BUENOS AIRES — Cientos de adolescentes estaban reunidos en una oscura calle de Buenos Aires para escuchar un mitin estudiantil de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. De repente, Natalia Mira, de 18 años, levantó la mano y los invitó a cantar.
Era una canción que se suele escuchar entre los jóvenes en manifestaciones políticas en Buenos Aires, una oda al expresidente Juan Perón y a su esposa, Eva.
“Militaremos de sol a sol”, empezaron a cantar los jóvenes frente a su secundaria. “Somos les pibis, les soldades de Perón”.
En español, un idioma en que todos los sustantivos tienen un género asignado, la palabra soldados es masculina: “Los soldados de Perón”.
Sin embargo, la letra que cantaba Mira era diferente: “Les soldades”.
Para la mayoría de los hispanohablantes, esta “e” en el artículo y el nombre suena incorrecta gramaticalmente. Pero aquí en Buenos Aires, los adolescentes están reescribiendo las reglas del español, eliminando el rasgo de género de las palabras referidas a personas. En reuniones, aulas y conversaciones cotidianas, los jóvenes están cambiando su forma de hablar y escribir, sustituyendo las vocales “o” masculina y “a” femenina por la “e” neutra para romper con lo que consideran una profunda cultura machista.
Estos esfuerzos se enmarcan en un debate global de género, en medio de una creciente visibilidad de las identidades no binarias y una ola de movimientos feministas en todo el mundo. Parte de esta batalla se libra en el terreno lingüístico.
En los Estados Unidos, el uso del singular “they” se ha vuelto tan común que el diccionario Merriam-Webster recientemente ha adoptado su uso como pronombre para designar a personas no binarias. En Francia, un libro de texto que promovía la versión francesa de género neutro ha hecho que el primer ministro prohibiera la expresión en todos los documentos oficiales del gobierno. En Alemania, decenas de figuras influyentes han protestado contra una iniciativa local para adoptar el lenguaje de género neutro.
Y aquí, en Argentina, una entrevista de televisión en la que Mira casualmente empleó la “e” catapultó el español neutro a todo el país. Ahora esta nueva gramática está adquiriendo cada vez más fuerza.
Distintos departamentos de al menos cinco universidades argentinas han anunciado que aceptarán el uso de este español “inclusivo” en trabajos académicos. Las palabras de género neutro salpican las pancartas, folletos de campaña y los graffitis en la capital argentina. Después de que una jueza empleara la fórmula en una reciente sentencia judicial, un comité de supervisión de magistrados validó el uso de palabras neutras por parte de los jueces.
Se han vuelto a traducir libros para adaptarlos al español neutral, incluida una versión del cuento “El Principito”, de Antoine de Saint-Exupéry. La fórmula “e” ha llegado incluso a hispanohablantes de los Estados Unidos, lo que ha generado debates en programas universitarios de idiomas.
Unas semanas antes de las elecciones presidenciales del pasado octubre, Alberto Fernández, entonces candidato y ahora presidente electo, empleó la fórmula en un discurso ante estudiantes de secundaria. A estas alturas, esta “e” ya aparecía habitualmente en miles de mensajes de WhatsApp y publicaciones de Instagram, incluida en la cuenta de Mira, que entonces se preparaba para asistir a un gran encuentro de mujeres, el mayor en la historia de Argentina.
Eliminar el género del español, una lengua hablada por más de 577 millones de personas en todo el mundo, no es tan sencillo como adoptar un pronombre neutral: requiere un cambio monumental en la gramática de este idioma centenario. La Real Academia Española, la autoridad prominente en el idioma, se ha pronunciado al respecto, tildando los cambios gramaticales de innecesarios y artificiosos. Y es que para muchos hispanohablantes, la “e” neutra es una aberración.
Esta nueva fórmula ha dividido incluso al movimiento feminista del cual surgió. Mientras que algunas corrientes insisten en emplear un lenguaje que incluya a personas no binarias, otras se han resistido, y prefieren dar énfasis a las mujeres, utilizando el género femenino. Otros se preguntan si vale la pena intentar alterar el idioma: ¿Acaso cambia algo?
Pero aquella noche en el Carlos Pellegrini, mientras Mira y sus amigas cantaban en la calle, la “e” neutra parecía estar por todas partes: en sus conversaciones, en las canciones que habían memorizado, en las pancartas colgadas del edificio de mármol que se encontraba tras de ellas.
Cientos de adolescentes saltaban de un lado a otro, gritando mientras esperaban los resultados de las elecciones al gobierno estudiantil de este centro escolar, un evento de tal envergadura que recibe cobertura de los medios nacionales.
