La marcha peronista: su música y letra están inspiradas en un himno de un club de barrio de Barracas

La asunción del presidente Alberto Fernández y de Axel Kicilof a la gobernación bonaerense reincorporó, en medio de los protocolos de rigor en los actos oficiales, la famosa marcha. Fue estrenada en 1949 pero sus raíces hay que buscarlas en la década anterior, en un histórico club de barrio de Barracas

El Congreso canta la marcha peronista durante la Asunción presidencial de Alberto Fernández y Cristina Kirchner

¿Quién era el que en la temporada de carnaval salía por las calles de Barracas con su bandoneón, seguido por sus pequeños hijos disfrazados, recorriendo el barrio, mientras se le unían vecinos con panderetas, tapas de cacerolas, y cualquier elemento que fuera ruidoso, generando así una espontánea batucada, a la que todos ya esperaban?

El responsable de este corso bullanguero se llamaba Juan Raimundo Streiff. Muy querido y alegre en su Barracas natal, sus padres habían emigrado de un pueblo, hoy francés, corridos por la miseria y la muerte provocada por la guerra franco-prusiana.

Juan Raimundo Streiff (Gentileza Ricardo Streiff)

Juan Raimundo fue el primer Streiff nacido en estas tierras, en 1896. En su familia, de buena posición económica, se hablaba el francés.

Pero el primogénito siguió su propio camino. Con el título de técnico electromecánico bajo el brazo, obtuvo un cargo de responsabilidad en el Correo Central, como jefe de mantenimiento. No solo se ocupaba de la sede en el bajo porteño, sino que viajaba habitualmente al interior del país a fin de supervisar las sucursales.

iento. No solo se ocupaba de la sede en el bajo porteño, sino que viajaba habitualmente al interior del país a fin de supervisar las sucursales.

Su ingenio, que lo llevó a implementar innovaciones tecnológicas en la clasificación de la correspondencia, competía con su rectitud. Al no querer cumplir indicaciones contrarias a su ética, su jefe le dijo: “¡Usted es un tarado!”, a lo que Streiff respondió: “Así es. Y usted es el jefe”. Perdió el trabajo.

Vivía en un departamento que daba a la calle Río Cuarto. Era parte de un conventillo, propiedad de la familia italiana de su esposa, María Luis Antola, una modista que se especializaba en hacer los vestidos de novia para las chicas del barrio. Tenía tres hijos, Dora, Margarita y Juan Carlos.

Dicen que era casi imposible que pasara desapercibido, tanto en una reunión o incluso en una fotografía, ya que el hombre era todo un personaje, que hacía gala de su elegancia, vistiendo habitualmente de blanco.

El himno de un club

Streiff había aprendido sin ayuda ni enseñanza de nadie a ejecutar el bandoneón y tenía una pequeña orquesta típica a la que había bautizado Streiff-Garaventa. Era número puesto en las fiestas, corsos y carnavales que organizaba el Club Barracas Juniors, del que era socio número 578. Cómo no serlo si hasta vivía frente a su sede social.

La orquesta Streiff Garaventa. Juan Raimundo es el primero de la derecha (Gentileza Ricardo Streiff)

El Barracas Juniors había sido fundado por un puñado de vecinos en una pieza de Patricios y Daniel Cerri, el 31 de julio de 1912. Tuvo su equipo de fútbol que llegaría a jugar un par de finales en la categoría intermedia de la Asociación Amateur Argentina de Fútbol. También se practicaban otros deportes -aún lo hacen- como el basquet, donde el orgullo era un jugador del club, Juan Carlos Nano, que integró el seleccionado nacional en el Mundial de Chile de 1959. Ni qué decir de la algarabía en el barrio cuando fue tapa de El Gráfico.

El club tendría varias sedes. En 1923 se habían establecido en Iriarte al 1300; luego, desde 1934 al 2001 estuvieron en Río Cuarto y Azara y actualmente en General Hornos 1850.

Lo que el club también poseía era un himno

Fue en la década del 30, aunque es difícil precisar una fecha. En uno de los pasillos del conventillo, mientras tomaba mate con su amigo Mufarregui, conocido por todos como el “turco Mufarri”, también socio del club y animador cantado de fiestas y celebraciones en las que ponía sobre el escenario sus dotes histriónicas, surgió la marcha del club.

Streiff se encargó de la música y fue el turco el responsable de la letra:

“Vamos muchachos unidos / todos juntos cantaremos / y al mismo tiempo daremos / un hurra de corazón. / Por esos bravos muchachos / que lucharon con fervor / por defender los colores / de esta gran institución”.

