Juan Carlos Blumberg, a 15 años del horror: “Todos los días visito el cuarto de Axel”

El hombre, que tras el secuestro y asesinato de su hijo en 2004 pidió el endurecimiento de las leyes y encabezó marchas masivas contra la inseguridad, recibió a Infobae en su casa. Por qué dijo que era ingeniero, cómo se metió en política y por qué todavía lo buscan para ser candidato

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Alejandra Pradón había caído de un séptimo piso y Anne Krueger, la presidente del Fondo Monetario Internacional, decía que le iba a exigir a la Argentina mayor superávit para pagar la deuda. Era miércoles, día de descuento en el cine, y Perdidos en Tokio y El gran pez eran las películas preferidas. El muchacho, de 23 años, tomó prestado el auto de su mamá y salió de su casa en Martínez rumbo a la de Estefanía, su novia. Juntos, y en no más de 15 minutos, estarían en el shopping Unicenter.

Como ya eran las 10 de la noche y aquel 17 de marzo de 2004 Axel no había llegado, Estefanía llamó por teléfono a su casa. El padre le confirmó que había salido hacía tiempo. Entonces, ella se asomó a su ventana.

— El auto estaba, pero Axel no. Ya lo habían agarrado, se lo habían llevado.

Sentado en el mismo living desde el que 15 años atrás negoció por teléfono con los secuestradores de su hijo, Juan Carlos Blumberg recibe a Infobae. A la monocromía de los pisos y paredes de madera sólo la alteran las fotos: Axel está en retratos en toda la sala.

El cuarto de Axel permanece intacto. Blumberg lo visita todos los días
El cuarto de Axel permanece intacto. Blumberg lo visita todos los días

Axel Blumberg tenía 23 años y cursaba el último año de la carrera de ingeniería industrial en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA). Al mismo tiempo trabajaba con su papá en la consultora en la que diseñaban fábricas.

Por entonces había más de un secuestro por día. Según estadísticas de la Justicia Federal, en 2001 habían sido denunciados 190 secuestros, en 2002 fueron 220 y en 2003, 390. 2004 recién comenzaba y los civiles armados crecían: había 104 mil más que cuatro años antes, según el Registro Nacional de Armas.

Luego de cinco días de negociaciones, el 22 de marzo de 2004, Blumberg salió de su casa para pagar el rescate. La cita era en una estación de servicio en Panamericana y la ruta 202. “Pero al llegar, ¿qué me encuentro? Coches de la policía. Esperé ahí como una hora y nadie apareció. Volví a casa y llamaron estos tipos. Y los idiotas de la policía me decían que no atendiera. ¿Qué resultó? Nos enteramos al otro día por la televisión de que a Axel lo habían matado”.

Durante cinco días negoció telefónicamente con los secuestradores de su hijo
Durante cinco días negoció telefónicamente con los secuestradores de su hijo

— ¿Usted se enteró por la televisión?

Claro. En la tele decían que habían encontrado un cadáver. Al tiempo me contacté con (Jaime) Stiuso, yo iba a la SIDE. Supe que Axel se escapó, corrió y fue a la casa de un vecino que no le abrió, era un paraguayo. Después yo lo conocí a ese hombre y me pedía disculpas. A Axel lo agarraron, lo golpearon y lo mataron. Él se había sacado la capucha.

El martes 24 de marzo de 2004 Axel llega a las tapas de los diarios: “Matan a sangre fría a un secuestrado”, titulaba Clarín. Blumberg les daba una entrevista y decía: “Hice lo que la policía me dijo y perdí a mi hijo”.

A sólo una semana del asesinato de su hijo, Blumberg convocó a una marcha contra la inseguridad frente al Congreso en la que lo acompañaron 150 mil personas. En la segunda entregó un petitorio a la Corte Suprema y en tiempo récord y al calor de la presión social, el Congreso sancionó leyes que Blumberg pedía: penas más duras para la portación y tenencia de armas, endurecimiento en el acceso a la libertad condicional y el aumento de 20 a 35 años el cumplimiento efectivo de la prisión perpetua.