La escuela, afiliada a la Universidad de Buenos Aires, ha sido considerada una fuerza influyente en la política argentina, especialmente para los estudiantes de la generación actual. Al igual que los alumnos de Parkland en los Estados Unidos o los activistas contra el cambio climático en Europa, las adolescentes en la escuela secundaria Pellegrini están en el epicentro del movimiento feminista de Argentina.
Esa noche, con una riñonera roja y unas zapatillas Converse, Mira se había reunido con sus ex compañeros más jóvenes. A pesar de que ya se había graduado, ella había ayudado a coordinar la campaña del gobierno estudiantil.
“¡Gente! Estamos literalmente empatades”, dijo empleando la “e” neutra.
Los estudiantes marcharon entre el tráfico tocando trompetas y tambores. Pintada con spray en un edificio al otro lado de la calle, se veía la palabra “UNIDÆS”, una versión neutra de la palabra “unidos”.
Pasada la una de la madrugada, una chica corrió hacia Mira para decirle que el recuento de votos había terminado, y que su grupo había ganado. Sus amigos estallaron en vítores.
“¡Cantemos la marcha!”, gritó Mira, liderando al grupo en una nueva versión de una canción escrita hace décadas, el himno oficial del movimiento peronista: “Les muchaches peronistas”, cantaban. “Todes unides triunfaremos”.
Hace menos de dos años, Mira estaba en Facebook cuando se encontró con un post de un amigo que la impresionó. Este amigo había escrito un texto donde empleaba la “e” en lugar de la “o” o la “a“ en ciertas palabras.
El concepto de español de género neutro no era nuevo para Mira. Estaba familiarizada con el uso de la “x” en algunas palabras escritas, como en la ya popular “Latinx”. También había visto otros ejemplos: símbolos como @ y æ para fórmulas neutras.
Pero esta nueva variación parecía ser la forma más efectiva de romper con un sistema lingüístico tan patriarcal que incluso el plural es por defecto masculino. La “e” neutral no solo incluye las identidades no binarias, explicó Mira, sino que constituye una forma poderosa y simbólica de protestar contra la estructura sexista de la lengua.
“Si lo haces con alguien que no lo hace, le genera una pequeña crisis en su mente, como de: ¿Qué está pasando acá?”, dijo Mira. “Te hace frenar y pensar de qué forma nos comunicamos”.
Según la científica cognitiva Lera Boroditsky, la forma en que hablamos influye en cómo pensamos. La palabra “puente”, por ejemplo, es femenina en alemán pero masculina en español. En sus investigaciones, Boroditsky descubrió que los hablantes de alemán tienen más probabilidades de describir un puente con adjetivos asociados con la feminidad (como bello o elegante), mientras que los hispanohablantes tienen más probabilidades de representar un puente como estereotípicamente masculino (alto, imponente o fuerte).
“Si lo haces incluso con mesas, sillas y regaderas, por supuesto es más fácil y convincente hacerlo cuando se trata de humanos”, dijo Boroditsky.
Estos matices de género pueden tener en ocasiones consecuencias reales en la sociedad. A principios de este año, investigadores del Banco Mundial descubrieron que el “género gramatical” tiene un impacto negativo en la participación femenina en el mercado laboral.
Y un estudio reciente entre hablantes suecos, donde el pronombre neutro de género “hen” fue incorporado al diccionario en 2015, llegó a la conclusión de que la adopción del mismo estaba asociado a actitudes más favorables hacia las mujeres y la comunidad LGBTQ.
Aunque el vocabulario experimenta cambios con bastante frecuencia, es raro que la gramática de un idioma sea modificada, dijo Paz Battaner, miembro de la Real Academia Española. No es imposible que la “e” de género neutro se vuelva tan común que la Academia lo acepte, añadió. “Pero lo dudo”.
Natalia Mira pensó que si comenzaba a emplear el español de género neutro en sus conversaciones cotidianas, otros también lo harían. Comenzó a usarlo con amigos, con sus padres, con taxistas, e incluso cuando cantaba para sí misma en la cocina. Cuando un periodista la entrevistó frente a su escuela en junio del año pasado, las palabras con “e” le salieron naturalmente.
En aquel entonces, los legisladores del país sudamericano estaban debatiendo un proyecto de ley que habría legalizado el aborto, mientras miles de mujeres jóvenes organizaban manifestaciones masivas en las calles, ataviadas con pañuelos verdes, símbolo del movimiento por el derecho al aborto.
