“Establécese el día 22 de octubre de cada año como Día Nacional del Derecho a la Identidad, para conmemorar la lucha emprendida por Abuelas de Plaza de Mayo”, instituye la Ley 26.001 sancionada el 16 de diciembre de 2004.
En sólo veintiocho palabras resumieron los, entonces, 27 años de lucha que dieron las Abuelas por la restitución de la identidad de niñas y niños apropiados durante la última dictadura militar. Fueron 12 mujeres las que el 22 de octubre de 1977 -a las que más tarde se unió Estela de Carlotto, actual titular de la Institución- fundaron la asociación desde la que reclamaron por la aparición con vida de sus hijos y que, a la par, buscaban a sus nietos secuestrados junto a sus madres y padres o que nacieron en los centros clandestinos de detención.
Desde entonces, y tras una lucha inclaudicable, lograron la restitución de identidades y reencuentros: el 9 de abril de 2019, las Abuelas anunciaron la recuperación del nieta 130. La disposición por ley establece “la realización en esa fecha de una jornada educativa y de concientización en todos los niveles”.
La ley establece el 22 de octubre como fecha para la realización de una jornada educativa y de concientización en todos los niveles, para seguir apostando por la memoria sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura.
El camino recorrido por las Abuelas de Plaza de Mayo
El 24 de marzo de 1976, un golpe de Estado derrocó al gobierno de María Estela Martínez. Las Fuerzas Armadas asumieron el poder en Argentina en el que denominaron “Proceso de Reorganización Nacional” que significó la desaparición de 30.000 personas, entre ellos bebés que fueron secuestrados junto a sus padres y otros que nacieron en cautiverio mientras sus madres embarazadas permanecían en los centros clandestinos de detención.
En esos centros -en la ESMA, Campo de Mayo, Pozo de Banfield y otros- “funcionaron maternidades clandestinas, incluso con listas de matrimonios en ‘espera’ de un nacimiento, y unos 500 hijos de desaparecidos fueron apropiados como ‘botín de guerra’ por las fuerzas de represión”, resume sobre su propia historia Abuelas.
Esas niñas y niños recién nacidos fueron apropiados y se les anuló su identidad. "Algunos fueron entregados directamente a familias de militares, otros abandonados en institutos como NN, otros vendidos”, recuerdan las mujeres del pañuelo blanco en sus cabezas.
La búsqueda fue el motor de esperanza que aún hoy las mantiene de pie, pese a que muchas murieron sabiendo que sus hijos habían sido asesinados y otras sin encontrar a sus nietos.
Ante las desapariciones, madres, padres y abuelas comenzaron la búsqueda desesperada de sus familiares, arriesgándose a quedar detenidos o desaparecidos solo por preguntar por esas personas.
La situación política y social se encontraba en el peor momento: la dictadura militar reinaba en Argentina sin que organizaciones internacionales ni la Iglesia Católica le hiciera frente a la represión ilegal y a las consecuencias que se estaban denunciando. El miedo generalizado había montado el mejor escenario para que el régimen tampoco encontrara oposición en los jueces que rechazaban todos los pedidos de hábeas corpus en favor de los detenidos y desaparecidos.
Desesperadas, pero no desesperanzadas, madres, padres y abuelas comenzaron la búsqueda de sus familiares arriesgándose a quedar detenidos o a convertirse en desaparecidos tan solo por preguntar por el destino de sus seres queridos. Frente a esa realidad, optaron organizarse como un movimiento no violento con la fuerte convicción de resistir todos los embates.
“Tareas detectivescas se alternaban con diarias visitas a los juzgados de menores, orfanatos, oficinas públicas, a la vez que se investigaban las adopciones de la época. También se recibían las informaciones que la sociedad hacía llegar sobre sus posibles nietos”, resume la página Abuelas sobre su incansable labor
Debían hacerse escuchar y tenían que hacerse ver: “Tenemos que ir directamente a la Plaza de Mayo y quedarnos allí hasta que nos den una respuesta”, ideó un grupo de madres que comenzaron a caminar en silencio alrededor de la pirámide de la plaza con las fotos de sus hijos. Eran pocas, estaban solas y para identificarse y reconocerse se pusieron un pañuelo blanco en la cabeza.
Poco después de esas primeras rondas iniciadas en abril de 1977, el 15 de mayo María Eugenia Casinelli y otras once abuelas firmaron un hábeas corpus colectivo que, escrito a modo de carta, informaba de la existencia de bebés desaparecidos y solicitaban a la Justicia la suspensión de todas las adopciones. La misiva es considerada como un documento histórico y significa el primer eslabón en la historia de las Abuelas.
Para no llamar la atención, las abuelas realizaron sus primeras reuniones en bares y confiterías tradicionales de Buenos Aires, como la Richmond. Cantaban el feliz cumpleaños e intercambiaban regalos donde escondían las información que habían recopilando
“(...) en el grupo de las Madres de la Plaza de Mayo se organizó un subgrupo, el de las Abuelas, madres por partida doble, quienes realizan una tarea esencial respecto de los bebés. Se dedican a los niños que fueron secuestrados junto con sus padres y no han reaparecido, y a las jóvenes que, secuestradas estando embarazadas, se supone han dado a luz en prisión", Adolfo Pérez Esquivel en “Las Locas de la Plaza de Mayo”, de Jean Pierre Bousquet
Meses más tarde, en septiembre de 1977, Alicia Licha Zubasnabar y su esposo comenzaron a participar de las rondas de los jueves que organizaban las ya bautizadas “Madres de Plaza de Mayo” junto a Hebe de Bonafini. Otra abuela y madre que buscaba a su nieto, Chicha Chorobik de Mariani, fue impulsada por la abogada asesora de menores Lidia Pegenaute para encontrar a otras mujeres en la misma situación. Con ese objetivo, Licha y Chicha se conocieron en La Plata, y a ellas se sumaron otras diez abuelas.
