La precuela de una América Latina en convulsión: del “cisne negro” de Malvinas al advenimiento de Hugo Chávez

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George Bush, Mikhail Gorbachev, Fidel Castro, Hugo Chávez y Leopoldo Galtieri
George Bush, Mikhail Gorbachev, Fidel Castro, Hugo Chávez y Leopoldo Galtieri

En la primera semana de noviembre de 1981 se inauguró la XIV Conferencia de Ejércitos Americanos. Se llevó a cabo en una base del Ejército de los Estados Unidos, cercana a Washington y pegada al río Potomac, que lleva el nombre de Lesley J. McNair, el general de más alto rango que murió en combate en la Segunda Guerra Mundial, en julio de 1944.

La cumbre de comandantes se realizó en un momento llamativo. En esos días el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), una conjunción de socialdemócratas (Guillermo Ungo), castristas y otras organizaciones guerrilleras, luchaba palmo a palmo contra las fuerzas legales en El Salvador. En Nicaragua, el gobierno pro castrista del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) transitaba un poco más de dos años en el poder, y desde Honduras, los “contras”, con la ayuda estadounidense y argentina intentaban voltearlo.

En la cumbre de comandantes participaron todos los delegados latinoamericanos menos los de Cuba y Nicaragua. El tema principal fue “cómo combatir la infiltración cubano- soviética en las Américas”. Edward Meyer, comandante norteamericano abrió la conferencia con un discurso y presentó el temario. Los generales más activos, según todos los informes, fueron los de Argentina, Chile y El Salvador. “Ya estamos en guerra”, dijo uno de los presentes.

Durante la cumbre castrense el jefe de la delegación argentina era el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri, un claro exponente de la lucha contra el marxismo que aspiraba a convertirse en un férreo aliado de los Estados Unidos. Lo que no dijo Galtieri a sus “aliados” americanos fue que aspiraba a convertirse en Presidente de la Nación en el corto plazo, con el decisivo apoyo de la Marina argentina. Iba a deponer a Roberto Eduardo Viola y, como concesión a la Armada, pensaba aceptar la invasión o recuperación de las Islas Malvinas. Hacerlo -según él- no acarrearía ningún problema. Esperaba de los americanos un gesto de “hands off” y de los británicos una protesta diplomática. Salió todo al revés: Ronald Reagan, presionado por la opinión pública y por Margaret Thatcher, se vio obligado a apoyar a Gran Bretaña, lo mismo que la OTAN. Cuba y sus aliados apoyaron a la dictadura argentina, su vieja enemiga y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) voló por los aires.

Leopoldo Fortunato Galtieri junto a Mario Benjamín Menéndez, en las Islas Malvinas en mayo de 1982
Leopoldo Fortunato Galtieri junto a Mario Benjamín Menéndez, en las Islas Malvinas en mayo de 1982

El 21 de diciembre de 1981 Galtieri desplazó a Viola y el 2 de abril de 1982 recuperó las Malvinas. El 14 de junio las tropas argentinas se rendían ante la Task Force británica y comenzaba el último año de la dictadura militar argentina, obligada a entregar el poder a un mandatario constitucional, el radical Raúl Alfonsín.

El “cisne negro”, el acontecimiento sorpresivo, cambiaría con el correr del tiempo el mapa político de América Latina dando origen a gobiernos democráticos.

Ningún representante estadounidense dijo a los presentes que en México se estaba realizando un encuentro secreto entre Carlos Rafael Rodríguez -vicepresidente de Cuba y hombre fuerte del PCC- con el secretario de Estado, Alexander Haig. Es decir, se insuflaba a los comandantes militares un clima de cruzada antimarxista, mientras el socio principal (EE.UU.) comía con el enemigo.

