Los secretos de la Quinta de Olivos: la donación de un solterón millonario que se convirtió en la casa de los presidentes

Carlos Villate Olaguer, un bonvivant, soltero y adinerado, donó la propiedad al gobierno nacional. Las anécdotas, encuentros secretos, escándalos y momentos cumbres del país que sucedieron en la enorme casona

Juliana Awada en la quinta de Olivos

“Más rico que un argentino”, decían de la oligarquía criolla en Europa a fines del Siglo 19 y principios del 20. Uno de esos exponentes que merecían semejante descripción era el solterón multimillonario Carlos Villate Olaguer, descendiente de Miguel de Azcuénaga, vocal de la Primera Junta de Gobierno.

Había nacido en el país en 1872. En los meses que permanecía en Buenos Aires, luego de extensas estadías en el Viejo Continente, Villate descansaba en su quinta que había heredado. En su testamento había dispuesto que a su muerte fuese destinada a residencia presidencial. En caso de no aceptarse tal voluntad, había indicado que en el lugar se construyese un gran espacio público.

Ese fue el origen de la residencia presidencial de Olivos.

En la época en que estas tierras eran virreinato, los virreyes vivían en un llamado palacio, ubicado dentro de lo que hoy es Casa Rosada, y cuyos cimientos fueron descubiertos recientemente. Con el correr de los años algunos presidentes continuaron usando sus domicilios particulares, y Roque Sáenz Peña se alojaba en la misma Casa Rosada.

Azcuénaga, el de la Primera Junta

Don Miguel, héroe en las invasiones inglesas, integrante del primer gobierno patrio, militar, legislador vivía en la ciudad de Buenos Aires en lo que hoy es la Avenida 9 de Julio y Alsina. Los balcones de su casa de altos, la única de la zona, eran usados por las autoridades cuando había corrida de toros en la plaza que funcionaba justo enfrente, donde hoy se levanta el edificio de los ministerios de Salud y Desarrollo Social.

Azcuénaga, casado con Justa Rufina, su prima hermana, había comprado tierras en lo que entonces era conocido como Nuestro Señor del Huerto de los Olivos, donde construyó una chacra, que la usó como lugar de descanso. Allí moriría en 1833.

La casa principal de la Quinta de Olivos. Fue construida en 1851 con terrazas de tres niveles que se achican hasta convertirse en un mirador

La heredó su hijo, también llamado Miguel, quien usó las 35 hectáreas para criar caballos de raza. Era conocido como Miguelito, apodo puesto por su cuñado Gaspar de Santa Coloma, dueño de San Antonio, una quinta que estaba pegada a la suya.

Los lugareños comenzaron a llamarla “cabaña Azcuénaga”. Miguel le encargó a su amigo, Prilidiano Pueyrredón el diseño de una casa, sobre la ya existente, la que se inauguró en 1854.

La propiedad pasó de mano en mano hasta llegar al hacendado Carlos Villate Olaguer -descendiente de Azcuénaga- que hasta había hecho construir un muelle para amarrar su yate. El millonario falleció a los 46 años, y fue el gobierno de Hipólito Yrigoyen que por un decreto del 30 de septiembre de 1918 aceptó la donación que había dispuesto Villate en su testamento para que la quinta fuera destinada a residencia presidencial.

Pero Yrigoyen, fiel a su estilo de vida austero, continuó viviendo en la ciudad. Lo mismo hizo su sucesor Marcelo T. de Alvear, aunque fue muy ocasionalmente; curiosamente, sería un presidente de facto quien la inauguraría en 1931: el general José F. Uriburu. Su sucesor, Agustín Justo también le dio un uso: mandó a organizar una colonia de vacaciones para chicos.

La UES

Nació como una solución para distraer a Juan Domingo Perón cuando murió su esposa Eva Duarte. La idea fue del ministro de Educación Armando Méndez San Martín de crear la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Nació en 1953 “para proporcionar interés al presidente, quien acababa de perder a su esposa”, contó un testigo una vez derrocado Perón.

De esa manera, a partir del 4 de enero de 1954, llegó el bullicio a una desolada residencia de Olivos, donde estudiantes de la UES practicaban deportes en las canchas recién construidas, andaban en las famosas motonetas en las que el propio Perón se fotografiaba y asistían al micro cine a ver películas.

Si bien Perón usaba como residencia el Palacio Unzué (demolido por la Revolución Libertadora, solar donde se levantaría el edificio de la Biblioteca Nacional), solía ir a Olivos a departir con los integrantes de la UES.

