La secuencia es corta, en blanco y negro. La cámara toma a un numeroso grupo de personas corriendo en dirección contraria al objetivo del camarógrafo. Muchos de saco y corbata, se nota que huyen de un peligro inminente; alguno hasta se atreve a saludar con su mano cuando advierte el lente que toma la escena. Luego que pasó ese grupo, aparece un camión militar, colmado de soldados.
Se ve claramente a un suboficial, pistola en mano, dar órdenes. El camarógrafo registra lo que acontece. En ese frenesí lleno de nerviosismo y confusión en las cercanías del Palacio de la Moneda, ese suboficial se da cuenta que lo están filmando. Apunta y dispara dos veces. El segundo da en el blanco. Porque el camarógrafo cae al piso junto con su cámara, que sigue encendida.
Luego de los tiros del suboficial, algunos soldados también le disparan. Fin de la escena.
Quedaría mortalmente herido sobre la calle Agustinas, frente al Banco Central de Chile, el camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen, que había sido enviado por la televisión sueca a cubrir el alzamiento militar.
Profesional destacado
Leonardo Henrichsen era un hombre corpulento, que pasaba el metro noventa, alegre y fuerte. Los camarógrafos debían serlo para poder llevar las pesadas cámaras que entonces se usaban.
Había nacido en Buenos Aires el 29 de mayo de 1940, tenía 33 años, estaba casado y era padre de tres hijos pequeños. Desde chico, fue un fanático de lo que sería su profesión. Se inició en el noticiero Sucesos Argentinos, de la mano de Tadeo Bortnowski, un camarógrafo polaco enrolado en el ejército inglés, que había peleado en el norte de Africa durante la Segunda Guerra Mundial.
Henrichsen se había destacado en diversas coberturas periodísticas. Solía trabajar con “Cachito” Kovack, tan corpulento como él, de ahí su apodo. En el enfrentamiento entre Azules y Colorados, en 1962, dijo: “Voy a ver qué puedo hacer por ahí”. Llegó a registrar –protegido por una columna- a un avión cuando, en vuelo rasante, ametrallaba las vías del ferrocarril. “Le recomendaron que nunca se ponga enfrente de un avión que venga disparando”, recordó frente a Infobae el camarógrafo Félix Arrieta.
Luego de destacarse en la cobertura del Cordobazo en 1969, fue contratado por la televisión sueca. Trabajaba entonces en Canal 13, donde no sólo filmaba escenas de exteriores de telenovelas, sino que procesaba el material.
Arrieta, que estaba aprendiendo el oficio de laboratorista en Canal 13, subrayó que “Leonardo hizo una carrera rápida. Era muy talentoso y además hablaba y escribía perfectamente el inglés. Era difícil encontrar gente con educación superior y que además tuviera esa sensibilidad especial que hay que tener cuando se filma”.
“A mi regreso hablamos”
Ese junio de 1973 recibió un llamado de Suecia. Le pidieron que viajase a Chile, ya que tenían la información de que “algo iba a ocurrir”. Era el “tanquetazo”, la rebelión liderada por el teniente coronel Roberto Souper, del Regimiento Blindado 2 y alentada por la organización de extrema derecha “Patria y Libertad”. Esta rebelión sería sofocada por el general Carlos Prats González.
Félix Arrieta habló con él el día anterior a su partida. Por cuestiones de presupuesto, no pudo llevar a su ayudante Cachito. Contrataría a una sonidista en Chile.
Arrieta le había pedido trabajo. Tal vez habría un puesto en la televisión sueca. “Mañana viajo a Chile. Pero a mi regreso, hablamos”, le contestó Henrichsen.
Ese 29 de junio, Henrichsen estaba en las cercanías del Palacio de la Moneda. El periodista era Jan Sandquist. Operaba una cámara Eclair, francesa. De su cinturón colgaba la batería. Tenía película de 16 mm color para grabar dos horas.
