La madre de su mamá Claudia tiene ascendencia siria-árabe. El padre de su mamá tiene sangre italiana: su tatarabuelo fue uno de los primeros inmigrantes en radicarse en la ciudad. La mamá de su papá Alejandro también tiene ascendencia tana. El padre de su papá, en cambio, es oriundo de Dinamarca. Su nombre y su apellido respetan el linaje paterno. Tal vez también lo haga su aspecto nórdico: 1,90 metros de altura, tez blanca y rizos que no llegan a ser rubios.
Axel Kurt Ottosen vive ahora en Olm, Alemania. Pero hace 18 años nació en San Rafael, Mendoza. Sus raíces mixtas y su espíritu cosmopolita no lo confunden: él sueña con ser presidente de Argentina.
A Kurt le apasiona la naturaleza, la desconexión agreste, es amante de los caballos de su finca, le gusta tocar el saxofón y se recluye en la natación. Publicó en sus redes que “el lugar más bonito del mundo está en cualquier parte, mientras tenga agua y se pueda nadar”. Hijo de una docente de jardín y de un piscicultor, un criador de peces, hermano menor de Ingrid y Astrid -una estudiante de medicina y una futura escribana-, Kurt tiene especial devoción por la política, la partidaria y la otra.
El 18 de noviembre, en la sala número 20 del Palacio de las Naciones Unidas emplazado en la ciudad de Ginebra, dará el discurso de apertura de la sesión plenaria por los 30 años de la Convención por los Derechos de los Niños. Su testimonio durará tres minutos y veinte segundos. Lo leerá dos veces, en español y en inglés.
Ya lo tiene escrito. Lo recitará como si fuese la encarnación de los derechos del niño, como si quien hablara ante los presentes fuese esta ley internacional.
En diálogo con Infobae, adelantó algunos conceptos de su representación: “Hoy estamos festejando mi cumpleaños. Me crearon hace treinta años, pero me tienen guardado en un cajón y todo lo que dice no lo han cumplido. Incluso hay países, Estados Unidos por ejemplo, que a 30 años de mi creación aún me desconocen y no me ratifican'”.
Procuró que no le sucediera lo mismo que el año pasado, cuando el 28 de septiembre en el mismo estrado de las Naciones Unidas debió dar el discurso de apertura en el Día de Debate General de las Naciones Unidas por los Derechos Humanos de Niños, Niñas y Adolescentes. Los nervios lo neutralizaron, el pánico escénico lo privó de leer lo que había ensayado y terminó recitando lo que sentía.
“Una sala enorme, cientos de personas, traducción simultánea. Era muchísima gente de diferentes países escuchándome a mí. Verlo a mí papá ahí. Era una mezcla extraña de muchos nervios y mucho orgullo”, resumió.
Allí acuñó la frase “nada de nosotros sin nosotros”: “Les dije que no queremos que hagan más cosas de nosotros sin nosotros. Otra idea que voy a repetir este año es que no queremos que hagan leyes nuevas porque ya todo está legislado, lo único que hace falta es cumplir lo que ya existe. Muchas veces nos pasamos horas pensando una nueva regulación. Ya sabemos lo que hay que hacer, lo que está bien y lo que está mal, lo que tenemos que hacer es tomar conciencia y empezar a actuar, dejar de hacer eventos solo para una foto. Porque año tras año decimos lo mismo y todo sigue igual. No vemos nunca los resultados de estos encuentros”.
El 20 de noviembre de 1989 se aprobó como tratado internacional de derechos humanos la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, en un compromiso histórico de dirigentes mundiales sobre la infancia en el mundo. Treinta años después, un argentino de 18 años con nombre danés y un compuesto de raíces italianas-sirias, pensó en inaugurar el congreso asumiendo la voz de la ley internacional. Una historia relatada en 200 segundos sin correcciones, supervisiones ni intervenciones adultas.
Kurt Ottosen trabaja hace tres años como Corresponsal Infantil y Adolescente por las Américas con el Instituto Interamericano del Niño, Niña y Adolescente perteneciente a la OEA. Se desempeña hace dos años como Embajador Americano y Niño Asesor del Comité por los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. Integra la Red de Corresponsales Infantiles y Adolescentes (CORIA), fue nominado al Premio Internacional del Niño de la Paz, vive actualmente en Ulm, una ciudad al sur de Alemania, en el marco de un intercambio cultural con Rotary Internacional, huyó a España con su familia antes de la debacle de 2001 pero regresó a los dos años porque extrañaban, porque, en definitiva, su lugar en el mundo es San Rafael, Mendoza.