“Existía la costumbre de que cada chica nueva almorzara con Perón. Yo jamás me había sentado a la mesa con un personaje tan importante como el presidente de la República, ni soñaba con algo parecido, cuando se me acercó el señor Renzi (el mayordomo presidencial) para avisarme que ese mediodía yo iba a comer con el general”. Así fue como en primera persona la adolescente Nélida Haydee Rivas, “Nelly” de 14 años, relató su primer encuentro con Perón, de 58 y el inicio de una relación en la que ella terminaría viviendo no ya en Olivos sino en el palacio Unzué hasta el derrocamiento del presidente.

Nuevamente sería un presidente de facto, Pedro E. Aramburu, que la tomaría como residencia oficial.

El Che y el churrasco

Arturo Frondizi -que gobernó entre el 25 de mayo de 1958 y el 29 de marzo de 1962, día en el que fue derrocado por un golpe de Estado- fue el primer presidente constitucional que residió en la Quinta de Olivos en forma permanente

Frondizi siendo presidente recibió la secretísima visita de Ernesto Che Guevara, que estaba participando en Punta del Este del Consejo Interamericano Económico y Social, que congregaba a los Ministros de Economía y Acción Social de los países miembros de la OEA.

A las 11 de la mañana del 18 de agosto de 1961. La reunión -que le provocaría un escándalo descomunal al presidente con las fuerzas armadas- duró hasta las 12.30. Cuando el Che se retiraba, la esposa de Frondizi, Elena Faggionatto le preguntó si deseaba tomar algo antes de irse. Guevara le confesó: “La verdad, señora, es que no pruebo nada desde las 7 de la mañana. Apenas alcancé a tomar un par de mates antes de salir”.

“Entonces lo que usted necesita no es un desayuno sino algo más sólido, porque tendrá que seguir viajando. Le haremos preparar un bife. ¿Jugoso?” preguntó la mujer. “¡Jugoso!”, contestó el Che.

De esta manera Guevara, que contadas personas sabían de su presencia en Argentina, almorzó en Olivos en compañía de la primera dama.

Otros presidentes, otras historias

Durante el gobierno de Arturo Illia, el primer mandatario solía caminar por los jardines y hablar con el personal. Al jefe del partido Radical, Ricardo Balbín, como no le gustaba visitarlo en la Casa Rosada, solía hacerlo en Olivos, donde se ponían al día de los asuntos de gobierno.

Emma Illia, la hija del presidente, se casó en la quinta, así como lo haría la hija del general Alejandro Agustín Lanusse, Estela, con el cantante Roberto Rimoldi Fraga.

La atracción que evidentemente generaba en los presidentes de facto hizo que el general Juan Carlos Onganía la ocupase. En una oportunidad, mandó colocar un escenario sobre la pileta para que actuaran Los Cinco Latinos.

Niños jugando en los jardines de la Quinta de Olivos en octubre de 1967.

Perón, a su regreso de su exilio, no quiso habitarla. Paradojas del destino: fallecería en la residencia que, para entonces, ya tenía muros alrededor construidos por disposición de José López Rega para evitar cualquier ataque en los violentos años 70.

Fue en el dormitorio que le pasó el poder a su esposa Isabel (María Estela Martínez), apoyando el decreto sobre la almohada, y fue también ahí donde, días antes, habría tenido la idea de entregarle el gobierno a Ricardo Balbín, luego de un intento frustrado de una fórmula compartida, posibilidad que se había barajado en 1973.

En una cripta de la quinta, descansaron sus restos junto a los de Evita hasta el golpe del 24 de marzo de 1976, en que fueron retirados. Ante la negativa del gobierno de que el féretro del ex presidente descansase en el panteón militar, tal como había propuesto Isabel, fue llevado a la bóveda que la familia Perón tenía en el cementerio de la Chacarita.

Luego vendrían las estadías de los presidentes Raúl Alfonsín y la de Carlos Menem, con las visitas de Lady Di, del presidente George Bush, entre otras personalidades, y de los famosos paseos con la Ferrari. Allí también grabaría su mensaje declarando el Estado de Sitio el presidente Fernando De La Rúa.

También la ocuparía el matrimonio Kirchner. Fue durante su mandato, en 2013, que la quinta presidencial de Olivos fue declarada Lugar Histórico Nacional.

La demolición de su muro perimetral, brindando a los vecinos un espacio verde, y diversos cambios interiores durante la gestión de Mauricio Macri, le dieron una nueva fisonomía a una casa que, si sus paredes hablasen, quién sabe la historia que contarían.

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