Los críticos de la doctrina de mano dura Blumberg frenaron otro punto del petitorio: el hombre proponía llevar la edad de imputabilidad a los 14 años. Entonces y ahora, estudios de la Secretaría de Niñez y Adolescencia de la Nación y Unicef, aseguraban que aquella no era una medida eficaz porque la mayoría de los chicos llega a esa situación porque tienen sus derechos básicos vulnerados: sin chances de estudiar, sin casa y sin acceso al sistema de la salud.

Nos enteramos al otro día por la televisión de que a Axel lo habían matado.

Nacido hace 74 años, Blumberg vivió su infancia en Avellaneda junto a su hermano Pedro, tres años menor. Hijo de una lituana y un alemán que tuvo una fábrica textil y luego se dedicó a vender productos de ferretería, fue monaguillo en la parroquia del barrio. De allí es que sabe rezar en latín. Para la misma época empezó a trabajar: tenía 8 años cuando dedicaba dos de los tres meses de vacaciones a manejar un torno, aprender de tuercas y rebobinado de motores. A los 16 años entró de cadete a una empresa textil y por un concurso interno que ganó lo enviaron a estudiar a Estados Unidos. “A los 22 años ya era director de una fábrica”.

— Tenía 8 años y de tres meses pasaba dos trabajando. ¿No le daban ganas de jugar?

— Yo jugaba, pero esa disciplina no me vino mal porque aprendí de joven muchas cosas. Mire, cuando Axel tenía 8 años también, vino la madre llorando. Decía que era un vago, que no estudiaba. Lo senté en este sillón y le dije: “Bueno, Axel, no vas a estudiar más, ahora vas a ir a trabajar”. Me lo llevé a una fábrica en la que yo era director, en Valentín Alsina. Le dimos un escobillón y lo puse a ser el barrendero de la calle. La madre estaba enojada, decía que lo iba a pisar un colectivo. A la tarde lo encuentro que estaba con una Coca Cola y una alfajor; vaya a saber lo que le dijo al supervisor que lo miraba. Después le dije que lavaría piezas de máquinas de 8 a 5, le dije al supervisor que quería que se ensuciara bien. El sábado siguiente lo único que pedía Axel era una reunión conmigo: “Papá, vos no sabés cómo me gusta estudiar” (ríe). Desde ese día nunca tuve que decirle nada, siempre fue abanderado del colegio.

— ¿No le parece que quizás fue muy duro?

— No, yo creo que las cosas hay que agarrarlas cuando son chiquitas para que no lleguen a mayores.

  La foto de Axel Blumberg que inundó los periódicos argentinos. La misma que ocupa una de las paredes del living de los Blumberg
La foto de Axel Blumberg que inundó los periódicos argentinos. La misma que ocupa una de las paredes del living de los Blumberg

A este chalet de Martínez Juan Carlos y María Elena llegaron cuando Axel tenía 6 meses. Habían pasado unos años desde aquel accidente en Bariloche que lo tuvo a Juan Carlos en terapia. Era septiembre, había poca nieve y Blumberg cayó desde una de las aerosillas y resbaló a muchísima velocidad. La caída terminó cuando chocó contra una torre que no tenía protección

— Me clavé un tornillo entre los testículos y el ano y me salió por la barriga. Una médica que venía con nosotros me abrazaba y me decía “No te mueras, Carlos”. Yo no me quiero morir, le dije. Yo vi de dónde salía la sangre, entonces agarré hielo y me lo metí ahí. Con eso pude parar la sangre. A los camilleros les dije: “Macho, esto no es una pata rota, esto es grave. No me van a poder bajar porque no hay nieve, así que bájenme con lo que bajan la comida y preparen un quirófano porque yo no sé cuánto voy a vivir”.

