Desde que uno o dos asesinos misteriosos asesinaron en 2006 a su madre Nora Dalmasso en su casa de Río Cuarto, las vidas de Facundo y Valentina Macarrón se derrumbaron. Él tenía 18 años y ella 15.
Tuvieron que escuchar todo lo que se decía de su mamá. Pero en el caso de Facundo fue un calvario: el fiscal Javier Di Santo lo acusó por el crimen sin ni siquiera tener un indicio, el joven luego fue absuelto, pero vivió con dolor cómo su apellido pasó a ser sospechoso por tener el mismo ADN. Hasta hoy: su padre Marcelo Macarrón, de 60 años, está imputado por ser el presunto autor intelectual del crimen. Es decir, el fiscal Luis Pizarro cree que contrató a un sicario para que estrangule a su esposa por “desavenencias matrimoniales”.
A 13 años del asesinato que conmovió al país, por la causa desfilaron 10 sospechosos y 5 fiscales que no pudieron arrojar luz a tantos enigmas. Desde un comienzo, por la escena del crimen pasaron 27 personas, entre ellas el cura de la familia que tapó a la víctima por pudor. Hubo dos sospechosos “leves" (así es la figura penal en Córdoba) al mismo tiempo: el albañíl Gastón Zárate, alias el “perejil”, que trabajó en la casa días antes del asesinato, y Facundo Macarrón, que durante el hecho estaba en Córdoba y el fiscal considero que por el patrón genético hallado en la escena del crimen -de la línea masculina de la familia- debía ser imputado por los delitos de abuso sexual agravado y homicidio calificado de los que fue víctima su madre. Para los dos “sospechosos”, Di Santo elaboró teorías contrapuestas, pero los imputó por el mismo delito.
Se habló de la vida privada de la víctima (la mayoría cuestiones íntimas e incomprobables y que no tenían nada que ver con una instrucción penal), se habló del linaje Macarrón porque en las sábanas apareció el ADN de la rama paterna de Facundo, se sospechó de presuntos amantes de Nora (que no eran amantes), hasta que el fiscal Daniel Miralles elaboró una hipótesis de película: que Macarrón había viajado en un “avión fantasma” desde Punta del Este, donde jugaba un torneo de golf, para estrangular a su mujer y volver. Esa noche llovía. Su sucesor, Pizarro, lo sacó al viudo de la escena del crimen, pero lo colocó como el cerebro del asesinato. Lo cierto es que la Justicia hasta hoy no tiene el móvil ni pudo establecer quién o quiénes la mataron.
Valentina tuvo un perfil más bajo que su hermano. Facundo, que estuvo imputado durante 5 años en la causa, hasta que fue sobreseído, realizó una brillante carrera. Se recibió de abogado, hizo masters en los Estados Unidos y en París y avanza en los escalafones en la carrera diplomática.
Los hijos de la víctima y del único acusado -que pidió ir a juicio para demostrar su inocencia (la pena máxima es la perpetua)- le enviaron a Infobae en exclusiva una carta en el aniversario del asesinato de su madre en la casa del barrio Villa Golf de Río Cuarto.
Esto escribieron:
“Se cumplen 13 años del crimen de nuestra mamá. A esta altura, como hijos, como familia, y también como sociedad, esperaríamos contar con respuestas por parte de aquellos que tienen el deber institucional de darlas.
No solo no es así, sino que estamos muy lejos de eso porque nunca han investigado con objetividad, nunca han intentado encontrar al culpable de llevarse a nuestra mamá de la manera más cruel que se pueda imaginar. En vez de ello, se han dedicado a perseguir a nuestra familia una y otra vez, entendemos como una manera de tapar la propia impericia e ignorancia con que estos investigadores han manejado la causa desde un comienzo. De haber seguido protocolos, de haber sido realmente los investigadores profesionales que como sociedad nos merecemos, hoy en día quizás estaríamos hablando con un verdadero culpable entre rejas, y no con la familia como los depositarios de todas las dudas y las injusticias desencadenadas por una injusticia mayor que es el crimen de nuestra madre.
A 13 años del crimen, le toca ahora a nuestro padre ser sometido a la pena del banquillo sin ninguna prueba objetiva y seria, sino basándose solo en rumores, dimes y diretes, y hasta en las más fantasiosas elucubraciones.
