Hacía frío esa tarde de octubre de 1968 en Liverpool cuando el grupo, de unas veinte personas, se detuvo frente a un local de número 10 de Mathew Street, coronado por un cartel que decía The Cavern.
Los jóvenes jugadores del plantel de Estudiantes de La Plata no habían podido disfrutar mucho del paseo, uno de los programados para la delegación, porque la inminencia de la segunda final de la Copa Intercontinental de Clubes contra el Manchester United los tenía preocupados.
Estudiantes le había ganado 1 a 0 al equipo inglés en Buenos Aires el 25 de septiembre con gol de cabeza de Marcos Conigliaro, con la Bombonera a punto de estallar. Se dice que más de 60 mil pincharratas fueron la cancha aquella vez. Pero la revancha en Old Trafford – el viejo estadio del Manchester al que los hinchas ingleses llamaban “la caldera del diablo”- se presentaba muy difícil en la previa.
Uno de los mayores del grupo, un hombre de poco menos de 40 años señaló el lugar y habló con voz lo suficientemente fuerte como para que todos lo escucharan:
-Ven, acá empezaron los Beatles, y cuando empezaron nadie venía a escucharlos. Pero ellos se plantaron solos contra el mundo y ganaron. Lo lograron porque creían en lo que hacían, creían en sus ideales. Bueno, nosotros somos como los Beatles, estamos solos contra el mundo y queremos ganar apoyados en la fuerza de nuestros ideales - dijo.
Los jóvenes lo escucharon con respeto y algo cambió en el ánimo del grupo. Una vez más, el doctor Roberto Marelli, el médico del plantel que dirigía don Osvaldo Zubeldía, había encontrado las palabras justas para alentar a los jugadores.
El de Marelli era un caso extraño en el mundo del deporte de aquella época: era una de las pocas personas en el ambiente despolitizado del fútbol que manifestaba abiertamente sus simpatías comunistas, aún en esos años que la Argentina sufría la dictadura del teniente general de caballería Juan Carlos Onganía.
Casi por casualidad
Marelli tenía por entonces 37 años y había llegado a ser médico del plantel de Estudiantes casi por casualidad, ya que nunca había pensado en trabajar con futbolistas ni ningún otro tipo de deportistas.
“Estudiantes fue un cambio de vida total para mi viejo, que venía de trabajar en Institutos de Menores y, de pronto, se dio la ocasión, porque Zubeldía lo convenció de dejar todo y sumarse a su cuerpo técnico. Lo sedujo con la perspectiva de armar un equipo en el sentido más integral del término; o sea, no un conjunto de jugadores, sino crear un equipo con espíritu suficiente como para librar batallas grandes dentro del fútbol. Y mi viejo, al que siempre le gustaron los desafíos, aceptó con mucho gusto. Así se largaron a armar algo que era una quijotada, porque nadie imaginaba en un país con equipos grandes tan preponderantes, tan fuertes, que un equipo chico pudiera ambicionar grandes cosas”, dice el poeta y abogado Sergio Marelli, uno de sus hijos, a Infobae.
Zubeldía había llegado a Estudiantes en 1965 y le había presentado al presidente del club, Mariano Mangano, un plan de trabajo a largo plazo, con la idea de pelear los campeonatos. Hasta entonces –durante 35 años – los títulos del fútbol profesional se habían repartido entre sólo cinco equipos, los llamados “grandes”: Boca, River, Racing, San Lorenzo e Independiente.
Don Osvaldo quería meter a Estudiantes a dar la pelea. “Ningún chico había salido campeón. Y entonces proponerse eso era como un sueño, y si algo le gustaba a mi viejo era la posibilidad de soñar, de luchar por los sueños y comprobar que esos sueños podían cumplirse”, agrega Sergio Marelli.
Los sueños se habían cumplido con creces: el Estudiantes de Zubeldía y Marelli había ganado el Campeonato Metropolitano de 1967, había sido subcampeón invicto del torneo Nacional de ese mismo año, se había consagrado campeón en la Copa Libertadores de América de 1968 y aquella tarde del paseo por Liverpool, estaba por jugar la segunda final de la Intercontinental.
Un médico atípico
Fue idea de Osvaldo Zubeldía que Marelli no fuera un simple médico que atendiera las lesiones de los jugadores. Además, logró que ocupara un lugar relevante en el equipo, al punto de integrarse en las charlas técnicas.
“Yo no tengo registro de que los médicos de los planteles tuvieran ese tipo de participación. Pero Zubeldía lo sumó a las charlas desde el primer día. Y lo invitaba a hablarles a los jugadores. Casi siempre los remates de las charlas se los dejaba a mi viejo, sobre todo en los grandes momentos, en los momentos decisivos -relata Sergio a Infobae–. Desde el punto de vista psicológico era muy importante para el plantel, y además por la manera de transmitir. Podía despacharse delante de los jugadores con una frase de José Ingenieros o con poemas de Almafuerte o de Tejada Gómez y los relacionaba con el partido que iban a jugar”.
Posiciones explícitas
Roberto Marelli había nacido en La Plata en 1930, en el seno de una familia humilde. Había hecho el colegio secundario en sólo tres años, en el turno noche. Y para sostenerse mientras cursaba la carrera de Medicina trabajó en Astilleros Rio Santiago. Desde muy joven había abrazado posiciones de izquierda.
“Era un hombre formado desde el marxismo, aunque no se identificaba del todo con el Partido Comunista porque tenía también una visión muy popular del fenómeno político. Eso lo alejaba del PC, pero sí siempre fue fiel a una visión marxista de la historia. Su trabajo en el Astillero y después como médico de chicos en institutos de Menores no hizo más que fortalecer su compromiso ideológico”, dice Sergio.
No ocultaba su oposición a la dictadura de Onganía y no tenía reparos en manifestar sus ideas políticas con los jugadores del plantel de Estudiantes. “De alguna manera llevó esa ideología al fútbol, porque les planteaba, igual que Zubeldía pero a su manera, que no tenían que aceptar la realidad futbolística de que siempre ganaran los equipos poderosos, que eso no era definitivo ni inamovible. ‘Rompamos con eso -les decía- hagamos nuestra propia historia'”, explica Sergio.
Entre los papeles que Sergio guarda de su padre hay una carta que le envió desde su exilio venezolano durante la dictadura de Onganía el poeta, escritor y titiritero Javier Villafañe. Allí le cuenta que se había encontrado con el filósofo León Rozitchner, que también se había ido de la Argentina cuando lo echaron de la Universidad de Buenos Aires, y le relata un diálogo que habían mantenido. Rozitchner le había hecho a Villafañe una larga exposición sobre la teoría freudiana relacionándola con el marxismo, hasta que Villafañe lo interrumpió: “Mirá, vos habrás unido al marxismo con el psicoanálisis, pero yo tengo un amigo en La Plata que unió el marxismo con el fútbol. Se llama Roberto Marelli y es el médico de Estudiantes”.
Una victoria de hombres
Dos días después de aquel paseo por Liverpool donde Marelli había comparado a los jugadores del plantel con los Beatles, los muchachos de Estudiantes pisaron el césped de Old Trafford, “la caldera del diablo”, en busca de una gloria que parecía imposible.
Al terminar la charla previa en el vestuario, el doctor Roberto Marelli tomó una tiza, borró los dibujos tácticos que Zubeldía había hecho en el pizarrón, y escribió una frase para que la leyeran los jugadores:
“Hoy se enfrenta un grupo de jóvenes que defienden los ideales de América contra una sociedad anónima inglesa”.
Estudiantes entró a la cancha con Poletti; Malbernat, Aguirre Suárez, Madero y Medina; Bilardo, Pachamé y Togneri; Ribaudo (luego reemplazado por Echecopar), Conigliaro y Verón.
El equipo que dirigía Osvaldo Zubeldía empató 1 a 1 y se consagró campeón mundial de clubes. A los siete minutos Juan Ramón “la Bruja” Verón primereó con un cabezazo. El silencio en el Old Trafford fue sepulcral. El padre del actual presidente de Estudiantes, Juan Sebastián “la Brujita” Verón, hizo que en la Ciudad de las Diagonales, al menos la mitad de los platenses saltaran y gritaran con los oídos pegados a las radios Spika. Los del Manchester United recién empataron a los 44 minutos del segundo tiempo. Los hinchas ingleses no lo podían creer.
Cuando después del partido un periodista le pidió su opinión, un eufórico Marelli contestó casi con la misma frase que había escrito para los jugadores en el pizarrón:
-Once hombres de carne y hueso le ganaron a una sociedad anónima.
El doctor Roberto Marelli murió en junio de 2009. Ante la esperada reinauguración del histórico estadio José Hirschi de las calles 1 y 57, seguramente muchos de los más viejos pincharratas evocarán su nombre y la marca imborrable que dejó su paso por ese club.
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