En 1953, la película La princesa que quería vivir se transformaba en un éxito y un clásico. Protagonizada por Gregory Peck y Audrey Hepburn cuenta la historia de una princesa que trata de escapar de sus obligaciones de royal para vivir como una mujer común. Muchos años después y por estas pampas una princesa llegó de visita tratando de escapar de una historia de desamor e infidelidades. Esa princesa que quería vivir no era un personaje de fantasía sino un ser real abrumado por problemas reales y que lo único que deseaba era un poco de paz. Y la Argentina parecía un buen lugar para encontrarla.
1995 no fue un año más en la vida de Lady Diana Spencer. Su matrimonio con el príncipe Carlos era una farsa hacia rato y ella decidió que era tiempo de contarle al mundo su pena. “Éramos tres en este matrimonio, así que estaba un poco concurrido”, dijo en una entrevista histórica que el 20 de noviembre de 1995 ofreció secretamente al programa BBC Panorama conducido por el periodista Martin Bashir. La emisión tuvo una audiencia única. Fue visto por todo el país, y la increíble frase fue replicada en cada diario, revista y programa no solo de la imperial isla, sino del mundo.
Dos días después y cuando el cimbronazo de la entrevista hacia temblar a la monarquía británica la princesa viajaba a la Argentina. No fue idea de ella, sino del diseñador argentino y amigo de la princesa Roberto Devorik. Su visita provocó una enorme expectativa y también curiosidad.
Una de las periodistas que cubrió su visita fue Laura Ayerza. Ante la consulta de Infobae lo primero que aclara es que no eran amigas, como alguna vez se escribió. “La conocí porque Elsa Boker era amiga y una especie de madrina de ella. La acompañó y apañó mucho cuando Diana tuvo un romance con Oliver Hoare apenas se separó de Carlos”. Aclarado esto, cuenta que una editorial argentina, dada esta relación y que ella vivía en Londres, le pidió que la acompañara en el vuelo a la Argentina. “Lady Diana se acababa de separar y Roberto la impulsó para viajar a nuestro país. Compartimos el viaje. Recuerdo que fue muy amable con todos pero no conversó con nadie, apenas comió y durmió durante el trayecto. Cuando llegó a la Argentina se instaló en la embajada británica. Hubo una recepción y se la veía muy bien”. A la distancia y recordando el momento tan particular que vivía, Ayerza reflexiona. “Creo que deseaba escapar de la tormenta que transcurría en Inglaterra, su vida sentimental no estaba bien. Para mí más que viajar, huyó”.
De Diana recuerda que aunque podía parece un poco superficial era muy inteligente: “Poseía un sentido del humor muy británico, era muy aguda”. Y sigue: “Tenía muy pocos amigos íntimos. Había sufrido mucho, estaba muy sola en ese momento, por eso este viaje ayudaba a sacarla de esa tormenta que estaba viviendo”.
Pero si la princesa atravesaba un tsunami personal, en las redacciones se vivía un tsunami periodístico. La expectativa por su llegada era inmensa. Diana era una figura mundial, todo lo que hacía, decía o se ponía era noticia. Cada línea que salía en diarios y revistas era garantía de lectores y de ventas no solo a nivel nacional también internacional.
Ana D’Onofrio era la directora de la revista Gente y evoca para Infobae lo que implicó esa cobertura. “Ante todo hay que recordar que en ese tiempo no había redes sociales, internet ni portales. Existía la primicia fotográfica. Cada fotógrafo sabía que una imagen se podía vender en otros medios internacionales que pagaban fortunas por obtenerlas”. Pero no solo eso, las editoriales sabían que las ventas se duplicaban y por eso no escatimaban recursos para la cobertura. D’Onofrio recuerda que alquilaron un departamento frente a la embajada británica porque sabían que podrían capturar una imagen de la princesa. Y lo consiguieron. La foto de Diana cubierta por una toalla luego de dar un chapuzón en la pileta de la embajada no solo fue tapa de la revista también dio la vuelta al mundo.
La ex directora de la revista reconoce que eran otros tiempos donde el seguimiento constante de la prensa no se consideraba acoso. “No existía el concepto de invasión a la privacidad, hoy sería imposible”, reflexiona. De aquella cobertura rememora que organizaron guardias de 24 horas y que hasta alquilaron un helicóptero y avión privado para no perderse ningún movimiento. Cada una de sus actividades -privadas o públicas- fueron cubierta con minuciosidad. “Uno de los grandes logros fue que esa imagen de Diana, la famosa con la toalla, era la única fuera del protocolo y de sus fotos oficiales. Y justamente verla humana y con necesidades humanas -darse un chapuzón en medio del calor de Buenos Aires- la hacía atractiva”.
¿Por qué su figura hechizaba tanto? “Había un costado vulnerable que la hacia muy atractiva, pero no solo era atractiva era seductora. Sabía muy bien cómo manejar su imagen. Establecía un juego cómplice con los fotógrafos, por un lado la molestaban las persecuciones y el constante seguimiento pero por otro sabía cómo y dónde mirar cada vez que las cámaras la enfocaban”. D’Onofrio rescata que Diana conquistó a los argentinos incluso y a pesar de la larga historia de desencuentros con los británicos y lo demostraron las cifras récord de venta de ejemplares.