El 21 de octubre de ese año, el secretario de Estado de los Estados Unidos, Cyrus Vance visitó Argentina donde tenía prevista una visita oficial. Las Madres irrumpieron el acto y le entregaron una lista con los nombres de los hijos y nietos desaparecidos. Por primera vez, las doce abuelas estaban juntas.
Al día siguiente fundaron Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos y Licha Zubasnabar fue la primera presidenta. Pasaron tres años para que aceptaran llamarse Abuelas de Plaza de Mayo, nombre con el que socialmente eran conocidas.
El sábado 5 de agosto de 1978, víspera del Día Del Niño, el diario La Prensa publicó la primera solicitada en la que se reclamaba por los niños desaparecidos. Ese texto llegó a Italia donde lo llamaron “el Himno de las Abuelas”.
Las Abuelas impulsaron la creación de un banco en el cual almacenar sus perfiles genéticos que garantice poder identificar a sus nietos. En 1987, el Congreso de la Nación creó por ley el Banco Nacional de Datos Genéticos con el fin de comprobar la filiación de las niñas y niños apropiados en la última dictadura.
En sus años de lucha hasta el momento, estas mujeres lograron que 130 personas apropiadas recuperaran su identidad. “Hace un par de meses apenas la aparición del último nieto, el N° 128, ha significado-como cada vez que se logra una restitución- una caricia en el alma, además de la confirmación, una vez más, de que el trabajo de Abuelas ya es parte de una sociedad que busca y que no cesará hasta encontrar a los nietos y nietas que faltan”.
Lo que antecede fue parte de 41 años de amor, la editorial que escribieron las Abuelas al cumplirse el aniversario de su fundación y bajo la emoción de haber recuperado unos días antes al nieto 128. En lo que va de 2019, hubo dos restituciones: el 9 de abril llegó la nieta 129 (hija de Carlos Alberto Solsona y Norma Síntora) y el 13 de junio, Javier Matías se convirtió en el nieto 130.
“41 años de amor”, texto completo
"De los comienzos en soledad a este presente acompañadas por una buena parte de la sociedad que hizo propia la búsqueda de las nietas y nietos robados por el terrorismo de Estado. Del silencio y las preguntas sin respuestas a las 128 identidades restituidas hasta hoy. De la lucha contra la impunidad a la justicia para las víctimas y sus familiares. Toda una vida dedicada a unir esfuerzos para recuperar a sus seres queridos.
Los logros en estos 41 años han sido importantes: la formulación de un método de identificación genético; la sanción de leyes y normativas nacionales e internacionales de amparo a la niñez; múltiples avances en materia de abordajes psicoterapéuticos; un mayor acompañamiento del Estado en la búsqueda; el juicio y castigo a los responsables del plan sistemático de apropiación de menores; el reconocimiento a nivel mundial, entre tantos otros.
Las tareas pendientes, no obstante, siguen siendo muchas y no menos decisivas, la principal de ellas encontrar a los centenares de hombres y mujeres que todavía viven con una identidad falsa, sin saber quiénes son, sin ser libres. El tiempo se ha convertido en un factor central que agrega dramatismo a la búsqueda: muchas Abuelas se han ido de esta vida sin poder abrazar a sus nietos. Pero frente a este triste e inexorable dato de la realidad, ellas han respondido con la sabiduría que las caracteriza: preparando el camino para el relevo generacional, incorporando a los nietos restituidos en la toma de decisión de los diversos aspectos que hacen al quehacer institucional, y consolidando la presencia de la Asociación en la esfera pública a través de convenios, actividades artísticas y culturales, muestras, contenidos audiovisuales, materiales educativos, difusión en las redes.
Hace un par de meses apenas la aparición del último nieto, el N° 128, ha significado –como cada vez que se logra una restitución– una caricia en el alma, además de la confirmación –una vez más– de que el trabajo de Abuelas ya es parte de una sociedad que busca y que no cesará hasta encontrar a los nietos y nietas que faltan.
Valores, utopías, solidaridad, militancia, compromiso, coraje, todos términos que legaron nuestros 30 mil desaparecidos a este pueblo argentino que desde hace unos años ya se levanta y anda y, hoy más que nunca, reclama por sus derechos. La paciencia quizás sea el principal legado de las Abuelas: para construir el derecho a la identidad; para ir valiéndose de los progresos de la ciencia en aras de identificar de manera indubitada a sus nietos y también para hacer menos traumático el momento del análisis; para hacerse escuchar; para conseguir, después de mucho tiempo, el apoyo del Estado; para llevar a los genocidas ante la Justicia y que paguen sus crímenes en la cárcel; para utilizar cada resquicio, cada herramienta, cada mano tendida desinteresadamente en el propósito que ha guiado a la Asociación en todos estos años que no es otro que el de devolver la libertad arrebatada a los hijos de sus hijos".
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