Por Guillermo Andino
Por Carolina Prat
La vida en la calle es dura y cruel para las personas que tuvieron la desgracia de quedarse sin hogar. A la desdicha de esa situación se suma que en la mayoría de los casos, la sociedad no los mira, son invisibles y doblemente excluidos por ese motivo. Afortunadamente hay un núcleo solidario –entre ciudadanos, organizaciones sociales y entidades religiosas– que no los abandonan y encuentran paliativos acercándoles alimentos, ropa, compañía y la posibilidad de que tengan un espacio para la higiene personal.
El “Proyecto duchas” se desarrolla en las instalaciones de la Basílica Sagrado Corazón de Jesús, uno de los más grandiosos y bellos templos de la ciudad de Buenos Aires ubicado en el barrio de Barracas, en la esquina de Iriarte y Vélez Sarsfield. Fue construido en 1908 en terrenos donados por la familia Pereyra Iraola. Desde el año 2016 el párroco Sebastián García abre las puertas de la iglesia para las personas que viven en situación de calle, junto a 20 voluntarios reciben todos los sábados un grupo de aproximadamente 150 personas que ingresan para bañarse, recibir ropa limpia, un plato de comida, atención médica y contención afectiva. “Lo que nosotros queremos lograr en primer lugar es que sea un espacio de referencia, como un lugar de sanidad, no solamente en lo físico sino también en lo espiritual, en lo afectivo en lo psicológico” comenta el padre Sebastián.
La iniciativa surgió primero en Roma en 2015 cuando el Sumo Pontífice sembró la semilla: “Cuando el Papa Francisco tuvo la iniciativa en una iglesia icónica como es la Basílica de San Pedro, nosotros lo sentimos como un gesto profético que teníamos que replicar acá en Buenos Aires” dice García, y agrega: “En Barracas hay un lugar para que pueda visibilizarse esta gente que está completamente marginada y su vida se ve permanentemente amenazada”.
En la iglesia –en la Avenida Díaz Vélez 1351– se construyeron las instalaciones especialmente para este proyecto, inicialmente denominado “Duchas” pero que pretende ampliar sus servicios y año a año va agregando prestaciones. Cuenta con dos sanitarios, dos lavatorios y dos duchas con un especio cerrado destinado a preservar la intimidad de los beneficiarios, es indistintamente para hombres y mujeres. A eso se le han agregado talleres de arte, trabajo, música, estampado, cocina, cajón peruano y carpintería. Se trata de hacer un seguimiento personalizado y brindar contención en tema de adicciones, ya que es una problemática frecuente entre las personas que viven en condición de calle. Siempre con la atención y cariño de los voluntarios que integran el grupo parroquial.
La mayoría de la gente concurre los días sábados, pero es la intención del padre Sebastián García comenzar a funcionar como Centro de Día: “La idea es que se apropien del lugar, lo sientan cercano y eso sea una excusa para no estar en la calle” comenta. Y es por este motivo que comenzaron a trabajar con un grupo reducido de entre 5 o 6 personas, que concurren los días martes y jueves. Con el propósito de que el seguimiento sea más personalizado, con este grupo, además de lo habitual que es el aseo y la comida, desarrollaron un espacio para que puedan trabajar en una huerta, introducirse en las disciplinas de compostaje, reciclado y también en talleres de arte y carpintería.
El programa solidario se sostiene con voluntariado y la colaboración de privados y fundaciones. Siempre hay necesidades, por lo cual son bienvenidos los aportes materiales y profesionales. En la actualidad, tienen una carencia concreta en el área salud: médicos, psiquiatras, psicólogos y especialistas que conozcan y puedan abordar el tema de las adicciones. Todos los que puedan escucharlos, llamarlos por su nombre, acompañarlos, consolarlos, darles una palabra de esperanza, pueden sumarse a este gran proyecto.
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