Hace 230 años, se creaba la guillotina para garantizar “la igualdad ante la muerte”

Fue durante la Revolución Francesa y fruto de una propuesta del diputado Guillotin cuyo nombre, muy a su pesar, quedó definitivamente asociado a la eficiente cuchilla de cortar cabezas de toda condición: plebeyas, nobles e incluso reales

La ejecución del Rey Louis XVI en la actual Place de la Concorde, en París. El verdugo exhibe la cabeza real cortada como un trofeo

Era el 1° de diciembre de 1789 y la propuesta la hacía el diputado Joseph Guillotin en la Asamblea Constituyente nacida al calor de la Revolución Francesa: lo que hoy parece un elemento de barbarie nacía en realidad de la inquietud de este médico y filántropo por encontrar no sólo un método más “humano” de ejecutar sino como un factor de igualdad: “Los delitos del mismo tipo serán castigados con el mismo tipo de pena, sea cual sea el rango y estado del culpable”, decía el proyecto de ley presentado por el diputado Guillotin. “En todos los casos en los que la ley declare la pena de muerte, el suplicio será el mismo (decapitación) y la ejecución se hará con un mecanismo simple”.

Era un paso más hacia la igualdad ante la ley. O ante la muerte, mejor dicho. La pena capital no estaba en entredicho; era parte del imaginario de la época. Pero se buscaba darle un carácter más compasivo e igualitario.

El resultado de esta propuesta será un aparato de funcionamiento sencillo y eficaz que conocerá una gran difusión y también dejará en la posteridad el apellido de su promotor: la guillotina.

Efectivamente, tiempo después, el 3 de junio de 1791, la Asamblea Constituyente emite un edicto estableciendo que “a todo condenado a muerte se le cortará la cabeza”. El mismo cuerpo legislativo encarga al secretario de la Academia de Cirugía, Antoine Louis, además amigo de Guillotin, la puesta a punto de la máquina de cortar cabezas.

Sirviéndose de mecanismos ya conocidos, Louis diseñó una cuchilla, que deslizándose entre dos soportes de madera, cae pesadamente sobre el cuello del condenado y separa de un corte limpio la cabeza del cuello. Con ayuda de un mecánico alemán, Tobias Schmidt, Antoine Louis mejora el mecanismo dotando a la cuchilla de una forma de trapecio.

<b>Un gran salto adelante</b>

La máquina representa un gran salto adelante, que desde el siglo XXI cuesta calibrar. Pero recordemos a la desdichada Ana Bolena, segunda esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra. Cuando éste la repudió y para quitársela de encima la acusó de adulterio y la hizo condenar a muerte, la mujer logró que se le permitiera contratar a un verdugo que vino desde Francia para la ocasión. ¿Su especialidad? Cortar cabezas con espada, limpiamente, de un solo golpe, con el condenado de rodillas, pero con el torso erguido manteniendo la dignidad hasta el fin y, sobre todo, evitando enojosos incidentes, como un hachazo en el lugar equivocado con la consiguiente tortura extra.

Con la guillotina se acababan esas incertidumbres: la máquina de Antoine Louis aseguraba la muerte inmediata y sin sufrimiento. Hasta entonces, la espada estaba reservada a los nobles. El resto de los mortales iban al hacha o a la horca o, peor aun, al garrote, la rueda -suplicio que podía durar hasta un día entero- o el descuartizamiento; los métodos más crueles eran reservados a los plebeyos.

Antes de usarla con humanos, la guillotina fue probada con animales: ovejas en especial. Y luego se practicó con cadáveres.

Una vez puesta a punto, el primer guillotinado fue un ladrón de caminos, Nicolas-Jacques Pelletier, que estrenó la máquina el 25 de abril de 1792.

La guillotina fue estrenada el 27 de abril de 1792 y poco después conocería un verdadero auge

Antes de pasar a la historia como “guillotina”, fue llamada “louisette” o “louison”, en honor a su verdadero inventor. Pero cuando los cronistas parlamentarios quisieron atacar a Guillotin por su desempeño como recaudador de impuestos, empezaron a referirse al aparato con el nombre del diputado, cuyas protestas fueron vanas.

Otro sobrenombre popular de la máquina fue la “afeitadora nacional”, mientras que en tribunales se apeló a un eufemismo: “madera de justicia”.

El gran auge de la guillotina llegaría en 1793 con el llamado período del “Gran Terror”: un semestre de purgas sucesivas bajo el gobierno del dictatorial Maximilien Robespierre y su Comité de Salvación Pública. El saldo: 17.000 decapitaciones entre septiembre de 1793 y marzo de 1794.

Entre las cabezas más célebres que cortó la guillotina se encuentran obviamente la del Rey de Francia, Luis XVI, y su esposa, María Antonieta de Austria; también la del propio Maximilien Robespierre que, luego de haber ordenado la ejecución de tantos, tuvo que poner él mismo el cuello bajo la cuchilla. La guillotina tampoco hizo distinción de género: Charlotte Corday, por el asesinato del revolucionario Jean-Paul Marat, y Olympe de Gouges, célebre por haber redactado la versión femenina de la declaración de los derechos del hombre, también perdieron la cabeza en la guillotina.