En este contexto, gracias a la gestión del canciller mexicano Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, el nuevo Secretario de Estado Alexander Haig y el vicepresidente cubano e histórico dirigente comunista mantuvieron un encuentro en aquel país. Se llevó a cabo mientras en Washington se hablaba de una invasión estadounidense a Cuba. La cumbre resultó un diálogo de sordos porque ninguno de los dos mostró sus verdaderas cartas. Eso se desprende de los siguientes párrafos del resumen de la reunión:

Alexander Haig: […] existe una tendencia, equivocada o no, a creer que existe un acuerdo entre Moscú y La Habana en relación con varias actividades internacionales, por lo menos un acuerdo tácito. Todo esto creó un ambiente en Estados Unidos que permitió la llegada del presidente Reagan al poder. Estamos siguiendo muy de cerca los sondeos de opinión, y le puedo asegurar que la opinión del pueblo estadounidense está deseando que cambiemos nuestras relaciones con Cuba, y quiere un cambio que no es positivo para Cuba, se ve a Cuba como una amenaza.

Carlos Rafael Rodríguez: Aprecio la oportunidad -después de sus palabras señor secretario- para atribuir la intensificación actual de nuestros conflictos a razones geopolíticas Y espero tener la elocuencia necesaria, dentro del poco tiempo que tenemos, para intentar probar que la realidad geopolítica no es lo que parece ser. Respecto a América Central, no somos sólo nosotros los que hemos dicho que sería un error concebir lo que está pasando hoy en día en la región como el resultado de una actividad subversiva externa. Gobiernos moderados como el de (José) López Portillo comparten esta opinión.

AH: Le puedo asegurar que este paisaje benigno que usted ha pintado no es real. Pedimos a Cuba que reexamine esta posición. No le pedimos a Cuba que se humille. Lamentablemente, ha llegado el momento en que el debate retórico entre Estados Unidos y Cuba no resuelve el problema […] Sin embargo, Cuba está exportando revolución y derramamiento de sangre en el continente. Bueno, lo que estoy diciendo es que debemos encontrar una solución y rápidamente.

CRR: ¿Qué solución?

AH: Debe haber una solución, porque nadie le dio a Cuba el derecho divino de interferir en los asuntos internos de los países de este hemisferio, sin importar los argumentos que se puedan argumentar para justificarlo.

Con este contexto un año más tarde, el 29 de diciembre de 1982, el Ministro de Defensa Raúl Castro Ruz se reunió con el Presidente del Soviet Supremo y Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética Yuri Andropov. En la cumbre también participaron el Ministro de Defensa, general Dmitri Ustínov, y el integrante del Comité Central del PC de la URSS, K.V. Rusakov. El cubano intentaba establecer nuevos acuerdos comerciales, de provisión de armamento y se mostraba, principalmente, preocupado con la posibilidad de que Cuba pudiera ser invadida por los EE.UU.

Hugo Chávez junto a Fidel Catro. Octubre, año 2000 (AP)
Hugo Chávez junto a Fidel Catro. Octubre, año 2000 (AP)

En el Ayuda Memoria de la reunión Castro-Andropov, el líder ruso aparece preguntando: “¿Ustedes tienen algunas consideraciones?”

Raúl Castro respondió: Hemos pensado en algo… nosotros pensamos en primer lugar la seguridad de Cuba, fortalecerla, son medidas que obedecen al esfuerzo que debemos hacer nosotros. Además con el suministro de armas modernas y adecuadas, tal como ha resuelto la URSS de forma plenamente satisfactoria […] ¿Qué hemos pensado nosotros que podría hacerse? Creo que a esto se refirió también Fidel en su conversación con el compañero Andropov, que es indispensable que la URSS le haga saber a Estados Unidos, de forma clara y categórica, que una agresión militar a Cuba no será tolerado.

Andropov: Compañero Raúl, yo empezaré por la parte más desagradable y más importante de una consideración que tanto ustedes como nosotros tenemos que tener siempre presente. Nosotros no podemos combatir por Cuba. Sencillamente porque ustedes están a 12 mil kilómetros. Usted es militar, también el compañero Ustinov puede confirmarlo.

