El domingo 11 de marzo de 1973 la fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) integrada por Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima se impuso con holgura. Alcanzó el 49,58%. El radical Ricardo Balbín logró un 21,29%. Francisco Manrique (Alianza Popular Federalista) obtuvo el 14,90% y la coalición de izquierda que encabezaban Alende y Sueldo llegó al 7,43.20. Los demás arañaron, cada uno, el 3% del padrón electoral.
Desde lo más alto del justicialismo, Juan Domingo Perón envió un mensaje a todo el pueblo argentino: “Los adversarios políticos del presente deben convertirse en los mentores y realizadores del porvenir patrio. Tenemos una causa común y esa causa se llama… la patria”.
Mientras por las radios portátiles se escuchaban las palabras de reconocimiento del acto comicial por parte del presidente de facto, Alejandro Agustín Lanusse, un mar de gente rodeaba la sede del comando electoral del justicialismo, ubicado en la avenida Santa Fe y Oro.
El júbilo de la calle se unía al que partía de los balcones del vetusto edificio. Allí se entremezclaban, en ruidosa y dulce comunión, los viejos y los jóvenes dirigentes peronistas; los dirigentes aliados; aquellos que imaginaban un cargo y por lo tanto se hacían ver; los candidatos electos y, por qué no, los militantes de superficie de las organizaciones armadas ligadas al peronismo.
“Se votó contra la Revolución Argentina y a favor de un proceso transformador”, escribió Osvaldo Tcherkaski, uno de los periodistas estrella de La Opinión.
Una suerte de inacabada euforia impregnada de esperanza recorrió todo el territorio nacional. Tampoco, como en tantas ocasiones, faltó el oportunismo. Quizá donde mejor se reflejó esa sensación fue en “Polémica en el Bar” que se transmitía por Canal 11 a las 21.30 y en otros programas de tevé.
* Javier Portales (el personaje “gorila”): “En muchos canales, de un momento para otro, Perón pasó de ser El señor Perón a ser El general Juan Domingo Perón”,
* Minguito Tinguitella (el personaje peronista) preguntó con fuerza: “¿Y? ¿Matamos o no matamos?”
* Fidel Pintos, “El Chanta Sanata”, alardeó sobre sus relaciones con Cámpora y culminó haciendo la “V” de la victoria cantando: “Qué lindo, qué lindo que va a ser, el Tío en el Gobierno y Perón en el Poder”.
* En esos tiempos, la actriz Haydeé Padilla hacía con su personaje de “La Chona” una sátira a “los almuerzos cultos” de Mirtha Legrand, a quien nunca llegó a igualar. Tras los resultados electorales, hizo gala de su felicidad por la victoria frentista: “Yo lo voté a Camporita”, alardeó. Y dijo que había hablado con Cámpora y que el presidente electo le dijo “Chona, hace 17 años que estoy esperando este momento”. Sus invitados al almuerzo, Bernardo Neustadt y Andrés Percivale, confesaron que también había votado a Cámpora y Solano Lima. Las palmas se la llevó Arturo Frondizi, cuyo partido (MID) integraba el Frejuli, cuando no sin pompa declaró: “Esto demuestra que Perón y yo somos las fuerzas mayoritarias en el país”. Rápidamente se había olvidado de cuando fue echado a empujones por militantes peronistas del hotel de Ezeiza el día que llegó Perón en noviembre de 1972.
Cámpora durante su campaña presidencial
El lunes 12 de marzo de 1973, frente a la contundente victoria del FREJULI, Lanusse se inclinó ante las evidencias. Aunque no se atrevió a reconocer que el balotaje estaba de más, sí declaró que “las cifras que se disponen hasta el momento no le adjudican a esa conjunción política la mayoría absoluta, pero su porcentaje es tan aproximado a ello y su diferencia con el segundo partido es tan apreciable, que prácticamente se estima que no sería temerario considerar como la fórmula triunfante a la que integran los doctores Héctor José Cámpora y Vicente Solano Lima”.
El mandatario de facto sabía que la noche anterior Balbín se había comunicado con Cámpora para felicitarlo y transmitirle que retiraría su postulación a la segunda vuelta. A pesar de que la ley no lo contemplaba, Francisco Manrique, entonces, quiso presentarse para competir con el FREJULI, pero su desafío quedó en la nada.