Alejandro Sangenis es consultor en comunicación pero en ese momento era periodista en Gente y fue uno de los que tuvieron que seguirla “a sol y a sombra”. Reconoce que cuando le asignaron la tarea no le gustó para nada porque. como muchos argentinos, tenía una mala impresión de Diana. “Me parecía una persona superficial y que manejaba la prensa de una manera farandulesca”. Sin embargo, pronto cambió de opinión. Como la mayoría de las personas que se cruzaron con ella recuerda que lo primero que le impactó fue su porte y sus piernas bien torneadas. La princesa sabía lucirlas y se animaba a hacer algo impensado para una aristócrata elegante: andar sin medias. Pero lo que más le impactó fue su mirada, “unos ojos divinos pero con la tristeza más grande del mundo”
Sangenis comenzó a seguir a Diana en todas las actividades que le habían organizado, pero fue cuando la vio entre los enfermos del hospital Británico y los chicos del Garrahan que su perspectiva cambió por completo. “La descubrí con una actitud empática, absolutamente sincera y no impostada. Soy especialista en lenguaje gestual y todo lo de ella era sincero. Abrazaba a los chicos, no rehuía el contacto cara a cara, los acariciaba y se dejaba acariciar sin luego correr a lavarse las manos como hacen otras figuras públicas. Se notaba interesada en el otro y profundamente humana”.
El periodista recuerda un gesto particular de la princesa. “Cuando debía enfrentar a la prensa en situaciones donde quizá estaba nerviosa, se tomaba las manos y jugaba con su pulgar. Era un gesto de ‘autoconfort’ que seguramente la tranquilizaba”.
Una de las actividades más importantes de la princesa era su visita a la ciudad de Gaiman, en la provincia de Chubut, donde se encuentra gran parte de la comunidad galesa. Le habían organizado un extraordinario té en un local tradicional y ante la sorpresa de todos, la princesa apenas bebió té con leche pero no probó ninguna de las 26 tortas distintas que le habían preparado.
Fue a la salida del local donde el periodista y Lady Di tuvieron un breve diálogo ante el asombro de la custodia británica. Diana expresó el cariño especial que sentía por la Argentina y le estrechó la mano, algo totalmente fuera de protocolo. ¿Por qué tuvo ese gesto? Para Sangenis el secreto fue que “se sentía en un paraíso, eso bajó sus defensas y la alejó de las formalidades”. Es que una regla de los royals dicen que no se les puede hablar sino hablan primero y Sangeris no la respetó y Diana tampoco.
Otro punto importante de la gira fue el avistaje de ballenas que realizó en Madryn. Lo hizo en la lancha “Berretín” que previamente había sido desarmada por el servicio secreto para cerciorarse que no hubiera explosivos ni pirotecnia. Las crónicas de época aseguran que las ballenas que suelen ser bastante reacias a brindar espectáculos turísticos ese día dieron un increíble show, incluso una se acercó tanto a la embarcación que pareció que la princesa la había tocado lo que provocó un mini escándalo entre los defensores del medio ambiente y las correspondientes desmentidas.
Con su porte, con su elegancia innata, Lady Di dejaba impactados a todos. Fue pionera en acercar la realeza a los ciudadanos. La primera en estrechar las manos sin usar guantes algo impensado hasta ese momento. Era princesa, joven, elegante, parecía bendecida desde la cuna y sin embargo era una mujer profundamente triste, alguien que había amado y no había sido amada sino traicionada. Y ese dolor se notaba.
Antes de partir al sur, Lady Di fue recibida por el entonces presidente Carlos Menem en la residencia de Olivos. El Presidente estaba con su hija Zulemita, quien rememoró ese momento con Infobae.
“Compartimos un almuerzo con ella, yo era chica. Se notaba que tenía muchísima personalidad pero emanaba una profunda tristeza. Me llamó la atención su altura, su elegancia pero a su vez transmitía algo muy angelical”.
Zulemita recuerda una anécdota tan humana como impactante: “En un momento vio una foto de mi hermano Carlitos. Cuando supo su historia le dijo a mi papá: “debe haber sido una buena persona. Dios siempre se lleva a los buenos antes”. Hace una pausa y sigue: “Dos años después ella murió ella y no pude menos que recordar su frase. Dios siempre se lleva a los buenos antes”.
Después de cuatro días de actividades solidarias, protocolares y algún momento recreativo, Lady Di regresó a su país. Allí la esperaban sus únicos y grandes amores: sus hijos, William y Harry. En sus días en el país los llamó a cada instante. Seguramente al abrazarlos Diana le contó historias de ese lejano pero cercano país tan europeo y a su vez tan latino. Les habrá narrado sus aventuras con las ballenas y seguro les prometió volver juntos a conocerlas. No lo pudo cumplir.
Para algunos su visita a nuestro país fue un hecho histórico, para otros solo un hecho protocolar, para ella seguramente fue un pedacito de cielo en medio de su propio infierno. El infierno que vivía la princesa más seductora y con los ojos más tristes del mundo.
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