El tenebroso “Doctor K”, el represor que busca desheredar a su hija porque lo rechazó públicamente

Temido por sus víctimas en los centros clandestinos, Eduardo Kalinec fue condenado a prisión perpetua por secuestros, desapariciones y asesinatos. Analía, integrante del colectivo Historias Desobedientes, fue la única de sus cuatro hijas que lo repudió públicamente. Por esa acción, su padre le inició un juicio civil por “indigna”, buscando que no reciba el legado de su madre. Ella cuenta por qué no renuncia a su herencia y cómo enfrentó a su familia

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Analía Kalinex rechazó a su padre genocida públicamente, Hoy, él pide que ella sea declarada "indigna" para que no pueda heredar a su madre
Analía Kalinex rechazó a su padre genocida públicamente, Hoy, él pide que ella sea declarada "indigna" para que no pueda heredar a su madre

Este año, los días de la maestra y psicóloga Analía Kalinec corrían por carriles normales hasta que una tarde sonó el timbre de su casa y recibió una notificación judicial. Apenas la abrió, respiró agitadamente y varias veces releyó para entender si no era una broma.

Hace un tiempo, siendo parte del colectivo Historia Desobedientes, Analía había expresado públicamente repudio contra su padre, Eduardo Kalinec, ex comisario de la Policía Federal condenado por secuestros, desapariciones y asesinatos durante el terrorismo de Estado. Y ahora, en dicha notificación, el represor la acusaba ante la justicia por “indignidad”. No conforme con eso pidió excluirla de la herencia de su madre, Angela Fava, que falleció en 2015.

Pero no todo quedó allí. Kalinec, conocido como el “Doctor K”, de 67 años, volvió a concurrir a los tribunales pidiendo por el 2 por 1 y, tiempo después, por el beneficio de la prisión domiciliaria. Negadas ambas solicitudes, buscó salidas transitorias y hace unos días recibió la aprobación del Tribunal Oral en lo Criminal Federal número 2. Con argumentos insólitos como computarle buena conducta por realizar cursos de bijouterie, artesanías y buffet frío y permitirle, de ese modo, salir de la cárcel para “afianzar y mejorar lazos familiares y sociales”, el juez Enrique Méndez Signori le dio el beneficio de gozar de salidas de la cárcel de Ezeiza, en donde cumple prisión perpetua por violaciones a los derechos humanos.

Lo primero que hizo Analía Kalinec, al enterarse de la resolución, fue juntarse con su colectivo y redactar una nota de rechazo.

“En primer lugar, queremos solidarizarnos con las víctimas de este genocida y sus familias entendiendo que esta medida es una burla y una ofensa a la incansable búsqueda de justicia y a la lucha por un país con más Memoria y Verdad”, se lee en la primera parte del comunicado. Y luego: “Estas medidas regresivas lesionan a la sociedad (…) ¿Qué señal se da a la sociedad cuando en nombre de una “medida humanitaria” o por “ajustarse a derecho” se igualan los delitos de un genocida con los de un delincuente común? La libertad de un genocida -encubierta en salidas transitorias o prisiones domiciliarias- pone en peligro la paz social y atenta contra el sistema democrático. Es inaceptable que un criminal de lesa humanidad utilice artilugios legales -apelando a la justicia que despreció y sigue despreciando- para burlar su condena. Es sumamente alarmante que haya jueces que den lugar a estos reclamos en nombre de la ´justicia´”.

Analía con sus padres, Eduardo Kalinec y Ángela Fava, y sus hermanas. El ex comisario de la Policía Federal fue condenado por secuestros, desapariciones y asesinatos durante el terrorismo de Estado. Y ahora, pidió ante la justicia excluir a Analía de la herencia de su madre, que falleció en 2015
Analía con sus padres, Eduardo Kalinec y Ángela Fava, y sus hermanas. El ex comisario de la Policía Federal fue condenado por secuestros, desapariciones y asesinatos durante el terrorismo de Estado. Y ahora, pidió ante la justicia excluir a Analía de la herencia de su madre, que falleció en 2015

-¿Por qué tu padre te acusa de “indigna”? ¿Cuáles son sus argumentos?

-Las acciones que inició fueron en el marco de la sucesión de mi mamá. Lo hizo en el juzgado Civil, para que no pueda heredarla e impedir el acceso a los bienes que le corresponden a mi mamá y que heredamos sus hijas. Lo que busca es declararme indigna, que es una figura contemplada en el Código Civil y Comercial y que pueden usar los co-herederos. Al día de la fecha la situación no está resuelta, por lo que estoy impedida de heredar a mi mamá, aún no hubo sentencia. La jueza que interviene buscó la conciliación y luego una mediación, pero no se llegó a ningún acuerdo y se espera el juicio. Además él dice que cuando se muera también me quiere desheredar, cosa que la ley no le permite, porque soy heredera forzosa.

