La ballena franca austral se empieza a alejar de las costas patagónicas para continuar con su periplo anual. Y este año 23 nuevos ejemplares fueron equipados con dispositivos satelitales que ya comenzaron a transmitir posiciones.
Los datos en tiempo real permitirán durante los próximos meses monitorear en detalle sus viajes por el Atlántico Sudoccidental. Este estudio que se inició en 2014, tiene por objetivo conocer las rutas migratorias y áreas de alimentación de las ballenas francas australes que reproducen en los golfos norpatagónicos.
El programa #Siguiendoballenas es un proyecto colaborativo en el que participan instituciones académicas y organizaciones de la sociedad civil de tres países: CESIMAR-CONICET, CIMAS-CONICET, ESCiMar (Universidad Nacional del Comahue), Fundación Patagonia Natural, Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), NOAA, Instituto Aqualie, Universidad de California – Davis, Wildlife Conservation Society-Argentina y el Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral.
Y ha permitido grandes hallazgos: “Casi todas las poblaciones de ballena franca austral, incluidas las de Argentina, Uruguay, Brasil, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda están aumentando y recuperándose, con la excepción de la población de Chile-Perú, que se encuentra críticamente amenazada”, explica a Infobae Mariano Sironi, director científico del ICB.
Las ballenas francas, que cada año llegan a los golfos que rodean la Península Valdés, se estudian desde 1971. El trabajo de investigación continuo permite saber que, afortunadamente, esta población se ha incrementado en las últimas décadas. Sin embargo, se conoce poco sobre sus zonas preferenciales de alimentación y las rutas migratorias que las ballenas siguen cuando se alejan de las áreas reproductivas costeras del norte de Patagonia.
“Fotografiamos cada ballena estudiada desde el bote y desde una perspectiva aérea mediante el uso de drones. Estas fotografías serán incorporadas a nuestro catálogo de más de 3.500 ballenas. Si las ballenas marcadas con transmisores satelitales son individuos ya conocidos, esto agregará información muy valiosa y una dimensión de mayor escala temporal al estudio, ya que conocemos algunas ballenas de Península Valdés desde hace casi 50 años”, agrega Sironi.
El experto aclara que no todas las ballenas visitan sus áreas de cría cada año, por lo que el número de ballenas en Península Valdés durante la época reproductiva (de mayo a diciembre) muestra oscilaciones importantes entre temporadas. “Estos cambios son normales, y hay años en los que se observan más ballenas que otros, aunque la población en su conjunto siga creciendo. Por ejemplo, en los años 2013, 2014 y 2017, durante los relevamientos aéreos de foto identificación, registramos el mayor número de ballenas en más de cuarenta años de estudios continuos, superando los 700 individuos. Sin embargo, en 2015 y 2016 este número se redujo, pero luego en 2018 aumentó a 856 ballenas”, detalla.
Aunque los registros de la especie son esperanzadores, no todo es una panacea. Muchas ballenas y delfines mueren cada año atrapados en redes de pesca o por colisiones con embarcaciones. Las ballenas francas de Península Valdés tienen menos crías que lo esperado después de años de una baja abundancia de kril en las aguas que rodean las Islas Georgias del Sur, y en momentos en los que se registran temperaturas superficiales del mar más elevadas de lo normal. “El calentamiento global está derritiendo las capas de hielo antártico, y podría tener profundos efectos sobre el kril y, como consecuencia, sobre sus predadores, entre ellos, las grandes ballenas. A nivel local, las gaviotas cocineras de Península Valdés han aprendido a comer trozos de piel y grasa de las ballenas francas vivas. Las ballenas cambian su comportamiento, aumentan la cantidad de tiempo que pasan en actividades que consumen más energía y tienen importantes lesiones en su espalda, todo lo cual afecta su salud y bienestar”, agrega Sironi.
El proyecto de seguimiento satelital de ballenas francas, se inició a partir de las acciones recomendadas por el Plan de Manejo para la Conservación de la Ballena Franca Austral del Atlántico Sudoccidental, aprobado por la Comisión Ballenera Internacional (CBI).
Desde el año 2014 a la fecha se han marcado 47 ballenas, hembras con crías, adultos solitarios y juveniles, tanto en el Golfo Nuevo en Chubut como en la Bahía de San Antonio en Río Negro.
Los 24 individuos marcados entre 2014 y 2018 han permitido conocer sus desplazamientos por los golfos norpatagónicos, el litoral marítimo argentino, las rutas migratorias y las áreas del Atlántico sudoccidental donde van a alimentarse.
En promedio, los dispositivos colocados transmitieron durante 100 días, pero hubo excepciones. “Papillón”, una ballena marcada en 2014, transmitió durante 8 meses ininterrumpidos desde su partida del Golfo Nuevo hasta su regreso un año después a la misma zona.
La distancia total recorrida por Papillón durante este viaje fue de unos 7.800 km.
En términos generales, las ballenas se movieron por la plataforma continental con rumbo este, alcanzando el talud y las aguas profundas de la cuenca oceánica del Atlántico Sur. En algunos casos, continuaron su navegación hacia zonas de alimentación cercanas a las Islas Georgias y Sándwich del Sur y áreas al norte del Mar de Weddell. Otros individuos, siguiendo las costas de Río Negro y Buenos Aires, se dirigieron hacia el norte hasta la desembocadura del Río de La Plata.
El seguimiento satelital ha permitido además conocer detalles del comportamiento de esta población de ballenas hasta ahora no descriptos: el uso de los golfos norpatagónicos, la velocidad y distancias de desplazamiento diario, entre otros.
Actualmente, el equipo de investigadores de las instituciones integrantes del proyecto están analizando los movimientos de las 23 ballenas marcadas esta temporada. Los resultados de #SiguiendoBallenas2019 serán publicados próximamente en un sitio web.