“Éramos muy chicos. Cuando mi padre asumió yo tenía 17 años. Claro recuerdo la alegría y el orgullo que sentí por mi padre. Un hombre que estuvo preso casi cinco años y medio de su vida. Él venía de tres gobernaciones, en el medio interrumpida por estar preso cinco años y medio. Fuimos hijos de una persona presa y lo sufrimos mucho. Fue muy duro -para nosotros- sinceramente”.
Zulema María Eva Menem, hija de Carlos Saúl y Zulema Yoma, conocida en el mundo mediático, político y social como Zulemita, recuerda el 8 de julio de 1989 como un día histórico. Así lo expresa: “Un orgullo muy grande. Mi padre venía de Anillaco (La Rioja), un pueblito que tenía 2.000 habitantes”.
A pocas horas de un nuevo traspaso presidencial en el país, Zulemita rememoró aquellos días en los cuales su familia debió mudarse a la Quinta de Olivos, sitio al que se refirió como una “cárcel de oro”. “Me acuerdo que ese día estaban preparando las cosas para la asunción del mando. Y bueno prepararon la banda... “¿Y el bastón? ¿Dónde está el bastón?”. ¡Y no encontraban el bastón! Lo primero que se le ocurrió a mi papá fue decir: “Se lo llevó Zulema, seguro que se lo llevó Zulema”. Bueno, ahí empezaron a buscar. No sé cómo pero el bastón apareció”, contó.
Y agregó: “Con eso muestran la relación esta que siempre tuvieron malísima mi mamá y mi papá, ¿no? Y hoy están… Hoy se llevan mejor que nunca. Ellos se llevan bien, hay paz en casa todo, pero durante todos esos años la relación fue bastante fea, ¿no?”.
—¿Y fue tu mamá o nunca se supo?
—La verdad es que nunca se supo. Creería que no, pero el bastón apareció.
—¿Cómo era la relación entre tus padres?
—Mi madre siempre estuvo por amor al lado de mi papá. Le aguantó todo lo que le aguantó por amor. Hasta el día de hoy está basada la relación en más que amor: en un respeto que se tienen muy grande. Pero a mí me hubiese gustado que se separen y que no vivan juntos en ese momento, porque hoy, como hijos de padres que se llevaban mal, lo sufrimos muchísimo.
—¿Recordás los primeros días en la Quinta de Olivos?
—Yo recuerdo que nosotros no nos mudamos inmediatamente. Mi papá sí, pero recuerdo que en ese momento la Quinta de Olivos estaba un poco venida abajo, la ordenaron un poco, la arreglaron. Pero la verdad es que yo, personalmente, nunca la sentí como mi casa. No era mi lugar. No era un lugar al que yo le haya tenido cariño, ni mucho menos. Yo tenía 17 o 18 años y estar ahí adentro era como vivir en una cárcel de oro. Quería ir al cine y “no, si acá hay cine”; quería ir al gimnasio y “no, si acá hay gimnasio”.
—¿Cómo era vivir en la Quinta de Olivos?
—Era diferente. Yo creo que fue algo todo muy sorpresivo para mi hermano en ese momento, que estaba con nosotros, y para mí, porque era algo totalmente distinto. Si bien habíamos vivido la asunción de mi padre como gobernador, no era esto, ¿no? Pero siempre lo vivimos con los pies sobre la tierra. Mi mamá nos crió de una forma diferente, nos crió de una forma de no sé… Cuando eramos chicos recuerdo que teníamos los empleados en la casa, por ser los hijos del gobernador, y mi mamá todas las mañanas me decía que le hiciera la cama a mi hermano. Hacer mi cama, atender a mi hermano, hacerle la comida, preparar cosas o lavar los platos. Cosas que hoy le agradezco porque si no hubiese vivido en una nube. Si bien fue una vida distinta, mi mamá nos hizo vivirla con los pies sobre la tierra.
—¿Disfrutabas vivir allí?
—A mí personalmente no me gustaba. También hay que ver yo era hija del presidente, no era la mujer. Cuando hacen estos paralelismos con Juliana (Awada), ella lo vivió cuando tenía 45 años, yo tenía 18. Acompañé a mis padres, nada más, no cumplí el rol de primera dama. Te agobia. Yo no la sentía como mi casa, no le ponía cariño a la habitación. En cambio iba a la casa de mi mamá y tenía todas mis cositas y lo sentía mío. A la Quinta de Olivos nunca la sentí como mi hogar. Para mí no fueron años muy lindos, de ahí vi salir a mi hermano muerto.
—¿Le hizo modificaciones tu padre? ¿La remodeló?
—Cada presidente o familia presidencial la va haciendo a su forma. Lo que recibió mi papá lo dejó así. Lo único que recuerdo de mi papá es que a él le gustaban mucho los pajaritos. Y los había puesto en una jaula muy grande que le habían dado. Un día lo vi a mi papá y me dijo: “¿Por qué tienen que estar estos pajaritos acá?". Entonces abrió la puerta y se fueron los pajaritos. Habían hecho una jaula enorme. Les abrió la puerta y se fueron. Es lo único diferente que tenía la Quinta después de mi papá.
—¿Funciona como un hotel? Digo, uno quiere un café con leche a las tres de la mañana con dos medialunas...
—Funciona como un hotel y hay un café con leche. Hay gente que trabaja para estar de guardia en la quinta y funciona así.
—¿Lograban tener privacidad dentro de la casa?
