Fernando Carnota tiene 54 años: nació el 6 de mayo de 1965 en la Ciudad de Buenos Aires. Pero desde 1990, también lo saludan para sus cumpleaños cada 3 de diciembre. “Yo siento que volví a nacer, siento que realmente también estoy cumpliendo años”, reconoció en una entrevista a Telenoche cuando se cumplían siete años del último alzamiento carapintada de la historia argentina y lo vuelve a admitir ahora, a 29 años de aquel lunes de convulsión, rebelión y sedición.
La Historia con mayúscula subraya al coronel Mohamed Ali Seineldín, al presidente Carlos Menem y al presidente estadounidense George Bush, quien iba a ser recibido con honores dos días después del levantamiento militar más cercano en la cronología del itinerario argentino. La historia con minúscula la cuenta -y la contaba desde entonces- el periodista Fernando Carnota, quien por entonces tenía 25 años y el dato de que rebeldes militares planeaban confrontar contra la cúpula del ejército y las políticas del gobierno menemista.
A las tres de la mañana se encontraba sentado en su auto. Estaba solo: era movilero de Radio Mitre. Estuvo dos fines de semana esperando. Él cree que habían advertido su guardia. “Los movileros salíamos en dupla con un técnico porque queríamos encriptar la información entre Jorge Porta y yo. Pero en ese momento estaba solo. De repente al lado se me pone un taxi y me toca bocina. Había cuatro hombres dentro del taxi, baja el conductor, se asoma, yo bajo la ventanilla y él me dice: ‘Radio Mitre... empezó todo’. Y se va. Yo me quedo duro”, relató.
Advirtió, en ese momento, que efectivamente bajaban de un camión militar soldados con las caras pintadas. Se dirigió con su auto hacia la puerta del Edificio Libertador, sede del Estado Mayor del Ejército, para ver de cerca la intervención del grupo comando que comenzó a reducir las guardias para tomar posesión del establecimiento. “No sabía qué hacer. Veo que empiezan a bajar cajas de municiones. Veo, también, movimiento por detrás del edificio sobre lo que era la calle Huergo. Doy la vuelta. No había nadie en la calle. Me ve un carapintada, me detecta, yo me freno en el medio de la calle, el tipo se acerca, agarro el grabador y me dice ‘la cuarta etapa del Operativo Dignidad ha comenzado’. No llego a decirle nada, se da media vuelta y se va”.
Lo primero que pensó Carnota era que había grabado la declaración del sedicioso, que tenía la nota que tanto había esperado. Después se dio cuenta que era el único que sabía lo que acababa de empezar en el país. “Yo estaba absolutamente solo con mi primicia. Cuando vuelvo al frente del edificio, me encuentro con otra persona que también estaba solo con su primicia pero no la podía publicar porque trabajaba en gráfica, en la revista Somos. Charlando con él me entero que tenía el mismo rumor que yo”. Era Jorge Grecco, actual Secretario de Comunicación Pública de la Nación.
Sus primeras palabras cuando salió al aire fueron: “Acaba de comenzar un operativo carapintada”. Automáticamente después empezaron a llegar sus colegas. El alzamiento carapintada había tomado, además del edificio Libertador, el Regimiento I de Infantería de Patricios, la Fábrica de Tanques Medianos de Boulogne y dependencias del Batallón de Intendencia 601 de Palomar. Había fracasado en su intento de poseer el edificio Guardacostas, sede de la Prefectura Nacional.
Eran las diez de la mañana cuando Carnota volvió a cumplir años. Habían pasado siete horas desde el comienzo del alzamiento. “Yo estaba en el auto, acababa de salir al aire -contó-. Estaba de lo que ahora es el CCK, en el antiguo correo, donde estaban las plazoletas de los colectivos. Había un grupo de periodistas, ya era una conmoción mundial”. Sentado en el asiento del conductor, recostó su cabeza sobre uno de los parantes del vehículo. Un disparo de fal le impactó en la cabeza. Era el primer tiro de una ráfaga. “Yo escuchaba todo pero no me podía mover. Yo estaba esperando el segundo tiro. Tiraron ocho tiros más”.
“Sentí como si me hubieran pegado con un bate de béisbol”, graficó. Sintió, automáticamente, un zumbido agudo que le envolvía la cabeza y que se perdía en forma de espiral. Tuvo la fortuna de que el parante redujera la potencia del disparo: “Me sacó un pedazo de hueso, rozó mi cabeza y salió. Las esquirlas de ese tiro le dieron en el hombro a Jorge Grecco”. Se recuerda consciente, atento, concentrado pero inmóvil, estupefacto. Sabía que le habían disparado y veían, cada vez que abría los ojos, la estela de los otros disparos.
Nunca supo quién dio la orden ni quién la ejecutó. “La pericia balística determinó que salió de un primer piso de una distancia de no más de cien metros. Eso daba con el primer piso del edificio Guardacosta, la sede de la Prefectura que nunca fue tomado. La causa llegó a la conclusión de que fueron balas leales”, explicó.
Lo operaron al día siguiente, estuvo en coma 24 horas y en terapia intensiva durante una semana. La recuperación le demandó siete meses: el disparo le había afectado la audición del oído derecho que además le provocaba problemas en el equilibrio. Durante casi un año debió portar un collar cervical porque había tenido desplazamiento de vértebra.
Los carapintadas se rindieron a las 9 de la noche en el Edificio Libertador, el último foco de la rebelión. Gustavo Breide Obeid, ex capitán del alzamiento, dijo que no era un irracional: “Estábamos rodeados por siete, ocho unidades. Había unidades de artillería. Estaban los batallones de infantería marina. Cuando todas las demás unidades se habían rendido y el Coronel Seineldín estaba detenido en San Martín de Los Andes, ya no quedaba más opción que deponer la actitud. No soy un irracional. No iba a producir el Alcázar de Toledo en el Edificio Libertador”.
“La más cruenta asonada militar desde la restauración de la democracia”, tituló Clarín al siguiente día. “Fue aplastada la más sangrienta rebelión de los carapintadas”, fue la portada de La Nación. Dos días después, Argentina se preparaba para una fiesta con la visita del presidente de los Estados Unidos. Pero ese lunes 3 de diciembre murieron 13 personas, 8 militares y 5 civiles producto del choque de un tanque chocó contra el interno 314 de la línea 60 en la Panamericana. A Fernando Carnota lo salvó el parante del auto.
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