Año 1998. Menem aun era el presidente de la Argentina, en la radio era furor Flaca, de Andrés Calamaro (que el año anterior había editado Alta Suciedad), y Fito Páez sacaba un disco junto a Joaquín Sabina: Enemigos Íntimos. El 14 de mayo de ese año se emitía el último episodio de Seinfeld (en la televisión, nada de streaming, con récord absoluto de audiencia); y Titanic (la superproducción de James Cameron) ganaba el Oscar a Mejor Película. Dos años antes, el 12 de noviembre de 1996, el estadounidense Eminem sacaba su primer disco y agitaba violentamente el universo del hip-hop, que poco y nada había llegado al país por ese entonces. Ese era el mundo al que llegó Taty Santa Ana el 25 de marzo de 1998. Nació bajo el signo de Aries en el Instituto Médico de Obstetricia, en el barrio de Balvanera.
Año 2019. Uno de los géneros musicales que dominan la escena es el trap, que 20 años atrás no existía. Eminem ya tiene más de 10 discos y es una especie de dios para quienes aman el hip hop. En la Argentina el género finalmente sí desembarcó, principalmente con una de sus vertientes: el freestyle. Dentro de ese género se engloban las famosas Batallas de Gallos que este año tuvo un hito histórico: por primera vez dos mujeres llegaron a las instancias finales y se enfrentaron entre ellas. Fueron Aka Roma y NTC.
No fue el único cambio. Si recién en el 2015 estalló el furor de las batallas de la mano de El Quinto Escalón (competencia mítica del Parque Rivadavia que ya no se realiza), cuatro años después se están discutiendo algunas prácticas y la idiosincrasia machista que pareció acompañar siempre al ambiente.
Taty Santa Ana es parte de este cambio de mentalidad. No solo porque tiene un discurso elaborado y deslumbrante al respecto, sino porque conoce el mundo con la precisión de un relojero.
Sabe la fecha exacta en la que se dijo tal acote (es decir, una respuesta a una ataque en una batalla), dónde vio por primera vez a Wos (el nuevo sol del sistema solar), o qué día un freestyler -cuyo nombre no pronuncia- le dio una trompada en la cara a una mujer. “Yo estaba en esa fecha, pero no en ese momento preciso. No lo vi, pero no me lo olvido más”, cuenta.
En su haber lleva, según calcula, más de 1000 horas presente en competencias. ¿Qué son las competencias? Su universo, fechas en las que se reúnen freestylers y batallan. Fue parte de esa arena mucho tiempo hasta que se convirtió en productora y host. Ahora realiza y conduce. Ahora ve volar las piñas verbales pero no las propina ni las recibe. Su último hito: ser una de las anfitrionas en las finales de la Batalla de Gallos nacional, en el Luna Park
Estudió en el Instituto Comunicaciones del barrio de Agronomía. Actualmente sigue la licenciatura en Gestión del Arte y la Cultura en la Universidad Tres de Febrero (UNTREF). Vive con su familia en Villa del Parque. Conoce cada línea de tren que cruza la ciudad y se ufana de saber sus recorridos. “Un tren tarda 30 segundos en pasar. ¿Sabías? Yo lo sé porque en una época me sentaba a verlos y los cronometraba”. Algunos de sus libros favoritos El niño con el pijama a rayas y El día que mate a mi padre. “Me re flasharon”, define.
Si tiene que elegir un disco dice El amor después del amor, de Fito Páez, o Influencia, de Charly García. Si tiene que elegir músicos de rap dice Kaze o Kase O, o Eminem o Tupac. Pero si tiene que decir un tema del que sepa más que cualquier otro, ese tema es el freestyle.
“Mi primer contacto con el freestyle fue en una plaza en San Marcos Sierras, en Córdoba, con unos amigos. Éramos un cordobés, un chileno, un español, un francés y yo. Hicimos una zapada medio extraña. Eran principios del 2011. Tampoco era tan freestyle pero fue el primer acercamiento, y cuando volví a Buenos Aires me cebé un poco y empecé a meterme en el mundo del rap, a descubrir qué era realmente. Y a principios del 2012 empecé a ir a competencias en plazas: al Quinto Escalón, Las Vegas y Halabalusa...”. La enumeración de competencias donde participó parece no acabar nunca. En este mundo, es una suerte de pergamino haber recorrido las plazas.
A Taty se lo reconocen los competidores y el público. Ahora sin embargo -y con solo 21 años- está en su etapa de gestora. Es que en el 2019 creó junto a dos amigas (Mirna y Fosh) la Federación de Freestyle Femenino, conocida como la Triple F, la primera competencia profesional de habla hispana exclusivamente para mujeres. Pusieron reglas sencillas pero inflexibles: no se permite la violencia y no se permiten acotes misóginos o machistas. “Básicamente, no se permite ser idiota”, dice.