Mientras la mayoría festejaba, en la sede del Ejército los distintos organismos elaboraron documentos de trabajo para enfrentar los días que se vivirían. Uno de los más llamativos, con fecha 12 de marzo y sello “Secreto”, llevaba como título: “Actitud del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) hasta el 25 de Mayo de 1973” y en su contenido esbozaba la posibilidad de propender a un pacífico traspaso del poder.
El trabajo, elevado al general de división Alcides López Aufranc, consideraba que “el actual PEN seguirá asumiendo todas las responsabilidades de Gobierno, y hará entrega del mismo a las autoridades que hayan resultado electas.” Luego daba una serie de pautas que tardaron en cumplirse porque el reconocimiento de la victoria del FREJULI se demoró por un tironeo de poderes que intentaron condicionar a las dos partes. Por ejemplo, en el punto 1º se aconsejaba el “inmediato reconocimiento por el Gobierno (de facto) de la voluntad popular libremente expresada en los comicios y posibilitar el establecimiento de enlaces entre las esferas del Gobierno y las futuras autoridades, a fin de facilitar su gestión inmediata, acordando la adopción de las medidas necesarias hasta el 25 de Mayo de 1973”.
El siguiente párrafo establecía que se debía “contribuir a la pacificación de los espíritus eliminando toda expresión o actitud que reaviven las antinomias PEN/JD Perón y/o peronismo-antiperonismo”.
A renglón seguido se vislumbraba la posibilidad de “separar a las FFAA del PEN y de sus responsabilidades”, consideración que contemplaba “mantener (a Lanusse) al Gobierno en el ejercicio de sus funciones relevándolo de las responsabilidades que le competen como Comandante en Jefe del Ejército” que serían asumidas por López Aufranc.
La ventaja de esta opción “permitiría el diálogo y el entendimiento de las FFAA con las futuras autoridades, toda vez que éstas se han mostrado remisas a tratar en con actual PEN”. Como se presumía, esta opción nunca sucedió, Lanusse y Héctor Cámpora solo se vieron el 3 de mayo, frente a frente, para tratar el asesinato por parte del ERP-22 del vicealmirante Hermes Quijada.
No alcanzar el objetivo de la entrevista entre el presidente de facto y el presidente electo “significaría concretar uno de los objetivos perseguidos por Perón y sus adherentes de separar a las FFAA, de lo que ellos denominaron ‘camarilla militar’.” Supondría, observa a renglón seguido, “despojar al Gobierno de gran parte de su poder real, con el riesgo de transformarlo en un simple mandante de las decisiones de las FFAA.”, que en gran medida es lo que ocurrió.
Para subsanar inconvenientes y “facilitar los contactos entre el PEN y el futuro gobierno” aconsejaba “reemplazar al Ministro del Interior por un general en servicio activo” y “orientar los contactos a través de la Comisión Coordinadora del Plan Político (Miembros de las FFAA).” Nada de lo aconsejado se concretó. El ministro Arturo Mor Roig continuo en su despacho y la comisión (uno de cuyos integrantes era el capitán de navío Emilio Massera) no fue considerada. En uno de los bordes del memorándum López Aufranc anoto: “No sería elegante prescindir ahora del Ministro del Interior”.
A continuación se dejó sobre la mesa del jefe del Estado Mayor una corta mirada de la contienda electoral del día anterior en el que se reconocía el “fracaso del partido político tradicional”. Queda claro que se refiere al radicalismo porque el justicialismo no era un partido “tradicional” después de varios lustros de proscripción.
En otras palabras, en el punto B el autor del trabajo considera el “fracaso de los esquemas posteriores a 1955; la reacción popular contra la gestión de siete años de gobierno militar; falta de renovación de las otras alternativas políticas y la libre participación del peronismo por primera vez en diecisiete años”.
Las causas del triunfo del justicialismo, según el Ejército
El siguiente trabajo “Secreto”, también de fecha 12 de marzo de 1973, le aconsejaba a Alejandro Agustín Lanusse “permanecer en el cargo” hasta el 25 de Mayo, demostrando “acatamiento del PEN al veredicto popular expresado en las condiciones fijadas en las reglas de juego dictadas por el Gobierno de la Revolución Argentina (GRA)” reteniendo dentro del Ejército “la culminación de un proceso que se inició y desarrolló bajo su responsabilidad primaria.”
Si Lanusse renunciaba asumiría “en el orden personal las responsabilidades del GRA, quitando argumentación para que se pretenda hacer aparecer a las FFAA como derrotadas en el comicio”.
El no reconocer el resultado de las elecciones nacionales llevaría a Lanusse a vulnerar “el compromiso contraído con la ciudadanía por los comandantes en Jefe y el propio Gobierno.” Era tarde para una actitud así –que fue analizada antes de las elecciones— porque “enfrenta a las FFAA con el pueblo y crea condiciones propicias para desencadenar la guerra civil” y se advierte que “corre el riesgo de dividir a las FFAA”.
En esas mismas horas, durante una reunión reservada de altos mandos, Lanusse leyó un trabajo que manifestaba su pensamiento, en la que no asume explícitamente los errores políticos cometidos durante su gestión. Es un largo repaso de su período de gobierno hasta las elecciones del 11 de marzo. Dice: “No teniendo el gobierno candidatura oficial la confrontación electoral de ningún modo significa su derrota, pues la posibilidad de triunfo del FREJULI es obra pura y exclusiva del mismo… “. En síntesis: "La espada impondrá la democracia”.
La aseveración presidencial olvida que el gobierno había presentado la candidatura presidencial del “presidente joven que sabe y puede”, el brigadier mayor Ezequiel Martínez, bajo la sigla ARF (Alianza Republicana Federal) que obtuvo el 2,91% del electorado.
La Junta Militar reconoce el resultado electoral de 1973
Lanusse advierte que las autoridades del FREJULI “no han perfilado durante la campaña electoral una actitud política de conciliación y de paz y tampoco una garantía de respeto hacia las instituciones fundamentales de la República, incluyendo las FFAA”, aunque entiende que después del “acto eleccionario han declinado en parte la agresividad de sus manifestaciones. Y creo que esta actitud se ha de mantener en tanto las FFAA no adopten un comportamiento de declinación de sus postulados y compromisos”.
También observa dentro del FREJULI “el potencial enfrentamiento en su seno, dada la variedad de origen y de composición de sus grupos integrantes, desde la derecha hasta la izquierda más pronunciada”.
El mandatario de facto y sus servicios de inteligencia volvían a equivocarse. En escasas semanas Rodolfo Galimberti, el dirigente de la Juventud Peronista anunciaría la creación de las “milicias populares”. El domingo 22 de abril, Galimberti volvió a hablar desde San Juan y al referirse a las “milicias populares”, señaló que éstas iban a participar en todo el proceso de liberación, “desde el trabajo voluntario hasta el control de la gestión de gobierno”.
Rodolfo Galimberti y Héctor Cámpora
Negando cualquier compromiso, la respuesta a las palabras de Lanusse las dio el presidente electo. Tras casi dos semanas de silencio gubernamental, Cámpora habló por televisión el jueves 22: “Ya pasaron doce días de ese pronunciamiento electoral; pese a ello, el pueblo todavía no ha sido informado del triunfo del Frente Justicialista de Liberación”.
Y luego diría la frase más recordada de esa alocución: “Hasta el 25 de mayo, el régimen. Desde entonces, el pueblo. La frontera es nítida… Que nadie se ilusione con imaginarias cogestiones ni con responsabilidades compartidas”.
Como dando por cerrado todo tipo de contacto conducente a un ordenado proceso de traspaso del poder, dentro de los documentos de esos días hay un extravagante texto del marino Antonio Rivolta del 18 de marzo de 1973 que se inicia con un inventario: “La inercia, la falta de capacidad de apreciación de las posibilidades electorales de las fuerzas presuntamente ‘amigas’, la total falta de responsabilidad individual de los componentes de los cuerpos colegiados (juntas de generales, almirantes, etc) y la responsabilidad global del mismo, la acción de la guerrilla, las amenazas de Perón de provocar la guerra civil, la campaña contra las FFAA basadas en su presunta incapacidad de dirigir u orientar el Gobierno, han finalmente derrotado material y psicológicamente al Poder Militar. Si se consigue rescatar la mente del Poder Militar de la aceptación lisa y llana de tanto ‘sofisma’ y falacia con que ha sido arrinconado, es posible, todavía, revertir el proceso y por lo tanto impedir que el Ejecutivo, y con el control de las FFAA y la Seguridad del Estado, caiga en poder del enemigo.”
No es un simple trabajo de asesoramiento al Jefe del Ejército, es el plan de un golpe para derrocar a Lanusse.
Para ello Rivolta aconseja poner sobre el tapete “la extraordinaria cantidad de obras de infraestructura realizadas, es decir las que hacen al progreso y grandeza del país.” Llama la atención sobre “el acercamiento discreto al Gobierno de dirigentes gremiales que no llegan a entender cómo las Fuerzas Militares se van a rendir incondicionalmente al nuevo Poder Político, inficionado de marxismo fidelista, etc.”
Para argumentar aún más la solución de anular todo el proceso político clama que “es imperioso cumplir con la palabra empeñada de asegurar el ‘no retorno al pasado’ y el ‘salto en el vacío’ y que por lo tanto se tiene todo el derecho de imponer todos los condicionamientos que se juzguen necesarios […] Que no es posible capitular ante el ‘enemigo’ y que no debe caber dudas que si no se hace algo se capitulará incondicionalmente”.
En definitiva, entre estos puntos y varios más, el plan de Rivolta establece el objetivo de dar “el golpe de Estado que prolongará el gobierno de las FFAA”. En otras palabras, apagar el fuego con baldes de nafta.
Encuentro en Roma con Perón
El 25 de marzo de 1973 Cámpora partió hacia Roma para entrevistarse con Perón y se repitió la misma hoja de ruta de noviembre anterior: la capital italiana fue el centro de atención de la Argentina, y se estableció ahí la cabeza de puente para contactos con empresarios italianos y comunitarios que –decían– intentarían invertir en la Argentina.
Era notorio que el reiterado gesto dejaba al margen al gobierno español y sus intereses (no pertenecía a la Comunidad Económica Europea). Sin decirlo, también, había un mensaje para el gobierno de Richard Nixon: la idea era alejarse de la influencia económica de los Estados Unidos.
El 24 de marzo, La Opinión había publicado una crónica sobre Perón en Roma, los días previos a la llegada de Cámpora, escrita por Emilio Abras (meses más tarde secretario de Prensa durante la presidencia de Perón), en la que sostenía que el ex presidente, durante gran parte del tiempo, habló sobre su “preocupación principal: cambiar la estructura vigente en Iberoamérica, terminando con todo tipo de dependencia y logrando la unidad de los países ubicados al sur del río Bravo”.
Las gestiones llevadas a cabo en Italia y luego en París conducían a posicionar a la Argentina en la privilegiada ruta de las inversiones de origen europeo. Algo que también una década más tarde ensayaría, sin éxito, el radical Raúl Ricardo Alfonsín.
El gobierno de Franco ya se encontraba advertido de estos planes y, como primera expresión de acercamiento, para despedir al ex presidente, envió al aeropuerto al veterano embajador Emilio Pan de Soraluce y Olmos, cuya función era la de “introductor de embajadores” en la cancillería española. Mientras, la embajada española en Buenos Aires, a través de la acostumbrada columna de Bernardo Neustadt en el diario madrileño Pueblo, dejaba trascender que “el presidente virtual se encontrará el lunes con Perón en Roma, es una lástima que no fuera en Madrid, porque el embajador de España en la Argentina tiene instrucciones del ministro López Gregorio de comunicarle al hombre elegido por Perón que si va a España tendrá recibimiento de jefe de Estado”.
El gobierno de Francisco Franco pagaba, entre otras cosas, el gesto de haber invitado al teniente general Lanusse en plena contienda electoral, mientras los reiterados informes de su embajada señalaban que el FREJULI no lograría una victoria contundente.
La conclusión, entre el poder de facto y el futuro gobierno constitucional no se realizaron contactos institucionales y el 25 de Mayo de 1973, el día del traspaso, todo fue desorden e ira contra los que abandonaron la Casa de Gobierno. Una jornada negra que se extendió durante 49 días y cuyas consecuencias eran impredecibles.
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