De escapar a las pandillas en Guatemala y vender panes en el tren, a revolucionar el subte de Buenos Aires

Lester es de Guatemala y Sebastián de San Fernando. Se conocieron en una competencia de break dance, se hicieron amigos, y comenzaron a hacer shows en el subte. Hoy son dos bailarines reconocidos en el ambiente del hip hop, pero tuvieron que luchar mucho para lograrlo

Lester y Sebastián bailan break dance en el subte

Es jueves a las dos de la tarde. La linea B del subte porteño no está muy poblada y en la estación Carlos Gardel sube un dúo al vagón. A los pocos minutos, uno de los chicos se presenta: “Somos Lester y el Duende y vamos a bailar para ustedes”. La gente no los mira, pero los escucha. Entonces ponen la música y el subte se llena de ritmo.

Pronto, las piernas de Lester se revolean por el aire y la cabeza del Duende gira como un trompo en el piso. Poco a poco, la gente se va ablandando hasta que en el último beat estalla en un aplauso.

Entonces gira la gorra y el arte callejero irá en busca de otro vagón. Se repite cada semana, cuando Lester y el Duende (Sebastián) tienen ganas de hacer un show. Lester Castro tiene 25 años. Es de Guatemala pero vive en la Argentina desde los veinte. Tenía dos alternativas cuando decidió irse de Guatemala: o ir hasta Panamá y volar a los Estados Unidos, o venir a la Argentina. Optó por la segunda, no sabe muy bien por qué, pero acá está.

Lester y Sebastián (el Duende) en un show de break dance improvisado frente a a Facultad de Derecho. Fotos y video: Lihue Althabe.

No llegó con mucho: la voluntad de prosperar y varios años de entrenamiento en breaking, un tipo de baile propio de la cultura hip hop, en la cual está metido desde los 10 años. “El hip hop me salvó de no estar en las pandillas en mi país, me sacó de ese foco, por decirlo así… es algo bastante especial, con muchos peso en mi vida porque creo que lo vivo 24/7”, dice.

En nuestro país vivió un tiempo en Buenos Aires, luego dos años en Rosario, y finalmente volvió a Buenos Aires. Vive en un hostel en Caballito y trabaja con distintos grupos de arte haciendo shows: los hace para niños, para las municipalidades que los contratan, da talleres… Pero entre evento y evento, cuando las ganas y la necesidad se combinan, habla con su amigo Duende y salen a tirar pasos en el subte. Allí los conoció Infobae, en la línea B a las dos de la tarde yendo de L. N. Alem hacia Juan Manuel de Rosas.

Su amigo el Duende es Sebastián. Tiene 23 años, es de San Fernando, del barrio Alvear, y seguidor de la cultura hip hop desde los 11 años: “El hip hop lo conocí de chico, a los siete años, en mi barrio. A la vuelta de casa se juntaban de la Villa Garrote, que es el barrio vecino, venían a entrenar al Alvear, y siempre organizaban batalla. Eso era para estar más tranquilos, que no haya quilombo. Que puedan entrar y que nosotros podamos ir al otro barrio…”.

¿Había pica entre los barrios?

—Siempre. Siempre hay bardo entre barrios y esto es como los unificaba un poco más. Las batallas eran batallas de baile, como las que hoy se ven de freestyle. Era ver quién tiraba el mejor paso. O quién tiraba el mejor graffitti, o quién rapeaba las mejores letras…

¿Operaba como una técnica de paz entre los barrios?

—Claro. Y después era compartir conocimiento. Porque en sí no era tan grande la cultura hip hop en el barrio y tratábamos de que se unieran más que alejarlos, ¿no? Y uno daba un taller o compartía algo que había aprendido, y así se fueron tendiendo puentes entre los dos barrios.

Lester nació en Guatemala. Tiene 25 años y vive desde los 20 en la Argentina. Trabaja en shows, da talleres, y baila en el subte.
Sebastián tiene 23 años y baila hace 12. Es de San Fernando. Para él, el hip hop fue la primera forma de hacer amistades con la gente de su barrio vecino. Hoy quiere vivir de su arte.

En una de esas competencias fue que se conocieron El Duende y Lester. Les gustó cómo bailaban y se hicieron amigos. Fue entonces cuando Lester le contó a Sebastián cómo era sobrevivir en Guatemala, cómo las pandillas dominan los barrios y reclutan a los chicos para darles armas y tener el control de la calle. Para él, el breaking dance (“break dance es el nombre comercial que le pusieron”, dicen), fue su vía de escape. Las pandillas lo iban a reclutar pero él sobrevivía con los shows y talleres.