¿Cómo era la música? Igual a la que adoptaría la Marcha Peronista.

El himno era entonado en las celebraciones del club, en las comparsas los días de carnaval, y cuando los vecinos así lo pedían, porque era muy pegadizo. Llegaron a grabarla en uno de los viejos discos de pasta, pero algún pícaro la hizo desaparecer.

El carnet de socio de Streiff del Club Barracas Juniors (Gentileza Ricardo Streiff)

Pero la historia no terminaría ahí.

Fue alguien en el sindicato de los gráficos que en 1948 escuchó esa simpática marcha del club de Barracas. Modificándole la letra aunque respetándole la música, salió la marcha de los obreros gráficos peronistas:

“Los gráficos peronistas / todos unidos triunfaremos / y al mismo tiempo daremos / un hurra de corazón / ¡Viva Perón! ¡Viva Perón! / Por ese gran argentino / que supo conquistar a la gran masa del pueblo / combatiendo el capital / ¡Perón, Perón, qué grande sos! ¡Mi general, cuánto valés! ¡Perón, Perón, gran conductor! / Sos el primer trabajador”.

Según recordó el entonces ministro de Educación Oscar Ivanissevich en sus memorias fue en el convulsionado Tucumán de 1949, en el que los laboristas no querían dar el brazo a torcer frente a la voluntad monolítica de la Casa Rosada -en plena campaña electoral para conformar la asamblea constituyente que reformaría la Constitución Nacional-, donde le habría hecho algunos retoques a la letra de la marcha de los obreros gráficos peronistas.

Le cambió el título. Pasaría a llamarme “Los muchachos peronistas”. También le eliminó el “hurra”, término más asociado a competencia deportiva, por “grito”. La letra quedó perfecta:

“Los muchachos peronistas / todos unidos triunfaremos / y como siempre daremos / un grito de corazón / ¡Viva Perón! ¡Viva Perón! /Por ese gran argentino / que se supo conquistar / a la gran masa del pueblo / combatiendo al capital // Perón, Perón, qué grande sos / Mi General, cuánto valés / Perón, Perón, gran conductor / sos el primer trabajador // Por los principios sociales / que Perón ha establecido / el pueblo entero está unido / y grita de corazón / ¡Viva Perón! ¡Viva Perón! // Por ese gran argentino / que trabaja sin cesar / para que reine en el pueblo / el amor y la igualdad // Perón, Perón, qué grande sos / Mi General, cuánto valés / Perón, Perón, gran conductor / sos el primer trabajador”.

El aparato de propaganda oficial haría el resto. La primera grabación se realizó con la asistencia del cuarteto folklórico de la Fábrica Argentina de Alpargatas y el propio Ivanissevich mandó a imprimir miles de cuartillas con la letra de la marcha para que todo el mundo se la aprendiese.

Fue el presidente Juan Domingo Perón que le pidió a Hugo del Carril, que grabase la marcha. El talentoso actor y director la cantaría por primera vez en vivo desde los balcones de la Casa Rosada el 17 de octubre de 1949, acompañado por la orquesta de Domingo Marafiotti.

Streiff, el verdadero autor de la música, al escucharla, dicen que se ponía contento, aunque lamentaba la falta de reconocimiento de haber sido el autor de la música. El aplauso o la palmada nunca llegarían.

El olvido

Luego del derrocamiento de Perón, la Revolución Libertadora, mediante el Decreto Ley 4161, había dispuesto la prohibición de “imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas representativas del peronismo”. En esta norma, no se podía mencionar a “Perón”, “Evita”, “peronismo”, “justicialismo”, y la que tampoco se salvó fue la marcha peronista.

En 1956 Juan Raimundo Streiff se estaba muriendo por un cáncer de laringe. Dos oficiales de la Marina fueron a verlo a su vieja casa de la calle Río Cuarto, en esa casa donde habían nacido sus hijos y lo harían algunos de sus nietos, a los que no llegaría a conocer. Habían ido a preguntarle cuánto le había pagado Perón por la composición de la marcha, lo que evidencia que lo tenían referenciado como su autor.

Dicen que Streiff sonrió. Los oficiales no demoraron en tomar conciencia que la pregunta que habían hecho carecía de sentido.

Es que el pobre Streiff, aquel vecino alegre, ingenioso y talentoso, que aún vivía frente al Club Barracas Juniors, ni siquiera era peronista.

Fuentes: Ricardo Streiff y Sabrina Streiff, nietos de Juan Raimundo.

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