Mira estaba en una de estas manifestaciones frente a su escuela cuando un periodista se acercó a ella. Le preguntó sobre la votación, y Mira instó a los legisladores a no pasar a la historia “como aquelles que dejaron que cientas de mujeres y cientos de cuerpos gestantes sigamos muriendo” como consecuencia del aborto inseguro.
A lo largo de la entrevista, usó casualmente palabras de género neutro. Mientras Mira hablaba, el periodista, Eduardo Feinmann, la interrumpía una y otra vez para corregirla.
“Yo respeto su forma de hablar. Respete usted la mía”, contestó Mira con calma.
“El mío es castellano. No sé el tuyo”, respondió el periodista.
Video: diálogo entre Eduardo Feinmann y Mira
La confrontación, una de varias, se viralizó en Argentina y en el mundo habla hispana, presentando el español de género neutro al público de los medios de comunicación. Mira se convirtió en el blanco de chistes y ataques: para los argentinos conservadores, ella representaba a la izquierda radical, a las feministas que quieren legalizar el aborto y a las adolescentes que quieren perturbar la sociedad.
Un ex maestro publicó un meme en Facebook en el que Mira sostenía una pistola, y usaba el español neutro para hacer una broma sexual. “Basta de feminazis”, escribió.
Ataques como este asustaron a sus padres, que presentaron una denuncia contra el docente en la fiscalía. Para ellos, el activismo de Mira ha cambiado su forma de ver el idioma español y el mundo que los rodea.
“Me empecé a cuestionar: ¿Por qué siempre decimos señores y señoras?”, dijo la madre de Mira, Norma Otero, una profesora de 63 años que a veces llama a sus estudiantes “chiques” en lugar de “chicos y chicas”. “¿Por qué siempre nosotras atrás?”
La “e” neutra se ha extendido lentamente, especialmente en Buenos Aires, una capital socialmente progresista.
A menos de dos kilómetros del apartamento de la familia de Mira en Buenos Aires, el dueño de una librería de segunda mano dijo que ha estado repensando el idioma español desde que su sobrina adolescente comenzó a enseñarle el uso neutro.
“El lenguaje no es algo que tiene que permanecer siempre igual”, dijo Darío del Río, de 44 años.
A unos 10 kilómetros al oeste, en el barrio de Villa Santa Rita, Laura Soto Moreno, una profesora universitaria de 31 años, le está enseñando a su hijo de 3 años a usar la “e”. Ahora llama a sus amigos “mis amigues” y a sus primos “mis primes”.
“Quiero que entienda que el feminismo es una forma de vida”, y el género es algo fluido, opinó Soto Moreno.
Pero en otros círculos más conservadores de Buenos Aires, este español de género neutro se considera absurdo.
“Es absolutamente ridículo”, dijo Salvador Ugarte, un veterinario jubilado de 65 años mientras paseaba a su perro por un parque en Belgrano, un frondoso vecindario residencial en la parte norte de la capital. Para Ugarte, solo existen dos géneros, y el español de género neutro solo lo utilizan personas izquierdistas y de “clase baja”.
Un amigo suyo, Hernán Semprum, argumenta que es esencial preservar la pureza del idioma español. “Es lo que realmente une a todos los países” en el mundo de habla hispana, dijo este profesor venezolano de derecho de 77 años que lleva más de diez años viviendo en Argentina.
En el mismo parque de Belgrano, la psicóloga Agustina Taquini, de 37 años, dijo que las mujeres no deberían necesitar cambiar el idioma para poder avanzar: “Al final estamos quedando más débiles de lo fuerte que somos”.
Para Mira, tiene sentido que su generación pida más. A diferencia de la generación de sus padres, que creció en plena dictadura militar, ella solo conoce la democracia.
Tenía 9 años cuando Argentina se convirtió en el primer país latinoamericano en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo; 11, cuando se aprobó una ley de identidad de género que permite a las personas trans cambiar su nombre legal y su género de forma oficial; 14, cuando el brutal asesinato de una niña de su misma edad empujó a cientos de miles de mujeres argentinas a manifestarse contra los femicidios bajo el lema #NiUnaMenos, en una serie de protestas que se extendieron a buena parte de América Latina.
Ahora, apenas unas semanas antes de las elecciones presidenciales, Mira se preparaba para reunirse con miles de activistas feministas en el 34º Encuentro Nacional de Las Mujeres, que se celebraba en la ciudad de La Plata, a 60 kilómetros de Buenos Aires.
Se calculaba que el encuentro, con una agenda centrada en los derechos de las mujeres, atraería a más de 200.000 mujeres. En el centro del debate estaba el español de género neutro.
