Las víctimas en la sala aplaudieron mientras se iban. El 25 de noviembre pasado el Tribunal Penal Colegiado Nº 2 de Mendoza condenó, luego de casi cuatro meses de juicio, a los curas Nicola Corradi y Horacio Corbacho Blanc y al jardinero Armando Gómez, por aberrantes abusos cometidos contra niños y niñas en el Instituto Antonio Próvolo de esa ciudad.
El veredicto de los jueces Carlos Díaz, Mauricio Juan y Aníbal Crivelli fue contundente: los religiosos y el empleado de la institución mendocina fueron responsables de abusar y corromper a once chicos sordos, un total de 28 hechos que ocurrieron entre 2005 y 2016, en más de once años de ataques y torturas sexuales. Las víctimas, tanto varones como mujeres, tenían entre 7 y 17 años.
A casi un mes de aquella sentencia, en uno de los casos más aberrantes de la historia criminal argentina que involucra a hombres de la Iglesia Católica, los condenados permanecen detenidos, aunque sus situaciones difieren entre sí.
Corbacho, el ermitaño
Desde hace poco más de 3 años, en pabellón 5 del complejo penitenciario mendocino de Boulogne Sur Mer, ubicado a unas cuadras del Parque General San Martín, es el hogar del cura Horacio Hugo Corbacho Blanck (59). El sacerdote es el autor de 13 hechos de abuso sexual y corrupción de menores y fue condenado por la Justicia a 45 años de prisión.
El condenado pasa sus días en prisión con el mismo gesto inmutable que mantuvo no sólo desde el momento en que comenzó el juicio -allá por el 5 de agosto de este año-, sino que evidencia desde el 25 de noviembre de 2016, cuando todo el escándalo salió a la luz y fue trasladado por primera vez a esa cárcel.
“Es muy obediente y respetuoso. Está tranquilo y no suele tener problemas con los demás”, detalla una fuente del servicio penitenciario de Mendoza y quien precisamente interactúa casi todos los días con el sacerdote. Su casi 1,90 metros, su cabello rubio ceniza, peinado siempre con una raya al costado y sus pobladas cejas del mismo color sobresalen cuando durante el día -y mientras están abiertas las puertas del ala donde se aloja- se lo ve caminar en soledad por el patio interno del sector. También se lo suele encontrar recostado en su camastro de la celda 15, en la plana baja del pabellón, mientras lee o escribe.
Más allá de su parsimonia y de su rutina casi inadverida en prisión y ya con condena firme, Corbacho fue quien llegó a juicio con la mayor cantidad de imputaciones: 16. No sólo eso, sino que los más aberrantes y atroces episodios que habían sido denunciados (en un contexto donde ya de por sí todos los hechos reconstruidos por las víctimas eran terribles) lo tenían como protagonista. Desde múltiples violaciones en los baños del albergue de niñas y en su habitación, hasta tocamientos a niños y niñas, y a quienes filmaba con una web cam mientras los abusaba.
Durante los primeros meses detenido, Corbacho -nacido en la provincia de Buenos Aires el 8 de abril de 1960- se había aferrado a la fe y a su vocación religiosa con una participación más activa. No sólo predicaba la palabra de la Biblia en el pabellón para el resto de los internos, sino que además tomaba confesiones de ellos cuando sus compañeros necesitaban hacerlo. Sin embargo, durante los últimos tres meses abandonó en cierto modo estas prácticas.
“Desde que llegó está en el pabellón 5. Al principio pasaba mucho tiempo leyendo la biblia, para sí mismo y para los demás; y tomaba confesión. Pero desde que empezó el juicio, ya no ha tenido mucho tiempo disponible. Hay que tener en cuenta que desde agosto estuvo permanentemente saliendo a Tribunales para las audiencias”, agregó la misma fuente de la penitenciaría, quien agregó que es muy común que los presos alteren sus rutinas cotidianas cuando comienzan los procesos ya que quedan 100% abocados para ir y venir del Palacio Judicial.
Corbacho es aún cura, ya que la única persona que puede expulsarlo de esta condición es el Papa; y es una decisión que suele estar vinculada a la investigación canónica que lleva adelante el Vaticano. Además de continuar como sacerdote, parece que sigue aferrado a la religión. O al menos a los objetos e íconos característicos de la Iglesia. En su habitación, a la altura de su cama, tiene siempre consigo una imagen de la virgen y un rosario. Estos elementos lo acompañan cuando duerme, o simplemente cuando se entrega a la literatura.
El cura abusador no está solo en la celda. Un hombre mucho mayor que él, de nombre Mario, es su compañero. Y de quien suele estar muy pendiente el condenado por abusar sexualmente de niños y niñas sordos y sordas. “Se lo nota muy colaborativo, en especial con su compañero de celda. Por ahí lo asiste, está muy pendiente de su compañero. Y hasta a veces, por la mañana, le cuenta al jefe del módulo las novedades referidas a cómo pasó la noche Mario”, cuentan a Infobae desde la cárcel.
Mientras que el sacerdote duerme en la parte alta del camastro, su compañero -mucho más limitado por la edad- se acomoda en el colchón de abajo.
Cualquier guardiacárcel que haya pasado por la celda 15, aunque sea en un recorrido de control, coincide en lo primero que le llama la atención: el meticuloso orden del lugar, y cómo todas las cosas están cuidadosamente ordenadas. Como si nada estuviese librado al azar en la disposición,
Si bien el pabellón 5 está destinado a personas condenadas por delitos contra la integridad sexual o de violencia de género, la cárcel de Boulogne Sur Mer no es de alta seguridad. De hecho, quienes habitan en este sector son internos considerados primarios, que no tienen antecedentes carcelarios. Este factor incide entonces en el hecho de que no se trate de un pabellón conflictivo y donde -al igual que en la celda de Corbacho y de Mario- sobresalen la limpieza y el orden.