“La liga vino a replantear no el espacio que tenemos las pibas sino la motivación que tenemos a la hora de buscar nuestros espacios dentro de la cultura”, explica. Ese espacio durante el año se dio los domingos en el Centro Cultural Recoleta: las chicas que querían participar se acercaban hasta allí y eran bienvenidas.
“No sirve ir a un lugar donde te presionen por competir o donde no te sientas cómoda. La competencia siempre es con uno, no con el otro, y eso hay que tenerlo en cuenta. Si le tengo que decir algo a las pibas que quieren probar es que lo hagan donde se sientan cómodas y del modo en que quieran. Que sean libres y elijan lo que les hace bien a ellas. Eso les diría. El nuestro es un espacio por y para mujeres. Vení, sentite cómoda, y si necesitás de una persona que te escuche la vas a encontrar. Ese es el espíritu”, explica.
Aunque hoy parece inamovible, hace apenas un par de años tener esta discusión era impensado. No solo porque la mayoría del público del rap eran (y siguen siendo) hombres, sino porque la voz de la mujer era ubicada siempre detrás del mismo estereotipo, reducida a lo sexual, cosificada y descalificada. “Era complicado en esa época. O ahora lo vemos como complicado al menos. No había una visión de género todavía. Lo que surgía en batalla surgía en batalla. Hubo competencias en las que se le faltó el respeto a la mujer de una manera descarada, en las que hubo violencia de hecho”.
La Joaquí (Joaquinha Lerena) fue la primera mujer en competir en Batalla de Gallos. Junto con otros nombres célebres (la Rouse, Brasita, Roma, NTC) es una de las precursoras en el freestye nacional.
La época no la acompañó lo suficiente. “Ella se empezó a replantear si era tan igual competir para un hombre como para una mujer. En un festival al que fui en la estación de Caballito un competidor le escupe la cara a un niño de 14 años. Ese mismo competidor un día después en el Halabalusa (NdR: una de las tres competencias más importantes en Buenos Aires en ese momento) le pega una piña a la Joaqui y ahí se fue todo al carajo. Se terminó, fue un punto en que muchos competidores empezaron a replantearse cosas porque además no se había visto una violencia tan vívida en una competencia”. Esa fecha es recordada por muchos con vergüenza, pero también como un punto de inflexión.
-¿Hoy es lo mismo competir para un hombre que para una mujer?
-Sí. Bah, no sé… Es difícil a la hora de competir cuando cuando los argumentos son una mierda o cuando son siempre los mismos. Es aburridísimo la verdad. Lo digo desde el espacio de competidora. Yo en un punto me aburría de competir y que me dijeran: sos una puta, te cogiste a…, hacés esto de tu vida, hacés lo otro… Pensaba: ¿qué te importa?
-¿Y eso por qué pensás que pasa?
-Es el machismo implantado en el subconsciente colectivo, que traemos hace centenares de años y hoy en día nos estamos replanteando y reargumentando y rehaciendo. Reconstruyendo y revalorizando. Pero en esa época tenían que buscar esos argumentos y una no lo veía como malo. Creo que fue una época necesaria para ver que todo esto estaba mal realmente. Y capaz no era culpa de los competidores sino de este inconsciente colectivo que nos ata a todos y a todas.
-Es un pasado muy inmediato como para hablar, pero revisándolo un poco parecía un mundo absolutamente machista y virulentamente machista, incluso a veces a contramano del movimiento feminista. ¿Sentís que el freestyle llegó mucho más tarde a tener una conciencia de género?
-Absolutamente. El freestyle es un nicho muy cerrado. Los freestylers todavía tienen eso de que van a una plaza, les gusta una plaza y se quedan en esa plaza y ya está. Ahora se está abriendo mucho más a lo que es la mercantilización del juego. Sí llegó mucho más tarde (la igualdad) al freestyle porque es el inconsciente colectivo que nos agarra a todos. Llega un cambio de paradigma a la sociedad en general y tiene que trascender muchos cuerpos para llegar a las subculturas. Pensemos que el freestyle no solo que es una subcultura de una subcultura de una subcultura estadounidense, sino que si vamos al caso es la subcultura de la subcultura de la subcultura de la subculutura… Entonces es como que va a tardar un montón en llegar.
-Como creadora de una Federación de Freestyle Femenino, ¿pensás en estos temas?
-Sí, en este tiempo me puse a pensar: cómo puede ser que el mundo del rap es tan machista cuando nosotros alabamos a un montón de raperos estadounidenses como Tupac que en el reglamento que hizo dice: hay que respetar a las hermanas al igual que a los hermanos. Y cuando en las primeras fiestas del hip hop estaban tocando tanto mujeres como hombres, y estaban bailando tanto mujeres como hombres. Entonces, ¿por qué el mundo del freestyle en la Argentina es tan machista? No quiero hablar de Latinoamérica porque no lo vivo. Pero creo que es esta cuestión de que somos machistas en nuestro día a día, en nuestra vida cotidiana.
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