Los hermanos Castro eran una máquina de pedir, un barril sin fondo, a un imperio que se hundía. El 9 de febrero de 1984 Yuri Andropov sucumbía víctima de una enfermedad renal. Lo sucedió Konstantín Ustínovich Chernenko, quien solo gobernaría un año porque murió el 10 de marzo de 1985. Llegaba la hora de Mijail Gorbachov, la glásnost (transparencia) y la perestroika (reconstrucción). También llegaría la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán y la implosión del Bloque del Este.

En Chile algunos hablaban del “Año Decisivo” de 1985 y que a la dictadura de Augusto Pinochet le quedaba poco tiempo de vida y eso no sucedió. A fines de 1985 varios partidos firmaron un Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia, cuya unidad derrotaría a Pinochet en el plebiscito de 1988.

El 7 de septiembre de 1986 el Frente Popular Manuel Rodríguez (FPMR) intentó asesinar a Pinochet, cuando retornaba a Santiago desde su casa de descanso El Melocotón, en momentos que la caravana de automóviles transitaba por el Cajón del Maipo. En el enfrentamiento murieron 5 miembros de la escolta presidencial y Pinochet resultó herido en una mano.

Una serie de fracasos llevaron a la división del FPMR. El Partido Comunista abandonó su idea delirante de sacar a Pinochet mediante las armas y se fue inclinando por una transición política y determina parar la lucha armada. El jefe del aparato militar de aquella época es el mismo que hoy reclama la renuncia del presidente Sebastián Piñera.

En 1987 nace el FPMR-Autónomo conducido por el histórico Pellegrin o “comandante José Miguel” cuando el Partido Comunista decide intervenir la comisión militar y reemplazar a tres “comandantes”. A la nueva estructura la secundaba Garvarino Apablaza (hasta hoy refugiado en la Argentina) y tenían el respaldo de Fidel Castro.

En 1988 el grupo emprende la “Guerra Patriótica Nacional”, mientras paralelamente la ciudadanía concurre a las urnas el 5 de octubre para decidir, mediante un plebiscito nacional si Pinochet debía continuar en el poder hasta el 11 de marzo de 1997. Ese miércoles, triunfó la Concertación de Partidos por la Democracia. El 54,71 por ciento dijo que No y 43 % votó Sí. Por lo tanto en 1989 debían realizarse elecciones conjuntas presidenciales y parlamentarias.

El 7 de marzo de 1989 el gobierno de CAP libera los precios de los alimentos y la inestabilidad política y social se profundiza. Tan solo dos años más tarde, el 4 de febrero de 1992, un grupo de mandos intermedios del Ejército, liderado por el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías intenta asaltar el poder pero son derrotados. “Por ahora” como dijo Chávez.

En esos días el ex presidente socialcristiano (COPEI) Rafael Caldera opinará: “Es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y por la democracia, cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer”.

En medio de escándalos de corrupción, Carlos Andrés Pérez no llegaría al final de su período. Lo sucedió Caldera (1994-1999) y el 6 de diciembre de 1998, Chávez ganará la elección presidencial y marca el final de la vida de los tradicionales partidos políticos que, a través del “Pacto de Punto Fijo” de 1958, habían gobernado el país. Lo que desconocían los venezolanos es que un tiempo más tarde el castrismo se apoderaría de Venezuela.

A Mijail Gorbachov le tocó el ingrato momento de presidir la URSS al producirse la implosión del sistema político, económico y social. El imperio soviético se desintegraba, horadado tras el evidente fracaso del “sistema” planificado. El jueves 9 de noviembre de 1989 se produce la caída del Muro de Berlín y tras el derrumbe comienza a desgranarse la conjunción de países nucleados en el Pacto de Varsovia.