—Mi papá a las 7:30 estaba entrando a la Casa de Gobierno. Atendía muy poco en la Quinta. La Quinta tiene alas para otras funciones que están alejadas de la casa. Todos querían venir a conocerla y ver de qué se trataba, pero yo me iba a la casa de mis amigos, trataba de estar muy poco ahí. Venían a la casa y se quedaban algunos amigos a comer pero no era lo diario. Sinceramente en ningún momento tenés privacidad siendo la hija de un presidente: cuatro custodios atrás que te llevan y te traen. En ese momento a mí me encantaba andar en moto, era mi pasión, y tenía los policías por atrás, que me seguían para todos lados. Y hacía unos desastres... Porque me escapaba, sin querer, pero me les iba. Hasta que mi papá decidió que basta de moto y basta de moto.
—Este año tu padre cumplió 89 años. ¿Qué costumbre mantiene de sus épocas como presidente de la Nación?
—Mi papá sigue siendo una persona que se levanta muy temprano, una persona de dormir poco. En esa época era gracioso porque se despertaba temprano y había un pájaro, un mirlo, que tienen esto de hablar como los humanos. Pasaba cada mañana y un guardia militar le decía: “Buenos días, señor Presidente”. El mirlo lo imitaba y lo saludaba.
—¿Te sirvió la relación de tus padres para llevar a cabo tus vínculos?
—Sí. Yo soy absolutamente familiera, mis padres y mis hijos son el centro de mi vida. Pero nunca me hubiese quedado con un hombre por mis hijos. Les hago más daño mintiéndoles amor o mostrando algo que no es cierto. Porque a mí me ha pasado. Me hubiera gustado que mis padres se separen cuando se tenían que separar y no estirar una relación en donde le hacés daño a tus hijos en vez de hacerles un bien.
—¿Qué recuerdos tenés de la segunda asunción, la de 1995?
—Fue bastante triste porque nosotros perdimos a mi hermano poco tiempo antes. La verdad que para mí la fuerza y el coraje con que mi viejo siguió... Fueron dos situaciones muy difíciles, verlas y vivirlas, tanto la de mi mamá por un lado, luchando por su hijo; y por el otro lado a mi padre, que había perdido un hijo también pero también había sido elegido por todos los argentinos para llevar un país adelante. La fuerza que le puso para seguir adelante por todos los que lo habían elegido y por los que no también fue extraordinaria. Digo extraordinaria porque fue extraordinaria. Porque creo que una persona cuando pierde un hijo... Creo que un hijo se te lastima un dedo y no dormís. Y fue sinceramente muy duro tanto para mi mamá como para mi papá.
—¿Cómo viven las asunciones presidenciales dentro de la familia?
—Esta fecha la vivimos con mucha alegría, con mucha expectativa. Como la mayoría de los argentinos estamos muy ilusionados en Alberto Fernández. Esperamos que sea así. Creo que tiene eso que te transmite paz, no esta lejanía que sentimos antes. La verdad es que tiene esa parte más humana que está bueno.
—¿Qué relación tenés con Alberto Fernández?
—No tengo tanta cercanía con él ni mucho menos. Digo esto porque las dos o tres veces que lo he cruzado fue en la calle o en algún restaurante. Él siempre tuvo esa calidez de venir a saludarme a la mesa, preguntarme por mis padres o mis hijos sin conocerme tanto.
—¿Y con Cristina Kirchner?
—Lo mismo. Siempre quiero aclarar que en la época de los Kirchner se demonizó muchísimo la imagen de mis padres. Pero ella siempre fue muy afectuosa conmigo y mi mamá. Tengo un sentimiento encontrado, porque si bien pasó eso, la vida va guiando los rumbos. Cuando fue la reunión en el Senado y participó “la doctora” saludó con muchísimo cariño y respeto a mi padre; y también volvió a preguntarle -me contaba papá y los senadores- por mí. En ese sentido tengo un sentimiento muy lindo.
—¿Qué opinión te merece la gestión de Mauricio Macri?
—Voté a Macri en 2015 porque hacía falta, en ese momento, un cambio de aire. Pero bueno, me vi desilusionada. La actitud o las formas del presidente Macri todo el mundo las nota, no es lo mismo que Alberto. Ya con esto que pidió que saquen las rejas de la Casa de Gobierno es estar más cerca de vos, de mí, de todos. Esto de verlo con su perro, paseando, me hace acordar a la forma que tenía papá cuando gobernaba. Actitudes que lo hacen más humano.
—¿Tu padre recibió consultas o consejos de los presidentes que lo sucedieron?
—No puntualmente presidentes, que es uno de los errores que tenemos en Argentina, que todo lo que hace el anterior está mal. Y no es así, porque hay cosas que están mal y tantísimas que están bien. Ese es el problema que tenemos en el país. Tendríamos que aprender de eso: que los ex presidentes sean personas de consulta por sus cosas buenas. Mucha gente lo visita a mi padre pero no casos de ex presidentes.
—¿A él le hubiese gustado volver a ser mandatario?
—Bueno, si lo acompañaba la edad obviamente. Mi padre tuvo tres elecciones ganadas, de las cuales una no se presentó en la segunda vuelta por hechos de la política argentina. Ganó tres elecciones y no es poco. Si lo hubiese acompañado la edad creo que se presentaba obviamente.
—¿Cómo creés que va a ser recordado Carlos Saúl Menem como presidente?
—Siempre digo que la historia lo va a reconocer. Hubieron muchísimas traiciones. Mi padre nunca se quejó, del anterior, ni puso las culpas en (Raúl) Alfonsín. El conflicto económico y social era gravísimo. Era tremendo. Y mi papá no le echó la culpa a Alfonsín y eso está bueno. El reconocimiento está llegando, porque lo siento yo, cuando me escriben en las redes sociales, cuando me ve la gente en la calle, cuando me llaman. Uno lo siente a diario. Cuando leés los diarios. Yo creo que la historia lo va a reconocer a mi padre como uno de los mejores presidentes del país.
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