“El violador eres tú”, señalan miles de mujeres a través de la canción “Un violador en tu camino”, del grupo Las Tesis (inspiradas por la antropóloga argentina Rita Segato). La performance da la vuelta al mundo (París, Bogotá, México, Buenos Aires, Córdoba, Barcelona) y llega de nuevo a Santiago, frente al Estadio Nacional, donde la dictadura militar de Augusto Pinochet ejerció la violencia sexual como una forma de tortura específica y sistemática contra las mujeres.
La performance feminista es una de las obras de arte con más impacto en el Siglo XXI y no es casual: la sincronización y conjunción del baile a través de una multitud de cuerpos extendiendo los brazos, acelerando el canto, señalando con los dedos, es una memoria en danza.
La convocatoria de las participantes no es un dato menor en un momento de puebladas y rebeliones en Chile y Colombia que se confunden con un golpe de estado o una represión desenfrenada y antidemocrática (en Bolivia) y que al saltear los cánones de la política tradicional (generalmente solo permitida ante el coito electoral) también tienen su punto de debilidad en el caos, la ausencia de liderazgos que encarrillen los reclamos, la falta de salida política previsible o anticipada en experiencias similares, las internas feroces, el desgaste y la virulencia de la represión.
La coreografía es per se una forma de organización. En realidad, muestra, tan claro como si se tratara de una competencia de nado sincronizado, que los feminismos son el movimiento político más global y contundente. Y que, además, incluye otras protestas (ambientales, económicas, educativas y sociales) y no puede reducirse a demandas por cuestiones de género.
Además devela que hay un movimiento previo que si no se veía es porque los medios masivos minimizaron las formas de organización de las mujeres. Y que enciende los cuerpos frente a las cámaras que viralizan un grito como hit: “Y la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía”.
En Chile, el 4 de diciembre, la escena del Estadio Nacional tuvo un nuevo componente frente a la revolución de las hijas que masifican, energizan, llenan de brillo, alegría y coreo los reclamos feministas, la generación plus 40 fue la que se convocó con el nombre de “Las Tesis Senior”.
El intercambio generacional es palpable y también que las más chicas toman la experiencia silenciada de las mayores y que las mayores se atreven a hacer explícito el aprendizaje de las más chicas.
blockquote class="twitter-tweet">#ElVioladorEresTu Miren esto. Impresionante. Somos las mujeres haciendo la revolución. https://t.co/YJpeuXiv9D
— 💚 𝗜𝗻𝗴𝗿𝗶𝗱 𝗕𝗲𝗰𝗸 💚 (@soyingridbeck) December 5, 2019
Hay algo más fuerte todavía que la segmentación por edad: las jóvenes rechazan una violencia que no es nueva sino que siempre sucedió y que ellas no están dispuestas a aguantar. En las mujeres maduras implica reconocer (y sacar de sus closet) abusos y violencias que vivieron, aguantaron y sufrieron. También ser generosas con las chicas que tienen un futuro por vivir, mientras que en la madurez (más allá del horizonte) no a todo se puede poner la (vieja) tecla de REW.
La oposición a la violencia machista clásica ha traído más (y nuevas) reacciones machistas y un recrudecimiento de ciertas perversiones y uso de crueldades contra las mujeres y disidencias sexuales. En ese sentido, el acoso, el abuso y la violencia no han terminado y se forman un látigo latente que quiere subir la mano y sacarse el cinturón ante el freno al poder indiscriminado de los varones.
Pero si la amenaza no es suficiente hay otra neo forma de amedrentar la denuncia contra la cultura de la violación. El latiguillo toma distintas formas, modos y voceros, pero tiene un coro uniforme que amedrenta: “Si siguen así se van a quedar solas”.
-¿Cómo será la venganza masculina? Porque eso va a pasar. Por ejemplo con el enorme desinterés sexual de los varones jóvenes, planteó el filósofo Silvio Maresca, en el programa “Contracara”, el 17 de agosto del 2018. Y subió la apuesta:
-¿Cómo es un mundo donde provisoriamente la guerra la ganaron las mujeres feministas?, se reconoce vencido en un TEG imaginario Maresca.