El único país que parecía no enterarse lo que sucedía era Cuba: el 11 de noviembre de 1989, con la ayuda castrista de armas y asesores, el Frente Farabundo Martí inicia su nueva ofensiva final contra el gobierno de Alfredo Cristiani. La guerra en El Salvador –y la fracasada ofensiva, rechazada por tropas entrenadas por estadounidenses- vuelve al primer plano de las noticias.

Para el premier ruso el mundo cambiaba hora a hora y ya no tenía tiempo ni recursos para ocuparse de “el último mohicano” Fidel Castro. Con la angustia de ver como Moscú perdía Polonia, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Rumania, Hungría y Bulgaria, viajó a la isla de Malta para mantener conversaciones con el presidente George Bush. La cumbre se llevó a cabo los días 2 y 3 de diciembre de 1989. En algunos momentos hablaron acompañados por sus asistentes y en otros a solas.

El presidente de los Estados Unidos, George Bush, y el mandatario de la Unión Soviética, Mikhail Gorbachev durante la Cumbre de Malta en diciembre de 1989 (Shutterstock)
El presidente de los Estados Unidos, George Bush, y el mandatario de la Unión Soviética, Mikhail Gorbachev durante la Cumbre de Malta en diciembre de 1989 (Shutterstock)

Como en los viejos tiempos, la “cuestión cubana” volvió a estar en la agenda del encuentro. Bush lo insta a abandonar, aunque sea militarmente, a Cuba (y Nicaragua). Algo que ya habían tratado siete años atrás Fidel y Raúl –como hemos visto- con sus pares soviéticos.

Gorbachov: Ahora me gustaría hacer algunas observaciones de carácter filosófico general. Me parece muy importante hablar de las conclusiones que podemos sacar de nuestra experiencia pasada, de la “Guerra Fría”, lo que sucedió, lo que quedará en la historia. Probablemente podamos afirmar que todos hemos vivido un momento histórico. Problemas enteramente nuevos, de los que la gente en el pasado ni siquiera podía concebir, han surgido ante la humanidad ¿Podemos resolverlos usando viejos enfoques? Absolutamente nada surgiría de eso. Durante 45 años hemos logrado evitar una guerra importante. Este hecho por sí solo demuestra que en el pasado todo no era malo. Pero, al mismo tiempo, la conclusión es obvia: el énfasis en la fuerza, en la superioridad militar y, junto con ella, en la carrera de armamentos, no se ha justificado. Ambos países, al parecer, lo comprenden mejor que cualquiera de los otros. El énfasis en la confrontación ideológica tampoco se justificó y sólo resultó en nuestra continua crítica del uno al otro. Llegamos a una línea peligrosa. Y es bueno que supiéramos lo suficiente para detenernos. Es bueno que haya surgido un entendimiento mutuo entre nuestros países.

En la primera sesión privada el líder ruso volvió a sacar a la luz la cuestión cubana:

Gorbachov: En nuestra conversación confidencial, quisiera plantear tres cuestiones. Primero, la cuestión de Centroamérica, principalmente de Cuba. Señor Presidente, tal vez recuerde que después de mi visita a Cuba (en abril) le escribí una carta. Mis conversaciones allí no eran simples. Debo admitir que Castro expresó cierta preocupación por nuestro rumbo. Le aclaramos una serie de asuntos para él, y en general todo terminó bien. Entre otras cosas, le dijimos: “Lo que estamos haciendo en nuestro país está dictado por nuestras necesidades. Lo que está haciendo en su país es su negocio. No estamos interfiriendo con él”. En una conversación cara a cara, Castro nos pidió esencialmente nuestra ayuda para normalizar las relaciones con los Estados Unidos. Recientemente, el jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Cubana visitó la Unión Soviética. Habló con [funcionarios] en el Ministerio de Defensa de la URSS, así como con el mariscal Akhromeyev. Y repitió confidencialmente esta petición. Te lo confío en una conversación individual y espero que esto quede entre nosotros. De lo contrario, la reacción de Castro puede ser bastante fuerte.