En esta casa, en la que hay cajas con trofeos de Axel (natación, atletismo) sobre la mesa del comedor, todos los días Blumberg se levanta a las 5.45. Aún continúa trabajando con fábricas textiles a las que asesora y dirige.

— La muerte de Axel fue un clic en su vida. Eso lo llevó en 2007, por ejemplo, a candidatearse a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Antes, ¿había militado en algún partido político?

— No. Lo que yo tenía era mucha experiencia, digamos, de trato con políticos, con gobernadores, con los medios. ¿Por qué? Porque cuando yo hacía una fábrica tenía que ir a discutir la instalación y ver qué iba a dar el gobierno provincial, cómo me iba a ayudar. Entonces yo llegaba, como te puedo decir, al que escribía las editoriales del diario. Yo le hablaba: “Yo necesito que vos ataques con esto, con lo otro”. Y salían. Tenía la experiencia de cómo presionar a los políticos. Recuerdo lo que fue la fábrica de Pernambuco, en Brasil, ¡las discusiones para lograr conseguir los mayores beneficios para esa empresa!

Para las elecciones de 2007 a Blumberg las encuestas lo llevaban a cococho: tenía el 62% de imagen positiva. Las charlas con el macrismo eran cada vez más serias, pero en medio de las negociaciones por su candidatura a la gobernación de la provincia, las dudas sobre su título de universitario coparon los medios.

Blumberg llegó a ser candidato a gobernador bonaerense junto a Jorge Sobisch (Télam)
Blumberg llegó a ser candidato a gobernador bonaerense junto a Jorge Sobisch (Télam)

— ¿Por qué dijo que era ingeniero?

— Lo desmentí, dije no soy ingeniero. Pero lo siguen diciendo, es normal. Yo hice muchas fábricas. Vas a una empresa, te ponen ingeniero, vos decís: “Pero no soy ingeniero”. Lo que pasa es que acá la gente no sabe que, por ejemplo, en Alemania y en Estados Unidos, a veces te dan el título de ingeniero y no sos ingeniero diplomado.

— ¿Cree que se equivocó en no aclararlo tempranamente?

— Lo dije muchas veces, lo que pasa es que la gente lo decís una vez, lo decís otra vez y después… Yo no le voy bola a esas cosas. Pero después de eso venían más ataques. Que tenía hijos sin reconocer en el Chaco y en otro lado. Yo lo sabía a través de Stiuso.

El 28 de octubre de 2007 Daniel Scioli ganó la gobernación de la provincia de Buenos Aires con el 48,24% de los votos. Su principal contrincante, Margarita Stolbizer (Coalición Cívica), sacó el 16,55%. Blumberg se presentó por el Frente Vamos, que encabezaba Jorge Sobish. Alcanzó el 1,26%. Denunció robo de boletas y problemas con los fiscales.

— Este año me vino a buscar el economista (José Luis) Espert. Me ofreció ser candidato a intendente de San Isidro. Le dije que no, que le van a sacar votos a (Mauricio) Macri. Después vino (Cynthia) Hotton. Me ofreció que fuera del gobierno de la provincia de Buenos Aires. También la saqué volando. Después me llamó (Luis) Barrionuevo para que fuera diputado por ((Roberto) Lavagna. Y un día me llamó (Miguel Ángel) Pichetto: “Blumberg, no acepte nada, todo lo que presente de la fundación (Axel Blumberg) en el Congreso va a ser aprobado”. No sé cómo se enteró.

Blumberg, en una de las masivas manifestaciones que organizó
Blumberg, en una de las masivas manifestaciones que organizó

A dos años del asesinato de Axel, Martín El Oso Peralta y José El Negro Díaz fueron condenados a reclusión perpetua. Los demás integrantes de la banda recibieron penas de 3 a 20 años. Entonces Blumberg ya había iniciado su periplo de reuniones con fuerzas de seguridad y especialistas, tanto en Argentina como afuera. Una fue con el ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, que lo llevó a conocer a la policía de la ciudad.