-Es que con todas las leyes que dicen “si me tocaste, si me miraste”, enumeró con el dedito el conductor del programa Juan Manuel Soaje Pinto.
Y propuso:
-¿Qué debería hacer el hombre? ¿Un paro general de sexo y dejarlas ahí en el tablero porque no se nos da la gana a ver cuánto aguantan?
La verborragia de los varones maduros no es menor porque devela la contracara de la violencia: un paro sexual como amenaza latente a las mujeres deseantes. No es cierto que la denuncia a la violencia y el abuso implique la desarticulación del sexo y el amor. Pero sí es cierto que implica la deconstrucción del deseo machocéntrico en donde el varón tenía el poder de elegir con quién, cuándo, cómo y por qué.
¿La venganza a las mujeres deseantes es que sean presas del deseo del otro o que se encuentren con un deseo en paro? ¿La salida a la prepotencia es una impotencia no accidental? ¿La propuesta de formas consentidas y gozosas en una igualdad de derechos y arreglo de deseos implica poner en la penitencia de la soledad y el aislamiento a quienes patearon el tablero?
-Yes, ratificó el diputado del PRO y productor agropecuario Pablo Torello (con mandato hasta el 2023) ante la pregunta de una usuaria de Twitter que –justo el 8 de marzo- afirmó con signos de interrogación: “Estamos de acuerdo en que todas las feministas son incogibles, ¿no?".
Los ejemplos sobran. Y la unidad de las mujeres más allá de la edad es conmovedora. Porque si el acoso perjudica a las más chicas, desde niñas hasta jóvenes y adolescentes, en algunos sectores se quiere confundir asco con halago e incomodidad con seducción. Las mayores víctimas de esas situaciones son jóvenes.
Las chicas por prepotencia de futuro, corporalidad, sensualidad, sororidad y nuevas estrategias sexuales (poliamor, una idea de la heterosexualidad no obligatoria, relaciones virtuales y reales accesibles, expectativa de vida, etc) no se dejan cooptar por el fantasma de la soledad para apaciguar sus demandas.
A muchas mujeres maduras se les quiso hacer creer que “por culpa del feminismo” ya no hay hombres y ellas no consiguen con quien tomar mate un domingo o mojarse los pies de la mano en Chapadmalal. Pero no es cierto que un violador abrumado sea un buen partido o que si se deja seguir abusando tranquilo a las jóvenes los muchachos mayores van a ir con rosas en la mano a buscar en hordas (como oferta no fake de Black Friday) a señoras de las cuatro (cinco, seis o siete décadas) con las cuales pensar en compartir el resto de la mitad de su vida.
-El tema de todo esto es que el hombre y la mujer del futuro van a estar cada vez más condicionados a la autosatisfacción y soledad. Se van a juntar solamente en un sanatorio de fertilidad, diagnóstico el médico Rubén Mühlberger, después que en el programa “Las rubias”, conducido por Marcela Tinayre, en Net Tv se hablara de violencia de género y de abusos sexuales.
-El feminismo no quiere eso, por favor-, lo frenó la diseñadora Adriana Constantini que es parte de la mesa diaria.
-Yo intento que no pase eso-, también se opuso Tinayre.
-Van a terminar como las ninfas, en grandes jardines, con mujeres esperando, entre ellas-, ridiculizó entre risas el doc ortomolecular y buscó complicidades atrás de cámaras.
-Me dicen que tengo razón, ¿te das cuenta?-, se ratificó en alguna mirada masculina detrás de cámara Mühlberger.
-Somos bastante más inteligentes las mujeres para terminar así-, le discutió Constantini
-Es maravilloso que tengan ustedes el arte del deseo y el arte del buen amar. Una mujer que ama bien hace muy feliz a una pareja porque el hombre se siente bien–, arrastró el médico hacia el ideal imaginario de la gueisha o gauchita -da lo mismo- mientras sea complaciente.
¿Y por qué las denuncias de abusos se opondrían a eso? ¿Por qué aguantar la violencia implicaría ser una buena amante?
-Es mutuo-, opinó Constantini.
