Las negociaciones argentino-británicas por la soberanía de las Islas Malvinas llevan muchas décadas. En algunos momentos se congelaron por la negativa a tratar cuestiones centrales y en otros se vieron paralizadas por cuestiones internas en alguno de los dos países.
Hubo un momento en este largo devenir, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 2025, que obligó a las partes a negociar la cuestión de soberanía históricamente reclamada por la Argentina. Después de 1983 el gobierno democrático de Raúl Alfonsín intentó llegar a una solución diplomática.
En julio de 1984, en Suiza, las delegaciones de ambos países se encontraron frente a frente pero al pronunciarse la palabra “soberanía” los diplomáticos británicos se retiraron. De allí a la asunción de Carlos Menem, en 1989, “la cuestión” solo era tratada en Naciones Unidas en el Comité de Descolonización donde los representantes hablaban pero no se escuchaban. En este sentido la gestión del canciller Dante Mario Caputo fue un fracaso.
En 1988, durante su gira por Europa Occidental como candidato a presidente, Menem escuchó de cada uno de los líderes con quienes se encontró el consejo de restablecer las relaciones diplomáticas con el Reino Unido, como una forma de establecer una relación armónica y sustentable con todos los países de la Comunidad Económica Europea.
En este sentido, el entonces canciller Domingo Felipe Cavallo supo levantar las barreras que atenazaban las relaciones de ambos países. La Argentina declaró el “cese de hostilidades” y el Reino Unido terminó con el anillo de “la zona de exclusión” alrededor de las islas. No se hablaba en ese momento de “soberanía”, aunque lentamente la Argentina se dirigía en esa dirección con pasos calculados. El objetivo inicial fue reconstruir la situación previa a abril de 1982, aunque no había espacio para hablar de “retroarriendo” (lease back) porque ningún político británico podía firmar algo parecido.
Menem pensó en esa fórmula: 90 años de alquiler, pero desde el primer día el Reino Unido reconocería la soberanía argentina. No era otra cosa que el documento que Nicholas Ridley le había presentado al canciller militar Carlos Washington Pastor en 1980. El 2º punto de la propuesta británica establecía “una continua administración Británica de las Islas y su zona marítima, con miras a garantizar a los Isleños y sus descendientes el ininterrumpido goce de su forma de vida conforme a las instituciones, leyes y costumbres Inglesas sería asegurada simultáneamente mediante un arrendamiento al Reino Unido por un período de 99 años. Los términos de dicho arriendo estarían sujetos a revisión periódica, mediante acuerdo de las dos partes.”
Esa propuesta se hundió con violencia porque los kelpers (habitantes de las islas) se negaron de manera terminante a aceptarla. En esos años, Londres parecía tener una regla: llevarse bien con las Naciones Unidas y la Argentina y no con los kelpers.
Según contó Sir Malcolm Rifkind en sus memorias –Poder y Pragmatismo— su primer encuentro con Guido Di Tella en las Cataratas del Iguazú y la conversación tuvo momentos de gran interés para el británico. Tanto es así que invito a su colega argentino a reunirse nuevamente.
Tras muchos encuentros y diálogos secretos los cancilleres Malcolm Rifkind y Di Tella se juntaron en Chevening House, la casa privada del titular del Foreign Office.
Tanto Menem como Di Tella buscaban un shock de retroarriendo, algo semejante a la solución que el Reino Unido alcanzó con Hong Kong. Para Di Tella, era coronar su larga gestión al frente del Palacio San Martín. Para Menem la “picardía” de intentar sugerir una re-re en 1999.
Además de la cuestión central, Menem insistía que la bandera argentina ondeara, por lo menos, en el cementerio militar. Y no era un imposible ya que había una tradición británica que permitía el izamiento de banderas extranjeras en cementerios británicos de la Segunda Guerra Mundial. Di Tella también pensó en un Plan B: todo lo mismo pero en 10 años y repetir la fórmula Ridley: "3º. Las banderas Británica y Argentina flamearían lado a lado en los edificios públicos de las Islas.”
Durante la cumbre los argentinos intentaron repetir las formulas Hong Kong y los efímeros adelantos de la época de Juan Domingo Perón (1974) y Jorge Rafael Videla (con Ridley), tras la formula “retroarriendo + soberanía”. Los ingleses respondieron: “Lo mismo pero sin soberanía”. Admitían una administración compartida, la bandera en el cementerio, una Casa Argentina en Puerto Argentino (Stanley) y no reclamo de soberanía por 90 años. Guido Di Tella dudó, pero uno de sus funcionarios se negó a firmar y mantuvo una fuerte discusión con su jefe. La reunión se terminó reconociendo ambas partes que había una disputa de soberanía y se convino en volverse a encontrar.