— Cuando yo quería implementar el juicio por jurados Magdalena Ruiz Guiñazú me atacaba, junto a otros. Decían que la gente no está preparada para eso. En una reunión que tuve con el Tribunal Superior de Nueva York, un juez que hacía juicio por jurados desde hacía 35 años me dijo que lo que tenía que saber el jurado es muy simple: leer y escribir. La gente tiene mucho sentido común, la gente no se equivoca.

— ¿Cree que alcanza con el sentido común para discernir una condena, si alguien es culpable o no?

— Mire, en Córdoba ya van más de 300 juicios, yo debo haber asistido a más de 100. Usted se da cuenta enseguida cuando un individuo empieza a mentir, o que viene un testigo preparado.

— Si fuera usted el sometido a un juicio por jurados, ¿no le daría miedo que el que esté ahí no tenga el conocimiento suficiente para condenarlo?

— No, para nada. Creo que la solución para los problemas, no dejar en manos de jueces esas cosas. Funciona en muchísimos países del mundo.

Hace unos días una tormenta deterioró los techos de la casa. Blumberg pide disculpas porque en la planta superior hay un desorden de refacción. La puerta de uno de los cuartos tiene calcomanías de Disney World, Lufthansa y BMW. En el centro, hay un nombre tallado en madera: Axel. Al otro lado de la puerta, hay 15 años en suspenso. La cama de una plaza tiene las sábanas tendidas. Un mural del viaje de egresados en Bariloche, un guante de béisbol colgado de un perchero. El placard, cerrado, jamás se desarmó. Toda la ropa de Axel está ahí.

¿Con su esposa habla de Axel?

—De Axel siempre se habla porque aún vienen a casa sus compañeros de colegio. También viene la que era la novia de Axel. Se casó. Es una gran amiga de María Elena.

Más de 150 mil personas acompañaron la primera marcha que organizó contra la inseguridad
Más de 150 mil personas acompañaron la primera marcha que organizó contra la inseguridad

— ¿Se reunió con (N. de la R: el líder evangélico coreano) Sun Myung Moon?

— Sí, ¿con el reverendo Moon? Sí. Me vinieron a buscar a la Fundación, para que fuera embajador de la paz. Pedí que me mostraran quiénes eran embajadores para tener una idea

— ¿Y quiénes eran?

— Y bueno, me dijeron que uno era (Mijaíl) Gorbachov. Había mucha gente muy importante como embajadora de la paz. Entonces acepté. Me atacaron enseguida, que cómo había aceptado, que esa gente se hizo el castillo, donde se hacen todas las ceremonias, estuve con los embajadores de la paz de distintos lugares del mundo y realmente es una maravilla. En Corea si usted tiene una fábrica metalúrgica, usted tiene por obligación hacer los dispositivos que le manda el Estado a hacer. No es que ellos fabrican armas.

—Hace unos meses usted habló de voto calificado

Es una discusión que tenía con Axel. Cuando él era chico yo le decía que tendría que haber voto calificado. Y él decía "No papá, no puede ser así’.

— ¿Aún habla con Axel?

— Sí. Le cuento lo que hice en el día para ayudar a la gente, con la fundación. Una vez una mujer me dijo que tenía un mensaje de Axel. “Cuando usted hizo una marcha acá en Mendoza, usted estaba en el escenario y también estaba Axel. Su alma. Tengo mensajes de él, ‘pero para que usted lo crea: vaya a su cuarto. En la cómoda, en el cajón de abajo, hay una Ferrari desarmada a la que le faltan las ruedas’. El mensaje era que siguiera luchando y que cuidara a su madre. Yo me quería morir.

— ¿Revisó el cajón?

— Sí. Estaba esa Ferrari, sin las ruedas.

— ¿Todos los días va a la habitación?

— Sí. Miro su computadora y ahí, a veces, le hablo.

Fotos y video: Matías Arbotto

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