-Viceversa también, discúlpame. Ya no es solo la mujer-, también refutó Tinayre, mientras el médico se reía y buscaba complicidades, aunque no todos los hombres (ni los técnicos de televisión) son iguales.
El debate encierra una idea latente: si siguen jodiendo se van a quedar solas, las que denuncian son feas o no son sexualmente apetecibles o las rebeldes no son estéticamente bellas o aceptables (para una mirada que mira a lo deseable como un objeto pasivo y no como sujetas activas) en medio del ataque a la legisladora más joven de América Latina Ofelia Fernández por su cuerpo, su pelo y su vestimenta.
blockquote class="twitter-tweet">Seré la primera pero no la última. Llegamos para quedarnos, a pesar de los tantos intentos mediocres de hacerme sentir basura. pic.twitter.com/ykh9iVg0Is
— Ofelia Fernández (@OfeFernandez_) December 5, 2019
-La mujer tiene una propensión demoníaca muy importante, estoy convencido-, aseveró Maresca, en su intervención televisiva.
No se le chispoteó la idea pecaminosa.
-Son más fácilmente captables por el demonio-, ratificó.
Y el demonio parece que metió la cola del infierno en la demanda de derechos.
-La tendencia al igualitarismo va a llevar a la pérdida del erotismo-, condenó Silvio Maresca.
¿El paraíso era, entonces, ser violadas, abusadas, violentadas, discriminadas, pero sí, dios no nos libre, ser deseables?
¿El lema de “No seré feliz, pero tengo marido” ahora revive en versiones como “No seré libre pero me dicen de todo por la calle”, “No ganaré igual pero en el trabajo me miran la cola”, “No puedo manejar mi dinero pero me llaman para acostarse conmigo una larga fila de señores".
“Cuántas de nosotras pagamos un costo altísimo todavía por ser seres deseantes que quieren manejarse solas por la vida sin estar bajo amenaza constante”, cuestiona la periodista Carla Castelo en el libro “Manifiesto contra el amor romántico. Cómo no morir de enamoramiento”, de Editorial Planeta.
Y resalta: “Para una mujer asumir que solo quiere coger todavía es tabú. Todavía debemos disfrazar a nuestros amantes con la suprema, la idea sublime, de que deseamos que sea para toda la vida. Los hombres no –diferencia-. Ellos siempre la tuvieron más fácil. Ellos supieron distinguir cuáles eran para el sexo y cuáles para el amor”.
Por eso, el deseo se disfraza de cariño y deja flechas no de encuentro sino de dolor y desprecio: “Nosotras, condenadas al amor, pero con libertad de tener sexo con cualquiera, nos inventamos amores cada vez y sufrimos con intensidad por esa idea. Esa libertad a media que gozamos. Esa estúpida necesidad de sentirnos queridas por cualquiera”, radiografía Castelo.
La amenaza de quedarnos sin pareja hace que la palabras “sola” sea como un prontuario amoroso que nos delata con nosotras –frente a esa acusación que ya nadie puede desconocer como la maldición del machismo indeseable- en rol de falta, de pecado o delito.
El machismo condena y se jacta de su prisión de varones escondidos por falta de interés en repensarse, probar o encontrar –y encontrarse- en nuevas formas (no necesariamente ni más frágiles ni inconvenientes) pero sí diversas y desde un piso sin pedestal o una impunidad para la agresión.
En el libro “Solas (aun acompañadas)”, de Editorial El Ateneo, la Licenciada en Ciencias Políticas María Florencia Freijo pregunta: “¿Por qué siempre somos las que debemos aguantar? Durante muchos años aguantamos porque estar sola era mal visto, pero ¿ahora qué nos ata? ¿Por qué vamos a sostener una relación a cualquier precio? ¿Por qué vamos a silenciarnos?”
No hay una respuesta, ni la salida puede ser volver atrás o tragar saliva para que los muñecos de torta no falten de las cintas que nos demonizan –sin metáforas- por cuestionar el deseo como patrimonio masculino.
Pero sí hay múltiples formas de pensar e intentar nuevas vías de encuentro.
Sin ser ninfas, ni sumisas.
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