Tras el fracaso de la segunda cumbre, a las 16.20 del 27 de enero de 1997, William Mardsen (quien llegaría a ser embajador británico en la Argentina, entre 1997-2000) llamó a Suiza y se comunicó con el embajador argentino Guillermo González. El inicio del diálogo bien se parece a una conversación entre tahúres:
WM: Te estoy llamando sin ninguna razón especial. Acabo de recibir una postal de un amigo de Suiza y pensé que sería una buena idea conversar contigo ya que no tuvimos oportunidad de evaluar Chevening.
GG: En realidad, estaba a punto de llamarte con el mismo propósito. Dispara primero.
WM: Esta es una iniciativa puramente personal y no la consulte con el Secretario de Relaciones Exteriores… pero antes de rendirnos quiero saber si se puede hacer algo más. Tú ministro, antes de irse (de Chevening), habló sobre la presentación de un documento sobre otra alternativa que, en su opinión podría ser más factible.
GG: Se refería a la posibilidad de un congelamiento (freeze) por un período de tiempo. En cierto modo está volviendo a lo básico… revisa tus apuntes de nuestra conversación en París y encontrarás allí algunos elementos básicos para tratar de llegar a un acuerdo práctico.
WM: ¿Deberíamos esperar un documento sobre el congelamiento?
GG: No lo sé, tú eres el que dijo que no tiene ninguna posibilidad (…) sobre esta base no hay espacio para más conversaciones. No veo el uso de un nuevo documento. No estás ayudando a tus amigos y no estás sirviendo bien a los intereses de tu país.
WM: ¿Ha sido sacudido Guido Di Tella por la falta de resultados en Chevening?
GG: Bueno, él no es eterno y ciertamente no estás ayudando. Necesita un logro, algo que podamos llamar un éxito, su éxito personal. Piensa ir a las islas (con su pasaporte italiano). Esta listo para limitar su piadosa presencia en el cementerio argentino o, si se le permite, podría continuar su peregrinación a Stanley e incluso al Consejo para explicar en vivo la posición argentina.
WM: Es un momento difícil. No lo veo posible. Recomiendo encarecidamente que no lo haga.
Tras un corto tiempo de conversación, los dos se despiden y el funcionario británico sugiere un encuentro y dice: “Mira sería más fácil si tu jefe se contactara con el mío por teléfono y deciden si nuestra reunión puede ser útil, ya sea en el tema congelamiento u otra idea que pueda acomodarse a nuestros principios básicos. ¿Me llamarás?
GG: Estamos en contacto.
Al día siguiente, 28 de enero, siendo las 19.35 en Berna, Guillermo González recibió una llamada de Guido Di Tella, que estaba en Punta del Este. Conversaron sobre el diálogo con Mardsen del día anterior. Ambos llegaron a la conclusión de que el diplomático británico “no puede haber actuado totalmente por las suyas y que algún tipo de autorización debe haber tenido”. Tras otras consideraciones, quedaron en volver a conversar y así lo hicieron el 30 de enero por la tarde.
En esta oportunidad el canciller argentino le contó que había hablado telefónicamente con Malcolm Rifkind y que de la conversación había surgido "la conveniencia de una reunión confidencial entre ambos”. El canciller británico preguntó a Di Tella en qué nuevas ideas estaba pensando y la respuesta fue que sería una “variación del freeze, diseñado para que dure para siempre”. Ambos ministros acuerdan que González y Madsen vuelvan a conversar personalmente.
A las 11.40 del 4 de febrero de 1997, Mardsen y el embajador Gonzalez mantuvieron un diálogo telefónico y, sin mayores rodeos, el funcionario británico dijo que le parecía útil una revisión informal de todo lo sucedido hasta ese momento. Respecto al freeze adelantado por Di Tella a su ministro, estimó que quizá el Secretario de Relaciones (Rifkind) haya tenido unas respuestas “extremadamente corteses”, pero que eran las de un hombre que “no ha estado totalmente involucrado en lo que sucedió en los últimos dos años”.