Mira, cargada con una mochila llena, un saco de dormir y una chaqueta de lluvia, subió al tren con su amiga, Kiara Sánchez. Observó cómo el vagón se iba llenando de mujeres en cada parada: mujeres con pañuelos verdes alrededor del cuello y atados a sus bolsos, mujeres saludando a viejas amigas, mujeres sentadas con las piernas cruzadas en el suelo del tren, compartiendo el típico té de mate argentino con extrañas.
El convoy llegó a la estación de destino. Mira y Sánchez siguieron a la masa de asistentes, esquivando charcos mientras caminaban. Ante ellas, colgaba una gigante pancarta blanca: “Bienvenides a La Plata”, decía, usando la “e” neutra en “bienvenides”.
La pancarta se convirtió en un recordatorio inmediato de las divisiones internas que a menudo afectan a amplios movimientos sociales como este. Durante más de un año, un grupo de activistas había exigido que el llamado “Encuentro Nacional de Mujeres” sustituyera su nombre por uno más inclusivo: “Encuentro Plurinacional de mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, intersex y personas no binaries”. Las organizadoras se negaron, aferrándose al nombre original.
Las tensiones volvieron a surgir cuando cayó la noche. Mira se unió a un grupo de cientos de adolescentes que marcharon por las calles para llamar la atención sobre las personas transgénero víctimas de asesinato en Argentina.
“Vamos, chiques”, gritó una de las líderes del grupo, con el pelo teñido de arcoíris, cuando comenzaron a marchar.
Las estudiantes entonaron cánticos mientras las familias locales observaban desde sus balcones y sus ventanas. Pero estos cantos, notó rápidamente Mira, se referían abrumadoramente a las mujeres, y empleaban pronombres femeninos.
“Mujer, escucha, únete a la lucha”, decía un canto.
Mira no cantaba. Tampoco su amiga, Matilda González, de 18 años. “Se supone que esta noche se trata de personas trans y no binarias”, murmuró González, dirigiéndose a Mira. “Y todo lo que están cantando son canciones sobre mujeres”.
En la última mañana del encuentro, cientos de mujeres se juntaron frente a un escenario, envueltas en mantas y bufandas para combatir el fuerte viento. El olor de los choripanes asándose en los puestos de comida cercanos flotaba en el aire. Frente a las pantallas del escenario, las organizadoras trataban de hacerse oír por encima de los cantos de la multitud, que exigía cambiar el nombre del encuentro.
Una por una, docenas de voluntarias se acercaron al micrófono y leyeron las conclusiones del fin de semana de talleres y debates, así como una lista de peticiones para el año siguiente.
Entre ellas, un mensaje dirigido a la Real Academia Española: “No queremos hablar bien”, gritó una mujer al micrófono. “El lenguaje es una construcción social”.
“Que el uso de la ‘e’ no invisibilice las luchas que se nombran con la ‘a’ ”, dijo a la multitud. “El lenguaje es el producto del poder hegemónico, patriarcal y sexista. No es problema decir sirvienta, pero sí presidenta”.
Mira se sorprendió al escuchar a mujeres mayores utilizando el español de género neutro. Era una clara señal de que la “e” neutral estaba adquiriendo aceptación.
Pero al día siguiente, tras regresar a Buenos Aires con su amiga, Mira consultó en su computadora la cobertura mediática del encuentro. Los comentaristas conservadores habían publicado fotos de la reunión burlándose de las palabras de género neutro que aparecían en los folletos del evento. Los titulares sobre el fin de semana quedaron eclipsados por un debate presidencial y, más tarde, por la noticia de que el presidente de Argentina, Mauricio Macri, había comparado el programa económico de sus rivales políticos con asignar a una esposa la responsabilidad de las finanzas de un hogar. “En vez de haber pagado las cuentas, usó la tarjeta”, había dicho.
Mira negó con la cabeza mientras le mostraba la noticia a su amiga, Sánchez, sentada a su lado en la mesa del comedor. Mira cerró la página web, tomó un sorbo de mate y cambió de tema.
Le preguntó a Sánchez sobre sus planes de irse de vacaciones al norte del país cuando la escuela terminara en diciembre.
Mira pensó en lo que le espera en el futuro, cuando comience la universidad, cuando deje atrás a sus amigos del Centro de Estudiantes Carlos Pellegrini. Tiene pensado estudiar comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, una de las escuelas que ha anunciado que aceptará el uso de español de género neutro. Ella continuará usándolo en sus intervenciones en clases, en sus trabajos y en sus presentaciones, pero se pregunta si su forma de hablar volverá a definirla otra vez.
“No quiero ser conocida como la chica de la ‘e’ ”, dijo.
Pero quizás esta vez, pensó, no será la única.