Esta acusación nos ha tomado realmente por sorpresa. En ese sentido, no nos olvidemos que Marcelo Macarrón no es el primer miembro de nuestra familia que es acusado injustamente y sin pruebas. Sea por la figura de la “sospecha leve” o por la figura del autor intelectual sin autor material, el objetivo de la investigación durante todos estos años fue muy claro: involucrar a la familia de cualquier forma posible, si es necesario encontrando cualquier herramienta que la ley permita.
De no ser por el amor y la unidad que hemos mantenido todos estos años, apoyándonos entre nosotros y con familiares y amigos para intentar sobrellevar los ataques constantes de quienes deberían defendernos y darnos respuestas, hoy seguramente no estaríamos hablando acá. Es una prueba de cuan injusta y ridícula ha sido todo este entramado judicial contra nosotros.
De más está decir, que creemos absolutamente en la inocencia de nuestro padre, él no tiene y no ha tenido nada que ver con semejante hecho. Es una excelente persona, un padre excepcional, un profesional de la salud comprometido con sus pacientes y un buen amigo.
Ojalá quienes tuvieron a su cargo la investigación durante todos estos años hagan una reflexión, una autocrítica, no solo para con nosotros como familia y víctimas directas, sino para con la sociedad en general. La deuda que nos dejan es muy grande y es parte de la impunidad con que la justicia se ha manejado en esta causa. Él es inocente.
Confiamos en que esta nueva instancia judicial sirva para limpiar el buen nombre de nuestro papá, y de toda la familia Macarrón, y que luego de ello y una vez por todas los investigadores cumplan con el deber que la sociedad les encarga: encontrar el verdadero culpable y hacer justicia. Es esta la única manera que podemos hacer el duelo por nuestra perdida y encontrar algo de paz.
Valentina y Facundo Macarrón”.
Al mismo tiempo, los hijos de Macarrón escribieron una carta a la sociedad de Río Cuarto. Algunos de los fragmentos:
* Trece años después del momento más difícil de nuestras vidas nos toca una vez más levantar la cabeza y hacerle frente a una injusticia, de esas que parecen nunca acabar.
* Justicia para nosotros no es señalar a alguien con el dedo sin prueba alguna, como ha venido sucediendo durante todos estos años. Justicia es obrar y juzgar respetando la verdad. Lo que nunca hicieron quienes estuvieron a cargo de la investigación por el crimen de nuestra mamá, fue buscar la verdad. Prefirieron ocultar los miles de errores investigativos e ir por el camino más fácil: apuntar a la familia, los más vulnerables, amedrentarnos, y callarnos.
* Mi padre amaba a nuestra mamá y nos ama a nosotros como hijos, dándolo todo para que podamos estar mejor y podamos sobrellevar esta situación.
* La decisión de elevar la causa a juicio no hace más que darnos la razón de lo que hemos vivido durante estos tortuosos años: una persecución judicial contra los más vulnerables como camino corto para tapar los desastres que hicieron con la investigación desde el primer día, escondiendo siempre o no queriendo saber lo que realmente pasó con nuestra mamá.
* Nunca tuvimos el apoyo de la justicia pero jamás pensamos que esta decisión se iba tomar, sin ninguna prueba, con una acusación ridícula y hasta bizarra.
* Ojalá algún día los responsables puedan ser conscientes del daño que nos han provocado como familia, porque no fue solo la pérdida de nuestra madre sino la invasión de nuestra privacidad, permitiendo que se nos juzgue sin prueba alguna y descargando sobre nosotros impunemente las mayores brutalidades de quienes tienen a su cargo la justicia. Nunca nadie, hasta ahora, nos pidió disculpas por lo que nos hicieron y por lo que nos siguen haciendo.
* Perdimos una madre cuando tan solo teníamos 15 y 18 años, ahora estamos perdiendo un padre, ninguno de ellos hizo nada para merecer esto ni nosotros consideramos que existen razones para haber soportado durante todos estos años como hijos de la víctima, la duda, la mirada curiosa, la indiferencia, en lugar del abrazo y del acompañamiento que tanto necesitamos.
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