Los dos funcionarios quedaron en verse el 6 de febrero y volvieron a comunicarse telefónicamente el 27 de marzo. Lo cierto es que en estos dos contactos no se alcanzo nada definitivo y Mardsen salió del sistema de consultas porque viajo a su destino en Buenos Aires como embajador. Antes de marcharse dejó un mensaje:
“Estoy convencido de que no podremos tener éxito si cada parte mantiene inflexiblemente posiciones extremas y no está lista para arriesgarse a contemplar intereses comunes a largo plazo. Creo que hemos hecho nuestra parte. Esperemos que nuestros sucesores puedan completar lo que tuvimos el privilegio de comenzar”.
Después de varios meses, tras Mardsen llegó el Embajador Sir Peter Westmacott, director del Departamento Américas del Foreign Office. El nuevo Primer Ministro era el laborista Tony Blair y su canciller Robin Cook.
El primer encuentro entre los dos embajadores se realizó en la primera quincena de octubre de 1997 en el parisino La Ferme Saint-Simon, un restó ubicado en el 6 Rue Saint-Simon, a pasos de la cancillería francesa. Tras una larga conversación Westmacott entró en tema y, sonriendo, dijo: “Si fuéramos a hacer un relato de la historia de los hechos deberíamos comenzar cuando Di Tella sugirió que estaba dispuesto a considerar una solución que incluyera el cese del reclamo argentino y el reconocimiento de la soberanía”.
González lo interrumpió y también con otra sonrisa dijo que ese era “un lenguaje obsceno y crudo, impropio de caballeros”. “Particularly of those who want to keep their heads on their shoulders” (”particularmente de aquellos que desean mantener la cabeza sobre sus hombros"). Luego, tras algunas aclaraciones sobre algunos dichos de Di Tella, comenzaron a trabajar sobre un borrador dejado por Mardsen.
El diplomático argentino sostuvo: “La Argentina tiene dos objetivos de mínima en este ejercicio. El primero es el de mejorar nuestra situación relativa, no el de empeorarla como usted está sugiriendo al mencionar ‘algún tipo de reconocimiento’. El segundo objetivo de mínima es asegurarnos que en una fecha cierta y acordada entre las partes tendrá lugar una revisión completa del nuevo estado con la clara posibilidad de revisarlo”.
PW: Dentro de esos lineamientos no veo claro cuáles son los beneficios para el Reino Unido. Le gente se preguntará “que hay para nosotros".
GG: Dijo que la nueva administración laborista buscaba actuar sobre una base ética y que ésta era una gran oportunidad para demostrar que Gran Bretaña sigue siendo un gran ejemplo moral y ético.
PW: ¿Qué dificultad tienen ustedes en que los isleños mantengan su lealtad a la Reina?
GG: Ninguna, respetaremos la decisión que individualmente tome cada uno […] tienen derecho a la doble ciudadanía. Nunca hemos cuestionado a un hispano-argentino que quiera reconocer a Juan Carlos como su Rey.
PW: Por favor, explíqueme este tema de las banderas a las que ustedes son tan afectos y la estatua de San Martín. Pareciera fuera de lugar en las islas.
GG: Repitió el valor cultural y simbólico de las banderas que constituían un elemento fundamental del Acuerdo. Mientras más banderas argentinas, más posibilidades de apoyo de la opinión pública. Respecto a la estatua de San Martín, señaló que para los argentinos era importante y no podía entender en que se convirtiera en un obstáculo. Pongamos también una de Canning, a nosotros no nos molesta ni afecta negativamente.
Tras un largo intercambio de ideas sobre el documento dejado por Mardsen, el embajador británico preguntó: “¿La visita del Presidente Menem al Reino Unido debería ser parte del paquete que estamos tratando?”
GG: No. La visita a Londres (en 1998) tiene que ser valorada por sus propios méritos. Por alguna razón ésta se ha convertido en una prioridad de política exterior.
El 21 de noviembre de 1997 volvieron a encontrarse en París, en un domicilio particular de la Rue Leonard da Vinci 9 que comenzó a las 10 de la mañana. Cuando Sir Peter preguntó sobre las reacciones en la Argentina sobre el anuncio de una visita de Menem a Londres en octubre de 1998, González respondió que había caído bien entre la gente y que el Presidente había reaccionado sin euforia y con declaraciones medidas. Sobre los dirigentes de la oposición, de la Alianza y particularmente Raúl Alfonsín, ellos se habían expresado contrarios al viaje sólo si se hiciera la mención al diferendo sobre Malvinas, como precondición para la invitación.