En la mediación judicial Analía Kalinec expresó, de forma categórica: “Ningún acuerdo es posible excepto que mi padre se disponga a aportar datos verídicos y verificables acerca del destino de las víctimas del terrorismo de Estado del que él formó parte: acerca del destino de las personas desaparecidas y de las nietas y los nietos apropiados. Lo escucho si tiene algo que decir al respecto”.

Y después extendió otro escrito, en el que detalló cómo ha sido afectada su salud por este conflicto. “Mi mamá falleció el 9 de septiembre de 2015. A la fecha -ya han pasado más de cuatro años- no he podido aún heredarla. El hecho de constatar que mi padre, a través de este artilugio legal, ejerce un poder sobre mi persona tiene para mí un costo emocional muy alto. Mi padre ejerce sobre mí el poder fáctico de no dejarme heredar a mi mamá. Esto no es algo que yo pueda considerar justo. El costo emocional y afectivo es muy alto, tanto para mí como para mi familia. Mi salud física y mental están permanentemente afectadas -crisis de angustia, trastorno de ansiedad, insomnio-. Dedico una gran parte de mi tiempo y de mi sueldo a pensar y repensar esta historia y las cosas que tengo que decir, lo de que de mí se dice y sobre lo que me tengo que estar defendiendo. Es realmente humillante que un criminal de lesa humanidad utilice los mecanismos constitucionales -apelando a la justicia que despreció y sigue despreciando- para torturar a su hija que piensa diferente”.

-Además, en su presentación, tu padre se defiende diciendo que los bienes le pertenecen a él, no a tu mamá…

-Es un razonamiento machista y patriarcal. Dice que como mi mamá nunca trabajó, todo le pertenece a él, entonces tiene carta blanca para usar los bienes ahora que sale transitoriamente. Mis hermanas más pequeñas también lo entienden así: que las propiedades eran de mi papá porque mi mamá nunca trabajó. Y en el escrito que presenta mi papá, donde me acusa de agraviar la memoria suya y de mi madre, dice explícitamente que no va a permitir que me vea beneficiada con tantos años de trabajo de “policía honesto”, según sus propias palabras. Lo que le preguntaría es si esos años también incluyen los de la dictadura donde estaba torturando gente en los centros clandestinos. Me pregunto, entonces, ¿es digno callar ante delitos de lesa humanidad? ¿Es indigno no consentir actos criminales?

Analía y su padre en una foto del álbum familiar
Analía y su padre en una foto del álbum familiar

Analía habla de la composición familiar. Dice que su madre tenía 15 años cuando lo conoció a su papá y que a los 24 ya tenía a sus cuatro hijas. “Somos todas mujeres, yo soy la segunda, nací en 1979. Mis hermanas más chicas acompañan con su firma el escrito de mi papá, lo defienden. No es casual que las dos sean personal civil de la policía, más allá de sus individualidades, hay una lógica corporativa que hace mella en su negación familiar. Mi hermana más grande no firma el escrito pero no tengo relación con ella. Con mi madre tuve mis idas y vueltas, le tenía enojo porque estaba con mi padre de forma incondicional. Después la puse en contexto y entendí que tenía pocas herramientas frente a un tipo que hacía manejos psicopáticos en lo emocional y en lo económico”.

-¿En qué consiste la herencia?

-Una casa en Tres Arroyos donde él estaría cumpliendo ahora sus salidas transitorias, un departamento en Mar del Plata, una cochera y unos bonos de un seguro militar. Mi mamá tenía a su nombre una caja en la sociedad militar y fue cerrada por mis hermanas cuando murió. Nunca supe qué había allí dentro. Quiero aclarar que los bienes, en términos materiales, no me interesan. Acá hay una disputa por el sentido, y por reivindicar a mi mamá en términos simbólicos, porque tiene derecho a dejarme su herencia. Entiendo que ella no estaría de acuerdo sobre lo que están haciendo mi papá y mis hermanas.

-Hay casos de hijas e hijos de genocidas que rompen con su herencia o que incluso han llegado a cambiarse su apellido. ¿No consideraste esas instancias?

-Lo que estoy reclamando, en primer lugar, es la herencia de mi mamá. En relación al posicionamiento subjetivo, me reconozco como la hija de mi padre, no reniego de eso, lo cual no me exime en reconocerlo como un torturador y un genocida. A mí no me modifica en nada cambiarme el apellido, como ocurrió con Mariana Dopazo -la ex hija de Miguel Etchecolatz-, que entiendo que ha tenido una condena social previa por su historia. Al contrario, me parece que es una disputa que tengo que dar al interior de mi familia. Ellos se sentirían cómodos si rompiera con el parentesco.

-¿Cómo es eso?