No tiene una tradición familiar de activismo político o militancia. Se define como un apasionado por la política de hacer cosas para el bienestar común. Forjó su vocación en la secundaria, donde, entiende, fue perseguido por sus posiciones incómodas. Empezó en la Escuela de Educación Técnica con orientación agropecuaria 4-006 Pascual Iaccarini, donde se habían egresado sus hermanas. “Cuando ellas estudiaban era una escuela modelo: tiene fábrica, bodegas, granjas, en un predio de 47 hectáreas. Cuando ingresé yo, tenía mucha menos cosas que antes. Como siempre tuve ganas de ayudar, me metí en el centro de estudiantes. Terminé siendo presidente del centro de estudiantes”.
Concluyó sus estudios en un secundario contable, la Escuela Margarita Cinca de Geary. Rindió el último año libre porque se había postulado para un intercambio cultural del Rotary Internacional. Tuvo que cursar un proceso burocrático para que el director de Educación de Mendoza firmara una resolución especial para autorizarlo a rendir las materias a mitad del año lectivo.
El 31 de julio de 2018 aprobó lengua, terminó los estudios secundarios y emprendió vuelo hacia Alemania. “Me autorizaron en el último segundo. Rendí a la mañana y a la tarde me fui. En tres días metí once materias. Tenía 17 años, me quedaba medio año por cursar, pero no quería perderme esta oportunidad”. Eligió Alemania porque el paisaje arquitectónico lo remite a las fachadas argentinas y porque quería aprender el idioma.
Su trayectoria en organismos internacionales comenzó con la invitación a un foro en la capital mendocina. En el concurso “Mi Palabra Cuenta”, organizado por la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, tuvo una actuación distinguida en un congreso donde se abordaron tópicos como el aborto, derechos de participación, acceso a la salud, niños y justicia.
Les gustó su ponencia y, desde el Instituto Interamericano del Niño, la Niña y Adolescentes, el organismo especializado de la OEA en materia de niñez y adolescencia, lo convocaron para entrar a una preselección: planeaba fundar la Red de Corresponsales Infantiles y Adolescentes (CORIA).
Quedó él solo de Argentina. Su trabajo consiste en escribir diferentes artículos sobre la situación de los derechos de los niños en país y en América Latina. “Lo que busca el instituto es tener una fuente directa de información sobre lo que está pasando en la juventud -describió Kurt-. Para mí era increíble que una persona del interior del país, de un lugar súper alejado del mapa, estuviese representando a todos los jóvenes argentinos”.
Con un año de corresponsalía, fue seleccionado junto a la canadiense Akansksa Sharma, para abrir el día de debate general en la Convención por los Derechos Humanos de Niños, Niñas y Adolescentes. En el marco de ese programa, cumplió 17 años en Ginebra, Suiza, rodeado de jóvenes de otros países.
Confiesa que le gustaría estudiar ciencias económicas y abogacía. Por ahora, concurre a colegios secundarios alemanes para aprender el idioma. En el largo plazo, tiene ideas asentadas: “Mi objetivo, aunque sea bastante loco, es llegar a ser presidente de Argentina. El sueño americano tiene que estar en la Argentina. Tenemos todo para ser una potencia global. Por diferentes gobiernos de todos los colores y partidos está como está. Necesitamos que el país cambie y yo me siento con la capacidad para ayudar a que eso suceda”. En sus redes sociales, profesa su ideales y manifiesta su apoyo político a Mauricio Macri.
El presidente recibió cartas y mensajes por redes sociales de Kurt: por la promoción de las pymes, por la fomentación de energías renovables, por irregularidades que vio en un colegio. Siempre recibió respuesta.
Cuando viajó a Alemania, el Jefe de Estado le dedicó un mensaje de audio de 29 segundos: “Hola, Kurt. Soy Mauricio Macri. Te quiero felicitar y te deseo el mayor de los éxitos y espero que disfrutes al máximo esta experiencia única. Te envidio, me hubiese gustado haber tenido esa posibilidad. Espero que cuando vuelvas le hagas un aporte al país. Te necesitamos”.
Kurt promueve la participación de jóvenes en política. Le parece auspicioso y saludable. “Pero recalco que los espacios de participación tienen que venir con una obligación. Algunos jóvenes ingresan para reclamar derechos o beneficios y nunca para ofrecer algo. Argentina está como está porque la gente vota sin conocer lo que está votando, vota por gustos o por odios. Todos deberían tener participación en política, sea o no sea partidaria, y deberían estar informados como ciudadanos para saber quiénes son y qué ofrecen los candidatos”.
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