identidad.
-¿Cómo surgió el libro?
-Siempre tuve idea de escribir parte de mi vida. Y todo esto surgió con una historia de amor verdadera, que fue el disparador, durante la preparación del robo al banco. Lo fui recordando y es como si se hubiese ido escribiendo palabra por palabra en mi cabeza, en medio de ese asalto histórico.
-¿Vio la película?
-La vi. Es una gran ficción, será un éxito de taquilla, pero como ficción tiene un poco de verdad y un poco de irrealidad, es lógico. Lo que no estoy de acuerdo es que hayan involucrado a mi hija, que en todo esto no tiene nada que ver.
-¿A qué se refiere?
-El personaje de Francella, es decir Marito Vitette, tiene una hija (Johanna Francella, hija de Guillermo). Y yo también. Y ahora tengo un grave problema familiar. ¿Por qué no pusieron a los hijos de los otros miembros de la banda? No me consultaron. Mi hija es intransigente. Y se ve expuesta. Encima tiene una peluquería como la de la ficción. Y otras cosas más que no puede decir del filme pero que molestaron a mi hija. No tuvieron en cuenta su consentimiento. Tengo un hijo de 44 y una hija de 40.
-¿Usted podría frenar la película?
-No hablo de eso. Pero me lo han dicho abogados. Yo quiero sumar. Y que todo sea prolijo. Y no haya sorpresas. Hay otra cosa que me molestó.
-¿Cuál?
-Hace 30 años que estoy rehabilitado de la droga, sin haber recaído. Y no sé por qué en la película me pusieron fumando un porro. Pero es una gran película. Quiero recalcarlo cinco veces. Gran gran gran gran gran película.
-¿Volvió a ver a otros miembros de la banda?
-Sí, sí. Volví a verlos.
-¿Por qué motivo?
-No tengo que ventilarlo. Pero nada delictivo.
-¿Qué recuerda de Giselle, la protagonista de su libro?
-No quiero recordarla. Me duele recordar. Intentaré no recordarla más.
-En su libro narra en paralelo el amor y el delito. ¿Pueden ir juntos o uno devora al otro?
-El ladrón que se enamora tiene que dejar de ser ladrón o dejar ese amor para seguir siendo ladrón. Amar y robar son incompatibles. Uno hace sufrir a su familia. Yo elegí el amor. Las dos o tres veces que me enamoré han sido amores intensos.
-¿Qué dijo su esposa del libro?
-Conocía esta historia y los pormenores. Cuando leyó la dedicatoria murió de amor y no me cuestiona nada porque fue mi vida anterior. Ella no está de acuerdo con ninguno de los ilícitos que cometí y cuento en el libro. Odia mi vida anterior, odia el delito. Es la mujer perfecta para mí.
-En una nota contó que en Twitter lo bloqueó el Papa. Y eso que usted es católico.
-No sé por qué. Vivo momentos de paz. Así como mucho me odian, otros me quieren. Con Andrés Calamaro, el poeta, me escribo con mucho respeto. Y a Víctor Hugo Morales le estaré agradecido toda mi vida porque no es fácil apoyar e impulsar a un ex convicto. Y con el prólogo que hizo levantó mucha polvareda y me encanta eso. Pero él se expresó, dijo lo que él quiso decir y, de esa manera, darle prestigio a mi opera prima. Con Francella, un grande, hablé dos veces y ojalá haya un encuentro, un almuerzo de pescados.
-¿Se arrepiente de algo?
-Yo fui criado en una familia de bien, religiosa. No me enorgullece haber robado. Pido perdón a las víctimas. Un perdón sincero. No quiero hacer apología. Suelo hacer un personaje, Marito, que no es la persona que en realidad soy. Disfruto de mi familia y, como ya dije, quiero que mi hijo sea un hombre de bien. Que elija cualquier oficio, pero dentro del bien. En mis últimos días en una celda escribí este verso satírico: “Por mis fracasos conociste las vicisitudes de un ladrón, pero seré liberado muy pronto, gracias a Dios. De mis éxitos ni hablemos, eso queda en mi recuerdo, no hay que hurgar en la memoria de este triste ladronzuelo”.
-Pero al escribir ese libro empezó a hurgar en su memoria…
-Prefiero eso antes que lo cuente otro. Y lo cuente mal. Me gustó este camino. Tengo muchísimas cosas para contar. Entretelones y miserias, no sólo del robo del Banco Río. Son cosas que forman parte de mi vida. El robo del siglo es un hecho más en la montonera. Quizá (tono misterioso) hay hechos mucho más resonantes.
-¿Qué proyectos tiene?
-Muchos. Seguir con mi taller de joyería Verde Esmeralda. Ir escribiendo memorias. Pero quiero disfrutar este momento.
-¿Le gustaría actuar?
-Me encantaría. Soy bueno en esto. A las pruebas me remito. En mi opera prima (en El robo del siglo yo simulé un personaje) mucha gente quedó boca abierta. Y otros despistados. Y otros opacados. Ante la magnitud de esa obra “artística” en la que el objetivo era no dañar a nadie. Si lo pude hacer ante cientos de policías armados, ante un público desarmado y sentado en una butaca, sería mejor. ¿No le parece?
SEGUÍ LEYENDO: