Pío XII, el Papa contra el que Moscú montó una de las mayores fake news de la historia

Cuando murió Eugenio Pacelli, en 1958, en nombre de Israel, Golda Meir lo despidió con gratitud en la ONU. Sin embargo hasta hoy circula la mentira de una complicidad con el nazismo que se repite y repite a lo Goebbels, para que algo quede. ¿Cómo se tergiversó así la historia?

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Eugenio Pacelli, Pío XII, fue papa desde marzo de 1939 hasta su muerte, en 1958 (Shutterstock)
Eugenio Pacelli, Pío XII, fue papa desde marzo de 1939 hasta su muerte, en 1958 (Shutterstock)

“Durante los 10 años del terror nazi, cuando nuestro pueblo sufrió un martirio horroroso, la voz del Papa se elevó para condenar a los verdugos y para expresar su compasión hacia las víctimas”. Esto decía, en 1958, la entonces ministra de Relaciones Exteriores del joven Estado de Israel, Golda Meir, al homenajear en la ONU a Eugenio Pacelli (1876-1958), el papa Pío XII.

Este año se cumplió el 80 aniversario de su elección como Sumo Pontífice, el 2 de marzo de 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, uno de los momentos más difíciles de la historia de la humanidad.

Cinco años después del fallecimiento del papa Pacelli, se publicaba una obra de teatro llamada El Vicario, de Rolf Hochhuth, que describía a Pío XII como un cómplice de los nazis, como un Papa que, por su odio al comunismo, habría dejado crecer, más aún, había alentado el expansionismo nacionalsocialista de Adolf Hitler. El Papa no se había pronunciado públicamente contra el Holocausto; otro cargo que le formulaba Hochhuth.

Un libro, una obra de teatro, para difamar al papa Pío XII, Eugenio Pacelli
Un libro, una obra de teatro, para difamar al papa Pío XII, Eugenio Pacelli

¿Qué había sucedido en esos 5 años? ¿Se habían descubierto documentos secretos que probaran una relación de complicidad entre Pío XII y el régimen nazi? ¿Testigos que sostuvieran esa denuncia o alegaran una indiferencia papal hacia el sufrimiento judío?

Absolutamente no. Pero la Santa Sede se había erigido en la posguerra como una de las principales barreras para la expansión del comunismo soviético hacia el oeste de Europa. En la inmediata posguerra, uno tras otro, los países más cercanos a la Unión Soviética, fueron cayendo bajo dictaduras estalinistas instauradas por la fuerza de las armas y el patrocinio directo de Moscú. No se trató de revoluciones populares, ni movimientos de abajo hacia arriba, sino de una literal ocupación. Reafirmada con la misma violencia cada vez que, en años posteriores, estallaban rebeliones antisoviéticas en esos países, como pasó en Hungría, o movimientos reformistas, como en Checoslovaquia.

La ola se detuvo a las puertas de Italia, pero incluso allí frenarla no fue sencillo, porque el Partido Comunista había emergido fortalecido de la guerra por su rol en la resistencia contra el fascismo y el nazismo. El protagonismo de la Iglesia Católica fue fundamental; no es casual que Italia haya sido el país donde mayor fuerza tuvieron los partidos demócrata-cristianos, tendencia que hegemonizaría la vida política italiana de posguerra protagonizando la reconstrucción del país y también la de Europa y su unidad. También en Alemania, la Democracia Cristiana fue uno de los pilares del resurgimiento del país y luego de la unificación europea. Y del freno al comunismo, que ya había logrado arrebatar media Alemania. Los principales protagonistas de esa etapa -Alcide de Gasperi, Robert Schuman y Konrad Adenauer- eran cristianos militantes. Eso fue imperdonable.

 Pío XII: durante su pontificado, el rol de la Iglesia fue fundamental para frenar el expansionismo soviético
Pío XII: durante su pontificado, el rol de la Iglesia fue fundamental para frenar el expansionismo soviético

La fake news del “Papa filonazi” fue la venganza póstuma del estalinismo que vio en Eugenio Pacelli a su bestia negra. Y, como suele suceder, años más tarde, esta campaña de difamación contra Pío XII fue recuperada por ciertas usinas culturales anglosajonas que libran contra la Iglesia Católica una guerra estratégica, permanente y prolongada.

El punto más alto de la difamación, vino con el libro El Papa de Hitler -título que deja de lado toda sutileza-, del periodista británico John Cornwell, publicado en 1990.

En junio de 2014, a propósito de una nueva desclasificación de documentos vaticanos, el papa Francisco decía: “Al pobre Pío XII le han tirado encima de todo. Pero hay que recordar que antes se lo veía como el gran defensor de los judíos. Escondió a muchos en los conventos de Roma y de otras ciudades italianas, y también en la residencia estival de Castel Gandolfo. Allí, en la habitación del Papa, en su propia cama, nacieron 42 niños, hijos de los judíos y otros perseguidos ahí refugiados”.

Aun admitiendo que hubiese cometido errores como los cometen todos, decía Francisco, “su papel hay que leerlo según el contexto de la época: ¿era mejor, por ejemplo, que no hablara para que no mataran más judíos, o que lo hiciera?”

El papa Francisco defendió a Pío XII y se preguntó por qué las grandes potencias no bombardearon la red ferroviario por donde los nazis llevaban a los judíos a los campos de concentración
El papa Francisco defendió a Pío XII y se preguntó por qué las grandes potencias no bombardearon la red ferroviario por donde los nazis llevaban a los judíos a los campos de concentración

Finalmente, Jorge Bergoglio apuntaba al centro: “A veces me da un poco de urticaria existencial cuando veo que todos se la toman contra la Iglesia y Pío XII, y se olvidan de las grandes potencias. ¿Sabe usted que conocían perfectamente la red ferroviaria de los nazis para llevar a los judíos a los campos de concentración? Tenían las fotos. Pero no bombardearon esas vías de tren. ¿Por qué?”

Cuando le dijeron al dictador soviético Josef Stalin “el Papa dice tal cosa”, él replicó “¿y cuántas divisiones tiene el Papa?”, como diciendo: “¿Qué me importa a mí lo que diga el Papa si no tiene un ejército para respaldarlo?”

Esto no fue impedimento para que, años después, una operación soviética afirmara que el Papa, desde la Santa Sede y sin divisiones, sin fuerza militar, podía y debía frenar la persecución nazi a los judíos, como no la frenaron las grandes potencias de la época, que sólo intervinieron cuando vieron su supervivencia comprometida.

Golda Meir fue ministra de Exteriores y Premier de Israel. Fue una de las líderes que expresó públicamente su agradecimiento al papa Pío XII por su auxilio a los judíos perseguidos por el nazismo (Shutterstock)
Golda Meir fue ministra de Exteriores y Premier de Israel. Fue una de las líderes que expresó públicamente su agradecimiento al papa Pío XII por su auxilio a los judíos perseguidos por el nazismo (Shutterstock)

Aunque Hollywood nos quiera convencer de lo contrario, la entrada de los Aliados en la Segunda Guerra no estuvo inspirada en el deseo de frenar el Holocausto sino motivada por el peligro que empezó a representar para sus intereses el expansionismo alemán.

No hubo refugio para los judíos en los países aliados. Sí, encomiables casos de gente que individualmente arriesgó su vida por salvar a muchos. Pero a nivel estatal es al revés de lo que se pretende. La Santa Sede -y en persona el papa Pío XII- hizo mucho más por proteger a los judíos en proporción a los medios de que disponía que todos los demás gobiernos. Salvó a muchísima gente. Y los primeros en reconocerlo son los historiadores judíos.

(Shutterstock)
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Un caso fue el de Joseph Lichten, de B’nai B’rith, organización judía dedicada a denunciar las manifestaciones de antisemitismo, en A Question of Judgment - Pope Pius XII and the Jews (1963), donde rescata los esfuerzos del Vaticano en favor de los judíos perseguidos y argumenta: “Una declaración formal (del Papa) hubiera provocado una brutal retaliación por parte de los nazis y hubiera frustrado sustancialmente ulteriores acciones católicas en favor de los judíos”.

En 1945 el Congreso Judío Mundial agradeció la intervención del Papa, con un generoso donativo al Vaticano. Ese mismo año, el gran rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, envió a Pío XII una bendición especial “por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia”.

Los principales detractores de la tesis del Papa pro nazi son, y no por casualidad, autores judíos. “El mito del papa de Hitler”, fue escrito por el Rabino David G. Dalin, y el escritor judío Gary L. Krupp publicó el artículo Friend to the Jews: Pius XII’s real wartime. Ambos afirman que Eugenio Pacelli ayudó a salvar las vidas de muchísimos judíos. En total, los historiadores judíos estiman que los diferentes actores e instituciones católicos en Europa salvaron a más de 800 mil judíos de la deportación y la muerte.

La del “Papa nazi” es una de las grandes fake news de la historia, y a muchos les conviene mantenerla porque es funcional a sus batallas actuales. Minar la autoridad del Vaticano es uno de los fines perseguidos. Y es por eso que, debilitada la Unión Soviética, la mentira de El Vicario fue retomada y ampliada por usinas anglosajonas anticatólicas para las cuales el Papa es tan bestia negra como lo era para el estalinismo.

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La diplomacia papal es parecida y a la vez diferente de la de cualquier otro país. Porque el Papa finalmente es el jefe espiritual de todos los católicos, más allá de la posición política que tengan. El Vaticano eligió el camino de la discreción. Uno que puede ser más eficaz que los discursos públicos, sobre todo cuando la relación de fuerzas es tan desigual. Aun así, se publicaron dos encíclicas, ambas en 1937, una condenando al nazismo (Mit brenender sorge era su título alemán: Con ardiente preocupación, en 1937) y otra condenando al comunismo (Divini Redemptoris).

El dato de que la operación de inteligencia lanzada contra el Papa para desprestigiarlo había sido diseñada y ejecutada por el Kremlin y la KGB en 1960, fue revelado por un general rumano, perteneciente a la sección de Inteligencia militar, Ion Mihai Pacepa, que desertó del bloque soviético. Pacepa denunció que El Vicario era parte de una campaña de difamación ordenada por Nikita Jruschov, máximo líder soviético durante la Guerra Fría. La operación, bautizada “Asiento 12”, tenía por finalidad no sólo ensuciar la imagen del difunto Papa -que ya no podía defenderse- sino por esa vía dañar la autoridad moral de la Iglesia y minar la influencia vaticana en el mundo y en Occidente en particular. “La KGB quería presentarlo (a Pío XII) como un antisemita que había alentado el holocausto de Hitler”, dijo Pacepa.

“Hoy en día, mucha gente que nunca escuchó de El Vicario está sinceramente convencida de que Pío XII fue un hombre frío y despiadado que odiaba a los judíos y que ayudó a Hitler a eliminarlos”, reflexionó Pacepa.

Sucede que la campaña logró en buena medida su objeto. Es fácil crear una leyenda, pero muy difícil restablecer la verdad, una vez que se echó a rodar la calumnia. Y ello a pesar de los testimonios concurrentes de todas las personas que se beneficiaron de la acción del papa Pío XII, de los investigadores -académicos o divulgadores- y de las propias autoridades judías.

Nikita Krushev, el líder soviético que ordenó la venganza contra el papa Pío XII
Nikita Krushev, el líder soviético que ordenó la venganza contra el papa Pío XII

La evidencia histórica contradice permanentemente la leyenda negra. Desde hace unos años, la Fundación Internacional Raoul Wallenberg -así llamada en honor al diplomático sueco que auxilió a muchos judíos y luego fue desaparecido por los soviéticos-, se dedica a ubicar todos los sitios donde los judíos fueron acogidos y protegidos durante la Segunda Guerra Mundial para colocar allí una placa conmemorativa en reconocimiento y gratitud por su solidaridad. Estos lugares reciben a partir de ahí la denominación honorífica de “Casas de Vida”. La Fundación ha podido localizar ya más de 500 de estos refugios en Italia, Francia, Hungría, Bélgica y Polonia.

El argentino Eduardo Eurnekian, presidente de la Fundación, decía recientemente: “Para nuestra sorpresa, nos enteramos de que la gran mayoría de las Casas de Vida eran instituciones relacionadas con la Iglesia Católica: conventos, monasterios, internados, hospitales, etcétera”.

Alexander Safran, gran Rabino de Rumania, es otra de las personalidades que en varias oportunidades manifestó su gratitud a través del nuncio apostólico en aquel país, monseñor Andrea Cassulo. El 7 de abril de 1944 le escribió: “En estos tiempos duros, nuestros pensamientos se dirigen más que nunca a lo que ha hecho el Sumo Pontífice a favor de los judíos en general y a Su Excelencia a favor de Rumania y de Transilvania. No se olvidarán nunca estos hechos”.

(Shutterstock)
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Imposibilitados de negar la asistencia que la Iglesia brindó a los judíos y otros perseguidos durante la Segunda Guerra, los detractores del Papa avanzaron la tesis de que eran todas acciones individuales, “silvestres”, de las que Pío XII no estaba enterado. Es otra fake news.

“Fue Pío XII quien nos ordenó abrir las puertas a todos los perseguidos. Sin la orden del Papa, habría sido imposible salvar a tanta gente”, dijo la hermana María Corsetti, cuando en marzo de 2002 recibió de la embajada de Israel en Italia la medalla de los “Justos de las naciones”, por su rol en la salvación de numerosos judíos durante la ocupación nazi de Roma. Sor María evocaba la llegada al instituto religioso de hombres, mujeres y niños judíos que buscaban refugio. Vale recordar que protegerlos era una tarea clandestina y altamente riesgosa.

