Milo Lockett nació en la provincia de Chaco y desde pequeño se crió explorando los colores y las formas de expresión en los dibujos. Su carrera artística empezó en la crisis del 2001 cuando decide cerrar su fábrica y desde la desesperación retomó los lienzos para descansar de un contexto que lo agobiaba. Pasó de vender los estantes y mesas de su fábrica para poder pagar la luz, a pintar vacas como “símbolo argentino” en escuelas de otro continente.
Es considerado uno de los artistas autodidactas más importantes y premiados del país que desde el éxito siempre encuentra momentos para acercar su talento y pasión a causas solidarias repartidas por toda la Argentina. Milo Lockett dejó de dibujar en silencio dentro de su casa y hoy, desde su estudio, colabora con Unicef y pinta murales en hospitales y jardines infantiles para transmitir los valores y sentimientos colectivos a los barrios y comunidades que visita.
-¿Cómo fue tu niñez y ese primer acercamiento a la pintura en Chaco?
-Tuve una linda infancia, tengo muchos recuerdos de mi barrio que sigo visitando cuando vuelvo al Chaco. A mí me gustaba mucho más el dibujo que la pintura por eso me mandaban a unos talleres libres. Era un chico muy travieso y muy disperso que hacía muchas cosas y quería hacer de todo. Fue un hallazgo encontrarme con el dibujo y con la pintura desde el juego y eso lo entendí desde muy chico. Cuando a veces doy una clase planteo que no existe el niño artista sino que los chicos tienen que jugar con el arte y que nuestro rol como adulto sean no tanto desde el conocimiento sino tratar de impactar a través de la seducción del arte en la sensibilidad.
-Tu carrera inició formalmente en la crisis de 2001 con el cierre de tu fábrica textil, en un contexto donde había otras prioridades y no el de consumir arte. ¿Cómo fue esa relación entre la crisis y el surgimiento de tu carrera?
-Hasta ese momento pensaba que iba a ser industrial textil. Me gustaba la fábrica, tenía una chiquita pero muy bien armada. Tenía unos locales al público y me gustaba. Me sentía orgulloso porque generaba trabajo, me sentía orgulloso porque prendía las luces y las apagaba. En la crisis decido cerrar y retomar con la pintura.
-Tu arte nace por causa de la crisis digamos...
-Sí, fue sin querer. Yo había perdido todo y, en el último envión que hago de la pérdida, tomé la decisión de ponerme a pintar para descansar de la crisis. No sabía qué hacer. Tenía una hija de tres años, no tenía nada, ni para tomarme un café. Era terrible eso de pasar a tener 21 empleados a no poder pagar la luz o comprar un paquete de cigarrillos.
-Y eso había que expresarlo en algo...
-Sí pero yo lo re-convertí digamos en otra historia. Quería descansar de la economía, descansar del malestar del banco, del agobio, de la deuda. Así empezó mi historia, sin querer.
-Y tu estilo ya lo tenías o en qué momento lo empezaste a explotar...
-Yo siempre dibujé, había pintado y dibujado en paralelo como una cosa de cable a tierra. Un día dije: "¿Cuánto más voy a esperar para pintar? No tengo más nada para perder”. Lo único que tenía era tiempo. Es muy gracioso porque hoy lo que me falta es el tiempo, pero en ese momento me sobraba: de ser una persona muy ocupada a que te sobre el tiempo era una cosa muy terrible.
-¿Cómo empezaste a mostrar tus cuadros y llegar a vivir de esto?
-Yo hice una muestra en el Centro Cultural Nordeste y me buscaron dos artistas que siguen siendo amigos míos hoy en día, Dante Arias y Rolando Sá Fleitas, y ellos organizaban el cronograma del centro cultural. Uno sabía que yo estaba pintando en ese momento y me dice: “Queremos hacer una muestra y que vos muestres”. Yo tenía mucha obra sin mostrar. Al otro día de hacer la muestra me senté en la cama y dije: “voy a cerrar la fábrica”, y me puse a pintar como si hubiese pintado todos los días de mi vida. El primer año fue durísimo porque yo vivía de vender el aire acondicionado, de vender estanterías, todo lo que me quedaba. Después decidí que tenía que hacer algo con esos cuadros y los vendía muy barato. Yo lo que quería era tener un trabajo.
-También tenés una parte solidaria...
-Soy solidario porque toda la vida fui solidario. Lo hablo con Juan Carr, que es uno de mis referentes y somos amigos. Uno es solidario con el entorno primero. No se puede ser solidario con la gente de la villa de Catamarca y vivir en Buenos Aires. Uno tiene que ser solidario con los vecinos, con los hermanos. Muchas veces me preguntan cómo empezar a hacer cosas solidarias. Uno es solidario cuando se levanta en el colectivo y le da el asiento a una mujer, a una señora mayor, cuando ayuda a alguien a cruzar la calle.
-En lo cotidiano...
-En lo cotidiano, ahí está la buena práctica y siempre digo: “Cuando van a donar algo miren a su barrio”. Siempre tenemos cerca a un geriátrico o un hospital, una salita. Entonces, cuando vas a hacer una acción no hace falta cruzar toda la ciudad o la provincia para llevar algo. A lo mejor, a 10 cuadras de tu casa hay una familia que está en el piso y podés llevarle comida y ayudarlos con una frazada. Así se empieza.
-Carolina Chorolque es una artista de la Villa 21 de Barracas e hizo una obra que se llama “Mi barrio, mi punto de partida”, donde son 35 manzanas y casas intervenidas, el color le puso energía y vida al barrio. ¿Cómo ves a la cultura en los barrios marginados y en el interior de las provincias?
-Me parece que Argentina tiene un gran problema. Hace rato que vengo opinando esto y quiero ser lo más moderado posible porque a veces cuando te hacés conocido tu palabra tiene más repercusión y yo soy una persona que está lejos de atacar. Siempre pienso que tenemos que construir, poder dialogar, y me parece que a Argentina le faltaría más inversión en la educación. Soy un gran crítico del sistema en ese aspecto.
-Esta artista habla de los prejuicios que hay sobre el arte...
-Por lo general se lo ve al arte como algo menor.
-Inalcanzable, tal vez…
-La primera manifestación del ser humano, antes de la palabra, es la raya o la mancha. Cuando un chico juega con la pintura o cuando tiene un crayón y un lápiz hace su primer garabato. Ahí una persona está formando su personalidad, su seguridad emocional. Aprendemos a dibujar las palabras antes de pronunciarlas. Hay muchas veces que el sistema piensa que el arte es algo menor y no, es la primera manifestación del ser humano. Entonces para mí no es algo menor y no porque yo sea artista, sino porque me interesa mucho esta parte de la educación. Veo que en nuestro sistema educativo los ciclos iniciales han avanzado mucho más, han hecho una mejor performance que los otros ciclos.
-Vos también interviniste muchos barrios, ¿Qué importancia tiene este trabajo del muralismo para vos?
-Yo aprendí algo con el tiempo que cuando el mural es colectivo, cuando trabajas colectivamente con la gente del barrio el mural toma sentido de pertenencia, yo soy parte y me pertenece. No es lo mismo cuando yo te regalo un mural, que puede tener un valor, pero si vos me ayudas, yo dibujo y vos pintás conmigo lo hacemos juntos y se convierte en una actividad. Yo lo cuido, porque es parte de mi vida.
-Y también en esos murales poder contar historias de diferentes lugares...
-Yo discrepo ahí. No necesito todo el tiempo andar contando cosas. Defiendo mucho el pintar porque tengo ganas de pintar, porque sino es como que todo se vuelve literal, todo parece literatura. A lo mejor puedo contar algo si quiero y también tener la posibilidad de pintar un delfín porque tengo ganas porque me gusta que esté en la pared de mi mi barrio. Hay que dejar y salir un poco de la historia trágica porque si no todo es trágico y tremendo y todo tiene un relato de recuerdos. Está bueno pintar algo que me guste, algo que le ponga color a mi vida, algo que me traiga un recuerdo lindo. No quiero decir que lo otro está mal.
-Sí pero ahí también hay algo que se está contando, un deseo algo no tan literal...
-Defiendo mucho la idea de pintar porque sí. A mí todo el tiempo me cargan con eso de que tengo que decir algo con mi obra, yo no sé si quiero decir algo.
-Claro, eso es algo de antes, de mirar un cuadro cuatro horas y ver si le encuentro algo o no
-Claro, yo pinto elefantes y en el Chaco no había elefantes. Pero era el deseo que tenía de chico era ver un elefante y eso me hubiera encantado. Es más, hasta los siete años pensaba que había elefantes en el Chaco.
-En otras entrevistas decías que el arte no tiene que ser para unos pocos, que debería ser más colectivo y ¿qué pasa cuando no se puede acceder a eso?
-Creo que el arte debe ser un derecho universal para todas las personas. Así como el amor, me parece que nosotros tenemos muchos prejuicios también. Cuando me preguntan por qué no hay tal cosa digo “qué hiciste por el arte”. Hace muchos años yo le pregunté a una artista en el Chaco por qué la pintura del Chaco no trascendió. Lo decía medio enojado, allá por el año 2004, y me dijo ella porque los pintores no hicieron nada por la pintura y me pareció brillante. Porque es muy fácil reclamar algo sin hacer nada por el otro. Estaría bueno que empecemos a ocupar lugares y que entendamos que el arte puede ser de distintas formas, que no tiene que haber un formato o solo ser de un grupo de la elite. El arte tiene que ser de todos. Cuando un proyecto está bueno no tiene que ser nadie el dueño del proyecto, se tiene que poder hacer en todas partes. Ahí tengo muchas diferencias con algunas las ONGS porque dicen “estos pobres son míos y yo hago con ellos tal cosa”. Si un proyecto está bueno, hagámoslo acá y en todas las escuelas. Dejemos de pensar en ese concepto de patentar las ideas como si fueran propias, cuando en realidad sí está bueno y le está haciendo bien a un montón de gente, tiene que ser de todos. Se tiene que replicar en Ushuaia, Salta, Buenos Aires, en cualquier contexto.
¿Qué fue lo más loco o lindo que te pasó con el arte?
-El año pasado hice un viaje a China, un viaje que me lo pagué todo yo. Viajé con un secretario, porque mi esposa me decía que los chicos eran muy chicos para viajar. Y a mi me pareció una aventura ir a China. Estuve ocho noches en Beijing y con la agenda de todos los días que empezaba a las 7 de la mañana y terminaba a la noche. Visitaba centros culturales, escuelas y universidades. Di tres charlas en universidades, pinté una vaca con chicos en una escuela porque sabían que yo hacía eso acá. Me dio como mucho orgullo ir del Chaco a China. Me pareció como dos polos totalmente distintos y volví con mucho entusiasmo de eso, me llenó mucho. Vi un pueblo que todavía tiene el 40% de la población en la pobreza, si bien hay sectores que son muy ricos hay otros que son muy pobres. Pero vi un país con una inversión en educación que me pareció increíble. El chico que era mi traductor era un pibe de 25 años que hablaba 7 idiomas, estaba estudiando ruso y traducía 4 dialectos y estaba orgulloso de estudiar. Él me decía “mi abuelo no pudo tener una bicicleta, mi papá se compró una bicicleta y yo pude ir a la Universidad”. Tremendo, como modelo y sin resentimientos. Un día le pregunté: “¿Es cierto que Shanghai es más linda que Beijing?” y él me dice “no Beijing es una ciudad muy linda, lo que pasa es que nos estamos preparando para el año 2050”. Que te lo diga un pibe de 25 años no es lo mismo que te lo diga un tipo como yo de 51. También le pregunté cuál era la mejor universidad de las que fuimos, y me decía “no entiendo la pregunta” y yo “cuál es la mejor universidad” y él “son todas buenas y yo como chino tengo el derecho de estudiar en la misma universidad que vos que sos chino". Es tremenda la respuesta, con una seguridad. Ahí hay un modelo y proyecto a seguir.
-A todos los pibes que están estudiando en las villas artes plásticas, frente a una situación que está difícil, ¿qué se les puede decir?
-Yo creo que la gran deuda interna que tenemos, y ahí me hago responsable como agente cultural, es tratar de que ir a la escuela sea una obligación. un derecho. Pero hablando en serio, no solo porque queda lindo decir que todos los chicos tienen que ir a la escuela. Yo sueño y quiero un país en donde todos los chicos vayan a la escuela, tengan la igualdad de oportunidad porque es la única forma de transformar la idea de república que tanto escuchamos en los medios. Si queremos ser un país en serio tenemos que apostar muy fuerte a la educación. Hace poquito se cumplieron 51 años de cuando Corea nos pide a nosotros para que los recibamos. Vinieron acá porque en Corea estaba todo mal y no había trabajo. Este año, el informe mundial de educación mostró que en 51 años el 70% de la población de Corea pasó por la universidad. Argentina es un país que tiene una extensión increíble, tenemos todos los climas, tenemos el suelo increíble, el mar es increíble, todas las provincias son lindas y tienen algo para dar, por eso somos un país tan hermoso. Tenemos que poder salir de esto y la única salida posible es la educación, invertir y apostar a la educación.
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