Dicen que cuando una persona pierde la vista se queda en un mundo de sombras, oscuro. Nada de eso sucede en la vida de Santiago de la Cuesta, el joven de 26 años que asegura que “la desgracia me hizo dar cuenta de cosas a las que antes no les prestaba atención”. Y sigue: “Buscando sentirme digno no paré hasta lograr una manera de sustentarme”.
El jueves 21 de noviembre es para él una fecha especial: junto a sus familiares y amigos inauguró la planta de producción de conservas Atacopampa, en Salta, su propia marca de conservas. “Sueño con expandir mi marca por todo el país”, dice frente a Infobae.
“Cuando perdí completamente la vista se me complicó la vida porque recién entonces me di cuenta de que las actividades cotidianas, las del día a día, necesitan de la visión. Pero con el tiempo recuperé las fuerzas, las ganas. Estar ciego me hizo entender que la vida es para vivirla y que hay que pensar en el otro. Hoy, por ejemplo, pienso en el amor y cuando podía ver no pensaba en eso”, admite con la sabiduría de quien pasó las peores tormentas y sin salir ileso agradece haber salido vivo.
Tenía apenas 17 años cuando se quedó ciego. Su vida era la de un adolescente más excepto que desde hacía un tiempo notaba que estaba perdiendo la vista. “Me despertaba y notaba que veía menos que el día anterior”, recuerda. “Empezó con una miopía muy alta luego una mala praxis me causó el desprendimiento de la retina del ojo derecho, y perdí la visión. Después empecé a ver menos del único ojo... Me operaron los mejores médicos en Buenos Aires, pero todo siguió avanzando”.
Tras la última cirugía, Santiago regresó a su casa en Salta sabiendo que las probabilidades de perder ese ojo era muy altas.
“Los médicos me dijeron que había posibilidades de dejar de ver y, al ser progresivo, fui asimilándolo. De a poco me fui dando cuenta de cómo eran las cosas”, recuerda y cuenta entonces que tomó una importante decisión.
“Para mí las operaciones eran muy duras porque sufría muchísimo. Tenía un dolor intenso, estaba mucho tiempo fuera de mi provincia y sabía que las operaciones eran muy costosas... Les agradezco con el alma a mis padres todo lo que hicieron por mí”. Santiago emociona y cuenta cómo fue para un adolescente de 17 años dejar de ver y tomar la decisión más difícil de su vida: “Los médicos me decían que había nuevas técnicas y posibilidades para ver pero decidí que no volverían a operarme. Si después de tanto esfuerzo seguía perdiendo la visión era porque algo marcaba que debía seguir mi vida ciego”.
La vida se encargó de demostrarme que tenía que dejar de ver y hoy le doy gracias a la desgracia porque me hizo mejor persona
—Tu actitud positiva frente a la adversidad es admirable. ¿Siempre fuiste así o así te hiciste en estos años?
—Es mi forma de ser. Cuando dejé de ver, me me complicó la vida. Pero con el tiempo entendí que la vida es para vivirla y que hay que pensar en el otro. Realmente no recuerdo en qué pensaba cuando veía, era chico, pero hoy pienso en el amor, en que la familia y los afectos son lo más importante que una persona puede tener. Antes no valoraba nada, pensaba solo en mi. Esta condición me hizo mejor persona.
—¿Sentís que quedar ciego no fue “un castigo” como quizás lo creen otras personas que pasaron por lo mismo?
—Cada uno ve sus problemas a su manera. Yo entendí que después de tantas operaciones e intentos si quedé ciego es porque ¡así tenía que ser!... La vida se encargó de demostrarme que tenía que dejar de ver y hoy le doy gracias a la desgracia porque me hizo mejor persona, de verdad. Ya no pienso solo en mí.
—¿Te considerás un ejemplo?
—Trato de demostrarle a las personas que quizás hoy no saben qué hacer de su vida que, por más conflicto que tengan, siempre habrá dos caminos: quedarse llorando o buscar la felicidad. Si bien cuando me pasó esto me quedé llorando y tirado en la cama, luego opté por ser feliz con lo que tengo. Trato de ser feliz...
—¿Cuál es hoy la mayor dificultad que afrontás?
—¡Tengo muchos problemas! No ver trae muchos problemas porque es difícil, pero esto no me va a frenar. La pasé muy mal cuando buscaba trabajo y no me lo daban por ser ciego, porque recorrí empresas privadas y entes estatales y no conseguí en ninguna. Me costó mucho hasta que, en 2017, decidí valerme por mí mismo. Poder trabajar hace digna a una persona.
—¿Cómo nace la idea de hacer conservas?
—Cuando decidí hacer algo propio pensé mucho... “¿Qué me gusta?”, me preguntaba y como mis padres cocinan y hacen comida muy rica (¡en casa se como casi gourmet!) decidí que sean conservas ¡porque me encantan! Así que estuvimos años probando recetas hasta que encontré el sabor justo y puse manos a la obra ¡Y hoy tengo productos excelentes!
El pasado 21 de noviembre el camino que Santiago comenzó a recorrer en 2017 tomó otro color: inauguró su propia planta de producción de conservas. Junto a su hermano Celedonio, con la ayuda de sus padres, de su novia Fátima y sus amigos, atiende a los clientes que llegan hasta la planta.
Esta fábrica es un sueño hecho realidad y creo que tiene un futuro prometedor
“La gente compra porque les gusta, porque realmente hacemos productos exquisitos, no sabían la historia detrás de Atacopampa. Recién ahora se están enterando”, confiesa entre risas y cuenta por qué no había contado antes sobre su vida. "Quería que el producto se instalara por ser bueno y no porque lo hace un chico ciego. Soy mucho más que un ciego”, se define confiado.
Santiago -que también hizo artesanías y trabajos sociales ad honorem- encontró en el emprendimiento culinario una fuente de ingresos que lo ayuda a tener independencia económica. “Arranqué invirtiendo $500 y vendí las conservas a mis padres. Con ese dinero hice más y junté $1000 y así creció paulatinamente hasta que decidí hacerlo de verdad y comprar la máquina autoclave, que se utiliza para la esterilización en el proceso productivo de las conservas”, cuenta frente a Infobae.
Además, estudió y se formó mucho para encarar este proyecto. que sueña pueda expandirse: “¡Ojalá todo Salta conozca mis productos! ¡Sueñe que la gente de Córdoba, de Tierra del Fuego y de Buenos Aires pruebe mis conservas! ¡Sueño con poder producir y llegar a todo el país!".
En su local con atención al público vende conservas de poroto blanco, poroto negro, berenjena, ají locoto y hongos; y tiene una producción mensual cercana a los 1000 frascos. ¿Y por qué la bautizó Atacopampa? "Se llama así porque ese es el nombre de una finca en Coronel Moldes en donde fui muy feliz”.
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