-Soy heredera forzosa, tengo los genes de la familia Kalinec, y lamentablemente me tienen que bancar. Esto lo refuerzo como un posicionamiento político del colectivo Historias Desobedientes: que las propias familias de los genocidas estemos recriminando el accionar criminal de ellos. Elijo pararme allí, y desde ese lugar, que es el de hija, el de hermana y el de tía, defiendo la verdad que quieren negar. Siempre me reconocí la hija de mi padre, con todo el dolor y las contradicciones a cuestas. Lo que se juega acá es la transformación de esa herencia, de hacer algo diferente con lo que recibimos, por eso es que nosotros como colectivo buscamos que nuestra palabra tenga un valor judicial en los procesos de lesa humanidad. Se trata de romper con el mandato de la obediencia al padre, con esa noción de “bueno, pero es tu papá, entendelo, perdonalo”, tan arraigada en lo religioso y en nuestra cultura. El colectivo Historias Desobedientes es un emergente de la sociedad, que ha logrado construir un espacio para que los familiares de los genocidas repudien los crímenes de sus seres cercanos. Y tomar una posición subjetiva frente a una realidad que nos era vedada o tergiversada.

-¿Y qué mirada tenés sobre tu padre?

-Lo reconozco como una persona enferma, es decir, como alguien capaz de cometer los hechos más atroces y nunca arrepentirse. Este hombre que es mi padre no admite los crímenes que realizó, que fueron debidamente probados y por los cuales fue condenado a prisión perpetua con sentencia firme. Todo lo contrario. Entiende que defendió a la patria, que ése fue su deber.

Eduardo Emilio Kalinec fue condenado a prisión perpetua en 2010 por secuestros, torturas y homicidios cometidos en los centros clandestinos Atlético, Banco y Olimpo, sitios que funcionaron bajo la órbita de Carlos Guillermo Suárez Mason, jefe del Primer Cuerpo del Ejército
Eduardo Emilio Kalinec fue condenado a prisión perpetua en 2010 por secuestros, torturas y homicidios cometidos en los centros clandestinos Atlético, Banco y Olimpo, sitios que funcionaron bajo la órbita de Carlos Guillermo Suárez Mason, jefe del Primer Cuerpo del Ejército

Eduardo Emilio Kalinec fue condenado a prisión perpetua en 2010 por secuestros, torturas y homicidios cometidos en los centros clandestinos Atlético, Banco y Olimpo, sitios que funcionaron bajo la órbita de Carlos Guillermo Suárez Mason, jefe del Primer Cuerpo del Ejército. Los sobrevivientes lo describieron como una persona temeraria, conocida como el “Doctor K”, que no reparaba en demostrar crueldad con golpes físicos a mujeres y aplicar picana en la sala de torturas.

Analía, su hija, se enteró de esos relatos en 2008, tiempo después de recibir el llamado de su madre en el que le anunciaba que su padre había sido detenido. Tras un largo proceso personal, como empezó a ocurrir con hijos e hijas de represores hace unos años, lo desobedeció como padre y lo repudió públicamente.

“¿Qué se puede esperar de un hombre que tortura, asesina y desaparece pensando que está bien? ¿Qué se puede esperar de un padre que piensa que su hija es una enemiga? ¿Qué necesidad de “conciliar” o “reconciliar” hay? ¿Qué posibilidad hay? ¿Por qué la insistencia de que padre e hija dialoguen cuando el padre hace expreso y manifiesto su afán por lastimar a la hija? Ningún acuerdo es posible, no hay posibilidad de diálogo ante alguien que es incapaz de conmoverse frente al dolor humano. El dolor de un cuerpo que es torturado, el dolor de una madre que busca a su hijo, o de una abuela que no encuentra a su nieta, el dolor de un hijo o una hija que no sabe qué pasó con su mamá o su papá. Que me explique la justicia si soy una hija indigna. Que le explique a él si es que no lo soy. Nada de lo que mi padre diga sentir o diga pensar me interesa ya”, son otras de las palabras que eligió el Colectivo Historias Desobedientes para rechazar, en nombre de Analía, las salidas transitorias de su padre.

El colectivo de Historias Desobedientes
El colectivo de Historias Desobedientes

-Un debate pendiente sobre los condenados por crímenes de lesa humanidad es qué pasa con sus planteos judiciales en relación a sus beneficios como presos, ¿cuál es tu postura al respecto?

-¿No es un riesgo equiparar un crimen de lesa humanidad con un delito común? ¿Qué lazos sociales se pueden mejorar con un hombre que tortura, asesina y desaparece pensando que está bien? En el caso de mi padre, se hizo un cómputo sobre el tiempo que ya lleva en la cárcel, que son 14 años y pico, y se le concede buena conducta al computarse sus cursos de bijouterie artesanías y buffet frío. La ley habilita a los presos comunes para que se reinserten gradualmente en la sociedad, y está bien, el tema a discutir es si en cuestiones de lesa humanidad se pueden dar los mismos beneficios. Y además estamos hablando que mi padre pasó bastante tiempo en la más absoluta impunidad, o sea, lleva de condena mucho menos que de estar libre por los delitos del cual es responsable. El otro punto importante es qué pasa con su falta de arrepentimiento. Y su no colaboración con la información que sabemos que tiene y que no aporta. Porque ellos se sienten orgullosos de lo que hicieron, y además no han sido exonerados por las instituciones de las que fueron parte. No han reparado ningún daño, todo lo hizo el Estado. Estos crímenes no se tienen que volver a repetir y entiendo que esta clase de beneficios son un retroceso.

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