Pero la cosa se complicó: “Se empezaron a enojar conmigo porque al dar talleres a los más chicos los estaba manteniendo lejos de las pandillas, les daba una salida, y eso a las pandillas no les gustaba. ‘Nos estás sacando soldados’, me decían”. Tiempo después, Lester decidió dejar el país y probar suerte afuera.

Para el Duende la cosa tampoco fue fácil. Cuando descubrió el break, su madre le preguntó si quería ir al circo o dedicarse al hip hop. Sebastián no dudó. “Yo no soy ningún payaso”, le dijo. Buscaron escuelas, pero la situación económica en su casa no era fácil. Todos los días tenía que salir a trabajar para ayudar a la economía familiar. Salía por San Fernando a vender panes que hacía la madre, pero en cada hueco se juntaba con sus amigos y aprendía un nuevo paso. Finalmente, se quedaba con las bandejas sin vender y pasaba el día entero entrenando.

Suelen presentarse en la línea B del subte porque es más amplia y no tiene barrales al centro de cada vagón, entonces pueden bailar mejor. No están todas las semanas, pero cuando lo hacen lo anuncian en sus redes sociales.

Todo cambió a los 17 años, cuando lo contrataron por primera vez para un show. “Estaba en un grupo y nos llamaron para bailar en un boliche. Me acuerdo que me pagaron 200 pesos por dos minutos de baile y me dieron consumiciones libres. Para mí era increíble: ¡me estaban pagando por bailar! Era lo que siempre había querido”, cuenta.

Él también fue creciendo. Hoy da talleres sociales, hace shows y va a competencias para que se lo conozca. A veces sube videos a su Instagram o al de Lester (@Duende.bboy y @Lester94castro). Cuando puede y siente la energía, llama a Lester y sale a bailar al subte o al tren. Ambos territorios están dominados por los vendedores ambulantes, que ya les dieron el aval para hacer shows en algunas estaciones.

—¿Cómo es la respuesta de la gente?

Sebastián: Positiva. Bastante positiva. Se ceba, les gusta. Nosotros siempre aclaramos que no es necesario que nos den plata sino que con una simple sonrisa a nosotros nos basta. Como que a veces están re enfocado en la suya y te miran, y cuando vos vas a pasar la gorra se hacen como que no te vieron. ¿Viste? Porque no tienen plata o algo. Algunos te dicen: “Che, no tengo plata pero la verdad que me encantó su show”.

El break dances es una de las tantas expresiones que tiene la cultura hip hop. La más popular en nuestro país hoy es el freestyle o MC. Lester y Duende dicen que hacia dentro del hip hop lo importante no es la fama sino el respeto. Fotos y video: Lihue Althabe.

—¿Y eso de la simple sonrisa es verdad? ¿Si alguien no tiene plata te alcanza, te alegra con un aplauso?

Sebastián: Y sí. Obvio. O sea, no es todo plata en la vida. Aunque nosotros necesitamos… Yo vivo en un barrio con mi familia y nosotros vivimos en situaciones precarias, como en todo barrio, y se necesita la plata. Pero también somos expresión corporal y si nosotros tenemos un mal día se ve en nuestro baile.

—¿Y hacia vos, Lester? ¿Cómo es la mirada del público argentino como bailarín de break y como extranjero?

Lester: Bastante bien. Creo que hacia dentro de la cultura hip hop ha sido un poco más duro. Se trata del respeto. Te tenés que ganar tu respeto para que te aprueben por decirlo así.

—¿Cómo te ganás ese respeto?

Lester: En la pista. Por eso se hacen las competencias también, para estar activo. Y creo que ahí la gente te va tomando el respeto.

—¿Qué significa tu compañero el Duende para vos?

Lester: Uh… ¡mis ojos en la espalda! A morir… Es como un escudo también: me cubre, y yo lo cubro.

—Y a para vos, ¿qué significa Lester?

Sebastián: Lester es el que me aviva. El que me dice: “Te quiero, pero te quiero vivo”. Es como un hermano. Estamos juntos, vamos para todos lados. Y bueno, él tiene su movida, yo tengo la mía, pero tratamos de siempre coordinar en lo que nos hace bien a ambos, ¿no? Y seguir para adelante. Es una re persona para mí.

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