Las celdas no están cerradas para el aislamiento de los internos entre ellos, aunque sí hay un horario de apertura del ala: de 7 a 20.
Hasta el viernes 6 de diciembre, la última visita que había recibido Corbacho en Boulogne Sur Mer había sido de dos amigos que fueron a verlo el 26 de septiembre. Sin embargo, hace dos semanas fue el mismísimo interventor del Próvolo a nivel mundial, el obispo auxiliar de La Plata Alberto Bochatey, quien fue a visitar a su par. Bochatey fue designado como comisario interventor de la orden a nivel mundial por el mismísimo Papa Francisco una vez que culminó la etapa preliminar de la investigación canónica contra los curas Corbacho y Corradi.
De acuerdo a los informes de Sanidad de la cárcel más antigua de Mendoza, el estado de salud del cura bonaerense es bueno y no se encuentra en tratamiento médico. Del mismo modo, especificaron que no realiza tareas laborales ni de educación en el complejo penitenciario.
Corradi, en una residencia para mayores y al cuidado de una ex trabajadora del Próvolo
Hasta el 25 de noviembre de 2016, el italiano Nicola Corradi (83, nacido en Verona) fue el regente del Instituto Próvolo mendocino. Ocupaba esa función desde 1998, cuando llegó a la provincia cuyana proveniente de La Plata. A su vez, entre las décadas del 70 y del 80, el octogenario cura había aterrizado en la capital bonaerense luego de salir de su tierra natal. Al descubrirse el escándalo mendocino, saldría a la luz que tanto en La Plata como en Verona el propio Corradi también tenía denuncias por abusar sexualmente y maltratar a chicos sordos e hipoacúsicos.
El 25 de noviembre pasado, la Justicia mendocina condenó a Corradi a 42 años de prisión por cinco hechos de abuso y corrupción en el instituto mendocino.
Al igual que Corbacho y Gómez -los otros dos condenados-, Corradi también se encontraba privado de su libertad desde el primer momento en que comenzó a investigarse el caso. No obstante, y pese a haber estado poco más de un mes en el mismo pabellón que Corbacho, el cura italiano fue autorizado a cumplir prisión en modalidad domiciliaria en enero del 2017. Su avanzada edad y algunas complicaciones en su salud derivaron en esta situación, que fue denegada en un par de audiencias previas a su final concreción.
Corradi cumple su condena efectiva en una residencia para mayores ubicada en el Gran Mendoza. Con uno de sus ojos completamente blanco -producto de un glaucoma- y con el mismo ceño fruncido con que se mostró siempre (incluso en fotos viejas no se le conoce otra expresión), el cura veronés pasa sus días en el hogar de ancianos. Tiene movilidad reducida (durante el juicio se movilizó durante todas las jornadas en silla de ruedas); y es una ex trabajadora de la cocina del Próvolo quien se hace cargo de él casi de forma permanente.
Es ella quien está pendiente de sus necesidades, es ella quien cobra la jubilación del cura para darle el dinero a Corradi; y también sale de ese monto el costo de estadía en el hogar geriátrico.
En todo momento Corradi se encuentra siendo controlado por el Servicio Penitenciario de Mendoza. Y es por medio de un sistema de monitoreo residencial, con el equipo conocido como E4. “Consta de una pulsera que se le pone a la persona y que contiene un chip con un aparato receptor, que a su vez está conectado al inmueble. El detenido se puede mover en un radio de 20 metros del aparato sin inconvenientes. Pero si se excede ese radio, el equipo envía una alerta referida a que la persona salió del radio. Y de inmediato se intensifica el control”, especificaron fuentes penitenciarias.
Si bien el costo del lugar corre por su cuenta, todo aquello referido a traslado a juzgados o para que se le practiquen controles sanitarios está a cargo del Servicio Penitenciario.
El ex jardinero hace tareas de mantenimiento y talleres
En tanto, el ex jardinero del Próvolo mendocino, Ramón Armando Gómez (49, nacido en Mendoza) fue condenado a 18 años tras ser encontrado culpable de los dos episodios por los que se le mantuvo la acusación al final del debate. Su figura tomó un gran protagonismo al comienzo del juicio, ya que la abogada defensora de los tres acusados argumentó que Pilo (como lo llaman) no estaba en condiciones de ser sometido a juicio, puesto que no entendía lo que pasaba a su alrededor. Al igual que las víctimas a las que él y los sacerdotes abusaron, Gómez es sordo.
Finalmente, un estudio realizado por profesionales de Neurociencia de la Universidad Nacional de Cuyo determinó que el ex jardinero entendía sus actos y sabía lo que ocurría a su alrededor. Y que también había entendido oportunamente las aberraciones a las que estaba sometiendo a los ex alumnos.
Como los otros dos condenados, Gómez continúa detenido en el mismo lugar en el que estuvo desde el primer día del caso (ya no con prisión preventiva, sino con condena). Está alojado en el pabellón 14 b de Boulogne Sur Mer, con apertura celdas durante todo el día.
Cada jueves recibe visitas en el interior de su pabellón, y la última persona que lo visitó fue su concubina. El encuentro se produjo el domingo 24 de noviembre, un día antes de que se conociera la histórica condena.
Según detallaron desde la cárcel de Boulogne Sur Mer, el ex empleado realiza tareas de fajina dentro del pabellón y ha participado de actividades dependientes de la División de Tratamiento del Complejo. Éstas han sido la llamada “Jornada de Bienestar”, un taller de juguetes inclusivos y una jornada de capacitación sobre Economía Social.
Al igual que Corbacho, y según también el informe de la División Sanidad, Gómez presenta buen estado de salud, con trastornos en el habla y la audición.
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