Olympe de Gouges, redactora de la Declaración de los Derechos de la Ciudadana. Fue guillotinada por girondina.

También Georges-Jacques Danton, rival de Robespierre, fue ejecutado en la guillotina.

Y otra que vio de muy cerca la cuchilla fue Josefina de Beauharnais, futura esposa de Napoleón Bonaparte. Se salvó por la caída de Robespierre; no así su primer marido, Alexandre de Beauharnais, que fue ejecutado.

<b>De la popularidad a la abolición</b>

Hay que decir que la guillotina se convirtió en un espectáculo muy popular y lo siguió siendo hasta que, el 29 de junio de 1939, las ejecuciones dejaron de ser públicas.

También fue un elemento de exportación, llevada por los ejércitos revolucionarios y luego imperiales -con Napoleón- a los países liberados o conquistados, según como se mire.

En Francia, la guillotina cayó por última vez sobre el cuello de un condenado el 10 de septiembre de 1977. Esa fue la última ejecución de un reo común. En cambio, la última condena de orden político había tenido lugar el 11 de marzo de 1963, cuando le fue aplicada la pena de muerte a Jean Marie Bastien-Thiry. Pero con él no se usó la guillotina sino el pelotón de fusilamiento: el motivo fue resaltar su condición de militar y el carácter político de su crimen. Thiry era un ingeniero militar que el 22 de agosto de 1962 había intentado asesinar al presidente de la República, Charles De Gaulle, en venganza por haber propiciado éste la independencia de Argelia, hasta entonces colonia francesa.

La última vez que la cuchilla cayó en público. Era el año 1939. Pero en Francia, la pena de muerte sería abolida recién en 1981

En 1973, Alain Delon y Jean Gabin protagonizaban un célebre film -Dos contra la ciudad- que era un fervoroso alegato contra la pena de muerte, todavía vigente en Francia. En la película, Delon protagoniza a un delincuente que lucha por rehabilitarse mientras el sistema lo empuja a la reincidencia. En un clima de tragedia preanunciada y que nada puede evitar, el film concluye con la escena de la ejecución, limpia, prolija. El cuello de la camisa del reo es recortado para que nada interfiera en el paso de la cuchilla y Alain Delon termina entregando su hermosa cabeza al verdugo que se limita a bajar una palanca para soltar la guillotina que cae por su propio peso…

Alain Delon fuma su último cigarrillo antes de la ejecución, en el film Dos contra la ciudad (1973). El cuello de la camisa del reo era recortado para dejar la nuca descubierta
El personaje encarnado por Alain Delon es llevado a la guillotina en "Dos contra la ciudad". La película, del año 1973, constituyó un fuerte alegato contra la pena de muerte.

El 9 de octubre de 1981 la pena de muerte fue abolida en Francia en una de las primeras medidas impulsadas por el gobierno del socialista Francois Mitterrand, que en mayo de ese mismo año se había consagrado como presidente.

La guillotina pasó a ser un objeto de museo.

<b>Guillotin, el sanitarista</b>

Seguramente el médico, filántropo y masón Joseph-Ignace Guillotin nunca imaginó que su nombre quedaría asociado al de una máquina de matar tan eficiente y difundida como fue la guillotina.

Hijo de un juez, Joseph-Ignace Guillotin nació en Saintes, sudeste de Francia, en 1738. En 1788, ya instalado en la capital, redacta los Cuadernos de Queja de 60 distritos parisinos, esos documentos que recogían las reivindicaciones de los súbditos del reino de Francia y que fueron la antesala de la revolución.

El invento de Antoine Luis conoció un éxito inmediato por su eficacia

También fue el autor de una “Petición de los seis cuerpos de los mercaderes de París” reclamando que se duplicara el número de diputados del llamado tercer estado, es decir los franceses sin privilegios de cuna o de estado (burgueses, artesanos, obreros, campesinos).

Estos actos le depararán una popularidad suficiente como para convertirse en diputado de ese tercer estado por París para los Estados Generales reunidos en mayo de 1789.

Cuando estos se convierten en Asamblea constituyente, Guillotin integra la comisión de mendicidad (que buscaba erradicarla, vale aclarar). Bajo el Terror, será encarcelado y salva por poco su cabeza al caer Robespierre.

Bajo Napoléon, Guillotin, que tenía inquietudes sanitaristas, será el impulsor de la vacuna contra la viruela y llegará a elaborar un programa de Salud Pública. También fundó la Sociedad de los Primeros Médicos de País, de la que más tarde surgirá la Academia de París. Pero la historia lo recordará por otras cosas...

El pobre Guillotin siempre se sintió molesto por la asociación de su nombre con una máquina que no inventó.

<b>El tráiler de “Dos contra la ciudad” (1973)</b>

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