Luego de registrar la corrida de la gente, a escasas dos cuadras de La Moneda, Henrichsen percibió que los soldados les dispararían. Como un acto reflejo, le grito a su sonidista: “¡Cuidado, que nos disparan!”. La mujer se puso detrás suyo, y la bala que impactó en el camarógrafo, lo atravesó y le pasó por arriba de la cabeza de su asistente.
“Jan, me muero”, alcanzó a decirle al periodista. Según Arrieta, serían sus últimas palabras.
Pero la historia no había terminado.
El destino de la cámara
De los pisos superiores, hubo periodistas que no fueron testigos del momento de la muerte del camarógrafo, pero sí del instante en que los militares se deshacían de la cámara. Desde su casa en Valparaíso, Eduardo Labarca, periodista y escritor de 81 años, le recordó a Infobae que “cuando nos enteramos de la asonada militar, nos instalamos en los pisos superiores del edificio de la Corporación Nacional del Cobre”. De ahí vieron cómo el general Augusto Pinochet, desde un jeep, dirigía la represión contra los rebeldes.
“Observamos cómo un militar recogía el aparato, del que se había desprendido una pieza, y lo arrojaba dentro de una cámara de luz, ubicada en la esquina de las calles Morandé y Agustinas. Y un soldado quedó parado sobre esa tapa”.
Labarca le advirtió a las tropas leales el incidente de la cámara. Cuando la rebelión fue sofocada, Labarca fue convocado junto al presidente de Chile Films, Eduardo Paredes a Tomás Moro, la residencia presidencial que ocupaba Salvador Allende.
En el trayecto, escucharon por la radio la noticia de la muerte de Henrichsen.
Al llegar a la residencia, la cámara estaba allí. Apareció el propio Allende, quien vestía una capa negra forrada en rojo, regalo del embajador de España. Fue el que dirimió el tironeo que se generó sobre quién se llevaría el material que aún no se conocía su contenido. La puja la ganó Chile Films, en detrimento de Canal 7.
“Fue un momento muy emocionante cuando la llevé a los estudios. Ignorábamos lo que había filmado”, contó Labarca. Pero pronto les llegó la desazón al descubrir que la película reversible color que contenía era imposible de procesar. Sólo un lugar podía hacerlo, pero no era confiable.
El material se terminaría revelando en Buenos Aires, donde se hizo una copia que se emitiría en esos días. De regreso a Chile, quedaron conmovidos cuando vieron las breves imágenes que registran la muerte del argentino, quien ya había pasado a un segundo plano.
Chile Films elaboraba noticieros de diez minutos que se emitían en los cines. Hicieron una edición especial de media hora en la que incluyeron este material que había sido encargado por la televisión sueca. “Cuando tuvimos la película, no tuvimos duda de apropiárnosla, no pensamos en el camarógrafo muerto”, admitió Labarca. Recién haría un mea culpa en 1996 con una carta pública que tituló “Morir es la noticia”.
El especial fue emitido por primera vez a las 11 de la mañana en todos los cines y a la hora fue secuestrado por la justicia. Sin embargo, la filmación recorrió el mundo ya que fue enviada a Cuba, a la Unión Soviética y a la República Democrática Alemana.
El autor de los disparos
Se demoraría 30 años en conocer la identidad del asesino. Era el cabo segundo Héctor Hernán Bustamante Gómez, que en la película es el que dispara con la pistola. En 2006, se determinó que el delito había prescrito y fueron vanos los intentos por sentarlo en el banquillo de los acusados. Falleció el 18 de diciembre de 2007.
Desde 1989, en Argentina se recuerda el 29 de junio como el Día del Camarógrafo. En 2013 se colocó una placa recordatoria en el lugar donde Henrichsen fue asesinado. No sólo había sido la única víctima fatal del “tanquetazo”, sino que pasaría a la historia como el camarógrafo que había filmado su propia muerte.
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