PW: Volvió a preguntar si creía posible alcanzar un acuerdo.
González respondió que según su juicio era posible si se actuaba con racionalidad y ninguna de las dos partes exigía lo que el otro no podía dar. Y Westmacott, alzando la voz, señaló: “El secretario Robin Cook había reiterado dos premisas básicas para el Reino Unido: que la soberanía no era negociable y que el acuerdo debía ser aceptable para los isleños”.
González, sin perder la calma, opinó que entendía la primera afirmación como que no están dispuestos a considerar un traspaso de soberanía y le recordó que él había utilizado la expresión “there is no mood for more hand overs” (no hay humor para más excusas). “Nuestro objetivo es el de alcanzar un acuerdo que tenga características de soberanía compartida”.
Westmacott preguntó quién sería el Jefe de Estado dentro del esquema argentino y González contestó que no veía necesidad de definirlo ya, en todo caso podía tener dos o no tener ninguno. Podría tener solo un Jefe de Gobierno elegido por los propios isleños. La contraparte británica dijo que eso no era posible y que todo territorio, autónomo o dependiente, debía tener un Jefe de Estado…
Tras dos horas de conversación, Peter aclaró que no se había perdido el tiempo aunque no habíamos avanzado y que “nos merecíamos un buen almuerzo y nos mudamos a una habitación más pequeña con una mesa y dos sillones. Agradable aunque un poco oscura”. En la ocasión, ambos abrieron sus carpetas con recomendaciones e instrucciones y comenzó el diálogo formal, aunque ambos dijeron que informarían sobre el diálogo previo.
Entrando en el proyecto de Acuerdo, entre los tantos textos circulantes, el non paper británico dejado por Mardsen, González leyó: “El Reino Unido otorgará a las Islas Malvinas un nuevo estatus. Los isleños tendrán poderes ampliados reflejados en sus instituciones, proporcionando un gobierno interno completo. Argentina tendrá una nueva relación con las islas. Todo lo que no se modifique mediante la aplicación de este acuerdo permanecerá en su forma actual.”
Frente a este texto, propuso: “El Acuerdo tendrá la forma de un tratado bilateral entre el Reino Unido y Argentina con anexos y acuerdos específicos sobre asuntos de interés común. A los efectos de este Acuerdo y mientras esté en vigor, ambas Partes acuerdan: las Islas adquirirán un nuevo estado. Los isleños tendrán poderes ampliados reflejados en sus instituciones, proporcionando un gobierno interno completo. Todo lo que no haya cambiado a través de la aplicación de este acuerdo permanecerá en su forma actual.”
Sir Westmacott se negó a tomar nota del nuevo texto y dijo que está totalmente alejado de la posición de mínima del Reino Unido y que no tiene sentido discutirla. Luego el diálogo se deslizó sobre cuestiones propias de lo que debería ser la gestación de un Estado o territorio nuevo: sus autoridades, el Consejo de las Islas, bandera, nombre, entre otras cosas.
En algunos pasajes se acordaba y en otros se mantenían las diferencias. En el intrincado lenguaje diplomático todo se convertía en una “ambigüedad constructiva” pero el objetivo central no se alcanzaba. Años más tarde, Westmacott dijo que el esfuerzo diplomático había sido muy amplio y había permitido acuerdos en temas importantes: "Estuvimos cerca de un progreso real sobre la cuestión de soberanía a mantener el tema entre paréntesis por 30 años pero los poderes que están en Londres no quisieron arriesgarlo”.
El canciller Sir Malcolm Rifkind confesó que si bien Malvinas podían ser, según la Argentina, “independientes”, la propuesta argentina de nombrar un vicegobernador argentino manifestaba instituir una “soberanía compartida” y las conversaciones no prosperaron.
En octubre de 1998, Menem llegó a Londres encabezando una numerosa delegación de “lovely” argentinos. Tuvo un tratamiento de Estado pero no pudo lograr lo que fue a buscar.
En el 10 de Downing Street almorzó con el entonces Primer Ministro Tony Blair. Durante el servicio de salmón con terrina de espinacas, roast breast of partidge (pechuga asada de perdiz) y duraznos con crema de vainilla no se habló de Malvinas.
Horas más tarde, Blair aclaró en el Parlamento: “Las islas no cambiarán de estatuto a menos que sus habitantes expresen ellos mismos ese deseo”. Menem, en un exceso de optimismo, había declarado a un diario porteño que se podría dialogar sobre soberanía en los próximos tres años.
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