Bush: Ciertamente. No voy a ponerle en una situación embarazosa. No puede haber fugas de mi lado. Entiendo lo delicado que es este asunto para ti.

Gorbachov: Quizás deberíamos pensar en algún tipo de mecanismo para iniciar los contactos sobre este tema. Estamos listos para participar, pero tal vez será innecesario. Depende de usted decidir. Estamos dispuestos a ayudarle a iniciar el diálogo, pero ciertamente es su negocio, y sólo podría pedirle que lo piense.

Bush: Me gustaría, por así decirlo, mostrarle todas mis cartas sobre Centroamérica y sobre Cuba. Si tomamos a nuestros aliados de la OTAN, incluyendo Thatcher, Kohl, Mitterrand, en general no les importa la América Central. Por supuesto, dicen buenas palabras sobre la democratización y las elecciones libres, pero no tienen intereses vitales en lo que está sucediendo allí. Lo mismo se refiere al “flanco izquierdo” del cuerpo político estadounidense. Sin embargo, las jóvenes democracias del Sur del Río Grande, así como la abrumadora mayoría de los estadounidenses, observan esta cuestión muy de cerca. Vemos también que, en comparación con su movimiento hacia adelante, Castro se parece a un ancla que hace este movimiento más difícil. Este hombre está claramente desfasado de los cambios y procesos que han envuelto a la Unión Soviética, Europa del Este y nuestro hemisferio. Los cambios democráticos le son ajenos.

Gorbachov: Lo entiendo. Nosotros defendemos un cambio pacífico. No queremos interferir, y no estamos interfiriendo en los procesos que están teniendo lugar. Deja que el pueblo mismo decida su futuro, sin interferencias externas. […] La Unión Soviética no tiene planes con respecto a las esferas de influencia en América Latina. Este continente está ahora en movimiento. En cuanto a Cuba, tenemos ciertas relaciones establecidas con ella. Se remontan a un cierto período de la historia caracterizado por bloqueos económicos, etc. Ahora nos gustaría transferir gradualmente nuestras relaciones económicas a una vía normal. No hay que olvidar que Cuba es un país soberano con su propio gobierno, sus propias ambiciones y percepciones. No nos toca a nosotros enseñar a Cuba. Que hagan lo que quieran.

George Bush y Mikhail Gorbachev en una conferencia sobre la Cumbre de Malta en diciembre de 1989 (AP Photo)
George Bush y Mikhail Gorbachev en una conferencia sobre la Cumbre de Malta en diciembre de 1989 (AP Photo)

El 25 de diciembre de 1991 la Unión Soviética, formalmente, dejó de existir. Y Gorbachov, un tiempo más tarde, fue obligado a renunciar.

El 27 de diciembre de 1991 el premier castrista le dijo a la Asamblea del Poder Popular que se debía esperar “las peores circunstancias”. En 1994 estalló el Maleconazo y más de 100.000 cubanos lograron escapar de la isla. Solo la brutal represión logró mantener en pie al sistema montado entre 1959 y 1961. ¿Cómo salir del atolladero y sin divisas? La respuesta es simple: ajustando sin compasión.

Así como en 1982 los estadounidenses tuvieron su “cisne negro” que le cambió sustancialmente su política exterior con Hispanoamérica, Fidel Castro encontró pocos años más tarde su propio “cisne” de la buena suerte en manos del venezolano teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías.

En esas horas en Malta tanto Gorbachov como Bush ignoraban que Chávez se había incorporado a un grupo clandestino en 1982 (Fuerzas Armadas Nacionales) y mantenía encuentros con el líder guerrillero venezolano Douglas Bravo, ex jefe de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, brazo armado del Partido de la Revolución Venezolana (PRV). Para sus citas clandestinas Chávez se hacía llamar “José María” o “Che María”.

Unos pocos años más tarde Fidel y Raúl Castro -y sus colaboradores- llevaron a Venezuela al desastre.

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