El Papa también le había entregado al gran rabino de Roma, Israel Zolli, un gran aporte en oro para completar los 50 kilos que los nazis exigieron como “rescate” a los judíos, aunque eso no les impidió luego lanzar redadas.

Cuando el tema de la complicidad o de alguna forma de antisemitismo de Pío XII se volvió más difícil de sostener, se apeló entonces al argumento de que “no había hecho lo suficiente”.

Por ejemplo, en un artículo del año 2010, en la revista francesa Causeur, titulado significativamente “Persisto y firmo”, Antoine Mercier empieza diciendo: “...la acción discreta de Pío XII en favor de los judíos no está en duda desde el punto de vista histórico. Según los historiadores John Loftus y Mark Aarons, ‘probablemente salvó más judíos que todos los aliados juntos’....” Y a continuación agrega: “Pero, ¿por qué Pío XII no condenó formal y solemnemente la Shoah?”

(Shutterstock)
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Pasemos por alto el detalle de que para Mercier decir es más importante que hacer; se da además el absurdo de que las mayores exigencias retrospectivas respecto de la supuesta no acción para frenar la matanza de judíos van dirigidas al Papa, que no tenía divisiones. Y, como lo señaló Francisco, no hay reproches hacia los jefes de Estado de los países aliados, el Reino Unido y Estados Unidos en particular.

Como bien señala Jean Sévillia en su extraordinario ensayo Históricamente correcto, en todo el tiempo que duró la guerra no hubo ninguna declaración de Winston Churchill, ni de Franklin Roosevelt, ni Charles De Gaulle, ni de Josef Stalin, llamando a frenar el exterminio de los judíos. Pero nadie levanta cargo alguno contra ellos.

Cuando la resistencia checa ajustició a un alto jerarca nazi, el llamado “carnicero de Praga”, Reinhard Heydrich, en un hecho sin duda heroico, dos pueblos checos enteros fueron arrasados en represalia y todos sus pobladores mayores de 16 años fusilados. Hubo 13000 deportaciones. Los planes nazis no fueron frenados por esa acción. A veces, es preferible eludir la confrontación directa, preservar vidas y reservar energías para cuando el enemigo se desgaste.

Pío XII optó por la presión discreta. Evitó cortar los puentes. Para que del otro lado siguieran atendiendo el teléfono. Eludió la confrontación pública, que además no habría servido de mucho, justamente porque el Papa no tiene divisiones. Hitler estuvo dos veces a punto de invadir la Santa Sede y deportar al Sumo Pontífice. Algo que ya había sucedido en la historia del papado.

Pero hay una doble vara para medir las cosas. En La lista de Schindler, Steven Spielberg rinde homenaje a un empresario católico alemán que salvó a muchos judíos. Oskar Schindler pudo hacerlo gracias a los buenos vínculos que mantuvo con los nazis durante toda la guerra.

La lista de Schindler, el film de Steven Spielberg: Liam Neeson en el papel de Oskar Schindler, el empresario católico alemán que salvó a muchos judíos gracias a sus buenos vínculos con los nazis
La lista de Schindler, el film de Steven Spielberg: Liam Neeson en el papel de Oskar Schindler, el empresario católico alemán que salvó a muchos judíos gracias a sus buenos vínculos con los nazis

Massimo Caviglia, ex director del semanario de la comunidad hebrea italiana Shalom, dijo en una ocasión: “Creo que Pío XII sólo podía actuar de la manera en que lo hizo. Sabía que si hubiera tomado una posición oficial contra Hitler las persecuciones se dirigirían también contra los católicos”. Y recordó que sus propios padres “se salvaron al encontrar refugio en un convento”.

Mark Riebling, autor de La Iglesia de los Espías: La guerra secreta del Papa contra Hitler, libro en el que sostiene que Pío XII llegó incluso a involucrarse en complots de los disidentes alemanes para eliminar a Hitler, afirma: “Si lees las más fieras críticas de la Iglesia en la época nazi, todas las principales admiten que Pío XII odiaba a Hitler y trabajó secretamente para derrocarlo [pero] dicen esto en sus libros en sólo una cláusula, una oración o un párrafo”. Y dedican todo el resto a denostarlo por cómo lo hizo o por todo lo que ellos consideran que no hizo.

Pero la única verdad es la realidad. y muchos de los niños judíos que nacieron en Castel Gandolfo durante la guerra fueron llamados Eugenio, en honor al papa Pacelli.

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